Canción dulce de Lluís Llach a los Jordis en el juicio del 'procés'
Desde la altura de sus 81 años y de su fama, a la que aludió con modestia pero en cuatro o cinco ocasiones, incluso llegó a echarse la culpa de algunas de las decisiones que se tomaron el 20-S
Jornada para el 'remember'. El tribunal del 'procés' acogía este lunes, lunes de resaca poselectoral, lunes de corrillos en los pasillos para comentar la jugada, lunes de hablar del futuro de los presos que ya son diputados, al cantautor catalán Lluís Llach. Ese impulso hacia delante que era la tónica de una jornada marcada por el vuelco de las urnas y por el aplastante triunfo de Oriol Junqueras y ERC frenó en seco para echar la vista atrás. En concreto, a finales de los sesenta, cuando el legendario cantautor catalán comenzaba a despuntar y acuñaba lo que hoy es la banda sonora preferida del independentismo: 'L'Estaca'.
Antes de seguir su camino en solitario, Llach perteneció al grupo Els Setze Judges. Y ante siete de ellos se plantó. Hablar reposado, frases que parecían sacadas de sus letras —"a mi edad, hay que hacer pausas", "aspiro a ser ciudadano del mundo"— y una oda a la actuación de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart durante la protesta del 20 de septiembre. Contigo empezó todo, operación Anubis.
Desde la altura de sus 81 años y de su fama, a la que aludió con modestia pero en cuatro o cinco ocasiones, incluso llegó a echarse la culpa de algunas de las decisiones que se tomaron en la macroconcentración que arrastró a 40.000 personas durante más de 16 horas. Entonces era diputado de Junts pel Sí. Dijo, por ejemplo, que la idea de que los Jordis se encaramaran a ese coche de la Guardia Civil de techo ya maltratado por decenas de pies de periodistas y público en general fue suya. Se hizo parte de la idea de convocar al respetable a una nueva protesta al día siguiente, para ver si así se marchaban de una vez. Con cierto pudor, reconoció que la cita era ante el Tribunal Superior de Justicia.
Dijo también que los de las asociaciones soberanistas tuvieron la idea de sacar a la secretaria judicial atrapada en el edificio de la 'conselleria' y que salió por el tejado, mimetizada entre un grupo de diputadas que la acompañarían haciéndola pasar como una más del Parlament. Y que él se encargó de hablar con ellas para ver si se prestaban. Porque aquella jornada mantuvo un permanente contacto tanto con Sànchez como con Cuixart.
Palabra disonante en su boca, habló de "masa" para referirse a la gente, el mismo término traído, llevado y manoseado hasta el infinito por los policías. Esquivó decir 'violentos' y se refirió a ellos como "los más animados". Y le pegó a Vox, a Ortega Smith que, él también, le interrogaba con respeto. Le pegó, pero con estilo. Dijo que no le apetecía responderle "como ciudadano homosexual e independentista". Con infinita paciencia y tono mesurado, Manuel Marchena le explicó la situación y todo quedó en un pelillos a la mar.
Según su visión, de desobediencia civil —esa semilla que plantó el de la CUP David Fernández y que empieza a germinar testigo tras testigo—, no hubo faltas de respeto que chirriaran lanzadas a los agentes desplegados allí. Era una protesta, caramba, abucheos se escucharon pero no se llamó a los del Instituto Armado nada más grave que "fuerzas de ocupación". Él se perdió unas horas, en una siesta en el coche que necesitó para reposar. Su papel era actuar de "barrera". Los diputados, entre los que se contaba, debían servir de 'contención'. "De cara a la gente, para garantizar que todo fuese bien", explicó. Además, en las manifestaciones de la ANC se aísla a los "alborotadores", no son bienvenidos.
De antesala a Llach, el juicio vivió otro de esos momentos tirando a lo estrambótico. Europarlamentarios testigos de Raül Romeva citados para apoyar su carácter pacifista. Cuatro idiomas: portugués, alemán, francés y esloveno. La traductora de este último idioma tuvo dificultades para entenderlo y, tras unos momentos angustiosos, se decidió que también se podía tirar del colchón del inglés. La ONU en una sala.
Pero fue el cantautor el que se llevó la atención de la jornada. En los pasillos, en el patio, en las esquinas del Supremo, se oyeron retazos de su tema más famoso tarareados por unos o por otros. "Segur que tomba, tomba, tomba i ens podrem alliberar".
Jornada para el 'remember'. El tribunal del 'procés' acogía este lunes, lunes de resaca poselectoral, lunes de corrillos en los pasillos para comentar la jugada, lunes de hablar del futuro de los presos que ya son diputados, al cantautor catalán Lluís Llach. Ese impulso hacia delante que era la tónica de una jornada marcada por el vuelco de las urnas y por el aplastante triunfo de Oriol Junqueras y ERC frenó en seco para echar la vista atrás. En concreto, a finales de los sesenta, cuando el legendario cantautor catalán comenzaba a despuntar y acuñaba lo que hoy es la banda sonora preferida del independentismo: 'L'Estaca'.
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