De la diplomacia feminista al comercio justo: ejes de González Laya en Exteriores
Sorprendió con un planteamiento muy teórico, quizá para contrarrestar sus primeros días en el cargo, que no podían haber estado más pegados al suelo, de incendio en incendio
Arancha González Laya presentó el jueves ante la Comisión de Exteriores del Congreso el plan rector de su mandato al frente del Ministerio de Exteriores. Sorprendió con un planteamiento muy teórico, quizá para contrarrestar sus primeros días en el cargo, que no podían haber sido más concretos: del 'Delcygate' al pulso con Estados Unidos, pasando por el lío de las aguas territoriales con Marruecos y Argelia.
González Laya ha pasado buena parte de su carrera en organismos internacionales y su planteamiento recuerda bastante a los debates que se organizan en esos foros. Habló de apuntalar "un mundo más democrático con estados capaces y garantistas", poner "los Derechos Humanos como referente", practicar una "política exterior feminista", el "multilateralismo" y "más Europa". Además de promover "una economía cualitativa", "un comercio global basado en reglas y justo", un "servicio exterior anticipatorio" y una "red consular eficaz". Afirmaciones que podrían firmarse en la ONU.
La idea de fondo, explican en su equipo, pasa por posicionar a España en un frente 'antipopulista': contra los movimientos que ganan peso en todo el mundo, de Donald Trump a Jair Bolsonaro. Y contra las "tres grandes fracturas" que amenazan el orden mundial: la sostenibilidad medioambiental; la creciente desigualdad provocada por la globalización y la transición tecnológica; y el problema de gobernanza derivado de lo anterior. Frente a esa "erosión de la arquitectura internacional desarrollada desde finales de la Segunda Guerra Mundial", González Laya cree que España tiene que ser "euroactivista" e integrarse como parte del dique. Entre otras cosas porque nos conviene, porque solos no vamos a ningún lado.
Está por ver cómo encajan los propósitos con la realidad que se encontrará en el consejo de ministros. Hacer carne la diplomacia entendida como el arte de hablar mucho y bien sin llegar a decir realmente casi nada. A primera vista, descentra un poco del propósito antipopulista presenciar que la defensa más cerrada que tuvo en el Congreso viniese de parte del diputado de en Comú Podem, Gerardo Pisarello. La disrupción, se quejan en la oposición, no puede ser solo peligrosa cuando se empuña con la mano derecha. Está por ver, en definitiva, cómo se aterrizan las ideas, cómo se traslada esta vocación académica al barro cotidiano de la política española y a la crudeza con la que se desarrollan las relaciones bilaterales.
En cualquier caso, González Laya ha dado ya pistas que hacen pensar que el de Exteriores podría dejar de ser un ministerio aburrido. Más allá de la actitud bipolar en Venezuela —una herencia envenenada—, promete emociones la crudeza con la que plantea el pulso con las grandes tecnológicas estadounidenses para que empiecen a dejar en España parte del dinero que aquí ganan. También traerá tardes de gloria la nueva estrategia frente a Cataluña, en la que Exteriores y España Global asumirán —ya es oficial— un papel mucho menos beligerante que en la 'era Borrell'.
Arancha González Laya presentó el jueves ante la Comisión de Exteriores del Congreso el plan rector de su mandato al frente del Ministerio de Exteriores. Sorprendió con un planteamiento muy teórico, quizá para contrarrestar sus primeros días en el cargo, que no podían haber sido más concretos: del 'Delcygate' al pulso con Estados Unidos, pasando por el lío de las aguas territoriales con Marruecos y Argelia.