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Un camión de un solo uso, aviones y cierre por soldadura: así fue el entierro de Franco
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la inhumación del dictador

Un camión de un solo uso, aviones y cierre por soldadura: así fue el entierro de Franco

Las bajas temperaturas no frenaron a los seguidores del régimen el 23 de noviembre de 1975 que salieron a la calle para despedirse del cuerpo de Francisco Franco Bahamonde

Foto: Imagen de la comitiva en el funeral de Franco. (Efe)
Imagen de la comitiva en el funeral de Franco. (Efe)

Hacía frío en Madrid. Los que lo recuerdan dan fe de ello. Sin embargo, las bajas temperaturas no frenaron a los seguidores del régimen, que el 23 de noviembre de 1975 salieron a la calle a despedirse del que había sido desde el fin de la Guerra Civil y durante casi 40 años dictador del país: el Generalísimo. El Caudillo de España había muerto el día 20 de ese mismo mes y durante la mañana de ese domingo su cuerpo iba a ser trasladado a la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, lugar elegido por el Gobierno de Carlos Arias Navarro para darle sepultura.

A las 8:00 horas se cerró la capilla ardiente del dictador y arrancaron los actos del funeral. El cuerpo sin vida de Franco, que había sido velado primero por su familia en el Palacio de El Pardo después de que trasladasen su cuerpo desde el Hospital de madrileño de La Paz, recibió centenares de miles de visitantes en la capilla ardiente abierta al público en la sala de las columnas del Palacio de Oriente durante más de un día. Sus seguidores acudieron en masa a despedirle. La gente lloraba ante su tumba y le dedicaba palabras de afecto, oraciones y saludos franquistas.

placeholder Carmen Polo durante el entierro de Franco (Gtres)
Carmen Polo durante el entierro de Franco (Gtres)

"Ay lo que hemos perdido. Nuestro Caudillo de España. Con todo lo que has hecho por los españoles. Cuánto te queremos. Que dios te bendiga... ay, nuestro Caudillo de España", se despedía una de sus seguidoras entre lágrimas y visiblemente afectada por la pérdida del que era el jefe del Estado. Junto a ella, un hombre también mostraba sus respetos mientras la abrazaba. La señora estaba tan compungida por la pérdida de Franco que parecía necesitar ayuda para avanzar. La escena, además de ser grabada por televisión, como todo lo que sucedió durante el entierro, era presidida por un gran lienzo con el escudo personal de Franco sobre el que se había colocado un crespón negro y por un Cristo dorado que erguía justo al lado de la caja. El catolicismo y la simbología militar eran también protagonistas.

Desde el palacio y después de que se celebrase una ceremonia religiosa en la plaza de Oriente oficiada por el Cardenal Primado Mon Señor González Martín y de que el ministro de Justicia y notario mayor del Reino, José María Sánchez-Ventura, certificase el sellado por "soldadura" de las dos cajas de las que estaba compuesto el féretro de Franco, arrancó una comitiva que tenía como objetivo trasladar los restos al Valle de los Caídos.

La caja que contenía el cuerpo del dictador se cubrió con una bandera del régimen y se colocó sobre un camión del ejército. El escogido fue un Pegaso 3050 que se había adaptado para la ocasión y que entonces, era el más ligero de los vehículos de este tipo de los que disponía el Ejército español. El trayecto entre el centro de la capital y Cuelgamuros fue el último para Franco y el penúltimo para este vehículo, pues volvió a a los garajes del Ejército de Tierra para jamás volverse a usar. Esta fue su primera y última misión.

Fuera del edificio real los partidarios del régimen esperaban a Franco en la plaza de Oriente. El corazón de la ciudad y el resto de calles que la comitiva, formada por militares, siguió hasta abandonar la capital estaban abarrotadas de ciudadanos que y se despidieron del Caudillo entre levantamientos de brazo y gritos de "Franco, Franco, Franco". Además, el cielo de Madrid fue atravesado por una escuadrilla de aviones. El Generalísimo recibía entonces honores militares mientras esa despedido por el rey Juan Carlos y otras personalidades del país que contemplaban al cortejo desde un palco. Sin embargo, la gran mayoría de estas se sumaron después al trayecto, siguiendo a los lanceros a caballo que protegían los restos del dictador un vehículo que trasportó al rey Juan Carlos hasta la sierra de Guadarrama.

En la explanada del Valle de los Caídos esperaban 60.000 personas cantando canciones de la Falange

La comitiva hizo un alto en el camino. Los militares y las personalidades pasaron por Moncloa y allí la escolta del camión cambió. Los caballos se quedaron en Madrid y fueron sustituidos por un grupo de motoristas. Estos llegaron hasta el Valle de los Caídos junto a los restos de Franco cerca de las 13:00 horas. Allí, la multitud esperaba despedirse del dictador. Unas 60.000 personas les recibieron cantando canciones de la Falange, pues según apuntan las crónicas de la época recogidas por la agencia Efe, el público que aguardaba allí no era el mismo que el de la Plaza de Oriente. Hasta el Valle habían subido sobre todo falangistas y militares.

Una vez atravesada la explanada y habiendo entrado a la basílica, y mientras televisión española seguía retransmitiendo para todos los hogares del país, la caja se trasladó hasta los pies del altar mayor del templo donde la esperaba un agujero de 126 centímetros de profundidad. Cercano al borde del hoyo, el notario mayor del Estado preguntó: "Excelentísimos señores Ernesto Sánchez-Galiano Fernández, José Ramón Gavilán y Ponce de León y Fernando Fuentes de Villavicencio, juráis que el cuerpo que contiene la presente caja es el de su excelencia el jefe del Estado y Generalísimo de los ejércitos, Don Francisco Franco Bahamonde, el mismo que se os fue entregado para su custodia en el Real Palacio de Oriente de Madrid a las seis horas y 30 minutos del pasado día 21?". El primer y segundo jefe de la Casa Militar de Franco y el jefe de la Casa Civil del dictador respondieron, "Sí, lo es, lo juro", para seguidamente, dos de ellos romper a llorar.

El siguiente y último paso fue bajar la caja al agujero. Cuatro hombres ayudados por cuerdas hicieron descender el ataúd de madera, al que ya se le había quietado la bandera franquista, para inmediatamente después, cuando el reloj marcaba las 14:11 horas, posar sobre ella una losa de granito de Alpedrete que pesó 1.500 kilos. En ella, solo se podía leer "Francisco Franco", pues se había decidido colocar en su lápida solo el nombre del dictador, tallado en el mineral debajo de una cruz católica.

Hacía frío en Madrid. Los que lo recuerdan dan fe de ello. Sin embargo, las bajas temperaturas no frenaron a los seguidores del régimen, que el 23 de noviembre de 1975 salieron a la calle a despedirse del que había sido desde el fin de la Guerra Civil y durante casi 40 años dictador del país: el Generalísimo. El Caudillo de España había muerto el día 20 de ese mismo mes y durante la mañana de ese domingo su cuerpo iba a ser trasladado a la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, lugar elegido por el Gobierno de Carlos Arias Navarro para darle sepultura.

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