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Cuatro empleadas denuncian a Merck por provocarles asma: "Ni puedo oler un espray"
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MANIPULABAN ETANOL, INSULINA Y TRIPSINA

Cuatro empleadas denuncian a Merck por provocarles asma: "Ni puedo oler un espray"

Varias trabajadoras aseguran haber desarrollado asma profesional tras años trabajando en la sede que la farmacéutica alemana tiene en Madrid. Dos de ellas están despedidas

Foto: Tras ser diagnosticadas con asma ocupacional, las trabajadoras tienen que medicarse a diario. (C. Suárez)
Tras ser diagnosticadas con asma ocupacional, las trabajadoras tienen que medicarse a diario. (C. Suárez)

Encarna Galán se sienta en el sofá en el que tantas veces ha caído derrotada. Cerca de la mesa del café, blanca como el resto del salón, descansan sus dos inhaladores: el que usa tres veces al día y el clásico Ventolín, por si necesita un rescate. Su casa no tiene olor. Si utilizara algún ambientador, probablemente acabaría en el hospital con un pinchazo de Urbason. “Tampoco puedo subirme en coches perfumados, ni ir a centros comerciales. En los hoteles tengo que pedir que no le hagan nada a mi habitación y si limpian el rellano, tengo que quedarme al fondo de la casa para que no me llegue el olor”, cuenta mientras muestra el resto de su hogar.

Encarna siente que su puesto de trabajo le ha costado la salud, mental y física. El año pasado descubrió que, tras más de veinte años como empleada en la multinacional farmacéutica Merck España, ha desarrollado un asma crónica que se ha sumado al lupus que llevaba sufriendo desde joven y que le supuso un 65% de discapacidad. Los informes médicos realizados por la aseguradora de la empresa lo certifican: el asma que sufre Encarna es una enfermedad profesional. Según recoge el documento en los hechos probados, ella y más trabajadoras estuvieron manipulando varias sustancias químicas (entre ellas etanol y sosa) sin la protección adecuada, al menos, "hasta la comunicación de la primera enfermedad profesional", como consta en el documento.

Ahora está despedida. Después de una batalla legal de dos años y tras dos intentos de reubicación por parte de la empresa, tal y como se muestra en la carta de despido proporcionada a este periódico, tendrá que empezar a buscarse una vida nueva. Las opciones son escasas en su caso dada la delicadeza de sus vías respiratorias. “Mi sueldo es el que me mantiene a mí y a mi casa. Alguien tiene que pagar por todo este tiempo de mi vida perdido en hospitales”, sentencia.

placeholder El diagnóstico de Encarna que certifica su asma ocupacional.
El diagnóstico de Encarna que certifica su asma ocupacional.


“Empecé a sentir molestias en 2002, aunque yo pensé que era ansiedad. A veces llegaba llorando porque no sabía qué me pasaba, pero no podía ni trabajar con una jornada laboral reducida” recuerda tras asegurar que no era la única que se sentía así en su departamento. “No hacíamos un trabajo tan intenso como para no ser ni capaces de levantar el pie del suelo. Del vestuario a la calle había dos tramos de escalera y nos costaba horrores subirlos, casi ni nos podíamos mover. Todas teníamos la sensación de que cuando hacíamos la limpieza era cuando sentíamos más cansancio y dolor de garganta”.

María, Paula y Diana (nombres ficticios) también se sienten condenadas de por vida. La primera también acabó despedida, mientras que Diana —embarazada de 30 semanas— ha recibido la baja. Paula, que ya ha pasado el tribunal médico y sigue esperando su veredicto, ve su día a día muy complicado por culpa del asma. "No puedo limpiar los dos baños de mi casa en el mismo día porque el Cristasol (producto de limpieza) me provoca ataques de asma fortísimos. Tengo que hacer uno con el Ventolín de la mano y, al día siguiente, el otro”, explica Paula. "Tampoco entro en las tiendas que tengan un poco de incienso encendido porque me pongo malísima y tengo que tirar de inhalador”.

"Los síntomas parecían de ansiedad y por eso nunca sospechabas, aunque llegaras muerta a casa"

Las cuatro trabajaban en el Área de Producción de la sede que Merck tiene en Tres Cantos (Madrid). Allí, se encargaban de preparar los medios de cultivo celulares para producir hormona folículo estimulante y hormona del crecimiento; además de limpiar y esterilizar todos los materiales necesarios en los procesos de los laboratorios. Tal y como constata uno de los informes realizados por Inspección de Trabajo, al que ha tenido acceso este periódico, tras la denuncia de Encarna en 2018, ellas y otra veintena de compañeras —en su mayoría mujeres— trabajaban con algunas sustancias utilizando mascarillas quirúrgicas, ese tipo que cualquiera puede comprar en la farmacia y que se utilizan en los hospitales para no contaminar al paciente. No funcionan, sin embargo, al revés: las empleadas estaban expuestas durante más de ocho horas a todo lo que flotaba, invisible, por la sala.

placeholder Dos de las mascarillas que se utilizaban en la empresa. (Foto cedida)
Dos de las mascarillas que se utilizaban en la empresa. (Foto cedida)

Cuando trabajaban en Producción con los cultivos celulares utilizaban, entre otros, tripsina e inhibidor de tripsina, dos químicos para los que hace falta tener una mascarilla específica (P1 EN 43). La empresa, preguntada por este periódico, argumenta que, "pese a que no se ha probado que exista un nivel de riesgo para el trabajador", cualquier empleado podía solicitar una máscara de este tipo. "No nos daban nada", insiste Encarna. "De hecho, reutilizábamos esas mascarillas durante mucho tiempo".

En cuanto a las tareas de limpieza, utilizaban productos como Klercide o Daroclor, dos potentes desinfectantes clasificados como biocidas por contar con principios activos para destruir microorganismos específicos. Estos, tal y como puede leerse en sus indicaciones, requieren del uso de guantes, gafas y máscaras de protección por el dado el alto riesgo de provocar irritación ocular, somnolencia o vértigos si no se manipulan correctamente. Las trabajadoras sospechan que los desinfectantes fueron los responsables de su enfermedad, pero que en noviembre de 2018, tras la denuncia a Inspección, estos desaparecieron y se pasó a usar agua oxigenada. Merck defiende que el agua oxigenada es "el agente de limpieza más agresivo que usamos" y asegura que los trabajadores siempre emplean una mascarilla con filtro para trabajar con ella.

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Angela Merkel, durante un discurso sobre el 350 aniversario de Merck, celebrado en Darmstadt, Alemania, en 2018. (Reuters)

“No les dicen la verdad a nuestros compañeros. Yo tengo un simple EGB y he tenido que estudiar todo esto como si fuera una doctorada en Química, pero el resto de gente que sigue trabajando ahí está muy expuesta. Hay cinco personas que tienen sospecha de estar empezando a desarrollar asma”, asegura Encarna.

Tras la visita a la planta en 2018 y la emisión de al menos dos informes, la Inspección de Trabajo solicitó a Merck el pago de una sanción de 24.000 euros por cometer tres infracciones graves: dos de ellas por no proteger a sus empleadas y otra por no enseñarles cómo protegerse. Tanto Encarna como otros trabajadores insisten en que nunca recibieron formación —ni práctica ni teórica— sobre cómo evitar contaminarse, pero sí sobre cómo no contaminar los productos tratados.

La empresa, que ha recurrido la multa, alega que esta no es firme y niega cualquier tipo de enfermedad laboral a este periódico: "La salud de los empleados es lo primero. A día de hoy no ha habido ningún caso de enfermedad profesional adjudicable a la exposición a agentes químicos". Además, apunta que en el momento en el que se sospecha de que un empleado sufre de enfermedad profesional, se actúa realizando un reconocimiento médico para valorar la recolocación en otro puesto de trabajo, justo lo que la empresa hizo con Encarna tal y como describe en la carta de despido que le enviaron.

"La empresa no formó a sus trabajadores"

En el Código de Conducta de Merck se destina un apartado a los propios empleados, donde se habla sobre la relevancia de la seguridad y la salud en los valores de la empresa. En él se destaca que se realizan las operaciones con la máxima consideración hacia la seguridad e higiene de los empleados. Sin embargo, Encarna recuerda cómo reaccionó su neumóloga en una de las primeras revisiones que hizo: “Ella misma me dijo que era un asma ocupacional. Yo, de primeras, defendí a la empresa y le dije que usábamos protección, pero cuando le comenté el tipo de mascarillas que usábamos me dijo: ‘ah, genial, o sea que no os protegéis”. Merck, por su parte, se defiende alegando que "en ningún caso se ha priorizado al producto, sino que se ha formado a los empleados cuando se producían cambios en las funciones que desempeñaban y se les daba protección individual", aunque no especifica de qué tipo.

El problema de la protección también se menciona en otro de los informes que la Inspección de Trabajo realizó tras visitar en numerosas ocasiones a Merck el año pasado y solicitar a la dirección las fichas de seguridad y protocolos de actuación. En el documento, al que ha tenido acceso este periódico, se destaca que en el año 2000, a causa de las 'vacas locas', la empresa decidió sustituir el suero fetal de origen bovino que utilizaba para hacer crecer las células por insulina y otros productos como el ácido clorhídrico y nítrico, para los que harían falta mascarillas, guantes y gafas que, según el informe, no se utilizaron.

“Además, algunos productos de limpieza que teníamos exigían que no se fumigaran y que no entráramos en la habitación durante cuatro horas después de la aplicación. Pero muchas veces hemos estado trabajando con el cubo de limpieza al lado durante las ocho horas y nadie hacía ni decía nada”, recuerda Encarna.

placeholder Diana, embarazada de 31 semanas, se mide frecuentemente la saturación de oxígeno en sangre. (Foto cedida)
Diana, embarazada de 31 semanas, se mide frecuentemente la saturación de oxígeno en sangre. (Foto cedida)

No fue hasta 2006 cuando se introdujo la mascarilla —la quirúrgica— y hasta 2010 cuando se empezaron a usar gafas de protección debido a que a una de las trabajadoras le saltó sosa. Encarna y sus compañeras denuncian a Inspección que en los reconocimientos médicos que realizaban rutinariamente se les indicaba la disminución de su capacidad de aspiración. María, por ejemplo, pasó de tener un patrón espirométrico obstructivo ligero en 2010 a uno moderado en 2018.

De hecho, la evaluación del Ministerio de Trabajo señala que en el estudio que realizó sobre el uso del etanol no hay prueba de que en esos años la exposición de las trabajadoras a los químicos fuera la justa y necesaria. Tras el diagnóstico de Encarna, dice el informe, se hizo una evaluación de riesgos en diciembre de 2017 y Merck concluyó que las mediciones estaban por debajo de los valores límites. Cuando el inspector solicitó las evaluaciones de riesgos anteriores y posteriores a 2012, la empresa solo aportó una realizada en 2005 y otra en 2006, a pesar de que entre 2009 y 2016 se produjeron cambios importantes en los productos que utilizaban.

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Cuando a un trabajador le diagnostican una enfermedad ocupacional incompatible con su puesto —e incluida en las tablas oficiales del Real Decreto 1299/2006 de enfermedades profesionales—, la empresa tiene que adaptar el lugar de trabajo o reubicar al empleado donde pueda tener un buen estado de salud. En el caso de Encarna, Merck le propuso dos reubicaciones: en un puesto de administración desde su casa o en el mismo recinto donde estaba antes. “Me exigían unos conocimientos que yo no tenía y me ponían como responsable del Departamento de Seguridad, que es el que debería haber llevado todos los controles de riesgos y protección. Es una estrategia: quieren tenerme en el departamento que yo he denunciado”, se lamenta.

Como no aceptó ninguna de las dos, la empresa la despidió por “ineptitud sobrevenida” (el Instituto de Seguridad Social le denegó la incapacidad permanente). En el caso de María, después de ser diagnosticada con la misma enfermedad profesional, no pudo elegir una reubicación. Insiste en que Merck no se la ofreció.

placeholder Encarna y María leen uno de los informes de evaluación de riesgos. (Cristina Suárez)
Encarna y María leen uno de los informes de evaluación de riesgos. (Cristina Suárez)

"No era un trabajo para perderlo"

El asma es la enfermedad profesional más frecuente en los países industrializados y se estima que aproximadamente un 25% de todas las asmas del adulto pueden tener origen en el puesto de trabajo. Sin embargo, no es tan fácil de categorizar si se compara con otras con lesiones físicas como la de menisco o el síndrome del túnel carpiano, que ocurren en un corto periodo de tiempo. Puede estar latente durante años —como en el caso de Encarna— y dar síntomas confusos en causa y tiempo (puede notarlo solo por la noche) que dificulten su diagnóstico.

Los panaderos y pasteleros, los mecánicos de automoción, soldadores y peluqueras son los empleados más afectados por el asma ocupacional. La exposición a agentes como la harina, el centeno, el polietileno o el salfumán es un factor importante a tener en cuenta. El sector farmacéutico no se queda atrás: cualquier producto químico debe tratarse con unas medidas de protección individualizadas, basadas en la formación molecular de cada uno y en cómo interactúan con el cuerpo.

Una exposición prolongada a agentes contaminantes puede provocar asma crónica

Victoria E. Ruiz, doctora y directora de Grupo Médico Jurídico Durango, explica que en este tipo de industria puede estar expuesto a contaminantes cualquier empleado, tanto si se dedica a labores de limpieza como a la administración. “Si no hay una protección específica para cada producto en una industria así, es grave. No vale con una bata y con una mascarilla cualquiera: la tripsina necesita una con un filtro específico y el propanalol, otro. Los desinfectantes como el Klercide y el Daroclor también necesitan, no solo de mascarilla, sino de una indumentaria protectora de daños químicos”.

Por ello insiste en que es necesaria una vigilancia médica exhaustiva, más que un simple chequeo médico en la mutua de la empresa. “Una exposición prolongada a agentes contaminantes puede provocar, en ocasiones esporádicas, un asma crónica, por eso es importante contar con una protección individualizada”, añade la profesional. Incluso el propio Ministerio de Sanidad y Consumo tiene aprobado un “Protocolo de vigilancia sanitaria específica a los trabajadores expuestos a asma laboral” donde destaca que esta enfermedad “ha pasado a ser la neumopatía laboral más frecuente, por encima incluso de la silicosis” e insiste en “cambiar radicalmente la práctica de los exámenes médicos inespecíficos, los clásicos chequeos, a exámenes periódicos".

De momento, y a la espera de cómo pueda avanzar la batalla legal, a Encarna no le queda otra opción esperar. Las cuatro dicen lo mismo cuando se les pregunta por sus años en Merck: “Era un puesto con muy buen sueldo, con muy buenas condiciones. No era un trabajo que quisiéramos perder”.

Encarna Galán se sienta en el sofá en el que tantas veces ha caído derrotada. Cerca de la mesa del café, blanca como el resto del salón, descansan sus dos inhaladores: el que usa tres veces al día y el clásico Ventolín, por si necesita un rescate. Su casa no tiene olor. Si utilizara algún ambientador, probablemente acabaría en el hospital con un pinchazo de Urbason. “Tampoco puedo subirme en coches perfumados, ni ir a centros comerciales. En los hoteles tengo que pedir que no le hagan nada a mi habitación y si limpian el rellano, tengo que quedarme al fondo de la casa para que no me llegue el olor”, cuenta mientras muestra el resto de su hogar.

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