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Un pueblo, 27 muertos y funeraria cerrada: la recogida de cadáveres se complica en Morata
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"nos está afectando gravemente"

Un pueblo, 27 muertos y funeraria cerrada: la recogida de cadáveres se complica en Morata

El pueblo de 7.500 habitantes situado al sur de Madrid refleja el azote del Covid-19. Una de sus tres residencias suma ya 21 muertos y los familiares tienen que gestionar los servicios funerarios

Foto: Los vecinos de Morata de Tajuña han puesto en marcha una red de voluntarios. (EC)
Los vecinos de Morata de Tajuña han puesto en marcha una red de voluntarios. (EC)

La residencia Isla Taray, situada en el municipio madrileño de Morata de Tajuña, ha registrado 21 muertes en los últimos diez días. "Quitando unos cinco, que han fallecido por otras causas, el resto sí que parecen compatibles con el coronavirus", explica el director del centro, Manuel Castro. Para combatir el brote, los responsables han aislado a los ancianos en sus habitaciones, pero ahora se enfrentan a otro problema: sacar los cuerpos del edificio. Con 214 plazas, el centro cuenta con un tanatorio que la mañana de este viernes sumaba tres fallecidos, situación que se ve agravada por el cierre de la funeraria del pueblo ante el posible contagio de sus trabajadores.

"Esto nos está afectando gravemente. El jueves recibí una notificación de la dirección general de la Dependencia de Madrid sobre cómo proceder con la retirada de los cadáveres, pero está habiendo graves problemas. Sobre todo por tiempo: cuando tardan muchas horas, lo que nos han dicho es que les tenemos que escribir un correo avisando de que llevan más de seis horas desde el parte de defunción. Eso sí está funcionando mal, pero entendemos que están todos saturados y que es un auténtico caos", explica el director de la residencia. "Ahora se están encargando las propias familias: ellos llaman a sus funerarias para que vengan a recogerlos".

placeholder La residencia Isla Taray, en Morata de Tajuña
La residencia Isla Taray, en Morata de Tajuña

Mientras tanto, en el resto de la residencia se extrema la cautela para evitar posibles contagios. Entre casos bajo sospecha y positivos confirmados, Castro apunta a una treintena de residentes, una propagación que también ha llegado a los trabajadores: "Hemos perdido a parte de la plantilla, que está en domicilio preventivo. De 110, tenemos a unos 16 así. Los trabajadores están demostrando absoluta valentía ante esta situación tan complicada".

La residencia Isla Taray se erige como epicentro del coronavirus en Morata de Tajuña, un pueblo de 7.500 habitantes que ha registrado al menos 27 muertes durante la pandemia. "En Nuestra Señora de la Antigua han fallecido cinco y hay un sexto al que no le hicieron la prueba. También se quedaron prácticamente sin la mitad de la plantilla, pero ya han contratado a un médico para atender a los enfermos y el Ayuntamiento ha contratado a una empresa para ayudarles", explica el alcalde, Ángel Sánchez.

La tragedia se refleja también en la iglesia del pueblo, donde Pascual Moya colgó el cartel de cerrado el 15 de marzo. Tras una oleada de positivos, el párroco de Morata de Tajuña decidió que había llegado el momento de confinarse en casa: "Ahora veo la farmacia desde mi balcón, que está a 50 metros, y la gente guarda las distancias". Asomado a la ventana como un vecino cualquiera, a Pascual solo le queda rezar para que el virus deje de cebarse con sus feligreses. "Claro que conocía a los fallecidos. Prácticamente a todos. Eran personas muy queridas y respetadas".

En cuanto al total de muertos en el pueblo, el alcalde reconoce que es una incógnita: "Nos llegan noticias confusas de los vecinos, de gente que muere sin estar claro si es por coronavirus e incluso que luego resulta que ni ha muerto... Esa información la tiene la Comunidad de Madrid, pero por lo que sabemos no hay una mortalidad especial. Al menos no muy distinta a la de otros puntos de Madrid". La respuesta es similar cuando se le pregunta por el número de positivos, dato que les resulta imposible conocer con certeza: "Sabemos por el centro de salud que más o menos está tratando a 70 personas, pero, claro, ahora cualquier persona que tenga un resfriado común se le considera positivo".

Esa incertidumbre también la sufre el párroco, que hace tres semanas tuvo que oficiar un funeral que ahora se mira con recelo: "La gente todavía no hablaba demasiado de esto. No estamos seguros de que fuera de coronavirus, pero...". En el segundo funeral, celebrado poco antes de decretarse el estado de alarma, no hubo dudas: "Lo hicimos en la puerta del cementerio los de la funeraria, un familiar y yo. Un responso breve y guardando la distancia. Rezamos una oración y eso fue todo". Aunque la funeraria del pueblo ha tenido que cerrar, Pascual no tiene síntomas por el momento: "Hay que obedecer y seguir las instrucciones de los que saben".

Esas instrucciones pasan por encerrarse en casa, un confinamiento ante el que los vecinos han puesto en marcha una red de voluntarios. Óscar Ortego, bibliotecario de Morata de Tajuña, es uno de los que atiende las llamadas de aquellos que quieren ayudar a producir mascarillas: "El material textil se centraliza en el Ayuntamiento. De ahí se lleva al polideportivo municipal para lavarlo a altas temperaturas, y ya después a las casas de las personas que se han ofrecido para coserlas". Miguel Ángel Rodelgo, expolicía local, se encarga a su vez de coordinar el proceso: "Hay otro grupo de personas está elaborando batas para los trabajadores de las residencias, con bolsas de basura, y ya hemos repartido bastantes".

La Asociación Jóvenes en Movimiento también se ha sumado al proyecto y se encarga de hacer la compra a personas en situación de riesgo. "Lo hemos anunciado dejando papeles en panaderías y tiendas similares. Desde entonces, nos está llamando gente y tenemos un goteo constante", explica José Manuel Sánchez. "Hemos cubierto varias demanda y también cosas que van más allá de la compra, como ir a recoger medicamentos al centro de salud". La red de voluntarios cuenta además con tres psicólogos para atender llamadas, con un grupo de Cáritas para la distribución de alimentos y con una asociación animalista para pasear a las mascotas.

Ante la propagación del virus por el pueblo, ya son alrededor de 200 los que participan en la iniciativa. Esa es la respuesta de Morata de Tajuña, un pueblo en el que, como comenta el alcalde, la "suerte" de tener tres residencias de ancianos se ha convertido en un reto ante la pandemia: "Cuando pasen estos días, cabe la posibilidad de que llegue la noticia de gente que ha fallecido y no nos hemos enterado... Afortunadamente, esto ahora es un pueblo fantasma". El párroco, por su parte, tiene una comunicación constante con el Hospital Universitario del Sureste, donde se encuentran varios de sus feligreses: "Seguimos con WhatsApp y todas estas técnicas que tenemos ahora", explica a sus 73 años.

La residencia Isla Taray, situada en el municipio madrileño de Morata de Tajuña, ha registrado 21 muertes en los últimos diez días. "Quitando unos cinco, que han fallecido por otras causas, el resto sí que parecen compatibles con el coronavirus", explica el director del centro, Manuel Castro. Para combatir el brote, los responsables han aislado a los ancianos en sus habitaciones, pero ahora se enfrentan a otro problema: sacar los cuerpos del edificio. Con 214 plazas, el centro cuenta con un tanatorio que la mañana de este viernes sumaba tres fallecidos, situación que se ve agravada por el cierre de la funeraria del pueblo ante el posible contagio de sus trabajadores.

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