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Eduardo Rodríguez-Mena: un cubano socialista que no votará el 10-N
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entrevista con un conserje

Eduardo Rodríguez-Mena: un cubano socialista que no votará el 10-N

Es un cubano renacentista nacido en 1962 que estudió enfermería en su país, profesión que nunca ejerció. Un cubano que lleva desde 1997 en España

Foto: Eduardo Rodríguez-Mena. (Jorge Álvaro Mazano)
Eduardo Rodríguez-Mena. (Jorge Álvaro Mazano)

En contraposición a las entrevistas "Basado en hechos no reales" de la misma autora, todas estas conversaciones sí han tenido lugar. Los personajes escogidos son protagonistas, voluntaria o involuntariamente, de esta campaña electoral: gente de la calle que, al final, sufrirán o gozarán de lo votado.

"Estamos tú yo aquí hablando y la siento detrás". Eduardo Rodríguez-Mena se refiere a su abuela, una negra cubana con trenzas larguísimas a la que apodaban 'La India', que se casó con un blanquísimo gallego de ojos azules. Eduardo es coqueto, supersticioso, algo santero y socialista desencantado.

Es un cubano renacentista nacido en 1962 que estudió enfermería en su país, profesión que nunca ejerció. Es un cubano que lleva desde 1997 en España, que ha trabajado como albañil, en la cría de pingüinos del Loro Parque de Tenerife, de ayudante de cocina en un hotel y en una tienda de ropa en la madrileña calle de Fuencarral. "De todos he aprendido algo, soy curioso, sociable, me gusta la gente", explica delante de un café con leche y un croissant que no probará mientras dura la entrevista.

Hoy es conserje de un edificio de viviendas del barrio de Arganzuela. "No es un trabajo difícil, pero las comunidades de vecinos no son fáciles. Tiene su punto estresante, porque la gente no cuida las cosas", dice. Es fácil encontrarse con Eduardo 'disparando' ambientador por los seis pisos del edificio en el que trabaja. Está algo obsesionado con la limpieza y mucho con los olores. Le encantan los perfumes y los amuletos, también los tatuajes. Planea comprarse una tabla de madera para colocar el incienso y una herradura para la puerta de casa. Su nombre debería aparecer en una de las acepciones del vocablo "apañado" en el diccionario de la RAE.

Vive de alquiler en un piso en Usera. Ha tenido varias historias sentimentales que no salieron bien, pero lo que le ha salido bien es la familia no biológica que ha creado. "Tengo suerte gracias a mis amigos", comenta.

  • ¿Te consideras un hombre de izquierdas o de derechas?
  • De izquierdas es socialista ¿no?, pues eso.
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Pero tiene una decepción que viene de lejos. Tanta que no votó en las últimas elecciones y no piensa votar en las próximas. "Me interesa la política, pero más antes, cuando llegué. Cuando no había tanta corrupción. Hoy las leyes no son iguales para todos", explica.

Y se le tuerce el gesto, y arranca. "Pero soy de izquierdas, y sindicalista, lo importante es apoyar al trabajador, que no lo hace nadie", afirma. Le preocupa la subida de los salarios y la de las pensiones, imprescindibles en estos tiempos fagocitados por un dictador y por Cataluña, dos temas de los que también quiere opinar. "Me parece bien que a Franco lo saquen del Valle pero que lo pague la familia, no nosotros, que no tenemos por qué costearlo (…) ¿Cataluña? Somos todos españoles en la Constitución, si quieren independizarse tenemos que votar todos. Es absurdo".

Coge el cuchillo y el tenedor, parte en cuadrados perfectos el croissant, los moja en el café con leche. Se limpia la boca y se va. Le quedan unos cuantos disparos de ambientador hasta que salga del trabajo rumbo a Usera.

En contraposición a las entrevistas "Basado en hechos no reales" de la misma autora, todas estas conversaciones sí han tenido lugar. Los personajes escogidos son protagonistas, voluntaria o involuntariamente, de esta campaña electoral: gente de la calle que, al final, sufrirán o gozarán de lo votado.

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