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José Montilla: "Que haya políticos en prisión es gasolina para el 'procés"
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ENTREVISTA AL 'EXPRESIDENT'

José Montilla: "Que haya políticos en prisión es gasolina para el 'procés"

"La fractura de la sociedad catalana sigue empeorando, este año estamos peor que el año pasado"

Foto: El senador socialista José Montilla. (EFE)
El senador socialista José Montilla. (EFE)

La historia debería contemplar como una fecha clave de la democracia española, acaso el final de la Transición, el día en que un andaluz, un cordobés, fue nombrado presidente de la Generalitat de Cataluña, por lo que suponía de normalización territorial de España, después de casi dos siglos de tensiones nacionalistas. Pero no fue así; no será así. José Montilla (Iznájar, 1955) fue nombrado 'molt honorable president' en 2006 y lo que ocurrió tras su salida, cuatro años después, es que el independentismo se disparó como nunca antes en la historia. Ahora nadie conoce el final, tampoco Montilla, por muchas cosas que haya visto en su vida. Nació en una aldea de Iznájar de la que tuvieron que irse porque se la tragaron las aguas de uno de los embalses de Franco. "Soy un hombre que no puede visitar la casa ni el pueblo donde nació", dice Montilla en su entrevista con El Confidencial con cierto aire de pena, aunque ese pasaje de su biografía bien podría interpretarse como un guiño del destino por lo que vendría después, una vida reconstruida y amoldada a otro pueblo, a otra cultura, Cataluña. En todo caso, Montilla sigue diciendo que se considera "un catalán de Iznájar". Por eso, interesaba este punto de vista: para intentar explicar lo que nadie en España logra entender.

PREGUNTA. Por ejemplo, señor Montilla, ¿cómo es posible que muchos hijos y nietos de emigrantes, andaluces, extremeños o castellanos, se hayan convertido en independentistas radicales que piensan que los pueblos de sus padres les están robando?

RESPUESTA. Hay personas que tienen la necesidad de que se les reconozca y eso les lleva a actuar como usted describe. Para sentirse queridos aquí, denigran sus raíces. Luego hay otro tipo de independentistas, que también tienen raíces andaluzas o castellanas, y que son independentistas por otras razones que no son sentimentales, que son económicas y que han calado en una franja de la población. La financiación, por ejemplo, o el hecho de que cuando viajan por Cataluña tengan que pagar autopistas y que cuando lo hacen a su tierra de origen ven que allí no se paga… Pues esa crítica, aunque se debe a que en Cataluña se construyeron las autopistas antes que en otras partes de España y se hicieron por concesión privada, ha calado en una franja de la población que no sería independentista si no se dieran esos factores. No son independentistas por su origen ni por razones culturales, sentimentales o lingüísticas, lo son por argumentos como el 'España nos roba', carentes de rigor.

P. Es que carece de sentido eso de las autopistas, por ejemplo, porque después de 40 años de autogobierno, lo normal es que criticasen a la Generalitat, que es la responsable.

R. Ya, pero el nacionalismo siempre señala al de fuera como culpable de los problemas. Eso cala aquí, muy especialmente, a partir de 2012, en el peor momento de la crisis económica, de destrucción de empleo, de erosión del Estado de bienestar y de recortes de servicios públicos. El Gobierno de Artur Mas acomete más recortes incluso que el Gobierno de Rajoy, pero ponen en marcha esa campaña para taparlo todo y una parte de la sociedad catalana la secunda. El culpable para ellos siempre es España, que nos roba. Y como nos quita el dinero, no podemos hacer las cosas. En esa gran mentira, hay una parte de verdad, como las deficiencias de financiación autonómica, que es lo que la hace más creíble para algunos.

Los medios públicos de la Generalitat de Cataluña, tanto TV3 como Catalunya Ràdio, son dos instrumentos al servicio del 'procés'

P. En la propagación de esa campaña independentista, está la televisión pública catalana. ¿Es una exageración decir que TV3 es una máquina de hacer independentistas?

R. Los medios públicos de la Generalitat de Cataluña, tanto TV3 como Catalunya Ràdio, son dos instrumentos al servicio del 'procés' y del independentismo. La única voz que tiene cabida de forma mayoritaria es la de los partidarios del independentismo; otras posiciones tienen una representación muy minoritaria, casi anecdótica, que les sirve de coartada. Los pagamos todos los catalanes, pero solo se dirigen a un sector de la sociedad, y siempre presentan el interés particular del independentismo como el interés general de Cataluña. A partir de ahí, no estoy de acuerdo con que sea una máquina de hacer independentistas, sino más bien un instrumento para mantener unido y cohesionado al independentismo. Para fábrica de independentistas habría que mirar a otros medios de comunicación, algunos nacionales y no precisamente nacionalistas catalanes, que han contribuido mucho más a eso. Algunos tendrían que aprender que el fuego no se apaga con gasolina.

P. Recuerdo que fue, hace un año, a un programa de TV3 y la entrevista acabó regular porque usted les recriminó "las coñetas" independentistas de uno de los presentadores, como si comparar España con Turquía fuera un chiste. Igual, lo que ocurre es que una parte de la sociedad catalana contempla lo que está ocurriendo con la misma frivolidad…

R. En la sociedad catalana se da un fenómeno doble, existe ocultación de la gravedad de lo que está ocurriendo y existe frivolidad. Todo se presenta con una distorsión que difiere mucho de la realidad del conflicto, se crea una especie de mundo paralelo. Necesitamos mirar las cosas con perspectiva, que es lo que no nos ocurre hoy, y recordar que España nunca ha tenido un periodo tan largo, ya de más de 40 años, de libertad, de estabilidad, de progreso y de autogobierno, en el caso de Cataluña.

P. ¿Y cómo un pueblo como el catalán, que se presumía culto y desarrollado, puede frivolizar con algo tan grave como ignorar las leyes?

R. Hay ciudadanos que compran ese discurso porque se apela a los sentimientos, a las pasiones, y cuando eso ocurre es muy difícil hacerles cambiar de opinión con un razonamiento. ¿Y puede ocurrirle a un pueblo culto? Pues ya lo está usted viendo, igual que en el Reino Unido. El discurso del Brexit, que es un disparate, ha prosperado en un pueblo como el británico que no es, precisamente, un país en vías de desarrollo. Nos sorprende que una sociedad culta, formada y viajada pueda comprar esos discursos, pero sucede. Es el signo de los tiempos que nos ha tocado vivir y ese populismo prospera tanto en países subdesarrollados como en primeras potencias como Estados Unidos. El denominado 'problema catalán' viene de hace muchos años, es verdad, pero en el independentismo de la actualidad hay elementos comunes con Trump, con el Brexit o con Salvini, en Italia. Una parte de la población de Cataluña que los apoya lo hace porque esa es su forma de reaccionar contra el sistema, como en otras partes de España han podido votar a Vox o a Podemos. Nunca hay una sola causa…

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Foto: EFE.

P. Se suele repetir, cuando se buscan esas causas, que el origen del independentismo está en la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut, pero se olvida siempre que fueron muy pocos los artículos que se modificaron y que el Estatut no lo votó ni el 40% de los catalanes.

R. Esa no es la causa, es verdad, pero tampoco creo que aquella sentencia sea ajena al problema que tenemos. En todo caso, es una de las causas: Cataluña no tiene el Estatuto que votaron sus ciudadanos y que aprobaron tanto el Parlament como las Cortes Generales. Esto es una anomalía, porque somos los únicos a los que nos sucede; el resto de comunidades autónomas tiene los estatutos que votaron, algunas incluso con artículos copiados del Estatuto catalán que aquí se declararon inconstitucionales y que allí se han mantenido. Recordemos, además, que aquella sentencia del Estatut se vio precedida de maniobras políticas muy poco edificantes por parte del PP en torno al Tribunal Constitucional. Reprobaciones, vetos y bloqueos de magistrados que tenían que renovarse porque el Partido Popular buscaba una determinada mayoría. ¿Y sabe por qué? Porque el anticatalanismo da votos fuera de Cataluña; por eso en el PP lo siguen explotando, ahora en compañía de otros.

P. Usted era entonces presidente de la Generalitat y cuando se conoció la sentencia dijo: "El Tribunal Constitucional está lamentablemente desacreditado y moralmente deslegitimado". ¿No ha pensado que, al decirlo, a lo mejor abrió la puerta a que los independentistas ignorasen luego las leyes y los tribunales?

R. La frase que usted ha citado se recogía en un comunicado que, a continuación, añadía que las sentencias hay que acatarlas. Las sentencias de cualquier tribunal se pueden criticar, de la misma forma que se critica a los otros poderes del Estado, pero lo que no se puede hacer es desobedecerlas.

Hay varios del Partido Popular que firmaron el recurso contra el Estatut de Cataluña que reconocen que fue un gran error y se arrepienten

P. Aquí mismo, en El Confidencial, Manuel Aragón, otro cordobés como usted, miembro del Tribunal Constitucional que aprobó aquella sentencia, dijo que sus declaraciones eran algo impropio de un cargo institucional.

R. Pues no, pues no... El problema es que, en aquel momento, hubo 'hombres de Estado' que actuaron con muy poca visión de Estado. Lo que yo dije, que lo mantengo, era lo apropiado. Es más, ahora, con el paso de los años, hay varios del Partido Popular que firmaron el recurso contra el Estatut de Cataluña que reconocen que fue un gran error y se arrepienten de haberlo hecho. No sé lo que piensa Manuel Aragón, pero sí sé que otros compañeros suyos del Tribunal Constitucional que avalaron la sentencia admiten ahora en privado que acabaron dándole argumentos al independentismo. Repito: en 40 años de democracia, el Estatut es la única ley aprobada por las Cortes y refrendada por los ciudadanos que ha sido modificada posteriormente por un tribunal de Justicia. Con el paso de los años, lo veremos con más perspectiva, y nos preguntaremos si aquella sentencia, en vez de fortalecer el Estado de derecho en España, lo que hizo fue ponerle un petardo.

P. Lo que ocurre, señor Montilla, es que cuando se vea con perspectiva, lo que concluiremos es que el nacionalismo catalán ha sido desleal en varios momentos históricos y ahora ha vuelto a hacerlo. Y el Estatut es solo una excusa, hubieran encontrado otra.

R. Lo esencial es que en un Estado de derecho no se puede violentar la legalidad, que es lo que hizo el independentismo en los plenos del 6 y el 7 de septiembre de 2017, cuando aprobaron unas leyes de transitoriedad que suponían la derogación de la Constitución y del Estatuto de Autonomía. Eso es mucho más que deslealtad y, por ello, una serie de personas están siendo juzgadas por el Tribunal Supremo. A partir de ahí, la lealtad no deja de ser un concepto subjetivo: yo también considero que el Partido Popular ha sido desleal. No quiero ponerlos al mismo nivel, pero a mi juicio también es desleal bloquear la renovación de las instituciones cuando no conviene. Eso no lo ha hecho ningún otro partido, pero el PP siempre lo ha hecho, con el Tribunal Constitucional y con el Consejo General del Poder Judicial. No comparo nada, pero eso también es incumplir el espíritu de la Constitución.

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Foto: EFE.

P. Antes de comenzar el juicio del 'procés', suscribió usted un comunicado con los demás expresidentes de la Generalitat pidiendo "garantías para el derecho de defensa de los inculpados". ¿Está siguiendo el juicio? ¿Le quedan dudas de que se están respetando todas las garantías?

R. Como sabíamos que este juicio se iba a mirar con lupa y que acabará con toda probabilidad ante el Tribunal de Derechos Humanos de Europa, de lo que se trataba es de remarcar que había que esmerarse al máximo con el derecho de los procesados. También tenía que ver ese comunicado con algunas cuestiones prácticas, para evitar el continuo traslado de los presos, habida cuenta de que en el Supremo no hay calabozos y que se trata de un juicio muy largo. Pero, bueno, por lo que he podido seguir del juicio, los derechos se están respetando.

P. En España se celebran a diario juicios con presos preventivos, y nadie se ha quejado nunca. Además, con todo respeto, tampoco se les ve a los procesados con síntomas de agotamiento físico… Pero, bueno, también fue usted a visitar a los políticos encarcelados. Que yo sepa, no ha comentado usted nada de esa visita.

R. Bueno, no he comentado nada porque era una visita de carácter estrictamente personal, no iba representando a nadie más que a mí mismo. Pero, en fin, fui a ver a Oriol Junqueras, a Raül Romeva y Jordi Cuixart, por la relación personal que tengo con ellos.

El propio juicio del TS y la sentencia posterior pueden ser uno de los grandes problemas para tratar de encauzar el problema catalán

P. ¿Y no teme que una visita así se interprete dentro de la propaganda de los 'presos políticos'?

R. No, a ese respecto, no existe ninguna duda. No son presos políticos, ni siquiera Amnistía Internacional los considera así. En cualquier caso, sentado eso, también debemos saber que el hecho de que haya políticos independentistas en prisión es gasolina para el 'procés'. El propio juicio del Supremo y la sentencia posterior pueden ser uno de los grandes problemas para tratar de encauzar el problema catalán en los próximos años.

P. Y entonces, ¿qué hacemos? Es evidente que un proceso penal como este tiene que servir de escarmiento; debe quedar muy claro que no se pueden vulnerar las leyes e ignorar las sentencias y que no ocurra nada.

R. Por supuesto, un gobernante no se puede saltar las leyes, tiene que cumplirlas y hacerlas cumplir. Pero ni el Derecho Penal español ni nuestro sistema penitenciario persiguen la venganza, la revancha o el escarmiento.

P. Discúlpeme, pero la condena a lo que sirve es a ese objetivo de escarmiento: un atracador va a la cárcel y lo que aprende es que robar un banco conlleva eso. No alcanzo a comprender qué ven de inadecuado en ese planteamiento algunas personas como usted…

R. Eso es evidente, nadie está por encima de la ley y menos un representante público, que ha de dar ejemplo. Tampoco digo que sea inadecuado; la sentencia, como todas, gustará o no gustará, pero lo que hay que hacer es acatarla. No valoro nada ni pongo calificativos, simplemente constato que con personas en la cárcel es más difícil solucionar el problema de Cataluña. Ya lo era cuando estaban en libertad, ahora mucho más porque les pone muy fácil apelar a los sentimientos. Eso no se puede negar.

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Foto: EFE.

P. Le he visto preocupado en ocasiones por la división de la sociedad en Cataluña. ¿Esa fractura va a peor?

R. No sé a la velocidad a la que empeoramos, pero lo que no hacemos es mejorar. La sociedad catalana está dividida, el problema sigue ahí y en 2019 no estamos mejor que en 2018. Hubo un momento más dramático, cuando las empresas se comenzaron a marchar, pero la herida no se cierra. Esa es otra de las consecuencias desastrosas del 'procés' y que, aunque ahora no se perciba, con el paso de los años, a medio y largo plazo, se analizará como alto catastrófico. En fin, tampoco quiero decir que no haya algunas cosas que han mejorado, pero hay muchas que están peor.

P. Si algunas cosas han mejorado, debe ser por el punto de inflexión que supuso la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que usted, por cierto, no respaldó como senador…

R. Yo me salí del pleno, no participé por razones que se pueden entender: un 'president' de la Generalitat no puede votar la intervención de esta institución. Pero el artículo 155 está en la Constitución para aplicarlo en situaciones excepcionales y en Cataluña había una situación excepcional.

P. ¿Vamos hacia otro 155?

R. Bueno, el artículo sigue en la Constitución, pero dependerá de la actitud del Gobierno de Cataluña. Lo que sí creo es que un 155 preventivo, como defienden el PP y Ciudadanos, sería claramente inconstitucional. Para que se aplique de nuevo, hace falta que el Gobierno de Cataluña incumpla gravemente sus obligaciones, que sea requerido por ello por el Gobierno de España, y que lo desoiga.

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Foto: EFE.

P. ¿Se atreve a hacer un pronóstico de lo que va a ocurrir en Cataluña de aquí a medio plazo? ¿Piensa usted como su compañero Miquel Iceta que si el independentismo llega al 65% hay que buscarle "una salida democrática"?

R. Bueno, Iceta ya ha matizado lo que dijo y ha aclarado que fue malinterpretado. Nadie en el Partido Socialista defiende una salida para Cataluña que no esté dentro de la Constitución española, y un referéndum de independencia sería claramente inconstitucional. Otra cosa es que se quieran cambiar las normas, el Estatut o la propia Constitución, pero eso debe hacerse con los mecanismos que están contemplados. Por lo demás, es muy difícil vaticinar qué va a ocurrir… A mí lo que me gustaría es un Gobierno en España capaz de dialogar y, en Cataluña, un Gobierno más transversal, que no se niegue sistemáticamente a conversar o a plantear diálogos imposibles. Como nunca he creído en las democracias refrendarias, sino en la negociación y en el acuerdo entre las distintas fuerzas políticas, hay que buscar salidas que sumen, que peguen, no que dividan. No valen los atajos fuera de la ley.

P. Hablaba antes de la necesidad de diálogo. Usted tuvo una breve experiencia cuando intentó evitar el desastre: fue a ver a Puigdemont para que abandonara la declaración de independencia y convocara elecciones y no le escuchó.

R. No me prestó atención, no solo a mí, sino a otra mucha gente… Al final, cedió a las presiones de los suyos porque no quería pasar a la historia como un traidor del independentismo. Lamentable, porque aunque él crea que sí, la historia no lo va a absolver. Ahora, en la situación en la que está, necesita que las cosas vayan mal y hace todo lo posible. Por eso, pone constantemente contra la pared a Esquerra Republicana, para que se vean obligados a seguirle antes de quedar como los independentistas blandos y traidores. Puigdemont necesita el conflicto, porque sin el conflicto no es nada en Bruselas; su supervivencia en política va ligada a mantener la tensión y el enfrentamiento.

La historia debería contemplar como una fecha clave de la democracia española, acaso el final de la Transición, el día en que un andaluz, un cordobés, fue nombrado presidente de la Generalitat de Cataluña, por lo que suponía de normalización territorial de España, después de casi dos siglos de tensiones nacionalistas. Pero no fue así; no será así. José Montilla (Iznájar, 1955) fue nombrado 'molt honorable president' en 2006 y lo que ocurrió tras su salida, cuatro años después, es que el independentismo se disparó como nunca antes en la historia. Ahora nadie conoce el final, tampoco Montilla, por muchas cosas que haya visto en su vida. Nació en una aldea de Iznájar de la que tuvieron que irse porque se la tragaron las aguas de uno de los embalses de Franco. "Soy un hombre que no puede visitar la casa ni el pueblo donde nació", dice Montilla en su entrevista con El Confidencial con cierto aire de pena, aunque ese pasaje de su biografía bien podría interpretarse como un guiño del destino por lo que vendría después, una vida reconstruida y amoldada a otro pueblo, a otra cultura, Cataluña. En todo caso, Montilla sigue diciendo que se considera "un catalán de Iznájar". Por eso, interesaba este punto de vista: para intentar explicar lo que nadie en España logra entender.

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