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En primera persona: "Las capillas de los hospitales son gabinetes psicológicos"
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"es un momento para que todos aprendamos"

En primera persona: "Las capillas de los hospitales son gabinetes psicológicos"

Julián es el capellán de uno de los principales hospitales madrileños. Él lucha contra el sentimiento de soledad que atrapa a los pacientes, a sus familias y al personal sanitario

Foto: Un sanitario del hospital La Paz. (EFE)
Un sanitario del hospital La Paz. (EFE)

Soy Julián, párroco de uno de los principales hospitales que hay en Madrid. Mi nombre no es importante, pues hay muchos como yo haciendo todo lo que podemos en estos momentos. Llevo 19 años trabajando en mi hospital y nunca he visto nada parecido. Cuando la situación empezaba a ponerse fea, los primeros días intenté buscar la serenidad en medio de la incertidumbre, para poder transmitírsela a los demás. Ahora mismo en mi hospital casi todos los pacientes son enfermos de coronavirus.

Ayer pasó a la capilla un médico, se puso justo detrás de mí y nada más sentarse rompió a llorar como un niño pequeño. Es la impotencia. Y cómo no te acercas a él a preguntarle lo primero, cuál es su nombre y lo segundo, por qué llora.

La otra noche me dieron las dos de la madrugada acompañando a una chica que tiene a su padre ingresado con leucemia y coronavirus

Lo que intento es acompañar a quien lo necesita y sobre todo admirar, porque es de admiración lo que está haciendo el personal sanitario, es impagable lo que están haciendo. Empezando desde la misma dirección del hospital hasta las personas que están retirando la basura de las habitaciones. A veces solo nos quedamos con los médicos y enfermería, pero hay tantísimas personas implicadas y con un solo fin que es curar y paliar esta situación.

Yo tengo contacto con tres dramas, el de los pacientes, el de las familias de los pacientes, y el del personal sanitario. Lo que más impera es el sentimiento de soledad. La capilla estos días, te lo digo sinceramente, es un gabinete de psicología, te hablo desde el corazón.

Hacemos largas guardias, de 48 y 72 horas que te da para mucho. Y ahora que he salido del hospital de una guardia de tres días, todo es por teléfono, hasta la asunción de los enfermos. Esto se lleva con dolor, porque aquí no somos de piedra nadie. Intento transmitir el mensaje de un dios que no es ajeno y que está sufriendo con quien está sufriendo.

"Padre, el mundo iba demasiado deprisa y nosotros hemos entrado en la misma dinámica, queriendo ser los dueños y señores de todo"

Los pacientes sean o no creyentes, se merecen el mismo acompañamiento. Partimos del respeto a las personas que no viven su fe. Lo más sagrado que tenemos hoy es la libertad. La mejor forma que tenemos de ayudar a nuestros pacientes es escuchando. A ellos y a sus familiares. Precisamente, nosotros somos lo que hacemos de puente entre los familiares y los pacientes que están aislados.

La otra noche me dieron las dos de la madrugada, acompañando a una chica, su padre, a parte de estar en paliativos por leucemia, tiene coronavirus y claro, la importancia de no poder ver a su padre en urgencias, sumado a que su madre había fallecido hace un año, por un tema también oncológico... Es muy duro y nadie se puede hacer una idea de ello. En la capilla en ese momento la mejor oración es la escucha. No hay palabras para expresar esto, hay tantos casos y de tantas maneras...

Creo que este momento, te lo digo con toda la confianza, es un momento para que todos aprendamos de nuestros errores

Siempre he intentado que la capilla además de un lugar de oración, sea un lugar terapéutico. Ahora en cuaresma hay una norma que es de no adornar las iglesias y capillas con flores. Aquí la capilla del hospital está en este momento como si fuese una boda, porque creo que por los ojos y los sentidos también entra lo terapéutico.

Ante el miedo de los pacientes, muchas veces hay que hacer silencio, hay que aprender a omitir palabras y a escuchar el silencio, que hemos pecado de mucha palabrería en todos los campos. El otro día me decía una arquitecta de 33 años, no creyente: "Padre, el mundo iba demasiado deprisa y nosotros hemos entrado en la misma dinámica, corriendo incluso por delante, queriendo ser nosotros los dueños y señores y tan autosuficientes, que nos pensamos que no necesitábamos de nadie".

"No somos tan fuertes como parece"

Creo que este momento, te lo digo con toda la confianza, es un momento para que todos aprendamos, yo el primero, para darnos cuenta que también tenemos que contar con los demás y que no somos tan fuertes como parece. De la noche a la mañana nuestra vida cambia y esa es la mejor lección que he aprendido en la universidad del hospital. Cómo los enfermos me enseñan a vivir, quizá lo único que les puedo transmitir, es lo que ellos me enseñan.

Eternamente agradecido, porque está situación nos ha demostrado que tenemos que cambiar todos. Hay que pensar en los demás siempre, y no solo cuando vienen los momentos adversos. Y lo más importante: ahora lo que toca es aprender a remontar y hacerlo con mucha elegancia. Hay que subir la cuesta entre todos. Lo vamos a conseguir, creed en ello.

*Julián es un párroco de 50 años que trabaja en uno de los principales hospitales de Madrid, donde ahora mismo se están atendiendo un gran número de infectados por coronavirus. El texto es una transcripción redactada de una conversación telefónica con él.

Soy Julián, párroco de uno de los principales hospitales que hay en Madrid. Mi nombre no es importante, pues hay muchos como yo haciendo todo lo que podemos en estos momentos. Llevo 19 años trabajando en mi hospital y nunca he visto nada parecido. Cuando la situación empezaba a ponerse fea, los primeros días intenté buscar la serenidad en medio de la incertidumbre, para poder transmitírsela a los demás. Ahora mismo en mi hospital casi todos los pacientes son enfermos de coronavirus.

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