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El bloqueo en la investidura lleva ahora a Ferraz a barajar la segunda quincena de julio
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El bloqueo en la investidura lleva ahora a Ferraz a barajar la segunda quincena de julio

Sánchez tiene decidido mantener su veto a Podemos (no solo a Iglesias) en el Consejo de Ministros, y exige ya una respuesta. La negociación sigue atascada y en el PSOE planea el pesimismo

Foto: Pedro Sánchez, el pasado 19 de junio, durante el acto presidido por el Rey por el quinto aniversario de su proclamación. (EFE)
Pedro Sánchez, el pasado 19 de junio, durante el acto presidido por el Rey por el quinto aniversario de su proclamación. (EFE)

Mucho se ha evocado en los últimos días y semanas una imagen. Un poderoso elefante metido en la sala donde negociaban Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y que les impedía casi verse y avanzar, seguir hablando con normalidad. Pero ese elefante es Podemos, no Pablo Iglesias. Lo es, desde luego, para el presidente, para el Gobierno y para la cúpula del PSOE. Todos rechazan la presencia de la formación morada, y no solo de su líder, en el Consejo de Ministros. Esa es la verdadera línea roja en las conversaciones para la investidura, la que se marcan la Moncloa y Ferraz. El jefe del Ejecutivo está dispuesto a abrir los segundos escalones de la Administración a los morados, pero hasta ahí. No piensa incluirlos en la primera fila del Gabinete. Y su decisión, dicen en su entorno más cercano, es "firme". Tampoco Iglesias quiere dar marcha atrás. Si nadie se mueve, la reelección de Sánchez está abocada al fracaso. La sensación de bloqueo, de que el proceso de "convencimiento" al grupo confederal será más largo y penoso de la cuenta, sumado a la intensa agenda internacional del líder socialista, está obligando a la dirección a abrir otro escenario: un retraso del debate sobre la idea inicial. Llevarlo a la segunda quincena de julio, no a la primera. Pero nada está cien por cien claro.

Las conversaciones para la investidura, que comenzaron formalmente hace dos semanas, de forma lenta y pesada, se atascaron casi desde el arranque. Tras el primer contacto de los dos líderes en el Congreso, en el que pactaron su voluntad de construir un "Gobierno de cooperación" —la expresión que parecía feliz y que pretendía rehuir esa sombra perenne del elefante—, llegó la cita en la Moncloa del pasado lunes. El momento de discutir qué hacer con el dichoso paquidermo. Iglesias reclamó la entrada de su partido en el Gobierno, y Sánchez le dijo que no quería ministros de Podemos. Sería su socio preferente, quería acordar el programa de la legislatura con él, le ofrecía una "cooperación institucional" en los segundos niveles. El llamado 'sottogoverno'. Secretarías de Estado (¿cuáles?, ¿cuántas?), direcciones generales (¿cuáles?, ¿cuántas?), empresas y organismos públicos (¿cuáles?, ¿cuántos?). No entró al detalle. El PSOE espera respuesta de Iglesias a su propuesta "sensata, razonable y ambiciosa", como la defendió el viernes desde Bruselas, dando a entender que no cedería más y que era su última palabra. La exige ya.

Pero no hay una contestación de Podemos, ni privada ni pública, como lamentaban este domingo en el círculo de poder del presidente, en el que se afanaban en advertir de que no hay "vetos" personales a Iglesias, sino una propuesta conjunta a Unidas Podemos. Si Iglesias acepta negociar sobre esas nuevas bases, se podrá seguir avanzando. Pero si no es así, el tira y afloja alargará todo el proceso.

Todavía no hay detalle de qué cargos intermedios está dispuesto a ceder el PSOE, porque quiere que antes Iglesias acepte la propuesta


La duda es hasta cuándo. Sánchez no quiso adelantar el viernes pasado en Bruselas la fecha en que se someterá al debate de investidura en el Congreso, argumentando que no correspondía hacerlo en la capital belga. Debía hacerlo en Madrid. Aunque, como admiten en el Gobierno y en Ferraz, ahora ya todos los planes navegan en una nebulosa, justo por la sensación de bloqueo que está rodeando el proceso de negociación.

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Desde la cúpula del partido recuerdan, además, que esta semana se puede considerar prácticamente perdida. La ejecutiva federal se reúne por la tarde para analizar escenarios —horas antes, se prevé que se cite el núcleo duro—, y el martes el presidente inaugura la línea AVE Madrid-Antequera-Granada. El miércoles vuela hacia Osaka (Japón), a la cumbre del G-20, que le mantendrá en el país hasta el sábado, y el domingo tendrá que estar en Bruselas, en el Consejo Europeo extraordinario en el que los líderes de la UE decidirán sobre el reparto de los principales puestos institucionales para el nuevo mandato de cinco años. Se prevé que el encuentro dure horas, aunque el acuerdo ha de estar listo antes del martes 2 de julio, cuando se constituya el Parlamento Europeo y sus miembros deban elegir a su nuevo presidente. Por descontado, los dos líderes pueden hablar, pero verse es más complicado.

Podría ocurrir que Sánchez acudiera a la investidura en julio sin siquiera el apoyo de Podemos, pero el coste sería asumir un gran desgaste personal

Esta apretada agenda internacional del presidente ya hace que, naturalmente, la próxima semana quede descartada. La siguiente fecha disponible sería el martes 9 —la primera votación de investidura, la que pone en marcha la cuenta atrás, tiene que coincidir en esta ocasión con un martes, para hacer que la repetición electoral, si llega, se celebre un domingo—, que es la que hasta ahora en el Ejecutivo manejaban como más probable. La ministra portavoz, Isabel Celaá, siempre aseguraba que se procuraría que la sesión en el Congreso se ventilara en la primera mitad de julio.

Ahora en Ferraz y en el Ejecutivo, sin embargo, ya apuntan a la segunda quincena, como confirmaban distintas fuentes socialistas a este diario. Así, la votación podría llegar los martes 16, 23 o 30 de julio. "Si trabajáramos Unidas Podemos y nosotros a toda velocidad, a lo mejor nos daba tiempo al 9, pero las cosas están como están, y lo lógico es que en la primera quincena sigamos negociando y que en la segunda vayamos a la investidura", subraya un cargo del partido de alto nivel. "Calendario será cuando tengamos elementos para ir a un intento real", indican en el círculo más próximo del jefe del Ejecutivo en funciones.

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Pero más allá de la fecha concreta, el debate es más profundo. En la dirección planea la duda de si incluso conviene a Sánchez acudir al Congreso sin un apoyo cerrado con Unidas Podemos, para que "se retrate". Pero esa operación también tendría un coste: el presidente comparecería ante sus señorías con el apoyo de sus 123 diputados, más el respaldo del representante del Partido Regionalista de Cantabria. Una cosecha muy escasa si se tiene en cuenta que para entonces habrán pasado casi tres meses desde las elecciones. Ello implicaría un fuerte desgaste para el jefe del Ejecutivo. La semana pasada, el número tres del PSOE, José Luis Ábalos, sí confirmó que el candidato está dispuesto a ir a la investidura aun sin todos los apoyos amarrados, pero se entendía que entre los sí atados estarían los de Unidas Podemos (42), PNV (6), PRC (1) y Compromís (1). El problema estaba en las necesarias abstenciones, que han de pasar ahora por ERC y/o Bildu, ante la negativa de PP y Cs y el cierre de la 'vía navarra'.

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"Un folio en blanco" ahora mismo

Sin embargo, el escollo mayor se encuentra en este momento en las conversaciones con Iglesias. Por falta de avances. Ahora mismo "hay un folio en blanco", como dicen en la dirección del partido. Todo está empantanado por el elefante. La entrada de los morados en el Consejo de Ministros. Si en julio la investidura es fallida —porque debate lo habrá—, comenzará un plazo de dos meses. En caso de que en esos 60 días no haya nuevo presidente, las Cámaras se disolverían y habría nuevos comicios, para los que el PSOE tiene incentivos, como repiten en la dirección: el sábado, una encuesta de Invymark para La Sexta le daba un 35,9%, por el 28,68% del 28-A.

Antes de las elecciones autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo, en las alturas del PSOE había mandos que se planteaban que quizás era conveniente que Unidas Podemos pusiera un pie en la primera línea del Gabinete. Pero esos comicios reforzaron a los socialistasobtuvieron mejores datos que en las generales, especialmente en las europeas, un 32,84%— y hundieron a los de Iglesias, haciéndoles perder la mayor parte de su poder territorial. Aquellas urnas reafirmaron a Sánchez y su equipo en su pretensión de gobernar en solitario. Aun así, la puerta no quedaba del todo cerrada.

"Para nosotros no es problema de nombres. Es de objetivos y que no sumamos. Nunca hemos dicho ni pensado que fuera por Pablo", dicen en la Moncloa

Pero ya en la cita del pasado lunes las cartas quedaron encima de la mesa. El presidente tenía decidido no incluir a Podemos —y no solo a Iglesias—, tras una reflexión concienzuda y puesta en común con sus colaboradores. Sí a altos cargos de la formación morada, no ministerios, punto. "Es una oferta pensada, hablada a distintos niveles. Y estamos convencidos de que es la mejor", comentaban a este diario en el estado mayor del partido. "Para nosotros no es un problema de nombres. Es de objetivos y que no sumamos con ellos. Nunca hemos dicho ni pensado que fuera por Pablo", abundaba este domingo otra responsable del Ejecutivo próxima al presidente.

La precisión es importante porque en el núcleo duro ven venir el que puede ser el siguiente paso de Iglesias: que, para no perjudicar las expectativas de su formación, pueda echarse a un lado. Asegurar que no ambiciona personalmente ninguna cartera si eso es un obstáculo, a cambio de que Sánchez incorpore a los suyos en el Gabinete. Pero el PSOE tiene la respuesta preparada: es el mismo no. No a que Unidas Podemos entre en el Consejo de Ministros.

¿Por qué esa negativa tan rotunda? Hay distintas razones que la explican. La que más han verbalizado Sánchez y sus dirigentes de máxima confianza —la vicepresidenta, Carmen Calvo; el secretario de Organización, José Luis Ábalos, y la vicesecretaria general, Adriana Lastra— es que PSOE y Unidas Podemos solo agrupan 165 escaños, a 11 de la mayoría absoluta. La situación no es comparable, arguyen, a la de aquellos ayuntamientos y autonomías —Comunidad Valenciana, Baleares, La Rioja, Asturias o Canarias— en que las dos formaciones, junto a otras pequeñas fuerzas, alcanzan la absoluta. En el Congreso, solo tocarían ese umbral si se uniese ERC, grupo que no entra en ninguna combinación para Ferraz y del que no quiere depender, aunque su abstención, "no negociada, gratis", se vislumbre como necesaria para que la investidura de Sánchez prospere.

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Un Gobierno "coherente"

Pero ministros y dirigentes de muchísimo peso consultados por El Confidencial aportan más motivaciones, que pesan tanto o más que la anterior. La primera es Cataluña. "Ellos hablan de cosas inaceptables para nosotros", resumen en el primer anillo de poder. Iglesias —y con más ahínco aún los comunes— defiende el derecho de autodeterminación, auténtica línea roja para el PSOE y que jamás podrá traspasar. Pero el líder morado también ha hablado de "presos políticos" para referirse a los líderes independentistas procesados y encarcelados, y no ha descartado visitarlos en prisión aun siendo ministro.

En la Moncloa y en la cúpula socialista recuerdan que la sentencia del 'procés' llegará en poco tiempo, y Sánchez no se podría permitir, en el seno de su propio Gabinete, una división interna sobre este asunto, o que algunos de los miembros de su Ejecutivo pidan indultos. Cataluña, repiten los altos cargos consultados, no es una diferencia menor. No cabe pactar esa discrepancia, como ocurre en los gobiernos de coalición cuando hay un tema espinoso que separa a los socios. Es un asunto mollar, en el que la posición del futuro Gabinete ha de ser, dicen, unívoca. "Necesitamos un Gobierno coherente, no que haya visos de que una parte responde a unas lógicas y otra parte a otras. Tiene que haber un Gobierno muy fuerte y sólido", reiteran en el puente de mando.

Varias razones explican el no del PSOE a ministros de Podemos: Cataluña, la desconfianza hacia los morados, la "información sensible", las dos culturas

Segunda razón: la desconfianza que sigue presidiendo las relaciones entre Sánchez e Iglesias, entre PSOE y Unidas Podemos. Aunque en el último año se hayan conseguido engrasar, la interlocución no fluye como la seda. Normal, viniendo de dos formaciones diferentes, que comparten parte de su electorado y que hasta hace tres años pugnaban por el liderazgo de la izquierda.

Como arguyen distintas fuentes socialistas, Iglesias "ha de comprender que no puede haber dos gobiernos", que el Consejo de Ministros "actúa de forma colegiada" y que no se puede "hacer oposición desde dentro del Ejecutivo". "Esto no es como una asamblea de Podemos. Aquí se decide como uno y se acabó. Y no, no se ha conseguido llegar a una situación de confianza total. Sí de cooperación y trabajo conjunto, que es lo que ofrece Pedro, y que ya es mucho. Pablo tiene que decidir si es aquel de la rueda de prensa de enero de 2016 que tras ver al Rey se dedicó a pedir ministerios o el que ha construido avances sociales con nosotros en el último año, tiene que decidir si quiere figurar o trabajar, sumar o simplemente estar", resume uno de los colaboradores del líder socialista.

placeholder Pedro Sánchez recibe en la Moncloa a Pablo Iglesias, el pasado 7 de mayo, tras las elecciones generales del 28 de abril. (Reuters)
Pedro Sánchez recibe en la Moncloa a Pablo Iglesias, el pasado 7 de mayo, tras las elecciones generales del 28 de abril. (Reuters)

Distintos ministros achacan a Iglesias un "desconocimiento" de cómo funciona el Consejo de Ministros, que a la fuerza ha de ser un órgano de decisión de la "máxima confianza" del presidente. Recuerdan, en ese sentido, que no se vota "nunca" y que cuando hay discusiones decide el jefe del Ejecutivo. En el equipo de Sánchez temen incluso que, si Podemos entrara, trascendieran las deliberaciones del Consejo, que legalmente son secretas. La reserva es máxima en estas citas. Valga un ejemplo: todos los ministros están obligados a dejar sus móviles a la entrada antes del encuentro de los viernes, que recogen una vez concluye.

El recelo del poder del dinero

Porque en las reuniones del Gabinete, y aquí está la tercera razón, se maneja "información sensible". Ministros que han formado parte de gobiernos autonómicos subrayan que el abanico de asuntos que se ven en los consejos y en las reuniones de los ejecutivos regionales son radicalmente distintos. En los primeros se habla en ocasiones de alta política, de estrategia, de seguridad del Estado. Temas muy delicados a los que Unidas Podemos tendría acceso. Y el PSOE no quiere. Justo por esa desconfianza en su socio.

Los empresarios quieren un Gobierno que transmita "confianza y estabilidad" y no conciben, dicen en el Ejecutivo, que en él esté la formación de Iglesias

A fin de cuentas, PSOE y Unidas Podemos son "dos izquierdas muy distintas", con "culturas políticas muy distintas". Cuarta razón. Dos izquierdas que pueden aproximarse en cuestiones sociales, lo que hace más sencillo el acercamiento en ayuntamientos y comunidades, pero a las que distancia su visión de país.

El quinto argumento de peso que se maneja en el Gobierno es el de la relación con el mundo del dinero. Fuentes de ministerios económicos señalan que el 'feedback' que reciben de los distintos sectores es que "con Podemos no quieren saber nada". "Grandes corporaciones y pymes se sienten agraviadas por su visión maximalista, porque ellos han tomado al empresariado como el enemigo a batir. Hay ámbitos estratégicos que tienen un recelo máximo. Ya nos ha costado mucho 'domar' a algunos sectores por los cambios que proponíamos. Si entrara Podemos, todo se complicaría. La estructura macro del país es hipersensible a los cambios", sostienen desde el Ejecutivo. "Los empresarios nos dicen que hace falta un Gobierno que transmita confianza y estabilidad, y solo puede ser el PSOE. Ya que no ha sido posible un pacto con Cs, lo que quieren es que ellos o el PP se abstengan en la investidura", indican, por ejemplo, desde Industria. En Trabajo, una cartera ambicionada por los morados, la opinión no es muy distinta.

placeholder Pedro Sánchez, con su Consejo de Ministros en Barcelona, el pasado 21 de diciembre. (Reuters)
Pedro Sánchez, con su Consejo de Ministros en Barcelona, el pasado 21 de diciembre. (Reuters)

¿Respeto de la "proporcionalidad"?

De hecho, y aunque Sánchez no haya bajado al detalle con Iglesias de qué cargos intermedios podría ocupar su grupo, en la cúpula del PSOE sostienen que no es probable que Unidas Podemos asuma puestos de inmediato segundo nivel (secretarías de Estado) en los ministerios económicos. "El Ejecutivo ha de inspirar estabilidad, y no que se vea como un lío", subrayan. Así que si los morados tuvieran vedada la entrada en los escalones de relumbrón de los departamentos económicos y también en los ministerios de Estado (Exteriores, Interior, Justicia y Defensa) —que Iglesias no persigue—, el abanico de cargos institucionales a los que Podemos podría acceder se reduce.

Fuentes del partido reconocen que los morados tendrían peor encaje en ministerios económicos. En los de Estado ellos mismos se habían apartado

El líder morado también ha reivindicado la "proporcionalidad". Esto es, que el peso de su formación en el Gabinete sea semejante al de sus escaños. Así, reclamaría en torno a un tercio del Gobierno. A cambio de no entrar en el Consejo de Ministros, ¿podría aumentar su cuota en los segundos escalones? Todo está por negociar, pero desde el PSOE ya advierten de que todo dependerá de las propuestas de nombres que haga Unidas Podemos. "Si presentan a hombres y mujeres indiscutibles, ningún problema, pero si no es así, no podemos aceptarlo. No es una cuestión de que cedamos el 40% y que ellos elijan a quien les dé la gana. Este Gobierno tiene mucho nivel profesional y ellos no tienen a tantos cuadros tan formados", indica un alto mando. Precisamente por esta razón Sánchez había propuesto al comienzo la incorporación al Gabinete de independientes de prestigio de la órbita de Podemos, pero sin carné del partido. Al cambiar la oferta para acomodarse a los gustos de Iglesias, sostienen en Ferraz, el ramillete de candidatos podría acortarse. No se baraja, claro, sumar caras visibles como la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena o Íñigo Errejón, nombres que puso sobre la mesa (con malicia) Joan Baldoví, de Compromís. El PSOE sabe que solo plantearlos generaría la fractura con su socio.

placeholder Pablo Iglesias e Irene Montero, el pasado 21 de mayo en el Congreso. (EFE)
Pablo Iglesias e Irene Montero, el pasado 21 de mayo en el Congreso. (EFE)

Los socialistas subrayan que han sido ellos los que se han movido. Los que han pasado de defender un Gobierno en solitario con independientes a abrirse a un Ejecutivo "de cooperación" con Unidas Podemos en el ámbito parlamentario, programático e institucional. "Hemos concretado el marco en el que queremos seguir hablando con ellos, y no es una cuestión de nombres. Pero no hemos recibido una respuesta de momento", indican en el círculo del presidente. Todo está yendo más lento de lo previsto. Porque hasta que no se sepa qué hacer con el elefante, no se podrá rellenar ese folio en blanco. Si es que se consigue.

Mucho se ha evocado en los últimos días y semanas una imagen. Un poderoso elefante metido en la sala donde negociaban Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y que les impedía casi verse y avanzar, seguir hablando con normalidad. Pero ese elefante es Podemos, no Pablo Iglesias. Lo es, desde luego, para el presidente, para el Gobierno y para la cúpula del PSOE. Todos rechazan la presencia de la formación morada, y no solo de su líder, en el Consejo de Ministros. Esa es la verdadera línea roja en las conversaciones para la investidura, la que se marcan la Moncloa y Ferraz. El jefe del Ejecutivo está dispuesto a abrir los segundos escalones de la Administración a los morados, pero hasta ahí. No piensa incluirlos en la primera fila del Gabinete. Y su decisión, dicen en su entorno más cercano, es "firme". Tampoco Iglesias quiere dar marcha atrás. Si nadie se mueve, la reelección de Sánchez está abocada al fracaso. La sensación de bloqueo, de que el proceso de "convencimiento" al grupo confederal será más largo y penoso de la cuenta, sumado a la intensa agenda internacional del líder socialista, está obligando a la dirección a abrir otro escenario: un retraso del debate sobre la idea inicial. Llevarlo a la segunda quincena de julio, no a la primera. Pero nada está cien por cien claro.

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