Vox blinda su sede para evitar sustos con escoltas, cámaras y llaves individualizadas
El partido ha sufrido ataques a sus sedes y varios simpatizantes han sido agredidos cuando acudían a actos organizados por la formación
La cúpula de Vox está curada de espanto. A pesar de los escasos meses que la formación lleva en primera línea política, sus dirigentes ya han experimentado lo mejor y lo peor de tocar poder. Han sentido cómo los baños de masas masajeaban sus egos en cada acto que organizaba el partido por toda España y han sufrido ataques, amenazas y marchas en contra tanto en vivo como en las redes sociales.
Los de Abascal han sufrido ataques en sus propias sedes. La de Murcia, por ejemplo, se despertó con pintadas de símbolos nazis el pasado diciembre. En el cuartel general de la formación, situado en el número 9 de la madrileña calle Nicasio Gallego, no ha habido ataque alguno, pero los dirigentes de la formación no quieren correr riesgos. El bajo de casi 450 metros cuadrados situado en pleno Chamberí ha sido reformado para adaptarse a las necesidades del partido, pero también por motivos de seguridad, para conformar un fortín y evitar que sus ocupantes sufran algún daño ante un hipotético ataque.
Varias cámaras de videovigilancia flanquean el local con el fin de detectar a cualquiera que acceda y provoque altercados. Dentro, las medidas no son menores. La dirección del partido ha establecido un sistema por el que todos los miembros de la formación que trabajan en el inmueble tienen acceso únicamente a la zona que necesitan para desempeñar su labor. Cada uno de ellos solo posee la llave de las estancias que habitualmente utiliza, con lo que está claro que nadie va a entrar a un despacho que no le corresponde en solitario.
Esta última cara de la moneda es la que provocó, de hecho, que el Ministerio del Interior decidiera poner escoltas a sus líderes. Tras solicitarlo en varias ocasiones, el presidente de Vox, Santiago Abascal, y su número dos, Javier Ortega Smith, por fin pudieron contar con protección policial. Los técnicos del departamento dirigido por Fernando Grande-Marlaska tomaron la decisión el pasado febrero y encomendaron el servicio a un grupo de guardaespaldas, que permanecerá pegado a los dos personajes más expuestos de la formación al menos hasta que se celebren las elecciones generales del próximo 28 de abril.
Los 12 escaños que Vox obtuvo en los comicios autonómicos del pasado 2 de diciembre provocaron la reacción política inmediata del líder de Podemos, Pablo Iglesias, que comenzó su intervención posterior a hacerse públicos los resultados con una "alerta antifascista" y un llamamiento a tomar las calles para manifestarse contra el partido de Abascal, que días después culpó al dirigente morado de provocar con aquella apelación una oleada de ataques por parte de los sectores de izquierdas más radicales del país en cada uno de los actos que posteriormente organizó la formación.
El último episodio de altercados vividos por un evento de Vox tuvo lugar el pasado fin de semana, durante un mitin en Barcelona. "Detrás del escenario tengo a un matrimonio que viene de Terrassa y que ha sido agredido brutalmente por unos salvajes por ir con una bandera de España; a ella le dieron un puñetazo en la cabeza y a él trataron de romperle la rodilla", denunció Abascal, que señaló a la alcaldesa Ada Colau como culpable de estas agresiones por no ceder al partido el Palau Sant Jordi para celebrar el acto. "Nos echó a la calle y nos dejó a merced de los terroristas de Arran", afirmó.
En las proximidades, un grupo de radicales de los CDR convocó una manifestación alternativa y trató de acceder hasta el lugar donde se celebraba el acto de Vox. Los antidisturbios de los Mossos, sin embargo, les impidieron la entrada. Uno de los que fueron al mitin del partido fue agredido con una piedra que le rompió la nariz, momento que fue grabado por otra persona que le acompañaba. La marcha en contra fue preparada durante toda la semana anterior. En los foros independentistas, algunos llamaban a participar en lo que denominaron "manifestación antifascista" para "parar a Vox" y mostraban su intención de buscar el cuerpo a cuerpo. Los radicales lanzaron piedras, botellas, bolas de pintura y petardos contra los antidisturbios, que finalmente cargaron contra los violentos, que incluso llegaron a formar una barricada con vallas y contenedores a la que prendieron fuego.
Antes del acto de Barcelona, los miembros de la formación ya habían sentido en sus carnes los ataques de otros radicales tanto dentro de Cataluña como en otros puntos de España. De ahí que reclamaran insistentemente los escoltas que ya tienen sus dos principales líderes sin renunciar a un servicio puntual de vigilancia privada, que acude a actos esporádicos. Mossos y Policía Nacional ya valoran estos eventos de Vox, de hecho, como si de un partido de fútbol de alto riesgo se tratara. Los servicios de información de este último cuerpo analizan los mensajes en redes sociales y otros medios para evaluar el nivel de peligrosidad que encierra cada acto.
La cúpula de Vox está curada de espanto. A pesar de los escasos meses que la formación lleva en primera línea política, sus dirigentes ya han experimentado lo mejor y lo peor de tocar poder. Han sentido cómo los baños de masas masajeaban sus egos en cada acto que organizaba el partido por toda España y han sufrido ataques, amenazas y marchas en contra tanto en vivo como en las redes sociales.