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Obligados a saltarse el confinamiento por culpa del vecino de arriba y sus 50 gatos
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Obligados a saltarse el confinamiento por culpa del vecino de arriba y sus 50 gatos

"No podemos ni salir al balcón porque tienden la ropa sucia y nos cae toda la suciedad a nosotros", se queja Victoria. "Así es imposible vivir"

Foto: Victoria y Alonso
Victoria y Alonso

Victoria y Alonso quieren huir de San Leonardo de Yagüe, el pequeño pueblo de Soria en el que viven y venir a Madrid, pero el estado de alarma decretado a causa el coronavirus se lo impide. El pueblo es maravilloso y su gente también, pero el matrimonio no es capaz de resistir un segundo más el infierno en el que están inmersos. "Nuestro hijo nos ha pedido que vayamos con él, a su casa, pero no está permitido viajar", explica Victoria. El matrimonio está sufriendo un auténtico calvario por culpa de sus vecinos. "Vivimos en un edificio de tres plantas. En la de arriba reside un matrimonio, su hija y calculamos que unos 50 gatos. En la segunda nosotros, y en la de abajo mi madre, pero ha muerto. Mi marido y yo hemos ocupado la casa de mi madre por obligación. Es imposible vivir en nuestro domicilio".

Los vecinos de arriba han convertido su vida en un cuento de terror. "Son un matrimonio y su hija. La escalera huele peor que un basurero. Limpió todos los días los escalones con lejía, pero es imposible. Enseguida se vuelven a llenar de orín y excrementos de gato. ¿Sabes lo que es el asco? Pues nada comparado con lo que yo veo cada día. Cuando sale el sol y hay un poco de calor, la escalera se llena de moscas. Hemos tenido que quitar hasta las ventanas de la escalera y dejar los agujeros para que esté siempre ventilándose".

En la casa de los vecinos se oyen gritos, golpes, discusiones y lloros. Cuando no son ellos son los gatos. "Cuando están en celo no dejan de maullar y se les escucha caminar por la noche. Es como un cuento de terror. A veces les dejan salir a la escalera y cuando queremos salir los animales no se retiran, se nos enfrentan. Empiezan a sisear y parece como que te fuesen a saltar a la cara. Nos escondemos en casa, porque no está la situación como para ir a un hospital porque un gato te haya saltado al rostro. Hay días que no se van y tenemos que esperar a hacer la compra hasta que desaparecen".

"Hemos llegado a perder la electricidad porque caía tanta agua que se deslizaba hasta por las paredes. Le dábamos a la luz y saltaban los plomos"

La insalubridad, el hedor y los gatos no son el único problema. "Tenemos los techos destrozados. No para de haber goteras. Nos empapan el techo. Tanto que se han desprendido trozos. Hemos llegado a perder la electricidad porque caía tanta agua que se deslizaba hasta por las paredes. Le dábamos a la luz y saltaban los plomos. Estaba todo empapado". Victoria, con buena educación, se lo dijo al marido. "Anda y déjame en paz. Ahora va a ser culpa mía que no tengas luz", le respondió él. Una contestación amable si la comparamos con la de la hija o a la de la madre: "¡Ladrones! ¡Hijos de puta! ¡Borrachos!".

En el pueblo todos los conocen. Caminan por la calle manifiestamente desaseados, sin mascarilla ni protección alguna y a la hija la han visto más de una vez salir del supermercado con bolsas llenas de botellas de alcohol. Se comenta que hace años un vecino entró en la casa y logro llevarse 40 gatos, pero se quedaron otros 7. Desde entonces no han parado de reproducirse. Dos de ellos, con sarna, salieron volando del tercer piso y se estamparon contra el suelo. La Guardia Civil acude siempre que puede, pero sin una orden judicial que obligue a limpiar el domicilio y llevarse a los gatos, poco más pueden hacer.

"No podemos ni salir al balcón porque tienden la ropa sucia y nos cae toda la suciedad a nosotros", se queja Victoria. "Así es imposible vivir". Desde el consistorio dicen que no pueden hacer nada tampoco. "Lo único que me ha dicho la alcaldesa es que la fiscal le comentó que habían archivado el procedimiento en el juzgado. No me lo puedo creer. Estoy por invitar al juez a vivir en mi casa durante una semana, a ver si sufriéndolo en su propias carnes, se le ocurre archivarlo", clama Victoria. El matrimonio cuenta con informes médicos de numerosas infecciones producidas, en principio, por la insalubridad del edificio en el que viven. "Hemos padecido hasta la toxoplasmosis", protesta Victoria. "Es una enfermedad principalmente trasmitida por los gatos. No puedo demostrar que hayan sido los suyos, pero para mí está más que claro".

El estado de alarma provocado por el coronavirus ha convertido la convivencia en insostenible. "Lo lógico es que echen a esta gente de su propia casa, desinfecten todo y nos arreglen los desperfectos, porque mi marido y yo queremos vivir en nuestra casa, pero visto que a nadie le importa y la justicia no mueve un dedo, queremos irnos. El problema es que si nos paran nos multan. A menos que alguien nos dé un salvoconducto". Si nadie les ayuda, Victoria y Alonso están pensando saltarse el confinamiento y cruzar los dedos para que no les pare un control.

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Victoria y Alonso quieren huir de San Leonardo de Yagüe, el pequeño pueblo de Soria en el que viven y venir a Madrid, pero el estado de alarma decretado a causa el coronavirus se lo impide. El pueblo es maravilloso y su gente también, pero el matrimonio no es capaz de resistir un segundo más el infierno en el que están inmersos. "Nuestro hijo nos ha pedido que vayamos con él, a su casa, pero no está permitido viajar", explica Victoria. El matrimonio está sufriendo un auténtico calvario por culpa de sus vecinos. "Vivimos en un edificio de tres plantas. En la de arriba reside un matrimonio, su hija y calculamos que unos 50 gatos. En la segunda nosotros, y en la de abajo mi madre, pero ha muerto. Mi marido y yo hemos ocupado la casa de mi madre por obligación. Es imposible vivir en nuestro domicilio".

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