Lastra, la dirigente discreta y leal a Sánchez que ahora tiene la llave de la negociación
La vicesecretaria general siempre estuvo del lado del hoy presidente, y ahora él le ha encargado que conduzca las conversaciones de su investidura. Dentro del PSOE no ha sorprendido la decisión
No emergió de la nada. Ella siempre estuvo allí.
Siempre.
Siempre al lado de Pedro Sánchez. A las duras y a las maduras. Muy cerca de él. Discreta, reservada. Menos visible. Vehemente, directa y "cortante" a veces. Y leal. Inquebrantablemente leal. Totalmente fiable para el líder. Sin género de dudas.
Adriana Lastra Fernández (Ribadesella, Asturias, 30 de marzo de 1979) es ahora la dirigente socialista más expuesta y perseguida por los medios. La que tiene más información, la que más sabe y más calla, la que fue decisiva para cerrar un preacuerdo con Unidas Podemos en cuestión de horas, la que reporta solo al presidente, a la que él ha otorgado en exclusiva la llave de la negociación de su investidura.
Pero aunque ahora cobre más protagonismo, siempre estuvo ahí. "La historia de Pedro como líder del PSOE está siempre con Adriana cerca", afina una dirigente que la conoce bien.
La reserva, la fidelidad al jefe y la vocación de trabajo constante son cualidades que le reconocen quienes están alejados de ella en el PSOE
Ella es la portavoz parlamentaria del PSOE. Y, sobre todo, es la vicesecretaria general del partido. La número dos. Lo es ella, y no José Luis Ábalos, el secretario de Organización, el tres en la nomenclatura de la formación. Su visibilidad ha sido en estos años tal vez más escasa que la del también ministro de Fomento o la vicepresidenta, Carmen Calvo. No así su poder e influencia. Porque Lastra, como Ábalos y como Calvo, pertenece al primerísimo círculo de Sánchez. Como Iván Redondo, el director de Gabinete del presidente llevado a los altares por algunos y denostado por muchos en el partido. Ella tiene en sus manos el encargo quizá más difícil de su vida en sus 19 años de trayectoria política: lograr los votos necesarios para procurar la reelección del secretario general como jefe del Ejecutivo. No será fácil. La última palabra la tendrá, por ahora, una fuerza política tan inestable, desconcertante, imprevisible y presionada como Esquerra Republicana de Catalunya.
¿Por qué Lastra? ¿Por qué, básicamente, solo ella?
Diversas razones explican la designación del líder. "Es muy leal, discreta y trabajadora. Socialista de verdad, de las que se ha currado el territorio. Cuando la escucho en un mitin, me acuerdo de la frase con la que se referían a nuestro fundador, Pablo Iglesias Posse: tiene el timbre inconfundible de la verdad", explican fuentes próximas al presidente. Le ayuda que conecta generacionalmente con los dirigentes de Unidas Podemos y de ERC, y que fue de las que en julio más empujó a favor de una coalición con los morados. Atesora cualidades —la reserva absoluta, la fidelidad al jefe y la vocación de trabajo constante— que admiten hasta quienes la conocen desde sus inicios en política y no sintonizan con ella ni con Sánchez. Son sus críticos los que sí ponen en duda su valía.
Ahijada de Fernández y Carcedo
Porque Lastra acumula esas casi dos décadas en la primera línea. Se afilió con solo 18 años a las Juventudes Socialistas de Ribadesella y fue su secretaria general desde 1999 a 2004. En noviembre de 2000, con solo 21, se integró en la ejecutiva regional que montó Javier Fernández tras un congreso en el que le apoyó el sector guerrista frente al ala renovadora (felipista) que encarnaba Álvaro Álvarez. Lastra fue primero vocal en la rocosa Federación Socialista Asturiana (FSA-PSOE), luego responsable de Movimientos Sociales y ONG y en 2008 escaló hasta la Secretaría de Política Municipal, tarea que desempeñó hasta 2014. Ocupó escaño en el Parlamento autonómico entre 2007 y 2015. En el Congreso, desde entonces. Toda su vida dedicada al partido, no acabó sus estudios universitarios.
La dirigente asturiana se afilió a Juventudes con 18 años y entró en la ejecutiva regional con 21, en donde siguió hasta 2014, cuando saltó a Madrid
La dirigente creció políticamente a la sombra de Fernández —secretario general de la FSA desde aquel 2000 hasta 2017 y presidente del Principado entre 2012 y 2019—, y también de la hoy ministra de Sanidad en funciones, Luisa Carcedo, quien ya desde su militancia en Juventudes observó que era una persona "capaz, muy rigurosa y trabajadora", como indican en su entorno. En el círculo del exbarón asturiano inciden en que ella siempre destacó como una "mujer de aparato", de una "fidelidad indiscutible al secretario general", a su jefe, fuera Fernández o luego Sánchez. En aquella etapa, fue adquiriendo experiencia en negociar gobiernos, especialmente con IU, el socio habitual de los socialistas en una comunidad fetiche para la izquierda. "Ella se mueve bien en esas aguas. Pero porque es la persona más de aparato que tiene Pedro a su lado ahora mismo, más incluso que Ábalos, que a veces ha ido a la contra de la dirección, o que Carmen, que ha sido poco orgánica. Ella lleva a las negociaciones un perímetro y unas coordenadas, y cumple con su trabajo", apuntan fuentes de la FSA-PSOE que han conocido muy de cerca su crecimiento en política.
En 2014, y tras la dimisión en diferido de su amigo del alma, Alfredo Pérez Rubalcaba, Fernández se alineó con el preferido por él y por su número dos, Elena Valenciano. Eduardo Madina. Igual que hizo el barón extremeño, Guillermo Fernández Vara. Ambos se negaron a apoyar a Susana Díaz. El diputado vasco sostuvo el pulso y no se retiró y la entonces presidenta andaluza hizo volcar el respaldo de la poderosa federación andaluza y del resto de aparatos regionales a favor de un por aquel momento totalmente desconocido Pedro Sánchez. Lastra se separó del criterio del presidente asturiano y le confió que se alinearía con el parlamentario madrileño. No hubo demasiadas fricciones. Ella y Carcedo se integraron en la primera ejecutiva de Sánchez —la primera, como responsable de Política Municipal; la segunda, como titular de Bienestar Social—, en julio de 2014, y Fernández, como Vara, enterraron las cuitas de esas primarias y cerraron filas con el líder.
2015 marcó la frontera. La brecha de Sánchez con los barones fue agrandándose progresivamente, hasta estallar tras las elecciones del 20 de diciembre. Los máximos responsables del partido en Asturias y Extremadura también se alistaron en el frente crítico y combatieron del lado de Díaz. Buscaron atar en corto al secretario general, impedir una alianza con Podemos y los independentistas que le llevara a la Moncloa. Ahí se produjo el divorcio definitivo entre Lastra y su antiguo mentor, Javier Fernández, que no dejaría de agigantarse en los meses sucesivos.
El puesto de Valenciano, Blanco y Guerra
La dirigente asturiana se mantuvo fiel a un secretario general que se había estrellado en las urnas por dos veces, en 2015 y 2016. No secundó la operación para tumbarle ni dentro de la ejecutiva ni en el comité federal. No apoyó la gestora presidida, precisamente, por el presidente del Principado. Votó "por imperativo" abstención en la investidura de Mariano Rajoy. Animó desde el primer minuto a Sánchez, junto a Ábalos, para que no tirara la toalla y diese la batalla en las primarias de 2017. Le rescataron cuando estaba completamente hundido y desnortado. Ella le organizó un emotivo acto en El Entrego, en su federación, en Asturias, en diciembre de 2016, en el que congregó a un millar de simpatizantes. Un pulso contra el presidente del Principado y la gestora, y donde se visualizó que puso del lado del candidato el poderoso sindicato minero SOMA-UGT. Lastra y Ábalos, junto con el navarro Santos Cerdán, se convirtieron en el báculo fundamental del secretario general defenestrado. Pero Sánchez ganó contra la favorita y contra el 'establishment' socialista: un 50,26% de los votos de los militantes contra el 39,90% de Díaz y el 9,84% de Patxi López. Sánchez premió a sus dos grandes apoyos, que a su vez vencieron en sus territorios. Ella, vicesecretaria general. Él, secretario de Organización, y Cerdán, su mano derecha, como responsable de Coordinación Territorial.
Lastra se mantuvo fiel a Sánchez incluso en su caída, y con Ábalos y Cerdán le animó a competir en las primarias contra los aparatos y contra Díaz
Sánchez recuperó para Lastra un puesto que en el pasado habían ocupado Elena Valenciano (2012-2014), José Blanco (2008-2012) y Alfonso Guerra (1979-1997). Un cargo, el del titular de la Vicesecretaría General, que tiene las competencias que quiera el líder, a diferencia de lo que ocurre con Organización, que es quien lleva las riendas del aparato y es una figura imprescindible en el PSOE. Lastra no asumió la portavocía del PSOE —que sí tenía Valenciano, por ejemplo—, y parecía desdibujada en comparación con Ábalos. Pero nunca dejó de estar en el corazón del poder de Ferraz. Fue "buscando su hueco", relatan en el cuartel general.
El mismo día en que Sánchez prometió su cargo de presidente del Gobierno ante el Rey, ganada la moción de censura contra Rajoy, los dos dirigentes se desplazaron a la casa del líder en Pozuelo y él ya les comunicó su nuevo destino: Lastra sería la portavoz parlamentaria, en sustitución de Margarita Robles, que pasó a asumir Defensa, y Ábalos saltaría al Gobierno, a Fomento. Los dos, junto a Sánchez, Calvo, Redondo y Cerdán, forman parte de los 'maitines', las reuniones de los lunes en las que el núcleo duro del Gobierno y del partido planifican la semana, diseñan la estrategia y coordinan esos dos espacios. El presidente escucha constantemente, dicen en su entorno, a sus dirigentes de máxima confianza. Y consulta mucho con ellos.
El jefe del Ejecutivo ha decidido seguir un modelo de negociación distinto al de julio. Entonces, Ábalos y Lastra se repartieron las formaciones minoritarias. Y ella integró la comisión encargada de convencer a Unidas Podemos, encabezada por Calvo y a la que se incorporó la titular de Hacienda, María Jesús Montero, valor en alza en el Gabinete. Los números dos y tres del partido habían persuadido a Sánchez de que tenía que explorar la vía de la coalición con Pablo Iglesias, aunque recelara de ella, y pese a que su círculo monclovita estaba más lanzado a buscar un segundo refrendo en las urnas. Las tres negociadoras estaban mandatadas por el presidente, llegaron hasta donde él quiso llegar, recuerdan en Ferraz, pero en las conversaciones —también en las que siguieron en septiembre— la vicepresidenta se mostró menos flexible. Más dura con sus interlocutores. En el partido y en el Ejecutivo subrayan que es injusto culpar a Calvo del fracaso de la investidura, porque las tres respondían a su jefe, pero sí destacan que ella "no conecta" con los morados. Tumbada la investidura en julio, la dirección del partido y la Moncloa se sincronizaron más y en todo el anillo de confianza del líder se instaló la convicción de que no habría más oferta de coalición y de que quizá era mejor ir a unas segundas generales para fortalecerse.
Confirmados Calvo y Ábalos en el Gobierno
La experiencia del verano, y sobre todo la ducha fría de las urnas, que debilitaron al PSOE, convenció a Sánchez de que tenía que asumir, por "puro pragmatismo", aquello que no quiso antes, el Gobierno bipartito. Cerró las premisas el lunes 11 de noviembre en apenas una hora de café en la Moncloa, y encargó a Lastra que acordara con la portavoz de UP, Irene Montero, un decálogo que sirviera de hoja de ruta de la legislatura. La vicesecretaria se coordinó con Redondo y ataron en apenas unas horas el documento, que Sánchez e Iglesias sellaron el martes 12, pasadas las dos de la tarde, en el Congreso. El jefe del Ejecutivo regresó justo después a la Moncloa y almorzó con Calvo, Ábalos, Cerdán y Redondo. Lastra no pudo asistir. Fue ese mismo día cuando Sánchez confirmó a la vicepresidenta y al ministro de Fomento que seguirían en el Gabinete. Ella, como vicepresidenta primera y coordinadora del área política del Gobierno.
La número dos forma parte de los 'maitines' en Moncloa. Ahora ha sido elegida por su "discreción" y su conexión generacional con UP y ERC
El secretario general tomó otra decisión. En esta ocasión, y a diferencia de lo ocurrido en verano, solo sería Lastra quien condujera las negociaciones de la investidura. En el partido no sorprendió. Sánchez lanzaba el mensaje de que estaba poniendo toda la carne en el asador para encarrilar las conversaciones y evitar por todos los medios unas terceras elecciones.
"Adriana fue elegida por Pedro porque es muy discreta. José Luis conecta con todo el mundo por su talante, pero conoce menos a UP y a ERC. Y Carmen es que no conecta con UP. Es una mujer estupenda, pero no ha cuajado con ellos. Le tocó la negociación del verano y eso fue muy complicado. No fue culpa suya, ni mucho menos. Pero ahora los españoles han hablado y nos han dicho que quieren que nos entendamos, punto", analizan en el equipo del presidente. En Ferraz recuerdan también que ella, a fin de cuentas, es la portavoz parlamentaria, y la que en los escasos diez meses de Gobierno con plenas funciones negoció con todos los grupos y logró sacar adelante, desde la precariedad de los 84 escaños obtenidos en 2016, la convalidación de todos los reales decretos leyes —todos menos uno, el de Vivienda, que pasó por segunda vez por la Cámara Baja ya con las Cortes disueltas y listas para el 28-A—. Es, pues, "un reconocimiento a su labor". "Es leal al cien por cien a Pedro y no busca protagonismo propio", completa una ministra.
"Ha demostrado capacidad de interlocución y eficacia en la gestión. Sentó buenas bases para la negociación. Y suscita proximidad y confianza en el resto de grupos. Ella siempre deja las puertas abiertas, genera buen 'feeling'. Además, Adriana es a nivel orgánico la número dos, la persona de máxima confianza de Pedro, y es muy querida en el partido. Y es garantía absoluta de discreción total. Quizá no haya sido comprendida por los medios, pero ha protegido información sensible", describe un miembro de la ejecutiva federal y amigo suyo. Es cierto que la número dos ha tenido en ocasiones una relación algo más tirante con los periodistas —de hecho, le otorgaron el Premio Castigo para la Prensa en 2018, aunque en los últimos meses ha ido reconstruyendo puentes—, pero en su círculo lo justifican por su completa lealtad al partido y a Sánchez.
"Depositaria" de la tradición asturiana
"Es una mujer transparente, trabajadora y con muchas convicciones. De partido. Pone al PSOE por encima de todo, en lo bueno y en lo malo. Ha demostrado en todo este tiempo que no antepone sus intereses personales a los del partido. No digo que los demás no lo hagamos, es que ella tiene muy claro lo que es ser mujer de partido. Y al partido hay que cuidarlo, porque las personas pasamos, pero las siglas siguen. Adriana es amiga de sus amigos, leal y puedes confiar totalmente en ella —agrega otra persona muy cercana a ella e integrante de la cúpula—. Lo negativo, si se puede llamar así, es que a veces tiene un carácter muy duro, cortante". Ser una mujer tan "de partido" hace que sus adversarios internos la califiquen de "sectaria", de poco flexible.
Sus defensores subrayan su capacidad y "eficacia": "Una mujer de partido". Sus detractores la tachan de "sectaria" y cuestionan su valía y profundidad
Todos los dirigentes consultados subrayan que a Lastra le ayuda, en este caso, su proximidad generacional con los responsables de UP y ERC. De hecho, Irene Montero y Gabriel Rufián así se lo han reconocido. También que es "depositaria", incide un miembro de la cúpula, de una tradición ideológica potente, como la que representan la FSA —un corazón y motor clásico del PSOE— y el sindicalismo minero, muy recio, correoso y acostumbrado a negociaciones larguísimas. De ahí que tenga, razona esta fuente, ese carácter "muy duro, de frente, honesto, con pocas dobleces". "Para negociar es la mejor —conviene uno de sus amigos más cercanos en la FSA, hoy en primera línea—. Hay pocas personas con su capacidad. Siempre se pone en el lugar del interlocutor. Es capaz de interpretar cómo piensa quien tiene delante".
Hay quienes sitúan a Lastra, incluso desde fuera del partido, en el ala izquierda. "Yo creo que quizá sea más ajustado decir que entiende mejor el tiempo que vivimos y está menos condicionada por las negociaciones clásicas, por lo que sus interlocutores bajan la guardia más fácilmente". Un dirigente asturiano que la conoce desde sus primeros pasos en política lo niega: "No, ella representa lo que quiera Pedro en cada momento. Ya está. Otra cosa es que esté más cómoda con Podemos y con los sindicatos. Pero ella se va a mover siempre como un soldado, como un pretoriano, y no se va a salir de ese perímetro que le hayan marcado. No tiene autonomía".
Ahora Lastra tiene por delante una delicadísima misión: no solo amarrar los síes necesarios para la investidura —169, en el mejor de los casos—, sino también buscar la abstención de ERC, tarea en la que estará ayudada por Ábalos y por el secretario de Organización del PSC, Salvador Illa. Los republicanos exigen a Sánchez el compromiso de una mesa de negociación "entre gobiernos", no entre partidos, que aborde una salida política para Cataluña. La número dos se moverá en un terreno pantanoso, consciente de que no puede aceptar el referéndum de autodeterminación y con la tranquilidad de que los barones del PSOE, incluso los más temerosos del entendimiento con los separatistas, apoyan esa vía porque creen que, tras el 10-N, es la única posible.
"Puede ser lo que quiera", dicen los suyos, incluso ministra, pero su lugar podría ser por ahora el que tiene, portavoz, un puesto clave en esta legislatura
Y luego, ¿ella puede ser ministra? "Será lo que le dé la gana. Pero ella está en progresión como portavoz y vicesecretaria general. Haciendo un buen trabajo y a gusto. No veo que se desviva por entrar en el Gobierno", señala un responsable de la dirección. La pregunta hace resurgir en algunos las dudas sobre su preparación académica. No concluyó sus estudios de Antropología Social. A quienes le reprochan que su trayectoria profesional se reduce a su carrera política, ella les dice que trabaja desde los 14 años, pero que no tiene por qué detallar su currículum porque forma parte de su vida privada.
Sus defensores arguyen que no por carecer de titulación es menos capaz para hacer su trabajo. Sus detractores, en cambio, destacan su "escasa profundidad intelectual". "Ya es inverosímil que sea portavoz, porque apenas tiene recursos dialécticos y lo que hace es reproducir consignas. Las negociaciones con los partidos las llevará bien, pero su fuerte no son los debates ideológicos", explica uno de sus enemigos internos.
Lastra forma, junto con Ábalos, Cerdán y Calvo —con los que tiene una relación de amistad y de coordinación total—, el cuadrilátero del poder de Sánchez, en el que también hay que incorporar a su director de Gabinete y al secretario general de la Presidencia del Gobierno, Félix Bolaños. Pero hay más fieles de la vicesecretaria general. El portavoz en el Senado, Ander Gil; la presidenta del grupo de los socialdemócratas europeos, la castellanoleonesa Iratxe García; el eurodiputado leonés Ibán García del Blanco. Y, por supuesto, el presidente del Principado y sucesor de Javier Fernández, Adrián Barbón, o su secretaria de Organización, Gimena Llamedo, y la ministra de Sanidad, Luisa Carcedo. Porque Asturias sigue siendo su lugar de refugio. La tierra a la que siempre regresa y en la que desconecta. Con permiso, por cierto, de AC/DC, banda de 'hard rock' a la que venera. Ahora Lastra tiene toda la presión sobre sus hombros. También la plena confianza de Sánchez. La que siempre tuvo en ella. Desde hace años.
No emergió de la nada. Ella siempre estuvo allí.
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