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Jornada 44 del juicio del 'procés': el día en que Marchena perdió la paciencia
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EN EL JUICIO DEL 'PROCÉS'

Jornada 44 del juicio del 'procés': el día en que Marchena perdió la paciencia

En una jornada en la que todos comparecían a petición de la defensa de Jordi Cuixart, cuatro testigos destacaron por encima del resto y protagonizaron una serie de rifirrafes con el magistrado

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El tiempo es oro. Y en el juicio del 'procés', oro de 24 quilates. Tras más de tres meses y 40 jornadas, Manuel Marchena se encargó de recordarlo este martes: "Si usted nos hace perder el tiempo, esto tiene consecuencias legales", lanzó el presidente del tribunal al primer testigo del día. Pero la advertencia se perdió como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy Batty. Porque si algo quedó claro este martes es que la sesión iba de replicantes: daba igual que el juez elevara el tono para explicarles que debían dejar atrás las valoraciones... Ellos habían venido a exponer su versión de los hechos. En una jornada en la que todos los testigos fueron propuestos por los abogados de Jordi Cuixart, los desafíos al tribunal fueron constantes: no había transcurrido más que media sesión cuando fuentes jurídicas manifestaron a los periodistas el profundo malestar de los magistrados con la estrategia de defensa.

La mañana arrancó con Ramón Font, sindicalista de la enseñanza pública en Cataluña. Con tono tranquilo, respondió a las defensas, criticó a las acusaciones y exasperó a Marchena. El rifirrafe llegó durante el interrogatorio de la Abogacía del Estado, que puso el foco en si avisaron a los responsables de los colegios de que iban a ocuparlos antes del 1-O. En vez de responder a la letrada de forma clara, el testigo protestó por el uso del término 'ocupación'. Lejos de conseguir que reformulara la pregunta, el presidente del tribunal avisó a Font de las consecuencias que conllevaba hacerles perder el tiempo. A partir de ahí, las provocaciones fueron en aumento.

Foto: El presidente del tribunal y ponente de la sentencia, Manuel Marchena (c). (EFE)

Si el magistrado acudiera a las sesiones con un mazo como ocurre en Estados Unidos, los golpes se hubiesen escuchado este martes por todo Madrid. Tras el encontronazo con Font, llegó el turno de Marina Garcés, filósofa y ensayista que nada más comenzar su declaración dijo que tiene "un café pendiente" con Jordi Cuixart. "Le pregunto si tiene relación, no cuánto tiempo lleva sin tomar un café con el señor Cuixart", estalló Marchena. La cara de Garcés lo dijo todo, pero las advertencias del magistrado no habían hecho más que empezar.

A preguntas de la defensa de Cuixart, la filósofa dijo que el 1-O alucinó y Marchena intervino de nuevo: dejó claro que "su grado de alucinación" y "su estado febril" no importaban lo más mínimo al tribunal. El abogado Benet Salellas se revolvió y recriminó al juez que a los policías y guardias civiles sí les permitía que entraran en valoraciones personales, a lo que Marchena respondió que "una cosa son las percepciones sensoriales y otra las percepciones afectivas acerca de la alucinación". Minutos después, el presidente del tribunal volvió a intervenir: la testigo estaba leyendo una hoja a cada pregunta y le recordó que no podía responder con "un guion". La sesión acababa de comenzar y los cuchillos ya volaban por la sala.

La siguiente muesca en la puñeta de Marchena llegó con el abogado Lluís Matamala Ribó. El interrogatorio ni siquiera había arrancado cuando el testigo se pasó de frenada: recordó al tribunal que había pedido por escrito responder en catalán y se ganó un nuevo revolcón del magistrado. La explicación jurídica sobre el uso de idiomas no fue suficiente para atarle en corto, por lo que Marchena le habló en plata: "Si usted introduce cualquier elemento de debate o controversia con la decisión de esta sala, inmediatamente va a ser expulsado". El objetivo era claro y también los elegidos para ello: los testigos de Òmnium Cultural no tenían ningún problema en desafiar al tribunal. En vista de que el juicio del 'procés' acabará llegando a Estrasburgo, cualquier frase subida de tono por parte de Marchena vale oro para las defensas.

La sesión se estaba convirtiendo así en un circo cuando apareció el payaso: Jordi Pesarrodona, concejal de ERC en Sant Joan de Vilatorrada y payaso de profesión, dejó una nariz roja en la mesa nada más sentarse. Como es habitual, Marchena le preguntó si tenía algún tipo de relación con los acusados, a lo que el testigo respondió que conoce a todos "debido a la represión". La respuesta cayó como una losa en la sala, ante lo que el presidente del tribunal fue incapaz de morderse la lengua y lanzó una frase que rompió su tono habitual: "¿Son amigos de represión?", preguntó con ironía. En la jornada 44 del juicio del 'procés', Marchena perdió la paciencia.

Foto: Juicio del "procés". (EFE)

Tras este áspero arranque, Pesarrodona comenzó a responder a las preguntas de las defensas. El concejal se convirtió en una celebridad en pleno 'procés' por fotografiarse junto a guardias civiles con una nariz roja, actuación que por un momento se temió que volviera a repetir este martes en el Supremo: Marchena le preguntó qué tenía entre las manos durante su declaración, ante lo que Pesarrodona las abrió para mostrar que no escondía nada y dijo que las movía por los nervios. La nariz roja no hizo acto de presencia en el juicio del 'procés', pero el espectáculo no defraudó.

En una jornada en la que todos comparecían a petición de la defensa de Jordi Cuixart, los protagonistas fueron una vez más los testigos menos conocidos. El ex vicepresidente primero de la mesa del Parlament Lluís Corominas y la secretaria primera de la Mesa hasta finales de 2017, Anna Simó, declararon sin pena ni gloria ya entrada la tarde, dejando así los titulares en manos de un sindicalista, una filósofa, un abogado y un payaso. Los cuatro testigos de Òmnium Cultural lograron un nuevo hito en el juicio del 'procés', sacar a Marchena de sus casillas, por lo que tras finalizar la sesión, la organización lanzó un comunicado en el que criticó "la parcialidad" del magistrado: objetivo cumplido.

El tiempo es oro. Y en el juicio del 'procés', oro de 24 quilates. Tras más de tres meses y 40 jornadas, Manuel Marchena se encargó de recordarlo este martes: "Si usted nos hace perder el tiempo, esto tiene consecuencias legales", lanzó el presidente del tribunal al primer testigo del día. Pero la advertencia se perdió como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy Batty. Porque si algo quedó claro este martes es que la sesión iba de replicantes: daba igual que el juez elevara el tono para explicarles que debían dejar atrás las valoraciones... Ellos habían venido a exponer su versión de los hechos. En una jornada en la que todos los testigos fueron propuestos por los abogados de Jordi Cuixart, los desafíos al tribunal fueron constantes: no había transcurrido más que media sesión cuando fuentes jurídicas manifestaron a los periodistas el profundo malestar de los magistrados con la estrategia de defensa.

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