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"Koldo me dio el último golpe. Sonó mal y se fue": habla la víctima del asesor de Ábalos
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Fue condenado a 2 años y 4 meses de cárcel

"Koldo me dio el último golpe. Sonó mal y se fue": habla la víctima del asesor de Ábalos

El Confidencial encuentra en Navarra al ciudadano que sufrió una paliza del asesor del ministro de Transportes, Koldo García Izaguirre, cuando este trabajaba de vigilante en un vertedero

La tarde del 17 de mayo de 1991, Matías salió de su casa para comprar 200 litros de gasóleo. Condujo su camioneta hasta una localidad cercana, llenó el bidón y emprendió el camino de vuelta. Pero no llegó a su destino. Cuatro vigilantes le dieron una paliza en medio de la carretera cuando estaba a unos tres kilómetros de su pueblo. Le rompieron varias costillas, los huesos de una mano y le provocaron contusiones por toda la espalda. También le golpearon con sus porras en la cabeza.

El último golpe, el que casi lo mata, se lo dio Koldo García Izaguirre, actual mano derecha de José Luis Ábalos y pieza clave en el escándalo del Delcygate. El 6 de abril de 1995, un juez condenó al hombre de confianza del ministro a dos años, cuatro meses y un día de cárcel por un delito de lesiones. Nunca llegó a entrar en prisión porque, un año después, el Gobierno de José María Aznar le concedió un indulto.

Matías vive en un pueblo del Valle de Aranguren, en las inmediaciones de Pamplona. No olvida la cara de Koldo, pero no supo que su agresor se había convertido en la sombra del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana hasta que recibió la llamada de este diario. Casi tres décadas después de aquella tarde, prefiere usar un nombre ficticio y ocultar su rostro por miedo a posibles represalias de su agresor, la misma persona a la que Ábalos defendió de las críticas de la oposición en el Congreso el 26 de febrero.

"Ese señor ha estado más de 20 años prestando servicios de escolta y dirigiendo servicios de escolta en el País Vasco", afirmó el ministro, en respuesta a una diputada de Vox. "Alguno lo tiene usted muy cerca, alguno de los que ha protegido. Salvó la vida de dos policías", continuó el también secretario de Organización del PSOE. "Lo que le mereció una medalla de la Policía Foral de Navarra. Un reconocimiento de la Guardia Civil por participar justamente en la lucha por la paz en Euskadi. Tiene un reconocimiento de la Ertzaintza. De la Policía de Pamplona. Por algo será".

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Matías se encontró a otro Koldo. Todo empezó con una conversación. En 1991, los vecinos del valle protestaban contra la construcción de un vertedero de basuras en el idílico pueblo de Góngora. Convocaron manifestaciones, cortaron la carretera principal y trataron de paralizar las obras. Los promotores de la infraestructura decidieron contratar una empresa de seguridad, Serramar Vigilancia, para proteger el proyecto. Para el mes de mayo, la tensión se había apoderado de la zona. Sin embargo, nada hacía prever lo que le ocurrió a Matías.

Aquella tarde no había manifestaciones ni protestas, pero cuando volvía a casa con el bidón de gasóleo, se encontró en medio de la calzada, a la altura del vertedero, un camión de las obras. "Esperé cinco minutos, quince, treinta… hasta que me harté y bajé de la camioneta para decirle al del camión que se echara un lado unos metros para que pudiéramos pasar los cuatro o cinco coches que estábamos allí haciendo cola", explica Matías. "De pronto, uno de los vigilantes, que se llamaba Amador González, se acercó a mí para decirme que el camión no se iba a mover y que si quería llegar a casa, echara por un camino de montaña. Yo le dije que por esa ruta era imposible pasar y que además llevaba un bidón con 200 litros de combustible que saldría rodando" por el desnivel de la ladera.

No intercambiaron más palabras. El guardia de seguridad se fue hacia el vertedero y volvió con otros tres vigilantes, entre ellos, el actual consejero de Renfe Mercancías. "Sin decirme nada, Amador González me dio en la tripa con la punta de la porra. Yo cogí su defensa pero en ese momento empezó a caerme una lluvia de golpes. Me dieron con las porras en todos sitios, pero sobre todo en la cabeza. Koldo fue el que más me pegó", recuerda Matías. "Me rompieron dos costillas y huesos de la mano izquierda, me dejaron la espalda negra de moratones y me abrieron varias brechas en la cabeza. El último golpe me lo dio Koldo. Sonó mal. Me reventó la cabeza. Sonó tan mal que pensaron que me habían matado. Se asustaron y se fueron".

Dejaron a Matías en el suelo "como a un perro", hasta que otro conductor que había presenciado la pelea a uno metros de distancia lo recogió y lo llevó a un hospital. Necesitó 47 días para curarse. Lo primero que hizo tras las curas iniciales fue poner una denuncia. "Tardé un segundo en identificar a Koldo y Amador en una rueda de reconocimiento. El resto de personas que estaban allí también los señalaron sin ningún tipo de duda". La instrucción duró cuatro años que también fueron un calvario porque, tras la denuncia, empezó a recibir llamadas anónimas en plena madrugada y coches de Serramar merodeaban continuamente por las inmediaciones de su casa. "Llegué a cerrar las puertas y ventanas con puntales. Llegó un punto en que la presión era insoportable. Le pedí al juez que pinchara mi teléfono para identificar a las personas que me llamaban, pero no quiso".

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Matías se señala los huesos que le rompieron en la paliza

Al final, Matías logró sentar en el banquillo a Koldo y Amador. Un tercero, Juan Carlos Quirós Álvarez, se fugó, y al cuarto implicado no pudo identificarlo. El Juzgado de lo Penal número 3 de Pamplona dictó sentencia el 6 de abril de 1995. La resolución, a la que ha tenido acceso este diario, consideró demostrado que Koldo y Amador, "mientras intervenían en la custodia de operaciones de carga que se desarrollaban en la carretera NA-2310 en su calidad de guardas de seguridad de la empresa de vigilancia Serramar SL, para la que prestaban servicios en aquel momento, acudieron junto a otros compañeros al lugar donde un vigilante de la misma empresa sostenía una discusión" con Matías.

"Los dos acusados, como también el resto de sus compañeros", concluyó el magistrado, "golpearon repetidamente, y haciendo uso de las defensas de goma de las que iban provistos para el desempeño de su función, al señor [Matías], quién sufrió a resultas de esta agresión heridas contusas de localización parietal y occipital, fisura costal y fractura del segundo metacarpiano de la mano izquierda".

El dictamen recordó que todos los testigos coincidieron sin contradicciones en el relato de la víctima. Pero ni Koldo ni sus compañeros admitieron haber participado en la paliza ni haber usado las porras. El asesor de Ábalos dijo que sólo había empujado a Matías. Sin embargo, el juez consideró que su participación ofrecía "muy pocas dudas, pues tres de los testigos ratificaron en plenario" las identificaciones que habían hecho en las ruedas de reconocimiento, y además, el propio Koldo presentaba algunos arañazos que demostraban su participación en los hechos. Por todo ello, el hombre de confianza de Ábalos y su compañero fueron condenados por un delito de lesiones a dos años, cuatro meses y un día de prisión.

Koldo recurrió el dictamen ante la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Navarra pero, el 23 de mayo de 1996, el tribunal confirmó la primera sentencia, como recoge la resolución, en poder de este diario. El actual consejero de Renfe alegó ante esa instancia que no había ninguna prueba de que hubiera utilizado su defensa de goma, pero los magistrados de la Audiencia Provincial tumbaron ese argumento aludiendo al abundante material gráfico que obraba en la causa y resolvieron que su participación en los hechos estaba "perfectamente acreditada".

placeholder Matías, en el punto de la carretera en el que Koldo y sus compañeros le dieron la paliza
Matías, en el punto de la carretera en el que Koldo y sus compañeros le dieron la paliza

Matías tuvo por fin sensación de justicia, pero se esfumó pronto. Koldo pidió el indulto al Gobierno de Aznar y, el 8 de noviembre de 1996, la entonces ministra de Justicia, Margarita Mariscal de Gante, se lo otorgó. "Visto el expediente de indulto de don Koldo García Izaguirre, con los informes del Ministerio Fiscal y del Tribunal sentenciador, condenado por el Juzgado de lo Penal número 3 de Pamplona, en sentencia de fecha 6 de abril de 1995, como autor de un delito de lesiones, a la pena de dos años cuatro meses y un día de prisión menor, con las accesorias de suspensión de todo cargo público y derecho de sufragio durante el tiempo de la condena, por hechos cometidos en el año 1991; a propuesta de la Ministra de Justicia y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 8 de noviembre de 1996, vengo en conmutar a don Koldo García Izaguirre la pena privativa de libertad impuesta por otra de dos años de prisión, a condición de que no vuelva a cometer delito doloso durante el tiempo de normal cumplimiento de la condena", publicó el BOE. Koldo nunca llegó a pisar la cárcel.

"El indulto fue… no sé qué decir", cuenta Matías. Dice que Koldo nunca le pidió perdón, ni durante el juicio ni después de la sentencia. "Tampoco le habría perdonado". "En 2008 o 2009, me lo encontré en plenos sanfermines en la Plaza del Castillo de Pamplona. Estaba trabajando de portero en la discoteca Subsuelo. Luego, en 2011, descubrí que había salido elegido concejal en el Ayuntamiento de Huarte por el Partido Socialista de Navarra (PSN). No volví a saber de él. Me parece increíble que una persona con este historial haya llegado a tener la responsabilidad que tiene ahora".

placeholder José Luis Ábalos, con Koldo García Izaguirre justo detrás. (EFE)
José Luis Ábalos, con Koldo García Izaguirre justo detrás. (EFE)

Matías intentó olvidar lo que pasó aquella tarde de mayo de 1991. Koldo siguió trabajando en Serramar como si nada hubiera ocurrido. En 1999 se convirtió en apoderado de la empresa. Según el registro mercantil, aún mantiene esa función pese a sus nuevas responsabilidades. En los años siguientes fue condenado por dar otra paliza a un menor, pero tampoco entró en la cárcel. Siguió trabajando como vigilante hasta que fue contratado como escolta y chófer de Ábalos. Ahí empezó otra historia. Koldo y el dirigente socialista trabaron amistad y el antiguo guardia del vertedero de Navarra se convirtió en el hombre para todo del ministro de Transportes.

Su carrera a la sombra de Ábalos alcanzó el clímax la madrugada del pasado 20 de enero. El exvigilante acompañó a su jefe a Barajas para recibir a la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez. Cuando Ábalos se marchó en torno a las 1.30 horas, Koldo se quedó custodiando a la número dos de Maduro y se encargó personalmente de conseguirle unos billetes en el primer avión de la mañana con rumbo a Doha. Su relación con el dirigente valenciano es tan buena que ha conseguido colocar en el Ministerio a su mujer, Patricia Úriz, con un puesto de ayudante de secretaria. Y ha forzado el cese del hasta ahora director de la Unidad de Emergencias y Coordinación y Gestión de Crisis, Ignacio Alcázar, para nombrar a un policía amigo, Rubén Eladio López Martínez, próximo al PSOE.

Este diario contactó con Koldo para conocer su versión sobre la agresión y su posterior condena, pero no hubo respuesta.

La tarde del 17 de mayo de 1991, Matías salió de su casa para comprar 200 litros de gasóleo. Condujo su camioneta hasta una localidad cercana, llenó el bidón y emprendió el camino de vuelta. Pero no llegó a su destino. Cuatro vigilantes le dieron una paliza en medio de la carretera cuando estaba a unos tres kilómetros de su pueblo. Le rompieron varias costillas, los huesos de una mano y le provocaron contusiones por toda la espalda. También le golpearon con sus porras en la cabeza.

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