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El confinamiento no puede ser igual en toda España: “Son medidas para ciudades”
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¿TIENE SENTIDO LA HOMOGENEIDAD TRAS UN MES?

El confinamiento no puede ser igual en toda España: “Son medidas para ciudades”

El único modelo de aplicación en todo el Estado provoca paradojas, como que se permita acudir al supermercado o desplazarse en metro pero no a la huerta a regar o caminar por el campo

Foto: Foto: Susana Vera.
Foto: Susana Vera.

El pequeño huerto de Jesús, de cuyos frutos se alimentan su familia y él, se encuentra en las afueras de un pequeño pueblo navarro. La policía foral le avisó recientemente de que solo podía acudir si estaba apuntado al plan de industria. Según las fuentes oficiales, sin embargo, solo es posible para recogida y riego. Así que ante la duda, coge el coche y en lugar de ir al huerto se desplaza al supermercado, que está más lejos y donde con total seguridad se cruzará con más personas que en su parcela.

Esta es una muestra de las paradojas que se están dando en el entorno rural desde que comenzó el confinamiento. Alrededor de un 16,2% de los españoles vive en la considerada como España rural, que ocupa cerca del 84,1% del territorio. Una densidad mucho menor, pero también una forma de vida diferente, otro sistema productivo y un nivel de contagios sensiblemente inferior al de las grandes ciudades, debido a que no hay aglomeraciones ni transporte masificado. Por ello, cada vez son más las voces que piden que, cuando llegue el desescalamiento, lo haga a diferente velocidad que en las ciudades más afectadas.

En la ciudad, se permiten comportamientos peligrosos, mientras que otros inofensivos como ir al huerto en el campo no

Uno de los primeros en hacerlo públicamente ha sido el alcalde de Alcañiz (Teruel), el socialista Ignacio Urquizu. El pasado domingo, en toda el área sanitaria de la capital de comarca, donde viven unas 70.000 personas, apenas había 11 contagiados (el máximo fueron 60). Como él mismo explica a El Confidencial, “lo primero que hay que asumir es que estamos en una crisis sanitaria en la que hay que ser prudentes, pero también que vivimos en un país plural y descentralizado donde no todos somos iguales en muchos aspectos”. Lamenta, por ello, que “muchas de las medidas recogen los intereses del mundo urbano pero no del rural”. De ahí que proponga que, en unas semanas, cuando la desescalada comience, lo haga por el campo.

La reapertura de los servicios no esenciales esta misma semana es una de esas decisiones que generan incomprensión en los pueblos. “Hoy hemos visto los Cercanías de Madrid llenos de gente mientras que acudir a tu huerto a podar o plantar no está permitido”, prosigue Urquizu. “Tenemos que penalizar el riesgo de contagio, pero parece que hay comportamientos peligrosos que están permitidos y otros que no producen contagios no lo están”. El huerto, fuente de autoabastecimiento, es un ejemplo paradigmático. Como él mismo explicaba en Twitter, "hay dos Españas de dos velocidades y también las hay en la pandemia. Y es muy injusto tratar igual al que es desigual".

La sugerencia del alcalde del Alcañiz se encuentra en la línea que han mantenido el presidente de Aragón, Javier Lambán, como su consejera de presidencia, Mayte Pérez, que consideran que es “posible” que la desescalada comience por el entorno rural sin que aumenten los contagios. Otros movimientos espontáneos han pedido “medidas a medida del mundo rural” (sic), como por ejemplo, la organización del uso de la vía pública para que los vecinos puedan salir a pasear.

Es a lo que señala Miguel Esquembre del Colectivo Cala, que vive en Alburquerque (Badajoz), a apenas seis kilómetros de la frontera con Portugal y donde solo ha habido dos casos de coronavirus, todos ellos importados de la capital de provincia. “Partiendo de la base de que hay que cumplir todos los principios como el distanciamiento social, la forma de hacerlo es distinto”, explica. “Hay cosas tan absurdas como que desde la terraza veo los caminos vecinales vacíos (aquí tenemos 7.500 hectáreas de terreno comunal para 5.000 habitantes) donde es muy fácil apartarse si te cruzas con alguien y eso no está permitido, pero sí viajar en transporte público”.

Decisiones urbanas, consecuencias nacionales

La sensación que late detrás de estas peticiones es que no solo las medidas imponen el rasero urbano al entorno rural, sino que también están tomadas desde determinada perspectiva de clase social y ‘habitus’. “Comparto en que no cabe duda de que hay que plantear leyes generales en un primer momento para que fuese homogéneo, ya que no había otros modelos y no sabíamos cómo afectaba en cada región”, explica David Pac Salas, sociólogo de la Universidad de Zaragoza y parte del Grupo de investigación Sociedad, Creatividad e Incertidumbre.

Muchas decisiones dependen del “arbitrario cultural” de quien las toma, es decir, expertos y políticos de clase media-alta urbana

Está de acuerdo Gabriel Moreno, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Extremadura, que añade que es lógico que con la velocidad que se tuvieron que tomar las decisiones del Estado de alarma el criterio fuese el más restrictivo. “Entiendo que las medidas tengan ese sesgo urbano y lo comprendo porque es mejor que sean uniformes desde el principio que tener que esperar más para acomodarlos a cada realidad, pero ahora que ha pasado un mes, ya es hora de que el gobierno y las comunidades autónomas se acomoden”, explica. Él vive en Valencia de Alcántara (Cáceres), con alrededor de 5.000 habitantes, donde sí ha habido un gran número de muertes debidas al coronavirus en una residencia de ancianos.

“La mayoría de decisiones que se toman son urbanas, y eso ocurre no solo en España, porque los dirigentes viven en ciudades, que son la referencia cultural y simbólica, y la cobertura de los medios de comunicación se centra en ellas”, añade. Otro buen ejemplo es salir a correr, una medida que puede tener sentido en las ciudades pero no tanto en el campo. Respecto a las diferencias de criterio de aplicación de estas medidas, “depende de la discrecionalidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, porque la redacción da lugar a una casuística muy diferente”. “Hay que tener en cuenta que esa gran discrecionalidad incorpora una inseguridad jurídica muy elevada, que según pase el tiempo, debe concretarse”, añade.

placeholder El metro de Madrid, este lunes. (Reuters)
El metro de Madrid, este lunes. (Reuters)

“Al final, lo que pasa en Madrid es lo que pasa en España”, añade Pac con sorna. “En Aragón ha habido polémica porque qué sentido tiene que alguien no pueda ir al huerto en un pueblo de 150 personas, algo que creo que no tiene sentido desde el punto de vista del distanciamiento social”. Es el caso, por ejemplo, de la localidad de donde procede, Valcarca, al lado de Binéfar (Huesca). “Se han tratado situaciones diferentes de forma homogénea, y hemos cumplido las normas, pero desde el punto de vista epidemiológico no tiene sentido que en un pueblo de 100 habitantes no se pueda salir”. Es una cuestión de aceptación: hace un mes sería impensable, pero poco a poco empieza a serlo.

Hay razones lógicas, concede, para que, aunque las realidades sean distintas, se aplique la vara de medir más restrictiva. Es decir, la urbana. “Es posible que, si empiezas a realizar muchas especificidades, la gente no acepte las medidas más drásticas cuando le tocan”, prosigue el sociólogo. Pero también tiene que ver con quién y cómo elabora dichas restricciones. Se trata, al fin y al cabo, de expertos y políticos de clase media-alta urbana.

Nuestro motor es el comercio y la hostelería, negocios familiares que han sido los primeros en cerrar y serán los últimos en abrir

Es para Pac un buen ejemplo de esa imposición del “arbitrario cultural” de clase del que hablaba Pierre Bourdieu. El teletrabajo o la educación ‘online’ favorecen a los profesionales liberales o a los entornos más privilegiados, pero dejan fuera otras particularidades productivas de la España no urbana. Como recuerda, “hay familias con dos o tres coches y otras que tienen que recurrir al transporte público”. Esquembre añade que en algunas zonas rurales “el teletrabajo no se puede dar porque no hay red suficiente”.

La economía es, precisamente, una de las cuestiones que más preocupan en el entorno rural, con un sistema productivo muy diferente al urbano. En un lugar como Alcañiz, sin industria, “el golpe ha sido muy duro, somos capital de comarca y nuestro motor es el comercio y la hostelería, que se basan en pequeños negocios familiares, que han sido los primeros en cerrar y probablemente serán los últimos en abrir”, explica su alcalde. Muchas familias están endeudándose para salir adelante. Pero hay casi tantas realidades como pueblos españoles, que van desde la pequeña aldea hasta la capital de comarca, por lo que, como recuerda Moreno en referencia a la seguridad jurídica durante el confinamiento, “la concreción no la debe hacer el gobierno central sino la administración local, que es la que conoce el territorio”.

¿Qué se puede hacer?

La idea que empieza a surgir en determinadas regiones donde la sensación es que la amenaza comienza a alejarse es que podrían establecerse, por ejemplo, zonas de prueba fácilmente controlables donde se puedan comprobar los efectos de la relajación de restricciones. Es lo que sugería Pac, que recordaba que para ello sería necesario conocer la afectación del covid-19 en cada lugar, aplicar medidas teniendo en cuenta las particularidades locales y monitorizar y rastrear el virus, en la línea de lo que se hizo en Véneto.

Foto: Fotografía proporcionada por Alicia Páez Guadalupe.

“Es lo que se podría hacer a nivel comarcal con estas experiencias”, valora. Incluso hay quien proponía como alternativa realizar estas pruebas en las islas, donde es más fácil controlar los flujos externos. Como añade Urquizu, es un contexto apropiado para empezar a experimentar, al igual que la despoblada Teruel. Lo que no tiene sentido es, como temen algunas personas, que el campo sea precisamente el último lugar donde lleguen las medidas de desescalada. Si bien es cierto que en algunos sentido los riesgos son mayores (como la envejecida población rural), otras medidas permitirían ganar en salud sin poner en riesgo a la población.

Cabe también el riesgo de producir un hipotético efecto llamada que llevase a los habitantes de las zonas vecinas a las regiones donde se haya levantado el confinamiento, aunque se podría evitar con controles y confianza en la población. Esquembre bromea con que, en su caso, no vería esta asimetría como una injusticia sino una buena noticia esperanzadora: “No pensaría ‘qué morro tienen los de La Rioja’, sino que me alegraría”.

Si todo esto hubiese empezado en el campo, ¿aceptaría Madrid estar confinada por un brote en Extremadura?

Mientras tanto, seguirá intentando explicar a sus hijos por qué no se puede salir aunque no vean un alma en kilómetros a la redonda. Algo que, añade, no le ha costado demasiado. “Ahora se han resignado porque el bombardeo es tal que adoptamos rápidamente el discurso de la ciudad, aunque al principio era difícil entenderlo desde aquí”, explica. Y plantea una última pregunta, “sin ánimo de polemizar”, pero pertinente: “Si todo esto hubiese comenzado en una región del campo español, ¿aceptaría Madrid estar confinada por un brote en Extremadura?”.

El pequeño huerto de Jesús, de cuyos frutos se alimentan su familia y él, se encuentra en las afueras de un pequeño pueblo navarro. La policía foral le avisó recientemente de que solo podía acudir si estaba apuntado al plan de industria. Según las fuentes oficiales, sin embargo, solo es posible para recogida y riego. Así que ante la duda, coge el coche y en lugar de ir al huerto se desplaza al supermercado, que está más lejos y donde con total seguridad se cruzará con más personas que en su parcela.

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