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El caciquismo sentimental pierde contra el jurado popular en el juicio de la CAM
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El caciquismo sentimental pierde contra el jurado popular en el juicio de la CAM

El veredicto, por 6 votos a 3, deja en evidencia una instrucción policial y judicial orientada desde el primer día por los intereses del único hijo varón y heredero universal de la viuda

Foto: Miguel López a su salida de la sala tras ser declarado "no culpable".
Miguel López a su salida de la sala tras ser declarado "no culpable".

Solo estaba previsto que se leyera el veredicto, pero el último acto del juicio por el asesinato de la viuda de la CAM se abrió con un parte médico. Una de los miembros del jurado había sufrido un ataque de ansiedad el domingo por la mañana y, según el informe médico, no estaba en condiciones de valorar las pruebas del juicio con objetividad. La había sustituido el suplente número uno. El calor en la sala subió en un par de minutos: a la ansiedad se sumaban unos 40 familiares y amigos, además de los nueve jurados, el tribunal y las partes, todos abrigados contra la tarde ventosa que hacía fuera. Entre los amigos y familiares, la mayoría lo eran de Miguel López, el acusado, al que han acompañado durante las tres semanas de juicio por el asesinato de María del Carmen Martínez, su suegra, en Alicante. Todos pensaban que lo iban a condenar. El rumor había saltado el viernes por la noche.

La magistrada Francisca Bru ha presidido el jurado con un respeto exquisito a las formas y a las partes, sin renunciar a su autoridad. El viernes, pidió al jurado que motivara mejor su veredicto. ¡Una absolución no hace falta motivarla! Eso pensaron las acusaciones, hasta el punto de que se opusieron, sin éxito, a la devolución del primer acta. El pensamiento caló, como el viento húmedo, y el rumor empezó a silbar por las esquinas del edificio de espejo y ladrillo visto donde deliberaba el jurado.

Cuando la portavoz del jurado leyó el veredicto, "no culpable", la parte del público donde estaban los familiares de López se rompió en un quejido

“Esa magistrada”, que tanto había velado por el derecho de defensa, ¿cómo iba a pedir que se motivara una absolución? O sea, que habría condena. Así que cuando la portavoz del jurado leyó el veredicto, “no culpable”, la parte del público donde estaban los amigos y familiares de López se rompió en un quejido. De alegría. Hombres y mujeres de 50 años se llevaban las manos a la boca y lloraban como niños. La magistrada mandó callar y concluir la lectura: seis votos a tres. Despejen la sala.

En la otra parte, donde se sentaban la hermana y el hijo varón de la víctima, se oyó un portazo, pero nadie se giró. Contra las ilusiones que algunos se hicieron el viernes por la noche, el mejor elogio que puede hacerse de la pulcritud de la devolución y de la magistrada es que consta en acta. Es probable que ella rechazara cualquier otro. La audiencia fue a puerta cerrada, a solas con las partes y el jurado, pero es una escena que, si está grabada, habría que enseñar en las facultades de Derecho (y Periodismo).

Como el veredicto del domingo, la escena del viernes supone un triunfo de la razón común frente al caciquismo y la superioridad moral de las emociones. No de ese espanto roto y breve de quienes el domingo habían perdido la esperanza y descubrieron que la realidad es mejor que la esperanza. Pero sí ese sentimentalismo de Fuenteovejuna que para hacer el bien se permite cualquier atajo y que tanto han alentado otros funcionarios en este caso.

Casi tres años después del asesinato de la multimillonaria viuda del expresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, por el que se ha sentado en el banquillo uno de sus yernos, un jurado popular elegido por sorteo entre los empadronados de la provincia de Alicante lo ha declarado inocente frente a las teorías del fiscal y de la acusación particular, construidas a base de indicios policiacos. El veredicto, por seis votos a tres, deja en evidencia una instrucción policial y judicial orientada desde el primer día por los intereses del único hijo varón y heredero universal de la viuda, que ejercía la acusación particular. Los indiciarios tuvieron que asumir que Miguel López, a quien rotularon como autor de “una ejecución”, pasara solo 39 días en prisión, pero consiguieron sentarlo en el banquillo. Este domingo electoral, ha sido absuelto.

placeholder Miguel López, durante una de las jornadas del juicio. (EFE)
Miguel López, durante una de las jornadas del juicio. (EFE)

Contra la impresión que hayan podido construir todas las filtraciones, canutazos, planos robados y titulares sacados de quicio y de juicio, las tesis de la acusación solo tenían una posibilidad de imponerse: que el jurado considerase probado que los disparos se produjeron a las 18:25 de la tarde del viernes 9 de diciembre de 2016. Es decir, apenas dos minutos después de que la viuda llegara al 'parking' de Novocar a recoger su coche reparado y lavado. Pero para sostenerlo, en el juicio oral se hizo evidente un problema que la instrucción había ido dejando de lado como quien no quiere levantar la carta mala: ¿cómo sostenerlo?

Era difícil, pero la acusación particular embarró su propio camino cuando atacó una prueba pericial de la defensa que sostenía que los disparos se habían producido sobre las 18:55. Es probable que para destruir la precisión horaria del dictamen de la defensa, al abogado de la acusación le hubiera bastado con recordar que a esa hora los trabajadores de Novocar ya estaban llamando al teléfono de Emergencias e incluso a su jefe, Miguel López, que para entonces llevaba un rato en casa de una de sus cuñadas, al norte de la ciudad.

Pero como nada en este caso se sostiene solo, Paco Ruiz Marco subrayó que la medicina carece actualmente de herramientas científicas para determinar con exactitud la hora de una muerte. Bien. Y entonces, ¿cómo defender que murió exactamente a las 18:25? Muy fácil: la policía sí puede determinarlo. ¿El método? El jefe de la investigación lleva tres años defendiéndolo, pero sigue sonando menos científico que el reloj de cuerda de los forenses. Está hecho de conjeturas, deducciones y suposiciones sin confirmar.

Los indiciarios tuvieron que asumir que Miguel López pasara solo 39 días en prisión, pero consiguieron sentarlo en el banquillo

Pero aún quedaba otro obstáculo por saltar, y para eso no valía el mismo caballo, el único caballo con el que las acusaciones podían ganar esta carrera: el policía del reloj. La tercera pregunta del veredicto sostenía que la víctima había fallecido media hora después de los supuestos disparos con los que la habría recibido su yerno. Pero el jefe de homicidios, después de un interrogatorio de casi cuatro años, acabó hundiendo su propia teoría. La víctima, dijo, se ahogó con su propia sangre. Es decir, por asfixia, algo de lo que el fiscal y la acusación particular no querían ni oír hablar. Convencer al jurado de que, aun asfixiándose, había sobrevivido 35 minutos a los disparos era complicado incluso en este caso.

El jurado, frente a la retórica de la acusación particular, los argumentos de autoridad del fiscal y la falta de rigor policial, ha valorado los análisis científicos en los que se apoyaban las pruebas de descargo (residuos de disparo, ADN y huellas) y ha considerado probado que a María del Carmen Martínez, de 72 años, la disparó “un varón desconocido” poco antes de las siete de la tarde. El crimen de la viuda de la CAM sigue tres años después a la espera de su autor.

Solo estaba previsto que se leyera el veredicto, pero el último acto del juicio por el asesinato de la viuda de la CAM se abrió con un parte médico. Una de los miembros del jurado había sufrido un ataque de ansiedad el domingo por la mañana y, según el informe médico, no estaba en condiciones de valorar las pruebas del juicio con objetividad. La había sustituido el suplente número uno. El calor en la sala subió en un par de minutos: a la ansiedad se sumaban unos 40 familiares y amigos, además de los nueve jurados, el tribunal y las partes, todos abrigados contra la tarde ventosa que hacía fuera. Entre los amigos y familiares, la mayoría lo eran de Miguel López, el acusado, al que han acompañado durante las tres semanas de juicio por el asesinato de María del Carmen Martínez, su suegra, en Alicante. Todos pensaban que lo iban a condenar. El rumor había saltado el viernes por la noche.

Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) Alicante
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