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Los ojos llorosos del Rey emérito, al que Rubalcaba ayudó en su abdicación
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SU INCINERACIÓN, A LAS CINCO DE LA TARDE

Los ojos llorosos del Rey emérito, al que Rubalcaba ayudó en su abdicación

Ciudadanos y autoridades siguen llenando el Salón de Pasos Perdidos del Congreso para rendir un último homenaje al exvicepresidente del Gobierno, elogiado como hombre de Estado

Foto: Los Reyes eméritos, don Juan Carlos y doña Sofía, saludan a la viuda de Alfredo Pérez Rubalcaba, Pilar Goya, este sábado. (EFE)
Los Reyes eméritos, don Juan Carlos y doña Sofía, saludan a la viuda de Alfredo Pérez Rubalcaba, Pilar Goya, este sábado. (EFE)

Más y más ciudadanos anónimos quisieron despedirse de él. De Alfredo Pérez Rubalcaba. El hombre de Estado que estuvo presente durante más de tres décadas en la vida pública y que se marchó sin apenas ruido hace cinco. Pero no solo ellos.

Más autoridades y dirigentes socialistas y de otros partidos acudieron este sábado a la capilla ardiente del exvicepresidente del Gobierno instalada en el Congreso. Pero también los Reyes eméritos. Don Juan Carlos y doña Sofía llegaban al Salón de Pasos Perdidos de la Cámara Baja hacia las once de la mañana, un tiempo después de su hija mayor, la infanta Elena. Tras ser recibidos por el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y la presidenta del Congreso, Ana Pastor, entraron en la sala y allí les esperaba, cerca del zaguán, Pilar Goya, la viuda de Rubalcaba. Los Reyes la abrazaron con afecto y se santiguaron frente al féretro, cubierto con la bandera del PSOE y la de España.

Don Juan Carlos, achacoso, con los ojos llorosos se aproximó al ataúd para tocarlo. Para darle ese último adiós al hombre que, en 2014, facilitó su abdicación. Rubalcaba era líder del PSOE. Las elecciones europeas habían deparado al partido un desastre en las urnas y anunció su retirada. No se fue de inmediato porque sabía en secreto que el monarca iba a abdicar, y no podía coger el petate y marcharse rápidamente. Él recondujo las aguas internas de un PSOE asfixiado por la presión de un Podemos emergente, con una oposición interna brutal y unas expectativas pésimas, y una marea republicana que había rebrotado. Y logró que la ley de abdicación saliera adelante con el voto favorable de los suyos.

Foto: Los reyes Felipe y Letizia, en la capilla ardiente de Alfredo Pérez Rubalcaba, junto a su mujer, Pilar Goya, este 10 de mayo. (EFE)

Los eméritos se sentaron junto a Pastor y Sánchez y a ellos se acercaron los hermanos de Rubalcaba y su amigo del alma, Jaime Lissavetzky. Al cabo de unos cinco minutos de silencio, se levantaron y se despidieron de la viuda y de otros dirigentes socialistas que ya estaban allí, como el exvicepresidente Alfonso Guerra, y con un cariñoso presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara. De nuevo, en primera línea estaba el jefe del Ejecutivo y varios de sus ministros, y la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, junto a distintos miembros de la dirección, como el exlendakari Patxi López.

placeholder Don Juan Carlos conversa con Pedro Sánchez y Felipe González en el patio del Congreso. (EFE)
Don Juan Carlos conversa con Pedro Sánchez y Felipe González en el patio del Congreso. (EFE)

A la salida, los Reyes se cruzaron con Felipe González, que se había acercado al Congreso acompañado de su mujer, Mar García Vaquero. Y con ellos departieron un largo rato. Ese fue el momento en el que coincidieron el expresidente y Sánchez, cuyas relaciones se habían enfriado en los últimos años. "Era el político con más inteligencia de la política española. Tenía mucha inteligencia. Era capaz de trabajar 14, 16, 17 horas al día. Lo echo de menos ya. Voy a echar de menos esa conversación interrumpida", aseguró el expresidente en su marcha, visiblemente emocionado y respondido con aplausos por los ciudadanos que hacían cola en el patio de la Cámara.

Los Reyes eméritos visitan la capilla ardiente de Rubalcaba

Con Felipe llegaron muchos de los miembros de sus Gabinetes, a los que perteneció el propio Rubalcaba. José Barrionuevo, José Luis Corcuera, Pedro Solbes, Rosa Conde, Matilde Fernández, Narcís Serra, Juan Manuel Eguiagaray...

La lista de personalidades no dejaba de engrosarse desde primera hora: un expresidente andaluz Manuel Chaves desconsolado, exministros socialistas como José Blanco, Juan Fernando López Aguilar, Elena Salgado, Leire Pajín o Ángeles González-Sinde; los presidentes de Aragón, Javier Lambán; Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page; Valencia, Ximo Puig, y Baleares, Francina Armengol; barones del partido como Pablo Zuloaga (Cantabria), Adrián Barbón (Asturias), María Chivite (Navarra), Idoia Mendia (Euskadi) o el primer secretario del PSC, un muy emocionado Miquel Iceta; la expresidenta de la Junta Susana Díaz; el exlíder del PSOE y excomisario europeo Joaquín Almunia; el alcalde de Valladolid, Óscar Puente; el defensor del pueblo en funciones, Paco Fernández Marugán; la vicepresidenta cántabra (y gran amiga), Eva Díaz Tezanos; dirigentes de otros partidos como Albert Rivera (Cs), Irene Montero (Unidas Podemos), Aitor Esteban (PNV) o David Bonvehí y Marta Pascal (PDeCAT); el exlíder de UGT Cándido Méndez; los artistas Ana Belén y Víctor Manuel... Quizá una de las visitas más significativas fue la del primer ministro portugués, el socialista António Costa, quien alabó a Rubalcaba por su "coraje y fuerza" a la hora de luchar contra el terrorismo y a favor de la libertad.

Foto: Pedro Sánchez, Ana Pastor y Pilar Goya encabezan la comitiva de despedida de Alfredo Pérez Rubalcaba, este 11 de mayo en el Congreso. (EFE)

A las dos, el homenaje concluía. Una multitud le aplaudía fuera del palacio del Congreso, en la carrera de San Jerónimo, mientras el féretro era portado por policías y guardias civiles. Una ovación le arropaba en su trayecto final, hasta el tanatorio de Tres Cantos donde se le incineró, ya en la intimidad, a las cinco de la tarde. España despedía entonces a uno de sus protagonistas esenciales y que había apagado la luz de manera súbita y a los 67 años.

Más y más ciudadanos anónimos quisieron despedirse de él. De Alfredo Pérez Rubalcaba. El hombre de Estado que estuvo presente durante más de tres décadas en la vida pública y que se marchó sin apenas ruido hace cinco. Pero no solo ellos.

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