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Albert Rivera y María Lucía Sánchez: listos, ambiciosos, intensos
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CONTIGO PAN Y PODER (III)

Albert Rivera y María Lucía Sánchez: listos, ambiciosos, intensos

De todas las parejas posibles que una pudiera pensar para el líder de Ciudadanos, Malú es la mujer perfecta. Una cantante que, de haber nacido en Houston, llevaría años en la lista Forbes

Foto:  Malú y Albert Rivera. (EC)
Malú y Albert Rivera. (EC)

Hay un Albert Rivera condenadamente parecido a mi alma gemela. A mi 'partner in crime', que dicen hoy en Instagram. El que tiene un DNI con nombre compuesto, el de padres sin estudios superiores, el que quiso estudiar en la universidad pública y acabó en la privada. El Alberto Carlos que tiene poco tiempo libre, que se defiende con soltura en público, el de la sonrisa imperfecta, el del pelo fino. Con Rivera, sí. Con ese.

Pero hay muchos Albert en uno. Como hay Malús. Que también lleva en el DNI un nombre que no parece suyo: María Lucía. Por eso se parecen y por eso se quieren. Por intensos, por perfeccionistas, por exitosos en lo suyo, por esa irremediable querencia a comportarse como 'ciborgs'. Como si no sintieran, como si no padecieran. Que si bordes, que si tímidos, que si de empatía regular. Pero en el escenario y en el hemiciclo se crecen. Una lleva el ventilador. Al otro es lo único que le falta colocar en el atril.

Que si bordes, que si de empatía regular. Pero en el escenario y en el hemiciclo se crecen

Está el Rivera hipotenso, el falto de brío. Aquel que dice que no tiene dos días iguales, ni horarios de entrada y de salida. Que intenta dormir seis o siete horas porque sus jornadas de trabajo son muy largas. El que tiene el ocio de todos los políticos y empresarios de entrevistas por cuestionario. Cine, viajar, leer, salir al cine de vez en cuando, la lectura, las series… El que tuvo que transcribir estas respuestas que aparecen en la web de Ciudadanos debe estar aún dormido.

Me gusta más el Albert ciclotímico. El que se refería a su unión con Rosa Díez (¿se acuerdan de ella?) como la tercera vía, el que le respondía a Risto Mejide sobre una hipotética fusión de Ciudadanos y UPYD: "No hemos 'follao' ni quiero follar". Y sonrisa de lado. El que tenía un póster de Johan Cruyff en las paredes de su cuarto, el que citaba a Forrest Gump en vez de a Kennedy, el que sacaba de quicio a Jordi Pujol en el Parlament. El que en 2015 dijo en El Hormiguero que prefiere la tortilla de patata con cebolla, hacerlo con la luz encendida y braga en vez de tanga. "Están las brasileñas, el 'culotte'…", añadió. Ni un reproche ante semejante nivel de conocimiento.

Foto: La cantante Malú. (Getty)

Hoy es un hombre que se debate entre el guion de un anuncio de Mimosín y el de un portero de discoteca. "Una masa refunfuñante de descontento", como definía John Steinbeck a Robert Capa en 'Diario de Rusia'. Desconcertante, como su apuesta por la regeneración. Por eso una nunca sabe con qué Rivera se va a encontrar. Si el que le contaba a José Ramón de la Morena cuatro días antes de las últimas elecciones generales, que además de la pulsera naranja de su partido lleva una que suele comprar cada verano. "Esta la impregné de mar", le dijo al periodista de Brunete. Madre mía, ni Corín Tellado.

Hoy es un hombre que se debate entre el guion de un anuncio de Mimosín y el de un portero de discoteca

O el Rivera que en ese mismo programa aguantó las críticas del periodista deportivo como pudo, tensando la mandíbula y removiéndose en la silla más de lo que esperaba en 54 eternos minutos de entrevista. Y eso que faltaba la opinión de Jorge Valdano para el final. "La exageración quita razón", le dijo como resumen de sus dos intervenciones en los debates televisados. Si no era un epitafio, lo pareció.

De todas las parejas posibles que una pudiera pensar para el líder de Ciudadanos, Malú es la mujer perfecta. Una cantante que, de haber nacido en Houston, como Beyoncé, llevaría años en la lista Forbes. Nacida en 1982, lleva grabados once discos de estudio, cinco recopilatorios y cuatro en directo. Es la única artista femenina que consiguió llenar el Palacio de los Deportes en cuatro ocasiones en una misma gira, allá por 2014.

Foto: Miguel Poveda. (Starlite)

La que se manifiesta ahogada por el hiperperfeccionismo, la que se pone muy intensa y se siente pequeñísima al bajarse del escenario y volver a su poco más de 160 centímetros de estatura. "Puedo estar contigo y a la vez en un mundo paralelo. Soy dolor, soy un nudo en la garganta, siento cosas muy fuertes. Y si estoy con alguien, mejor que lo sepa", le dijo a Luz Sánchez-Mellado hace unos meses en una entrevista en 'El País'. Marchando una de aerosoles.

"Atraigo verdaderas ruinas", le confesó a Pablo Motos con respecto a su currículo amoroso. Aún no conocía a Rivera.

Entre la discografía y la hemeroteca parece que no haya tantas Malús como Riveras. En 1998, con 16 años, tras el pelotazo que supuso su canción de debut, Aprendiz, escrita por su amigo del alma Alejandro Sanz, decía: "Es la carrera que he elegido y quiero hacer, y por ello me da lo mismo si para ir adelante tengo que morirme o arrastrarme por el suelo". Tenía solo 16 años. La intensidad en los genes. O la exageración, que dice Valdano.

Hay un Albert Rivera condenadamente parecido a mi alma gemela. A mi 'partner in crime', que dicen hoy en Instagram. El que tiene un DNI con nombre compuesto, el de padres sin estudios superiores, el que quiso estudiar en la universidad pública y acabó en la privada. El Alberto Carlos que tiene poco tiempo libre, que se defiende con soltura en público, el de la sonrisa imperfecta, el del pelo fino. Con Rivera, sí. Con ese.

Ciudadanos Pablo Motos
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