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El nacionalismo vasco pierde a su carismático líder
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fallece xabier arzalluz a los 86 años

El nacionalismo vasco pierde a su carismático líder

Lideró con posturas radicales los designios del PNV de 1980 a 2004: sus controvertidos postulados y polémicas declaraciones se impusieron ante los importantes logros para el autogobierno vasco

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Hay un sinfín de salidas de tono, llamativos exabruptos, polémicos postulados y controvertidas declaraciones a lo largo de casi un cuarto de siglo al frente del PNV que dieron para negociar con Manuel Fraga, Felipe González, José María Aznar y hasta con ETA. La teoría sobre el ‘árbol y las nueces’, la exaltación de la "pureza y la supremacía" vascas, el RH negativo, su ambigüedad en torno a la banda terrorista —“no creemos que sea bueno para el País Vasco que ETA sea derrotada”, llegó a decir—, las proclamas independentistas aderezadas con insultos al Rey y continuos ataques a un Estado “opresor”… “Con él no hay término medio: o le amas o le odias”, coincidían en señalar durante largos años de batallas políticas varias voces de Sabin Etxea. El amor a Xabier Arzalluz (1932-2019) se lo profesaba el nacionalista vasco y el odio procedía del vasco no nacionalista y de fuera de las fronteras autonómicas.

Con su muerte a los 86 años de edad, el nacionalismo vasco pierde a su líder carismático, el hombre que lideró con mano de hierro y posturas radicales los designios del PNV desde 1980 hasta 2004, la figura más relevante desde la Transición hasta principios de siglo en el País Vasco, el político al que el autogobierno vasco le debe sus mayores logros. Ahí está para la historia esa fotografía del 30 de abril de 1996 de Arzalluz en la sede del PP de Génova sellando con un apretón de manos con un sonriente José María Aznar el acuerdo para posibilitar la investidura del líder popular como presidente del Gobierno, a cambio de un puñado de importantes concesiones al País Vasco, entre ellas mayor autonomía fiscal, ante la presencia de Mariano Rajoy e Iñaki Anasagasti. “He conseguido más en 14 días con Aznar que en 13 años con Felipe González”, celebró, abriendo las puertas a un posible entendimiento con el PP que pronto se cerró a cal y canto. El aliado Aznar se convirtió a las primeras de cambio a sus ojos en el enemigo del pueblo vasco.

Fue acusado de legitimar a ETA y de estar "cómodo" con su presencia: "No creemos que sea bueno para el País Vasco que ETA sea derrotada”, llegó a decir

Acostumbrado a provocar mucho ruido, Arzalluz se fue de la política y del PNV en silencio en 2004, a los 71 años, derrotado y frustrado por la nueva corriente ‘jeltzale’ de moderación y pragmatismo que representaba Josu Jon Imaz y que posteriormente han continuado el hoy lendakari, Iñigo Urkullu, y Andoni Ortuzar, actual presidente del partido. La derrota en el proceso interno para elegir a su sucesor del que era su delfín, Joseba Egibar, hoy todavía exponente del sector más soberanista del partido con su liderazgo en Guipúzcoa, le llevó a asumir que, después de más de tres décadas en el campo de batalla, era mejor retirarse a las trincheras y estar callado a decir públicamente lo que pensaba, sin pelos en la lengua, tal y como había actuado hasta entonces. Arzalluz cambió las intervenciones públicas por decisión propia —sus apariciones, muy medidas, han sido contadas desde entonces— por sus paseos más o menos anónimos por Bilbao y la soledad buscada del caserío familiar de Galdakao (Vizcaya).

Arzalluz abandonó la política en 2004 derrotado por la corriente de moderación y pragmatismo que se impuso en el partido tras no ganar su delfín, Egibar

Pero este tiempo de retiro público voluntario no le impidió mostrar su disconformidad con el camino de la moderación y de la relación de bilateralidad con el Estado emprendido por su partido. Nada que ver con su liderazgo o con la propuesta de ruptura soberanista institucional del lendakari Juan José Ibarretxe, que él mismo avaló e impulsó desde la arena política con gran vehemencia. “Como el Tribunal Constitucional acepte los recursos contra el Plan Ibarretxe y le dé la razón al Gobierno, aquí se ha acabado la democracia para nosotros y, por lo tanto, se han acabado las reglas del juego en las que entramos”, aseveró este firme defensor de la alianza entre los independentistas vascos al margen de las sustanciales diferencias del proyecto político de cada uno, no dudando en proclamar el rechazo del País Vasco a la Constitución: “Los nacionalistas no somos leales a la Constitución ni lo seremos, porque no es nuestra Constitución”.

Su vena independentista le llevó a asegurar que “en una Euskadi independiente los españoles serían tratados como se trata hoy a los alemanes en Mallorca”. Es una de las muchas perlas que contiene la trayectoria política de quien tenía en la cuestión de la raza una de sus fijaciones. “Yo no soy racista. Yo prefiero a un negro, negro, que hable euskera que a un blanco que lo ignore”, afirmó en 1994.

placeholder Pedro Sánchez y Xabier Arzalluz se saludan en 2015, en San Sebastián, durante el entierro del histórico socialista Txiki Benegas. (EFE)
Pedro Sánchez y Xabier Arzalluz se saludan en 2015, en San Sebastián, durante el entierro del histórico socialista Txiki Benegas. (EFE)

Perteneciente a una familia de amplia tradición carlista —su padre era conductor de autobuses y su madre costurera—, Arzalluz ingresó con 10 años en el seminario de Durango para iniciar un camino religioso que también emprendieron sus seis hermanos, todos mayores que él. Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras en Zaragoza, fue ordenado sacerdote en la Compañía de Jesús y estudió Teología en Fráncfort, donde aprendió alemán y se especializó en Derecho Político. Sin embargo, no tardó en desligarse de la vocación religiosa, ya que tan solo tres años después, en 1968, decidió colgar el hábito jesuita para poco después llevar sus designios por la vía política. Se afilió al PNV, que pronto vio en ese muchacho —de formación intelectual que había bebido de la democracia cristiana y de oratoria fácil, que trabajaba de abogado en Bilbao— un importante activo dentro de un partido que por entonces vivía en la clandestinidad bajo el liderazgo del histórico Juan de Ajuriaguerra.

Foto: Miembros del Gobierno participan en una manifestación masiva en Bilbao contra la banda terrorista ETA el 12 de julio de 1997. (Reuters) Opinión

Su carrera hacia lo más alto de la formación ‘jeltzale’ fue imparable. Tras la muerte de Franco, iniciada ya la Transición, Arzalluz lideró la candidatura del PNV por Guipúzcoa de cara a las elecciones generales de 1977, obteniendo un escaño en el Congreso, donde defendió la Ley de Amnistía o los derechos que le asistían al pueblo vasco para dotarse de un Estatuto de Autonomía con unas intervenciones que sorprendieron en la Cámara Baja por su fluidez de palabra y contenido. Dos años después, fue reelegido diputado ‘jeltzale’, formando parte de la Diputación Permanente y de diferentes comisiones —Asuntos Exteriores, Constitucional, Presidencia y Universidades e Investigación— y liderando la voz de la Minoría Vasca. No obstante, varios meses después renunció a su acta para dedicarse de lleno a la dirección del partido, primero como responsable en Vizcaya y poco después, en abril de 1980, como presidente del Euskadi Buru Batzar (EBB), el máximo órgano ejecutivo del PNV, en sustitución de Carlos Garaikoetxea, el primer lendakari del Gobierno vasco tras la aprobación del ansiado Estatuto de Gernika. De la defensa a ultranza de la norma institucional vasca desde la comisión mixta del Congreso, Arzalluz pasó con el transcurso del tiempo a defender posturas más radicales al frente del PNV, entre ellas la autodeterminación del País Vasco, Navarra y del País Vasco francés.

Nunca ejerció cargo público, convencido de que los logros para el País Vasco en pleno desarrollo estatutario se forjarían al frente del timón del partido. Así logró importantes réditos de los gobiernos de Felipe González y de José María Aznar, quien, dada la minoría en la que se encontraba para poder gobernar, tuvo que aceptar las elevadas exigencias de Arzalluz, que se llevó de la sede de Génova el traspaso de relevantes competencias y un fortalecimiento del concierto económico bajo el zurrón. Por entonces, sus peticiones alcanzaban reivindicaciones que a día de hoy sigue reclamando el PNV, como la transferencia de la Seguridad Social o la gestión de los puertos y aeropuertos.

placeholder Arzalluz saluda a los medios a su salida de la Audiencia Nacional tras declarar en 2008 ante el juez Baltasar Garzón en relación con la investigación contra el aparato de extorsión de ETA. (EFE)
Arzalluz saluda a los medios a su salida de la Audiencia Nacional tras declarar en 2008 ante el juez Baltasar Garzón en relación con la investigación contra el aparato de extorsión de ETA. (EFE)

Las negociaciones también se dieron con la cúpula de ETA político-militar, que quería arrancar al PNV un compromiso a favor de la autodeterminación del pueblo vasco de cara a abordar un hipotético abandono de las armas. Sus encuentros con la banda terrorista, su ambigua postura en determinadas ocasiones ante la violencia etarra —“nosotros no somos violentos, ni siquiera ETA; la violencia viene de la derecha”, afirmó entre otras polémicas declaraciones— o su permanente apoyo a los presos etarras, que “matan por un ideal político”, derivaron en acusaciones de “legitimar” a los terroristas y de estar “más cómodo” con ETA activa que con las armas silenciadas.

Firme defensor de la cabida del derecho de autodeterminación en la Constitución, Arzalluz apostó de forma decidida en 1998 —dos años después de su acuerdo con Aznar— por la senda soberanista con la firma del Pacto de Estella con Herri Batasuna, para abordar la “construcción nacional de Euskadi”, enterrado apenas unos meses antes el histórico Pacto de Ajuria Enea, que se había alcanzado una década antes con el PSE, Euskadiko Ezkerra (EE), Alianza Popular y CDS para hacer un frente común ante ETA y su brazo político. Este acuerdo soberanista motivó una tregua de ETA que rompió un año después al acusar al PNV de no haber apostado por la senda independentista. Pese a ello, Arzalluz siguió defendiendo la vigencia de esta suma de fuerzas soberanistas.

Dentro del partido hay quien sitúa a Arzalluz, por su "valía y determinación", al nivel del lendakari José Antonio Aguirre o incluso de Sabino Arana

Casado y padre de tres hijos, el líder carismático del PNV durante la democracia siempre estuvo a gusto con la controversia. Sabía moverse en este terreno y en numerosas ocasiones proporcionaba titulares que le garantizaban un espacio preferente en todos los medios de comunicación y en las tertulias políticas. Pero estas portadas se acabaron a partir de 2004 con su abandono de la política en pleno triunfo de la corriente moderada en el partido. Entonces optó por retirarse en silencio, por alejarse del partido, a cuyos actos ha acudido en contadas ocasiones, si bien ha procurado no perderse la celebración del Alderdi Eguna (Día del Partido) en las campas de Foronda de Vitoria siempre que la salud se lo ha permitido. En 2013 sufrió un ictus, pero esto no le impidió conservar su memoria, oratoria y lucidez, según dejaron constancia quienes le conocían. De hecho, Arzalluz, aunque retirado, ha sido siempre un referente obligado para el nacionalismo a la hora de abordar la 'cuestión vasca', a pesar de que en sus últimas contadas intervenciones vino a lamentar la actual estrategia de la formación ‘jeltzale’ frente a un proceso catalán al que siempre ha respaldado en su desafío contra el Estado. Dentro del partido hay quien sitúa a Arzalluz, por su “valía” y “determinación”, al nivel del primer lendakari, José Antonio Aguirre, o incluso del propio Sabino Arana.

"Ha fallecido Xabier Arzalluz. Nos deja una persona, un 'jeltzale' y un 'abertzale' ejemplar. Un día de máxima tristeza para su familia, sus amigos y sus compañeros en el PNV, a quienes acompañamos en el dolor. Descanse en paz", ha informado su partido a través de las redes sociales en su primer mensaje de despedida al que fuera su carismático líder.

Hay un sinfín de salidas de tono, llamativos exabruptos, polémicos postulados y controvertidas declaraciones a lo largo de casi un cuarto de siglo al frente del PNV que dieron para negociar con Manuel Fraga, Felipe González, José María Aznar y hasta con ETA. La teoría sobre el ‘árbol y las nueces’, la exaltación de la "pureza y la supremacía" vascas, el RH negativo, su ambigüedad en torno a la banda terrorista —“no creemos que sea bueno para el País Vasco que ETA sea derrotada”, llegó a decir—, las proclamas independentistas aderezadas con insultos al Rey y continuos ataques a un Estado “opresor”… “Con él no hay término medio: o le amas o le odias”, coincidían en señalar durante largos años de batallas políticas varias voces de Sabin Etxea. El amor a Xabier Arzalluz (1932-2019) se lo profesaba el nacionalista vasco y el odio procedía del vasco no nacionalista y de fuera de las fronteras autonómicas.

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