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El 'homenaje' del terrorista de Nueva Zelanda al asesino de Carlos Palomino
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el autor de su muerte: josué estébanez

El 'homenaje' del terrorista de Nueva Zelanda al asesino de Carlos Palomino

El 11 de noviembre de 2007, el joven se subió al metro en la estación de Legazpi para no salir con vida de ella. A su asesino hoy le ha rendido culto uno de los terroristas de Nueva Zelanda

Foto: Imagen subida a Twitter de los cargadores de uno de los atacantes de las mezquitas en Nueva Zelanda. (Reuters)
Imagen subida a Twitter de los cargadores de uno de los atacantes de las mezquitas en Nueva Zelanda. (Reuters)

El 11 de noviembre de 2007, el joven Carlos Palomino se subió al metro en la estación de Legazpi para no salir con vida de ella. El soldado del Ejército de Tierra Josué Estébanez le apuñaló en el pecho. Había ocultado su navaja en la espalda, la sujetaba con la mano derecha. La había sacado cuando el tren entraba en la estación, vio algo. Palomino y Estébanez se miraron y el primero le dijo algo. Alzó la mano derecha. Visto y no visto. Hundió la hoja de 25 centímetros de la navaja en el corazón del joven de 16 años y le empujó fuera del vagón. Este viernes, Estébanez, escondido en un hueco de la historia de Madrid ha salido de su escondite, aunque no por voluntad propia. Brenton Tarrant, uno de los terroristas que han asesinado a al menos 49 personas en Nueva Zelanda este viernes, ha matado en su nombre.

El 'homenaje' a Estébanez puede leerse en uno de los cargadores con los que el pánico ha sido sembrado en la ciudad neozelandesa de Christchurch, además de varias fechas relacionadas con masacres y los nombres de otros tantos asesinos que cometieron crímenes racistas o de carácter ultraderechista. El presunto autor del ataque publicó en las redes sociales las imágenes del arma con la que ha cometido la masacre y que no han tardado en circular por los medios de comunicación.

placeholder Más 'homenajes' en el cartucho del terrorista. (Reuters)
Más 'homenajes' en el cartucho del terrorista. (Reuters)

Cuando murió Palomino tenía 16 años, era conocido en los ambientes antifascistas de Madrid, y en especial de Vallecas, por su relación con los bukaneros. Estébanez tenía 23 y era conocido en los círculos de neonazis, aunque nunca se identificó como tal en el juicio que lo condenó. Aseguró que se definía como un "patriota".

Aquel fatídico día el reloj de la cámara de seguridad del metro de Madrid marcaba las 12:56:21. El joven iba al mismo sitio que su asesino. A Usera. El soldado iba a una manifestación xenófoba que no había sido aprobada por la delegación del Gobierno. Palomino se dirigía allí para reventarla con otros antifascistas. La presencia policial era brutal aquella mañana en el barrio madrileño.

En las imágenes del circuito cerrado del suburbano madrileño se puede observar la premeditación con la que llevó a cabo el ataque. Cómo blande el arma sin dudar aún después de una puñalada que sería mortal, cómo se queda solo, mira por la ventana y hace el saludo nazi. Corre por el pasillo de un lado a otro, que se queda vacío conforme lo atraviesa. Apuñala a otro antifascista, que tuvo que ser operado aquel mismo día. Estébanez se zafa de los agentes de seguridad y aprovecha el polvo de un extintor que le lanzan para huir. Siempre con el arma en la mano.

Las cámaras grabaron también la evacuación del aún solo herido en una camilla del Samur rodeado de sus compañeros. Pero no llegó al hospital, murió en una carpa improvisada por los efectivos de emergencias en el Paseo Delicias.

Palomino se convirtió en un símbolo del antifascismo en la capital madrileña. Las manifestaciones se sucedieron aquel día como lo han hecho en el tiempo los grafitis en la ciudad recordando su memoria. El último homenaje, de Ahora Madrid. Una placa le conmemora en el lugar donde murió acompañado de la frase "Aquí fue asesinado el 11 de noviembre de 2007 Carlos Javier Palomino Muñoz a la edad de 16 años, luchador contra el fascismo y el racismo". Desde su muerte, al menos en cuatro ocasiones compañeros del joven han colocado placas en recuerdo de Carlos en la boca del metro de Legazpi, siendo todas saboteadas por grupos fascistas.

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Josué Estébanez nunca se identificó como un extremista de ultraderecha cuando tuvo que testificar en el juicio que lo condenó a 26 de prisión. Aquella era la primera vez que se incluía el agravante de motivos ideológicos en una sentencia. No saldrá de la prisión de Villabona, en Asturias, hasta 2033, o al menos aquello dictaminó su sentencia.

Tarrant, el autor de la masacre que ha matado en nombre de Estébanez y otros tantos radicales que cometieron crímenes racistas, se definía a sí mismo en un texto repleto de ideología radical y xenofobia como "blanco". Ha abatido a 41 personas en la mezquita de Al nur, en la ciudad neozelandesa. Todo mientras lo retransmitía en Facebook.

El 11 de noviembre de 2007, el joven Carlos Palomino se subió al metro en la estación de Legazpi para no salir con vida de ella. El soldado del Ejército de Tierra Josué Estébanez le apuñaló en el pecho. Había ocultado su navaja en la espalda, la sujetaba con la mano derecha. La había sacado cuando el tren entraba en la estación, vio algo. Palomino y Estébanez se miraron y el primero le dijo algo. Alzó la mano derecha. Visto y no visto. Hundió la hoja de 25 centímetros de la navaja en el corazón del joven de 16 años y le empujó fuera del vagón. Este viernes, Estébanez, escondido en un hueco de la historia de Madrid ha salido de su escondite, aunque no por voluntad propia. Brenton Tarrant, uno de los terroristas que han asesinado a al menos 49 personas en Nueva Zelanda este viernes, ha matado en su nombre.

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