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Laura propinó una patada en las costillas a Bernardo antes de que él la violara y matara
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montoya acudió días después al centro de salud

Laura propinó una patada en las costillas a Bernardo antes de que él la violara y matara

La chica murió la misma noche del 12 de diciembre tras intentar defenderse del hombre que la había raptado al salir del supermercado y la había llevado a su casa

Foto: Efectivos de la Guardia Civil colocan una mampara para inspeccionar la vivienda de Bernardo Montoya. (EFE)
Efectivos de la Guardia Civil colocan una mampara para inspeccionar la vivienda de Bernardo Montoya. (EFE)

Los investigadores sospecharon desde el primer momento que Bernardo Montoya estaba implicado de algún modo en la desaparición de Laura Luelmo, la joven profesora de 26 años asesinada en El Campillo. Era un sospechoso "con mayúsculas", aseguró este miércoles el coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva, Ezequiel Romero, quien ha detallado que ya el pasado 14 de diciembre, dos días después de que se produjeran los hechos, una patrulla del instituto armado estacionada en la casa donde residía la joven vio a un vecino "que salía de su casa con unos objetos" -eran una manta y una canasta-. Los agentes identificaron al hombre. Era Bernardo Montoya y los servicios centrales de la Guardia Civil indicaban que tenía antecedentes, por lo que los funcionarios decidieron interrogarle. Sin embargo, él negó todo. Aseguró que no había visto nunca a Laura ni sabía que vivía en El Campillo.

Un día antes, el padre de Laura había interpuesto la denuncia que había iniciado la investigación. En ella, confirmó a las autoridades que Laura tenía pareja y que la chica le había enviado un whatsapp el 12 de diciembre a las 16.44 horas en el que le decía que estaba valorando la posibilidad de salir a andar, pero que hacía viento y que por eso estaba dudando. La chica "no corría por prescripción médica, pero sí andaba" para hacer ejercicio, ha matizado el coronel jefe Romero. Tras el mensaje, finalmente, Laura sí salió a la calle. Según sus familiares, añadió el responsable de la Comandancia de Huelva, ella "solía tener miedo de alejarse de la zonas pobladas".

Foto: Bernardo Montoya, el principal sospechoso del asesinato de Laura Luelmo.
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Según describieron Romero y el teniente coronel Jesús García, responsable de la Unidad Central Operativa que investigó el caso de Diana Quer, la hipótesis más probable es que aquella tarde del 12 de diciembre la joven zamorana de El Campillo fuera abordada por Montoya tras regresar del supermercado, donde finalmente se habría limitado la chica a ir con motivo del mal tiempo. Así lo confirmaría el propio testimonio del sospechoso, que confesó que la esperó a las puertas de la tienda y ahí la abordó, así como el ticket de compra encontrado en casa de él que marca las 17.20 horas y que describe que Laura adquirió media docena de huevos, dos botellas de agua y una bolsa de patatas que podría haberse comido el propio Bernardo.

Tras cogerla a la fuerza, según el mismo relato del detenido, la metió en el maletero de su vehículo y la llevó a su casa. La bajó, le ató las manos con una cuerda, le puso una cinta en la boca y la dejó en el suelo. Luego, consideran los investigadores como principal hipótesis, reparó en que se había dejado un brasero en la puerta y que algún vecino podría llamar para comunicárselo, por lo que regresó a la puerta de la vivienda para recogerlo. A su vuelta, Laura se había puesto de pie y le propinó una patada en el costado, dato que los investigadores contrastan con el hecho de que Bernardo iría días después al centro de salud para tratarse de una dolencia en la misma zona.

El golpe, entienden los responsables de la Guardia Civil, pudo enojar al sospechoso, que arrojó a su víctima al suelo con fuerza. El golpe debió ser fuerte y, aunque aún no hay confirmación por parte del forense, pudo ser decisivo para el fatal fin de la joven. A partir de ahí, de hecho, según reveló el propio arrestado, Montoya se asustó y volvió a introducir el cuerpo de Laura en el maletero. Según él, la chica seguía viva, aunque los investigadores consideran que efectivamente lo más probable es que muriera aquella noche, entienden que será la autopsia definitiva la que afine la hora exacta del fallecimiento. Basan sus afirmaciones en que en aquel inmueble encontraron restos de sangre tanto de Montoya como de Laura en la fregona utilizada por el dueño para eliminar pruebas y en otros lugares.

Los investigadores están seguros de que la víctima fue agredida sexualmente, aunque no de qué tipo de agresión sufrió. Sí están más convencidos de que el lugar donde se halló el cadáver, situado en el campo a entre cinco y diez kilómetros de la población, no fue donde murió. "Allí no tuvo sufrimiento consciente, porque la posición de sus piernas no lo indicaba así", describió Romero, quien explicó asimismo que la joven fue encontrada desnuda de cintura para abajo y con la cara tapada. También creen que tampoco fue agredida en la casa del sospechoso, porque pasó muy poco tiempo en ella.

Los investigadores sospecharon desde el primer momento que Bernardo Montoya estaba implicado de algún modo en la desaparición de Laura Luelmo, la joven profesora de 26 años asesinada en El Campillo. Era un sospechoso "con mayúsculas", aseguró este miércoles el coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva, Ezequiel Romero, quien ha detallado que ya el pasado 14 de diciembre, dos días después de que se produjeran los hechos, una patrulla del instituto armado estacionada en la casa donde residía la joven vio a un vecino "que salía de su casa con unos objetos" -eran una manta y una canasta-. Los agentes identificaron al hombre. Era Bernardo Montoya y los servicios centrales de la Guardia Civil indicaban que tenía antecedentes, por lo que los funcionarios decidieron interrogarle. Sin embargo, él negó todo. Aseguró que no había visto nunca a Laura ni sabía que vivía en El Campillo.

Laura Luelmo Guardia Civil