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Arrimadas desafía la maldición de las primarias de Soraya y Susana Díaz
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PRIMARIAS CRUCIALES EN CIUDADANOS

Arrimadas desafía la maldición de las primarias de Soraya y Susana Díaz

Las últimas primarias de los dos grandes partidos dieron la sorpresa. Ninguna mujer logró hacerse con el liderazgo a pesar de contar una con el apoyo del aparato y la otra, con la militancia

Foto: La presidenta y portavoz del Grupo de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, Inés Arrimadas. (EFE)
La presidenta y portavoz del Grupo de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, Inés Arrimadas. (EFE)

Tras casi catorce años de historia como partido político, las de este fin de semana son las únicas primarias reñidas que ha vivido Ciudadanos. Más allá de los apoyos que recabe cada sector (el oficialista está convencido de que vencerá con holgura a los críticos, como ha ocurrido con los compromisarios) es la primera vez que el liderazgo del partido naranja enfrenta a dos dirigentes de peso. Albert Rivera nunca tuvo un rival reconocido ni que ostentara un cargo institucional. Inés Arrimadas, que desde hace tiempo se había ido consolidando como única sucesora posible, se enfrenta al vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea.

Pueden ser las primeras elecciones internas recientes en un partido político que gane una mujer, más allá de Rosa Díez. "Las primarias en España no las ganan las mujeres" es una repetida frase entre dirigentes políticas e incluso en medios de comunicación, que apuntan a que el famoso techo de cristal también se topa con la primera línea de la política.

Pasó en el PSOE y después en el PP. Pedro Sánchez y Susana Díaz se batieron en un duelo que rompió a la formación por la mitad en 2017. La entonces presidenta de la Junta de Andalucía contaba con el apoyo de todo el aparato. Después de que Sánchez dejara su escaño para recorrer España en un su Peugeot 407 para convencer a la militancia de que otra vía —lejos de la abstención en la investidura de Rajoy— era posible, el hoy presidente del Gobierno llegó a ser visto como un completo 'outsider' dentro de las siglas socialistas. Ni un solo representante institucional de peso o referentes históricos le apoyaban. En el grupo parlamentario, tan solo las diputadas Margarita Robles, Zaida Cantera y Susana Sumelzo se posicionaron con él.

placeholder Susana Díaz saluda a Soraya Sáenz de Santamaría. (EFE)
Susana Díaz saluda a Soraya Sáenz de Santamaría. (EFE)

La primera sorpresa llegó con los avales (Sánchez logró 53.692, acercándose mucho a los 60.231 de Díaz) y, la segunda, con la votación final: más de diez puntos de distancia. La victoria de Sánchez vino a demostrar algo que se ha convertido en una tónica habitual: lo alejado que muchas veces está el aparato de los partidos de su militancia, y que el vuelco (por imposible que parezca) siempre puede llegar. También se cumplía lo que algunos calificaron después como una maldición: el Partido Socialista no tendría a una mujer como secretaria general. No lo consiguió Carme Chacón (cuando se enfrentó en un congreso de delegados a Alfredo Pérez Rubalcaba en 2012) y tampoco lo hizo Díaz.

A los socialistas les costó mucho recomponerse de una herida interna que ya no tiene réplicas, con un Sánchez completamente encumbrado y presidiendo el Gobierno de España. Pero las inesperadas primarias en este país tendrían su segundo capítulo con el PP, una formación a la que se asociaba con unas bases poco enérgicas y entregadas a la lucha orgánica y que, sin embargo, volvieron a dar la sorpresa en julio de 2018.

Cuando Mariano Rajoy salió de la Moncloa —fruto de la primera moción de censura que fructificó en España— el líder del PP abrió la carrera de su sucesión con dos candidatas claras que siempre habían vivido enfrentadas —la todopoderosa vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; y su mano derecha en el Partido Popular, la secretaria general, María Dolores de Cospedal—. En realidad las sorpresas dentro de las filas conservadoras empezaron pronto: Alberto Núñez Feijóo decidió no competir por el liderazgo y, el entonces vicesecretario de Comunicación, el rostro amable del PP y un joven talento, Pablo Casado, optó por dar el paso.

placeholder Inés Arrimadas y Paco Igea durante su tenso encuentro en Valladolid. (EFE)
Inés Arrimadas y Paco Igea durante su tenso encuentro en Valladolid. (EFE)

La paradoja en el PP es amplia por distintos motivos. Cospedal, jefa orgánica del partido, no pasó a la segunda vuelta; mientras que Sáenz de Santamaría, la más tecnócrata dentro del PP que siempre dejó claro su independencia con la formación, fue la más votada por la militancia (37% frente al 34% de Casado) aunque, finalmente, fue el alumno aventajado de Aznar quien se alzó con la victoria gracias al apoyo de todos los demás candidatos que aglutinaron su voto en torno al palentino.

Lo resumía muy bien García Margallo en una entrevista en el diario 'El País': "Pablo Casado no ganó. Habríamos votado a cualquiera que no fuera Soraya". Se cumplía de nuevo la maldición: tampoco el PP estaría presidido por una mujer. Con respecto al aparato, a diferencia de lo ocurrido con el PSOE, fue lo que garantizó la victoria al dirigente después de que Sáenz de Santamaría hubiera salido más respaldada por la militancia.

El caso de Ciudadanos es todavía más particular. Arrimadas es la candidata del aparato como lo era Susana Díaz. Sin embargo, también es la que más apoyo en la militancia ha cosechado por ahora. Así ha quedado demostrado en la elección de los compromisarios que representarán a los afiliados en el congreso de la próxima semana y que decidirán la nueva estrategia política y los estatutos. A pesar de los reproches del sector crítico, que aseguran que las votaciones estaban dirigidas y se produjeron en bloque por el hecho de que los candidatos a delegados estaban identificados con el líder que representaban, las listas para elegir a los delegados eran abiertas. El resultado fue clarísimo: 277 compromisarios afines a Arrimadas frente a los 21 de Igea.

placeholder Inés Arrimadas y Francisco Igea durante su debate en la sede de Ciudadanos. (Eugenia Morago)
Inés Arrimadas y Francisco Igea durante su debate en la sede de Ciudadanos. (Eugenia Morago)

El vicepresidente de Castilla y León, erigido como líder crítico de un sector que empezó en la ejecutiva de Albert Rivera —cuestionando la estrategia del veto a Pedro Sánchez con otros dirigentes que abandonaron el partido, como Toni Roldán o Xavier Pericay, y otros que siguen como Luis Garicano— no tira la toalla y pelea por dar la sorpresa como antes la dieron Sánchez y Casado.

Los militantes naranjas —el censo se encuentra en torno a los 21.000 afiliados— están llamados a votar este sábado y domingo. El primer día se destinará al voto telemático que tantos quebraderos de cabeza ha dado a la formación, mientras que el domingo será el turno de la votación en urna, en las agrupaciones que cumplen con los requisitos. Las primarias terminarán oficialmente a las siete de la tarde del domingo y, unas horas después, Ciudadanos contará oficialmente con un líder que no es Albert Rivera.

La insistencia de dirigentes cercanos a Arrimadas, que lanzan el mensaje de que obtener el 51% de los votos es lo que marcará la victoria, deja entrever alguna duda sobre el resultado final. O, al menos, desvela que existe cierta inquietud sobre la fuerza que logrará la corriente de Igea. Que los críticos tengan un porcentaje solvente de respaldo demostraría, sin lugar a dudas, que la formación está mucho más agrietada de lo que quiere ver el oficialismo.

Tras casi catorce años de historia como partido político, las de este fin de semana son las únicas primarias reñidas que ha vivido Ciudadanos. Más allá de los apoyos que recabe cada sector (el oficialista está convencido de que vencerá con holgura a los críticos, como ha ocurrido con los compromisarios) es la primera vez que el liderazgo del partido naranja enfrenta a dos dirigentes de peso. Albert Rivera nunca tuvo un rival reconocido ni que ostentara un cargo institucional. Inés Arrimadas, que desde hace tiempo se había ido consolidando como única sucesora posible, se enfrenta al vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea.

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