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"¿Facha? ¿Por qué? Me harta que a la gente le dé vergüenza decir la verdad"
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entrevista a alfonso guerra

"¿Facha? ¿Por qué? Me harta que a la gente le dé vergüenza decir la verdad"

"Lo más repugnante que se puede hacer en política es romper una Constitución. ¿Qué es esto de llamar facha a quien condena un Golpe de Estado? Ya está bien"

Cuando los socialistas ganaron las elecciones en 1982, Alfonso Guerra ya disfrutaba del respeto de los poderosos, que es el miedo. Manuel Vicent escribió al poco un perfil suyo en el que decía que era "un buen chico, con la mala leche de los flacos". Desde entonces hasta ahora, no es la mala leche lo único que conserva, aunque le sigue saliendo en muchas respuestas, cuando sonríe y enseña los dientes como el niño que acaba de hacer una travesura. Por encima de eso, que son rasgos del carácter, Alfonso Guerra González (Sevilla, mayo de 1940) sigue cumpliendo el papel con el que mejor se identifica él mismo, el de decir las cosas como las piensa, con independencia de que puedan causar un efecto u otro porque, a lo mejor, él persigue los dos. Antes era solo el azote de la derecha, que todavía conserva con latigazos como "la derecha soporta mal la pérdida del poder porque, como se sabe, considera que le corresponde por derecho natural", y con los tiempos que corren se ha convertido también en azote de los intelectuales españoles, de los independentistas y de su propio partido, el PSOE. Su último libro, 'La España en la que creo' (La Esfera de los Libros) es un compendio de todo.

PREGUNTA - Empecemos hablando de su libro, pero no del que acaba de presentar, sino del que escribió hace casi 20 años, en 1997, pocos años después de su salida del Gobierno. Se llamaba 'La democracia herida'. ¿Qué ha cambiado, vamos a peor?

RESPUESTA - A este libro de ahora le podría haber puesto el mismo título, pero sí, las cosas están peor porque el capitalismo ha cambiado el centro de gravedad de su actuación, antes era la producción y ahora son las finanzas. La consecuencia es una reducción de los derechos laborales, menos salario, más temporalidad… Lo que genera todo eso es malestar social y desconcierto político.

"No creo que se vaya a repetir lo del 36, pero que existe el riesgo es evidente y está muy vinculado al intento de fragmentar la nación"

P.- Exactamente lo que usted pronosticó entonces fue "una sensación de marginación de la vida y de la participación política y eso representa un peligro para la convivencia democrática". Eso lo decía entonces a la vez que censuraba la propagación del 'pensamiento único'.

R.- La existencia hoy de movimientos autoritarios, populistas y totalitarios es el producto de todo aquello que yo describía hace veinte años. Ha ocurrido, además, que las instituciones han seguido ese camino, como tras la crisis económica que surge en Estados Unidos en 2007. Como respuesta, la Unión Europea toma una decisión profundamente equivocada: reducción del gasto y del déficit, con lo que han entregado las llaves de la economía europea a las agencias de calificación norteamericanas. Todo el mal que estamos padeciendo viene de ahí. El mundo que conocíamos antes de ayer se ha ido a pique, desde el punto de vista de los derechos, de la economía, y lo peor es que se asume como algo natural. Hay que rebelarse contra eso con inteligencia, no con demagogia y populismo, como está ocurriendo en toda Europa. Ahí está Vox, un movimiento populista reaccionario de extrema derecha; se les ve hasta en las formas que intentan resucitar el pasado. Dentro de unos años, veremos en Alemania fotografías gigantescas de Hitler, en Italia, de Mussolini, en Rusia de Stalin y en España, de Franco.

placeholder Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)
Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)

P.- La polarización hacia los extremos que se está produciendo en todo el mundo, ¿es más preocupante en un país como España? Quiero decir que ahí está la Guerra Civil y nadie pensaba entonces que fuera a pasar lo que pasó…

R.- En España tenemos una historia muy fuerte de intransigencia, sí. Y es verdad además, que, en todas las catástrofes derivadas de situaciones de intransigencia política, nadie pensaba en el desastre tan solo quince días antes. Por eso, no hay que conformarse, no hay que despreocuparse porque veamos los cines y los bares llenos. Cuando estalla un enfrentamiento, se propaga a una velocidad de vértigo. El 36 fue un ejemplo de esto que digo. ¿Se va a repetir? Hombre, yo no creo, pero que existe el riesgo es evidente; riesgo de que vuelva la intransigencia y de que haya algunos que estén dispuestos a 'calentar'. Todo esto está muy vinculado al intento de fragmentar la nación; hay mucha gente en España muy enfadada con eso.

"¿Quién dice que yo haya sido sectario? He sacado siempre el máximo de respaldo en las elecciones. Y nunca llamé a Suárez 'tahúr del Mississippi'"

P.- ¿A usted le da la sensación de que en España hay escaso compromiso de las elites culturales e intelectuales con los problemas que existen? Demasiado silencio y equidistancia.

R.- Lo describe usted bien. En la República, cuando se vio el peligro, se creó una Asociación de Intelectuales en defensa de la República, y creo que ahora, en este momento, deberían hacer una igual en defensa de la Constitución. Que hablen, sí, que hablen, y que le expliquen a la gente que esta Constitución ha sido la obra más importante de los demócratas españoles en dos siglos, XIX y XX.

placeholder Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)
Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)

P.- Cuando se refiere usted a la Constitución, habla de la "elite política" española, sin distinciones, y denuncia que defiende poco y divulga poco los valores constitucionales. Pero quizá no es un problema de ahora: ¿No le parece que eso sí es uno de los defectos que se arrastran desde la Transición?

R.- Bueno, nosotros sí lo hicimos. Fíjese que la Constitución la aprobó el 90% de los diputados, el 90% de los senadores y casi el 90% de los ciudadanos. Entonces había una gran pasión por la Constitución que se ha ido enfriando. Hubo un intento de crear una asignatura de Educación para la Ciudadanía, pero los conservadores acabaron con ella porque decían que era adoctrinamiento. Sin embargo, era muy necesaria, para enseñar en los colegios los valores constitucionales, y sigue siéndolo. Sobre todo en España, que es un país que se quiere poco, que se quiere poco a sí mismo. Es un país un poco autodestructivo.

"El mundo que conocíamos se ha ido a pique. En unos años, veremos en Alemania fotos de Hitler; en Italia, de Mussolini y en España, de Franco"

P.- ¿Sabe qué pasa? Pues que en España se concibe la política de tal forma, con tanto sectarismo, tal cainismo, que es imposible alcanzar acuerdos de Estado como, por ejemplo, en educación. Y en eso, me va a perdonar, a usted se le ve como un precursor. ¿Se acuerda de lo de 'tahúr del Mississippi' a Suárez?

R.- ¿Quién dice que yo haya sido sectario? He sacado siempre el máximo de respaldo de todas las provincias cuando me he presentado a unas elecciones. Además, yo nunca llamé a Adolfo Suárez 'tahúr del Mississippi' y lo he explicado ya cien veces… Por lo demás, en el libro verá usted que la intolerancia con el discrepante viene de antiguo, desde Teodosio en el Imperio Romano. En España, caló especialmente y no se da solo en la política: ahí está Goya, que nos pintó a los españoles dándose garrotazos, con las piernas hundidas en el fango, para que ninguno pudiera escaparse. Los pintó Goya y eran españoles, no eran políticos. Todo eso se quebró en la Transición, entonces sí se alcanzaron grandes acuerdos, como la Constitución, y eran peores momentos que los actuales. Lo que pasa es que ahora la 'élite política' no está dispuesta a alcanzarlos, le tiene aversión al pacto, creen que ceder es entregarse.

P.- -Pues verá, yo siempre he pensado que los grandes consensos de la Transición fueron posibles por miedo a la involución, no por otra cosa…

R.- Lo que teníamos claro es que no podía repetirse lo que ocurrió en los años 30, España no podía volver a ser nunca más una tumba de dolor. Igual es que tenemos que volver a decir lo mismo que en el 78, que no se puede jugar con fuego, que no, que no; que España no puede volver al cainismo, que hay que progresar, que tenemos que salir de este momento de incertidumbre y desconcierto.

"Jurídicamente, el Golpe de Estado de Tejero y el de Cataluña son la misma cosa"

P.- Explíqueme por qué la izquierda española le tiene aversión a la bandera. Porque también eso influye en que, como dice usted, España se quiera poco a sí misma.

R.- A ver, si eso le ocurre a alguien de mi generación, yo lo puedo entender porque en el colegio nos obligaban a cantar canciones de la España de Franco, pero que les ocurra ahora a los jóvenes no puedo entenderlo. ¿Que no quieran a su país, a su patria? Les da cosa hablar de España... ¡Habrá que ser tonto para referirse al país de uno como "Estado español" con tal de no pronunciar la palabra España! Y hay otra cosa muy curiosa: los españoles de cada comunidad, hablan maravillas de la historia de su autonomía, todos son héroes, pero de España, no; de España, nada. Es algo absolutamente infantil, como si España no fuera la construcción de todos ellos, como si España la hubieran hecho los fantasmas.

P.-Usted nunca fue autonomista, ¿no? Quiero decir que yo lo encuadro más en la arraigada tradición jacobina del socialismo español. ¿El gran error de las autonomías ha sido el descontrol de la educación?

R.- Se puede ser jacobino y se puede ser autonomista, porque se entiende erróneamente que ser jacobino es defender un Estado central, centralizado. Yo tengo gotas de sangre jacobina, como Antonio Machado, pero tengo litros de sangre autonomista porque yo he hecho el Título Octavo de la Constitución. Mire, el mayor éxito de la Constitución es el Título Octavo y, además, es el mayor fracaso. Las dos cosas. La España de las autonomías se ha construido a una gran velocidad; hoy todo el mundo cree en ese modelo y nadie se imagina que no pudiera existir. Sin embargo, ese éxito nos ha conducido al fracaso del independentismo. Al margen de eso, el gran error en todo este proceso fue que el Tribunal Constitucional anulase gran parte de la Ley de Armonización del Proceso Autonómico (Loapa) porque eso permitió que cada uno, en su autonomía, hiciera lo que quisiera.

"Cuando Pujol, el redentor, se subió al balcón de la Generalitat a decir 'solo nosotros podemos hablar de ética', ya tenía el dinero en Andorra"

P.- ¿Qué ha sido peor eso o que los partidos bisagra hayan sido nacionalistas vascos y catalanes, lo cual obligaba a cesiones continuas?

R.- Yo no era partidario de que los partidos bisagra fueran nacionalistas, porque no colaboran con la gobernación, van al 'qué hay de lo mío', por eso intenté ayudar al CDS de Adolfo Suárez, pero nadie quiso apoyar mi tesis. Hay quien critica la Ley Electoral, pero yo no estoy de acuerdo; no es verdad que los nacionalistas estén primados. Otra cosa es, como se intentó en la República, que los partidos regionalistas estuvieran representados solo en el Senado. Pero no se hizo, entraron en el Congreso, en la Cámara baja, y el problema ya era sacarlos de ahí. Si no los hubieran metido, las cosas habrían sido de otra manera.

P.- Hay cosas que dice en el libro que me asombran. Por ejemplo, "el hecho de que la Constitución hable del 'castellano' y no lo denomine 'español', que es como se conoce en todo el mundo, fue un intento prematuro de restringir el uso de la lengua común en España". A ver, señor Guerra, que usted estaba allí…

R.- Sí, yo estaba allí, y quería que se llamara español, pero se trataba de llegar a un acuerdo entre todos. Eso se discutió muchísimo, muchísimo, y yo estaba en contra, pero tuve que ceder.

placeholder Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)
Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)

P.- Al hablar del crecimiento del independentismo en Cataluña, se dice que ha faltado un relato atractivo y amable de España. ¿Usted se reconoce en esa crítica, como gobernante que ha sido?

R.- Es que yo no sé a qué se refieren, no lo sé… Pero es que, además, vamos a ver, que aquí lo que ha pasado es que un partido político, nacionalista catalán, que proclamó en las Cortes que jamás sería independentista, que eran autonomistas, llega un momento en el que dice, ahora no, ahora somos separatistas. ¿Qué ha pasado? Pues que creyeron que la única forma de salvarse de los casos de corrupción que se les venían encima era teniendo el poder absoluto. Cuando Pujol, el gran patriarca del nacionalismo, el redentor, se subió al balcón de la Generalitat a decir "ahora, cuando se hable de ética, no podrán hablar, solo nosotros"; cuando decía eso, ya tenía el dinero en Andorra.

"El nacionalismo catalán dijo en el Congreso que nunca serían independentistas ni separatistas. Y les creímos. ¿Fuimos unos pardillos? Probablemente"

P.- Usted estaba en el Congreso cuando, en el debate sobre el derecho de autodeterminación, que defendió Francisco Letamendia, de Euskadiko Ezkerra, el 22 de julio de 1978, la minoría catalana, sorprendentemente, se abstuvo a pesar de que hasta el PNV votó en contra. Y dijeron en la tribuna: "Pueden confiar en nosotros".

R.- Claro que estaba, y dijeron eso, que se podía 'confiar en ellos, que ya se habían autodeterminado con esta Constitución, que nunca serían independentistas ni separatistas'. 'Confíen en nosotros, que creemos en esta España democrática'… Lo dijeron, sí, y les creímos. ¿Fuimos unos pardillos? Probablemente. Porque no era verdad.

P.- Pues no era la primera vez que ocurría. ¿La historia del nacionalismo catalán es la historia de una deslealtad?

R.- Yo creo que sí. Como mínimo, en Cataluña ha habido tres intentos de Golpe de Estado: 1931, 1934 y 2017. ¿Y dicen algunos que exageramos cuando se condena lo sucedido? Hombre… Deberíamos aprender, porque siempre es lo mismo y siempre basado en una gran mentira. Que si la Guerra de Sucesión o la propia Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña, o eso de que 'España nos roba', cuando los que estaban robando eran ellos. Ya está bien, demasiado se ha confiado… Ya está bien de este espectáculo hilarante de políticos haciendo cola para pedir el indulto de unos señores que no han sido ni juzgados ni condenados. Es que no puede ser… Hay que tener las cosas claras, y hay mucha gente que no las tiene.

"Hay tantas decisiones que se toman ahora en el PSOE que son tan distintas de las que se adoptaban antes, que hace pensar que este ya es otro PSOE"

P.- ¿El Gobierno de Pedro Sánchez ha llegado demasiado lejos en su intento de encontrar una vía de diálogo con el independentismo de Cataluña?

R.- El diálogo es una palabra muy bonita, qué duda cabe, pero, oiga, o usted se apea de la posición en la que está, o el diálogo no es posible. ¿Qué es eso de que se organicen actos oficiales y se diga, 'pero no invitamos al jefe del Estado'? ¿Cómo? ¿Y ya está? ¿Y nadie dice nada, ni el Gobierno, ni la prensa, ni los intelectuales…? Dígame un solo país del mundo en el que el jefe del Estado no puede ir a un acto y se tiene que ir a un restaurante. Eso no se puede tolerar, hombre, no es posible.

P.- En su libro, menciona los embates que ha sufrido la Constitución y menciona el Golpe de Estado de Tejero y, a continuación, "el perpetrado por el nacionalismo catalán". ¿Lo ve así, como algo equiparable?

R.- Jurídicamente, es la misma cosa. Tejero dijo, 'la Constitución no vale' y los independentistas han dicho lo mismo. Jurídicamente, no hay ninguna diferencia. Lo que pasa es que hay gente que no quiere aceptarlo, porque les duele aceptar la realidad. Es lo mismo. ¿Que no le gusta a usted? Pues tómese una pastilla, tómese un Okal.

P.- Le advierto que le van a llamar facha por hablar así.

R.- ¿Qué me van a llamar facha? ¿Facha por qué? Pero, a ver, si estoy condenando el Golpe de Estado de los fachas el 23 de febrero… Ya está bien de la gente que le da vergüenza decir la verdad. Lo más repugnante que se puede hacer en política es romper una Constitución. ¿Qué es eso de hacer distinciones, qué es esto de llamar facha a quien condena un Golpe de Estado? Ya está bien.

"Ya basta de este espectáculo hilarante de políticos haciendo cola para pedir el indulto de unos señores que no han sido ni juzgados ni condenados"

P.- Un año después, Junqueras afirma que volvería a hacer lo mismo. ¿Le encuentra alguna salida? ¿Paciencia quizá?

R.- Paciencia, inteligencia y tenacidad. Ya le digo yo que el independentismo bajaría sensiblemente si se deja de adoctrinar en los colegios, si se impide que el soberanismo siga financiándose y si los medios de comunicación, públicos y privados, juegan limpiamente. ¿Y qué líder político tiene hoy paciencia, inteligencia y tenacidad? Ahí está el problema, ¿quién la tiene?

Foto: Un cartel con el rostro del exvicepresidente de la Generalitta Oriol Junqueras. (EFE)

P.- En su nuevo libro, define usted el buenismo como una práctica política que sacrifica la verdad en aras de la apariencia. ¿Le importaría decirme qué líder político considera usted como referente del buenismo?

R.- Todos son buenistas. Se rigen todos por la ley de lo políticamente correcto, y eso está reñido con la sinceridad.

P.- No es usted de los socialistas que confiaban en Pedro Sánchez como líder y ha llegado al extremo de decir que este no es el nuevo PSOE, que este es otro PSOE. ¿No se siente representado?

R.- Cómo no me voy a sentir representado; el PSOE es mi partido, tanto como lo es del secretario general de un pueblo. Pero es otro PSOE… Hay tantas decisiones que se toman, buenas o malas, que son tan distintas de las que se adoptaban antes, que hace pensar eso. Bueno, lo dicen sus dirigentes, 'este es un nuevo PSOE'. Pues ya están reconociendo que es otro PSOE.

placeholder Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)
Alfonso Guerra. (Foto: Enrique Villarino)

P.- Hoy Sánchez es el político mejor valorado de España y el PSOE va en cabeza en los sondeos. Lo dice el CIS, un antiguo colaborador suyo, José Feliz Tezanos. ¿Usted se lo cree? Ya sabe que critican mucho a Tezanos…

R.- Mire, en 1972, me miraban como si estuviera loco cuando creé un instituto de técnicas electorales, porque en España no había elecciones. Sigo siendo un aficionado, hay catedráticos, pero a mí un sondeo no me dice nada. Interesa la tendencia. Como ahora en el CIS dicen que han cambiado de método, ya no se puede establecer una comparación con lo anterior porque ha cambiado el procedimiento. En consecuencia, tengo dudas. Lo que me dice mi intuición es que el próximo Parlamento va a estar tan fragmentado como el actual.

Foto: Pablo Casado (PP), Pedro Sánchez (PSOE), Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Cs). Montaje: (EC)

P.- Ya que he tenido la oportunidad de hacerle la entrevista, permítame terminar con algunas de las frases que se le atribuyen y que, en muchos casos, pueden ser falsas. Dígame solo si son suyas o no: "El que se mueva no sale en la foto".

R.- No es mía, es de Fidel Velázquez, un sindicalista mexicano. Yo nunca lo he dicho, pero se ha llegado a publicar en México un artículo del decano de la Facultad de Información en el que culpaba a Fidel Velázquez de haberme copiado la frase. ¡Es el colmo! Pobrecito…

P.- "Montesquieu ha muerto".

R.- Jamás lo he dicho. En una reunión con periodistas, me dijeron que qué pasaría si el Tribunal Constitucional condenaba a una mujer que abortase. Y yo contesté que tendríamos que indultarla. 'Pero desde Montesquieu existe separación de poderes', me dijeron y yo les repliqué que cuando Montesquieu se murió no existía el Tribunal Constitucional.

P.- "El día que nos vayamos del poder, a España no la va a conocer ni la madre que la parió".

R.- Esa es mía. Y muy buena. Además, se cumplió.

P.- "En política, la única posibilidad de ser honesto es siendo aficionado".

R.- No sé si lo dije así, pero lo creo.

"La élite política de la actualidad no está dispuesta a llegar a acuerdos, le tiene aversión al pacto, piensan que ceder es entregarse"

P.- ¿No se puede ser honesto? Oiga, que usted es político.

R.- Sí, pero yo nunca he sido profesional, yo siempre he sido aficionado. Yo no tengo vocación política. Yo entré en política porque quería hacer poesía y teatro y me lo prohibían. Había que luchar contra eso. Me quise ir en 1977, y no me dejaron; me quise ir en 1982, y no me dejaron… No es mi vocación.

P.- "No descansaré hasta que el médico lleve alpargatas".

R.- Jamás. Esa es una estupidez obscena de algún gamberro que habría que meter en la cárcel. La persona que me ha atribuido eso debe ser abominable.

Cuando los socialistas ganaron las elecciones en 1982, Alfonso Guerra ya disfrutaba del respeto de los poderosos, que es el miedo. Manuel Vicent escribió al poco un perfil suyo en el que decía que era "un buen chico, con la mala leche de los flacos". Desde entonces hasta ahora, no es la mala leche lo único que conserva, aunque le sigue saliendo en muchas respuestas, cuando sonríe y enseña los dientes como el niño que acaba de hacer una travesura. Por encima de eso, que son rasgos del carácter, Alfonso Guerra González (Sevilla, mayo de 1940) sigue cumpliendo el papel con el que mejor se identifica él mismo, el de decir las cosas como las piensa, con independencia de que puedan causar un efecto u otro porque, a lo mejor, él persigue los dos. Antes era solo el azote de la derecha, que todavía conserva con latigazos como "la derecha soporta mal la pérdida del poder porque, como se sabe, considera que le corresponde por derecho natural", y con los tiempos que corren se ha convertido también en azote de los intelectuales españoles, de los independentistas y de su propio partido, el PSOE. Su último libro, 'La España en la que creo' (La Esfera de los Libros) es un compendio de todo.

Alfonso Guerra
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