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La primera jueza de la historia del Supremo: "Yo quería ser como David Bowie"
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18 AñOS EN LA SALA DE LO SOCIAL

La primera jueza de la historia del Supremo: "Yo quería ser como David Bowie"

El 18 de febrero de 2002, Milagros Calvo Ibarlucea se convirtió en la primera mujer en acceder al Supremo, tribunal que ahora abandona por su jubilación

Foto: El carné de la magistrada Milagros Calvo, tras convertirse en 1984 en titular de la Magistratura de Trabajo número 1.
El carné de la magistrada Milagros Calvo, tras convertirse en 1984 en titular de la Magistratura de Trabajo número 1.

Milagros Calvo Ibarlucea (Valladolid, 1947) se jubila. En febrero de 2002, se convirtió en la primera magistrada en acceder al Tribunal Supremo tras incorporarse a la Sala de lo Social, hito que se consumó en una ceremonia a la que ella resta emotividad: "Tuve que tener cuidado por si un tacón traicionero se apalancaba en la rejilla de la calefacción. Estaba en alerta alfa". Atrás quedan los años en los que se paseaba por los juzgados con una melena que emulaba a su admirado David Bowie —"Era mi estilismo fetiche"—, trayectoria que sus compañeras de sala recuerdan este miércoles en un homenaje. A lo largo de la entrevista, Calvo evita la sensiblería y esquiva las referencias a que fue una pionera de la Justicia española, templanza que solo se quiebra al recordar a los colegas asesinados por ETA.

placeholder La fotografía de fin de carrera de Milagros Calvo.
La fotografía de fin de carrera de Milagros Calvo.

Hija de militar y ama de casa, estudiar Derecho no fue su primera opción. Ella quería ser médica, pero las matemáticas se le atragantaron en el colegio y no le quedó más remedio que dar marcha atrás. "Me cambié a letras con gran problema. Había que alterar la matrícula, hacer todo el papeleo...". Con su principal vocación ya descartada, el interés por la ley le llegó después de que su colegio organizara un encuentro con antiguos alumnos, entre los que quedó cautivada por una mujer que había escogido esa carrera. A partir de ahí, no tuvo dudas: abandonó la rama de ciencias, se puso al día con griego y latín y aterrizó en la Universidad de Valladolid: "En la orla de fin de carrera, si somos treinta y algo, aparecemos siete mujeres".

Mientras ella se enfrentaba a los primeros manuales de Derecho, las mujeres ni siquiera podían ejercer como juezas o fiscales: solo tenían la puerta abierta en el ámbito municipal. La situación cambió en 1967, cuando se encontraba en la universidad. "Recuerdo perfectamente el aula en la que estábamos. Suscité la cuestión de que estaban en las Cortes debatiendo un proyecto por el que las mujeres podían acceder a la carrera judicial. Les dije a los compañeros: '¿Por qué no mandamos telegramas de apoyo a las Cortes y tal y cual?'. Y nada. Hubo la típica risilla y no me hizo caso nadie. Es más, hubo algún comentario de 'a nosotros qué nos importa'. Claro, estaba hablando con hombres. Recuerdo aquel día porque me resultó molesto".

Con el diploma bajo el brazo, Calvo se presentó a las oposiciones de la Justicia municipal. "El temario era más pequeño y no quería seguir siendo una carga para mis padres. Quería independencia y luego ya vería". Tras superarlas, fue escalando puestos hasta el de secretaria de un juzgado comarcal: en enero de 1974, en Villena, y a partir de septiembre de ese mismo año, en Yecla. "En el primer juzgado, compartíamos la planta de un edificio de vecinos con el juzgado de primera instancia e instrucción. Era una pobreza franciscana. Tenía que pedirles prestada una máquina de escribir y, como en invierno hacía mucho frío, los abogados de allí nos prestaban las bombonas de butano". Aquella precariedad no la amedrentó y desde 1975 comenzó a prepararse para las oposiciones a la carrera judicial.

placeholder Lourdes Arastey, Maria Luisa Segoviano, Milagros Calvo, Rosa Virolés y Maria Luz García Paredes, tras emitir la primera sentencia de la historia del Supremo sin la firma de un magistrado varón.
Lourdes Arastey, Maria Luisa Segoviano, Milagros Calvo, Rosa Virolés y Maria Luz García Paredes, tras emitir la primera sentencia de la historia del Supremo sin la firma de un magistrado varón.

Tras superar los exámenes —"Me tomaba los temas el juez de primera instancia de Yecla"—, llegó el momento de elegir: jueza o fiscal. Y en enero de 1979, se fue a la Fiscalía de Bilbao. ETA todavía no había comenzado la ola de asesinatos contra jueces y fiscales, pero la tensión se palpaba en las calles. "A mí no se me olvidará el último Viernes Santo que pasé en Bilbao. Ese día mataron al guardia civil que vigilaba el acceso en la Audiencia Provincial. Creo recordar hasta la ropa que llevaba puesto: un traje verde". En 1980, Calvo abandonó la Fiscalía y se convirtió en jueza de Trabajo, puesto que mantuvo durante cuatro años. En la última etapa, también ejerció como decana de los juzgados de Bilbao, donde se cruzó una vez más con el terrorismo. "Me has devuelto los 10 años de vida que me habías estado quitando", llegó a decirle su madre cuando le anunció su traslado a Madrid.

placeholder La magistrada Milagros Calvo, en la toma de posesión ante el TS.
La magistrada Milagros Calvo, en la toma de posesión ante el TS.

Pero antes de abandonar el País Vasco, Calvo tuvo un par de experiencias con ETA. La primera, en forma de carta: "Una vez, recibí una. Yo creo que era alguien que utilizaba el logo de ETA porque tenía un asunto allí y quería asustar. Venía a decir que pensase muy bien lo que tenía que hacer porque los errores traen consecuencias. Yo creo que fue alguien conectado con ETA que dijo: 'Oye, déjame ponerle el sello a esta señora'. Me olió a 'fake', como decimos ahora". La segunda, en forma de bomba: "Hacia el 84, hubo una serie de atentados contra edificios públicos. Se dejaron preparados los dispositivos explosivos para que actuaran durante la noche y uno de ellos estaba puesto justo ante la jardinera que había a la puerta de mi despacho. No era un ataque personal, pero sí contra todas las instituciones".

Después de llegar a Madrid, ETA puso a jueces y fiscales en la diana de manera definitiva. En 1989, asesinó a la fiscal Carmen Tagle y, a partir de ese momento, el listado no dejó de crecer. La banda se llevó por delante a conocidos de Calvo como el magistrado Rafael Martínez Emperador: "Él era de nuestra jurisdicción, de lo Social. Imagínese la noticia de que resulta muerto un compañero suyo con el que ha estado ahí, que le ha visto, que ahora no le ve, que pasado mañana sí, que hemos cenado, que hemos comido... Imagínese eso. Pues así. Una persona próxima, de al lado, como quien dice, a la que le han pegado un tiro en la puerta de su casa. Iba a dar una conferencia, se había dejado no sé qué y llama por el telefonillo: 'Oye, los papeles esos que me los bajéis'. Y ahí se acabó".

Calvo recibió la noticia en Madrid, adonde se había trasladado en 1984 como titular de la Magistratura de Trabajo número 1. Los que la conocieron en aquella época todavía recuerdan su melena. "Sobre lo del pelo punki y de colores... Yo quería imitar el estilo de David Bowie y no eran siete colores, eran dos: castaño y rubio". La magistrada compaginaba este 'look' con "un traje de raya diplomática", estilismo que en ningún caso iba aparejado a un pensamiento: "¡Yo qué voy a ser punki! Yo era admiradora de David Bowie. No me disgustan los punkis en absoluto. En mi vida civil, de haber sido civil, hubiera sido punki, a lo mejor... Pero los que me gustan realmente son los góticos". Su admiración a Bowie, de hecho, no iba más allá de su pelo: "Su música me daba igual. Su estilismo... Sí. Yo quería ser como David Bowie".

placeholder Imagen de archivo de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo.
Imagen de archivo de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo.

Según explica, el impacto inicial de su nuevo 'look' duró 24 horas, pero los colores aguantaron en su pelo unos 10 años. "Hasta que me aburrí", sentencia. En julio de 1988, Calvo se presentó así con su particular melena en el Tribunal Central de Trabajo, más tarde rebautizado como Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Para entonces, la magistrada se había unido a la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), una de las más conservadoras dentro del ámbito judicial: "Estaba prácticamente desde su fundación, porque cuando aparece, allá por el 82 u 83, era la única. En aquella época, se estaban celebrando elecciones para el Consejo General del Poder Judicial y era una manera de enterarse de quién se presentaba, qué votaban unos, qué votaban otros... No había la división que hay hoy".

Tras incorporarse a la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Madrid, de la que formó parte entre 1994 y 1999, Calvo intentó dar el salto al Supremo. Los primeros intentos fracasaron, pero en 2002 logró el objetivo. Su nombramiento, sin embargo, no estuvo exento de polémica: más de 100 abogados laboralistas llegaron a presentar un escrito al Consejo General del Poder Judicial en el que aseguraban que carecía de "la capacidad profesional necesaria" para llegar al Supremo, críticas a las que se sumó parte del considerado sector progresista. Calvo quita peso a la polémica: "Lo recuerdo como un enfrentamiento, que es casi un ritual que se cumple en estos casos. Unos votan de una manera y otros de otra... Pues muy bien".

El 18 de febrero de 2002, tomó posesión en el Supremo. "Las cosas son emotivas cuando tienes tiempo para ser emotivo. Yo hice las invitaciones a mano y las repartí a mano". Tras 18 años en el alto tribunal, la magistrada sigue evitando la cursilería a la hora de hablar de su jubilación, pero sus compañeras le han organizado un homenaje igualmente. "Ha sido un gran hito. Basta con ver lo que nos está costando a las mujeres llegar al Tribunal Supremo: de 80 magistrados, a día de hoy somos 14 mujeres", explica Lourdes Arastey, de la Sala de lo Social. Ese paulatino desembarco de magistradas se refleja en la fotografía de este artículo, en la que Calvo aparece junto a sus compañeras de sala: la tomaron en 2018, justo después de que emitieran la primera sentencia de la historia del Supremo en la que solo firman mujeres. En el centro de la imagen, una pionera a lo David Bowie.

Milagros Calvo Ibarlucea (Valladolid, 1947) se jubila. En febrero de 2002, se convirtió en la primera magistrada en acceder al Tribunal Supremo tras incorporarse a la Sala de lo Social, hito que se consumó en una ceremonia a la que ella resta emotividad: "Tuve que tener cuidado por si un tacón traicionero se apalancaba en la rejilla de la calefacción. Estaba en alerta alfa". Atrás quedan los años en los que se paseaba por los juzgados con una melena que emulaba a su admirado David Bowie —"Era mi estilismo fetiche"—, trayectoria que sus compañeras de sala recuerdan este miércoles en un homenaje. A lo largo de la entrevista, Calvo evita la sensiblería y esquiva las referencias a que fue una pionera de la Justicia española, templanza que solo se quiebra al recordar a los colegas asesinados por ETA.

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