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Lo que no se vio de la exhumación de Franco: 'walkie talkies', tensión y maldiciones
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El final de un agravio 44 años después

Lo que no se vio de la exhumación de Franco: 'walkie talkies', tensión y maldiciones

Las cámaras solo captaron las imágenes que quedarán para la historia. Pero no los encontronazos de familia y Gobierno en la basílica, o la tensión que se mascaba en el corto vuelo a Mingorrubio

Foto: El helicóptero con el féretro de Francisco Franco se eleva para abandonar para siempre la basílica del Valle de los Caídos, al fondo, este 24 de octubre. (EFE)
El helicóptero con el féretro de Francisco Franco se eleva para abandonar para siempre la basílica del Valle de los Caídos, al fondo, este 24 de octubre. (EFE)

Merry Martínez-Bordiú, la nieta favorita del dictador, no dejaba de "provocar". Mascullaba "continuamente", cargaba contra el Gobierno mientras apuntaba cada paso escrupulosamente en su libreta. Primero sentada sobre el suelo, hasta que le fue ofrecida una silla.

—¡Profanadores!

Y luego:

—¡Que la maldición de desenterrar a un muerto caiga sobre vosotros!

La tensión se apoderaba de la basílica del Valle de los Caídos. El templo faraónico y lúgubre que Francisco Franco ordenó construir, en el que fue enterrado con todo el boato y la parafernalia del régimen el 23 de noviembre de 1975 y del que fue exhumado, en una jornada que ya quedó escrita para la historia, el 24 de octubre de 2019. 43 años, 11 meses y un día después. Un dictador arrojado de su mausoleo con la fuerza de los tres poderes de la democracia —el legislativo, el ejecutivo y el judicial— y apartado para siempre de las víctimas de la contienda. El general autoritario que yace ya junto a su esposa, Carmen Polo, en un cementerio municipal, el de Mingorrubio-El Pardo, al oeste de la capital. Era el final de un "agravio", de una anomalía, de una "afrenta moral", en palabras del jefe del Ejecutivo.

Cuando a las 12:53 se abrían las puertas de la basílica y asomaba el féretro original de Franco, portado en hombros por sus directos descendientes —entre ellos, sus nietos Cristóbal, Francis y Jaime, y su bisnieto Luis Alfonso de Borbón—, en medio de un sepulcral silencio y un vacío absoluto, se escapaba al tiempo una atmósfera embarazosa, algo violenta, según lo describían fuentes del Gobierno. Llegar a ese punto, tras dos horas y media encerrados todos, Ejecutivo y familia, en el interior, fue el resultado de un forcejeo intenso e intermitente. Especialmente bajo la doble carpa techada azul que protegía la tumba de Estado de Franco y bajo la que sus nietos exigieron que no hubiera ningún cambio de ataúd, por muy deteriorado que estuviera aquel con el que su abuelo fue inhumado en 1975.

La familia se empeñó en que no hubiera ningún cambio de ataúd, por muy deteriorado que estuviera el que se empleó en 1975 para el primer entierro


Los 20 familiares de Franco (nietos, cónyuges y bisnietos) habían atravesado la cancela del Valle de los Caídos unos minutos antes de lo previsto. Iban a ser 22, pero faltaron finalmente dos miembros del clan. Tres minibuses les habían recogido en distintos puntos de Madrid y les habían conducido, protegidos policialmente, hasta Cuelgamuros. Poco antes de las 10:30, la comitiva llegaba a la explanada, donde era recibida por el prior administrador, Santiago Cantera, su gran aliado en un combate finalmente perdido, el religioso que, con el apoyo de su comunidad benedictina, mantuvo el pulso al Ejecutivo, incluso frente al Vaticano, hasta que no le quedó más opción que rendirse.

Foto: Los familiares de Francisco Franco portan a hombros el cuerpo del dictador en la salida de la basílica del Valle de los Caídos, este 24 de octubre. (EFE)

La pugna con la bandera

Francis Franco, el nieto varón mayor del dictador, el que en todo este tiempo dio de batalla judicial y administrativa, portaba en sus manos una bandera plegada. La enseña con el Águila de San Juan, la franquista. La que había desplegado, con la ayuda de su empleada del hogar, en la fachada de su domicilio, para solaz de los medios, a primera hora de la mañana. Pero los Franco sabían que no podrían utilizarla para cubrir el féretro de su abuelo. Se lo había advertido el Ejecutivo los días anteriores, a través del interlocutor designado por Pedro Sánchez, Félix Bolaños, el secretario general de la Presidencia del Gobierno, el hombre encargado de la coordinación de todo el dispositivo. La familia no pudo entrar al templo con su bandera. No se le permitió. La Guardia Civil se quedó con ella y la colocó en uno de los coches que luego servirían de comitiva.

El primer pulso se libró con la bandera franquista. Francis Franco intentó entrar con ella, pero el Gobierno se lo había advertido: no lo permitiría

Desprovistos de la enseña, los descendientes de Franco penetraron en la basílica. Para entonces, lo habían hecho ya los tres representantes del Ejecutivo: la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, en su condición de notaria mayor del Reino, el propio Bolaños y Antonio Hidalgo, subsecretario del Ministerio de la Presidencia. En todo momento se repetiría esa pauta: la familia, por un lado, el Ejecutivo, por otro. Separados también estaban en el interior, en el crucero. Y en la doble carpa azul que rodeaba la sepultura del dictador. El propósito era evitar que la tensión se desbordase.

Exhumación de Franco, tras 44 años el dictador abandona el Valle de los Caídos

A ese espacio reservado y protegido solo pudieron acceder, por parte de la Administración, Delgado, Bolaños, Hidalgo y el director general de Registros y Notariado, Pedro Garrido. Por parte de la familia, solo dos de los nietos, Cristóbal y Merry Martínez-Bordiú. A ellos había que sumar el tanatopractor Humberto Sepúlveda, dueño de la funeraria Alba, los operarios, y el forense del Instituto de Medicina Legal, Vidal Santos Yusta, como director técnico de los trabajos de exhumación. Los dispositivos móviles habían sido requisados a la entrada y reservarlos en unas bolsas de plástico. Todos menos Francis, que lo introdujo en un maletín, al ser el familiar que luego viajaría en el helicóptero, y al que se le dio la opción de quedarse o con el pequeño bolso o con la llave, y él optó por lo primero, y por eso las cámaras le captaron fuera del templo con él.

No estaban autorizados los móviles porque nadie podía obtener ni imágenes ni sonidos. Todos ellos estaban equipados con monos de plástico y mascarillas para evitar posibles inhalaciones tóxicas. No hicieron falta guantes protectores. aunque todos han tenido que pasar un escáner y dejar sus teléfonos móviles en unas bolsas preparadas al efecto, excepto Francis Franco, que lo introduce en un maletín porque tardará más tiempo en recuperarlo al ser el único familiar que acompañará al féretro en el helicóptero. Los agentes le dan a elegir entre quedarse el maletín o la llave que lo abre y él escoge el maletín.

Hubo que romper las losas aledañas a la enorme piedra de granito bajo la cual yacía Franco. Utilizar la radial. Introducir dos gatos hidráulicos (no los cuatro previstos) para levantar la lápida de 1.500 kilos de peso y 20 centímetros de grosor. Colar unos rodillos para hacerla deslizar.

Foto: Pedro Sánchez, durante su declaración institucional, este 24 de octubre en la Moncloa, tras culminarse la exhumación y reinhumación de Franco. (EFE)

Sobre un tablón y con cubreataúd

A las 11:43, llegaba un mensaje a los periodistas. Se había podido retirar la losa "sin incidencias". El wasap lo había escrito el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver. Él no estaba dentro de la basílica. Aguardaba fuera, pero el exterior y el interior estaban conectados por un cordón umbilical. Un 'walkie talkie'. Bolaños utilizaba el transmisor-receptor de radio para comunicar con su equipo y también con Oliver, a quien iba trasladando los principales pasos de la operación. Con el presidente Sánchez él y la ministra comunicaban a través de un gabinete telegráfico —una línea telefónica segura, encriptada— instalado en la basílica.

Merry Martínez-Bordiú tomaba nota de todo y acusó al Gobierno de "profanar" la tumba de su abuelo. En ningún momento, por cierto, se abrió el féretro

Con la lápida apartada, quedaba al descubierto, en la fosa, el féretro del dictador. El aspecto era mejor en los laterales y la tapa, pero en cuanto descendió, el funerario Humberto Sepúlveda comprobó que el ataúd no se podía subir. No resistiría. La madera estaba desencolada y el fondo muy deteriorado, abombado por efecto de la humedad. La sepultura estaba recubierta por plomo y hormigón, y había ayudado a una mejor conservación, pero el paso de los años había dañado los materiales.

Reparación para unos, electoralismo para otros

Merry leyó entonces el reglamento mortuorio para acusar al Gobierno de profanar la tumba. "Estaba temblando como un flan, muy patético", recordaban fuentes presentes en el momento de la exhumación. Fue entonces cuando lanzó la maldición: "¡Que la maldición de desenterrar a un muerto caiga sobre vosotros!". La nieta no había dejado de farfullar, indicaban desde el Gobierno. Pero ninguno de los tres representantes del Ejecutivo entró en sus "provocaciones" ni replicó. Delgado describía después la escena, en la Cadena SER, como "muy oficial, muy institucional", sin querer hablar de "tensión".

placeholder Dolores Delgado, con Félix Bolaños (c) y Miguel Ángel Oliver (i), junto al Super Puma. (EFE)
Dolores Delgado, con Félix Bolaños (c) y Miguel Ángel Oliver (i), junto al Super Puma. (EFE)

La familia se negó en redondo a cambiar de ataúd, pese a que se había previsto uno nuevo. Quería que su abuelo saliera de la basílica con el mismo féretro de madera de 1975. Siguió un pequeño revuelo y las autoridades propusieron alzar la caja hasta el pavimento para decidir entonces si podría resistir el camino hasta el exterior. Entonces se amarró el ataúd a un tablón, con unas cinchas naranjas para evitar que la tapa inferior quebrara. Se subió a la superficie con unas cuerdas, se verificó que, con cuidado, podría aguantar y se le puso encima un cubreataúd marrón que, como la plancha de madera, había previsto la funeraria. En ningún momento se abrió el féretro. Ninguno vio la estructura de zinc interna, tampoco los restos de Franco.

Foto: Varios agentes custodian la entrada al cementerio de Mingorrubio. (EFE)

Con el estandarte de la Laureada

Una vez bien asegurado el sarcófago, y tras un breve responso del prior, el cortejo fúnebre recorrió los 260 metros que separaban la tumba de Estado del exterior. Pasó por delante del sepulcro del líder de Falange, José Antonio Primo de Rivera, pasó por delante de donde reposan, muchos amontonados, los huesos de miles de víctimas en columbarios filtrados por la humedad. El ataúd se deslizaba por la nave montado sobre una camilla. Solo en el último tramo, unos metros antes de cruzar las puertas de la basílica, lo portaron los familiares a hombros.

Los familiares solo portaron a hombros el ataúd en el último tramo de la nave. Antes se ayudaron de una camilla para cubrir parte de esos 260 metros

No hubo honores militares, como ellos hubieran querido. Ni bandera nacional, como también reclamaron. Pero el féretro sí fue cubierto, a petición de sus descendientes y autorizado por el Ejecutivo, con el escudo del Ducado de Franco que incorpora la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar que el dictador se otorgó a sí mismo en mayo de 1939, al término de la Guerra Civil. Junto al estandarte, una corona de laurel adornada con la inscripción 'Tu familia' y dos lazos en forma de flor con los colores rojo y amarillo de la bandera, y con ella, un ramo de flores rematado con lazos también con los colores de la enseña nacional. Los Franco querían simular las cinco rosas de las que habla el 'Cara al sol', el himno de la Falange, según explicó el letrado del clan, Luis Felipe Utrera-Molina.

Gritos de "¡Viva Franco!" durante el traslado del féretro

Los nietos y bisnietos bajaron el féretro hasta el coche fúnebre, que ya esperaba a las puertas. El prior bendijo de nuevo al dictador y sus deudos se santiguaron. "¡Viva España!", "¡viva Franco!", gritaron. El Gobierno no descarta abrir un expediente sancionador si considerase que se pudo incumplir la Ley de Memoria Histórica en algún momento. La explanada, vacía, contrastaba con la imagen de 1975, cuando el general recibió un funeral de Estado aclamado por las huestes falangistas.

En la parte superior de la escalinata, con rictus serio, observaban la escena Delgado, Bolaños e Hidalgo. "Todo estaba calculado al milímetro, hasta esa escenificación —relataban en el Gobierno—. Nosotros, separados de ellos, en otro plano. Es la grandeza y la dignidad de la democracia. Nosotros no somos como ellos, no les tratamos igual. La democracia es más generosa y no forma parte del cortejo fúnebre. Se queda arriba".

"Estábamos en un momento histórico"

Gran parte de la comitiva partió por tierra hasta Mingorrubio. También el subsecretario Antonio Hidalgo y el prior. Pero Francis Franco y el letrado de la familia, junto con Delgado, Bolaños y Oliver, se dirigieron hacia el aparcamiento donde estaba estacionado, desde las 11 de la mañana, uno de los dos Super Puma del 402 Escuadrón del Ala 48 del Ejército del Aire, el tipo de nave aérea que se utiliza para transportar autoridades. Las cámaras captaron a Francis apuntando en su libreta, también sumergido en lo que parecía una discusión con el secretario general de la Presidencia. No era una bronca, explicaban en el entorno de este. Hablaban de cuestiones de intendencia, y la interlocución entre ambos, frecuente en las últimas semanas, se canalizó de forma "educada y normal".

Francis no dirigió la palabra a la ministra. Para evitar más tensión, Bolaños se situó entre ambos y en medio de familia y Gobierno, el sarcófago

Los operarios tardaron en anclar el féretro al helicóptero. Después penetraron en él Francis y Utrera, que se colocaron en los asientos individuales situados en la parte izquierda de la nave, junto a la ventanilla. En el pasillo se ubicó el ataúd. A la derecha de este, en la primera fila, la más próxima a la cabina de la tripulación, se sentaron Bolaños y la ministra. Esta, junto a la ventanilla derecha del Super Puma. Detrás de ambos, las butacas del escolta de la titular de Justicia y el secretario de Estado de Comunicación. A la izquierda del dictador, los Franco, y a su derecha, el Gobierno. La ubicación no era casual. Francis quería evitar todo contacto y diálogo con Delgado. No deseaba dirigirle la palabra. Y no charlaron durante el vuelo de 15 minutos. Por eso se decidió romper el protocolo y situar a la derecha del nieto varón mayor, al otro lado del pasillo, a Bolaños, y no a la ministra, pese a que tiene mayor rango institucional. Delgado confesaba en la SER que no había entablado conversación. "Le aseguro que me he abstraído de cualquier comentario. Estábamos viviendo un momento histórico". Se acordaba, decía, de todas aquellas víctimas del régimen que aún no han sido reparadas.

El último momento de tensión se produjo ya en Mingorrubio, donde la comitiva llegó cerca de las tres de la tarde. Allí también operaba la prohibición de uso de móviles y cámaras, pero algunos familiares querían hacer uso de esos dispositivos. Se produjeron empujones y gritos de más con la policía, y Francis espetó al agente un "usted no manda aquí, el que manda aquí es él", señalando al secretario general de la Presidencia, a Félix Bolaños, con quien la relación ha sido cordial en estas semanas, dentro del enfrentamiento a cara de perro con el Gobierno. Este recordó que estaba prohibido grabar.

Foto: Una de las fosas de Paterna.

"Impúdico circo mediático"

En el panteón se ofició una misa concelebrada por el prior y el sacerdote Ramón Tejero, hijo de Antonio Tejero, guardia civil golpista condenado por el 23-F que este jueves fue aclamado por los nostálgicos del franquismo en Mingorrubio. Entonces la familia sí desplegó la bandera preconstitucional sobre el féretro. De hecho, ya se la puso encima a la primera que pudo, en cuanto salió el ataúd del vehículo. El Gobierno no puso objeciones, puesto que era un espacio privado. Reinhumado el cuerpo del dictador, la policía, gracias a un detector a distancia de metales, captó una señal que le llevó a pensar que Francis guardaba un boli cámara que pudo haber registrado parte de la ceremonia y se lo intentaron requisar, pero él no se dejó y los representantes del Ejecutivo ya se habían marchado. El último en hacerlo había sido Bolaños y antes había dejado el lugar la ministra. Fueron unos minutos retenidos y eso encolerizó a la familia, que defendía su derecho a tomar imágenes.

Los Franco admiten que Delgado actuó "dignamente" pero se quejan de que se les intentara registrar por si pudieron haber grabado la misa

El Gobierno sostiene que nunca pensó en "humillar" a los Franco. Sí pretendió que la Ley de Memoria Histórica se respetase a rajatabla, pero sin caer en un trato denigrante con la familia. Los Franco, sin embargo, protestaron airadamente. Se quejaron del "impúdico circo mediático" montado alrededor de la exhumación, pensado para obtener "rédito electoral" del PSOE, y acusaron al Ejecutivo de "profanación". Francis, no obstante, reconocía que Delgado "se había portado muy dignamente". "Como todos nosotros, y no ha tenido por que´haber ningún tipo de roce".

Francis Franco: ''Hasta los últimos cinco minutos todo ha sido tranquilo y digno''

La batalla dará algunos últimos coletazos. Pero el hecho incontrovertible es que Franco ya no está en el Valle de los Caídos. Una sentencia simple y limpia, pero que ha llevado más de cuatro décadas ejecutar. El dictador no reposa con las víctimas de la contienda. No puede recibir homenajes. España cierra el círculo y salda una cuenta pendiente con su pasado.

De los honores de Estado a la soledad de la familia

El Gobierno se felicita de la "sobriedad" y de haber culminado su medida más simbólica

En el Gobierno había satisfacción plena. Todo había ido sobre ruedas, según lo previsto, sin ningún contratiempo. Calculado todo "al milímetro". Se había desplegado, a ojos de todo el mundo, un acto "sobrio, institucional", en el que sobre todo "lo importante" es el hecho: que Francisco Franco ya no está en el Valle de los Caídos ni reposa junto a sus víctimas. Se acababa así con una ofensa histórica cuatro décadas después. 

"Ha sido un homenaje a la dignidad democrática, a la memoria de las víctimas", decía la ministra Dolores Delgado en la SER. "Podemos interpretar las cosas en clave partidista, pero hay que tener sentido de Estado. Estamos en un momento diferente. Era el Estado recuperando un espacio ocupado por un dictador y que además provocaba su enaltecimiento. Y tenemos historias de víctimas que hay que traer al presente, víctimas que han sido estigmatizadas, criminalizadas. Hoy se recobra una parte de esa memoria. El Estado ha estado ahí, esto nos tiene que concernir a todos. Tenemos que pensar que esto es nuestro futuro, la grandeza de nuestra democracia". Delgado defendió que en legislatura y media podrían llegarse a exhumar las fosas del franquismo. 

Pedro Sánchez se multiplicó a partir de la exhumación del dictador. Compareció en la Moncloa, luego rindió tributo a las Trece Rosas en el cementerio de la Almudena y luego mitineó ante unas 1.500 personas en Guadalajara. Allí remarcó que este es un día para el reconocimiento de las víctimas del franquismo y también para el "recogimiento", ya que en muchas familias hay "una conexión emocional", informa EFE. El presidente logra, a una semana del arranque de la campaña, un galón fundamental: una promesa cumplida. Y no una cualquiera, sino la de mayor calado simbólico desde su llegada al poder. La que pudo ejecutar, tras una larga pelea con los Franco, 16 meses después

Merry Martínez-Bordiú, la nieta favorita del dictador, no dejaba de "provocar". Mascullaba "continuamente", cargaba contra el Gobierno mientras apuntaba cada paso escrupulosamente en su libreta. Primero sentada sobre el suelo, hasta que le fue ofrecida una silla.

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