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Liberada una mujer que fue secuestrada un mes con su hija por el 'Príncipe de la Corrala'
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ambas están en buen estado

Liberada una mujer que fue secuestrada un mes con su hija por el 'Príncipe de la Corrala'

Su marido las llevó a pasar unos días a casa de un amigo que resultó ser un violento delincuente que las encerró como prenda hasta que el hombre saldara la deuda que tenía con él

Foto: El secuestro tuvo lugar en un piso de la calle Luis de Hoyos del barrio de Moratalaz, junto a las dependencias de la Policía Municipal. (EC)
El secuestro tuvo lugar en un piso de la calle Luis de Hoyos del barrio de Moratalaz, junto a las dependencias de la Policía Municipal. (EC)

María vivía con su hija de tres años en Murcia. Hacía tiempo que no compartía techo con su marido, pero la relación entre ambos no era mala. De hecho, Lucas le propuso un día irse de viaje los tres juntos a pasar unos días en casa de un amigo que él tenía en Madrid y la mujer aceptó. Primero se marchó él. Tres días más tarde, se trasladaron en autobús ella y su hija. Cuando ambas llegaron a la capital de España, su esposo las esperaba en la estación junto al mencionado colega, que se presentó a la mujer como Manuel el Lolo. Los cuatro fueron al 'parking' y se metieron en un coche. El anfitrión se puso al volante y condujo al grupo hasta el madrileño barrio de Moratalaz. Al llegar, todos se bajaron.

María y la niña entraron entonces en la que sería su nueva 'casa' durante el siguiente mes, un bajo situado en la calle Luis de Hoyos Sainz. Allí vivía también una chica de 16 años que, según entendió María, era la pareja del Lolo. Tras instalarse, cenar y dormir, comenzó una extraña rutina que se fue complicando conforme avanzaban los días. Lucas traía "grandes cantidades de dinero" prácticamente cada jornada y se las entregaba a su mujer, según explicó ella misma el pasado 10 de diciembre a los agentes de la Policía Nacional que le salvaron la vida. Ante este misterioso comportamiento, continuó, María le preguntó a su esposo que de dónde procedían esos desmesurados ingresos, pues no era habitual que sus bolsillos llegaran llenos a casa. Él le confesó en ese momento que llevaba ya varios días estafando a gente para conseguir dinero y enviárselo a las dos.

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En concreto, Lucas explicó que trabajaba para Manuel el Lolo, que era quien —según fuentes policiales— le indicaba a quién timar. Precisó que, casi todos los días, el hombre cerraba citas con vendedores de coches de segunda mano, alcanzaba un acuerdo con ellos por un vehículo pero aplazaba el pago 24 horas. El abono, sin embargo, no se ingresaba nunca en la cuenta del propietario, que tampoco podía ponerse en contacto con el comprador porque este había dado datos falsos. Inmediatamente, además, el estafador vendía el automóvil a un tercero, con lo que la pista se perdía aún más. Tras escuchar el relato, la mujer le dijo a su marido que no merecía la pena actuar de ese modo y le pidió que dejara de hacerlo. Él la hizo caso y así se lo transmitió al Lolo, que no recibió la decisión de su huésped precisamente con una sonrisa.

Manuel Mohamed Rodríguez Mniri —su verdadero nombre— insistió a Lucas para que volviera al 'negocio', pero este rechazó la oferta tantas veces como el primero se la puso sobre la mesa. Cansado de tanta indiferencia, el anfitrión pasó a la acción. Primero, según el testimonio de María, amenazó con una pistola a su subordinado. El arma, sin embargo, no amedrentó a Lucas, que se volvió a negar a regresar al mundo del fraude. Rodríguez Mniri utilizó entonces una catana de las que tenía en casa para intimidar a sus inquilinos. Les advirtió de que no saldrían del inmueble a menos que el 'huesped' volviera a la calle. Luego, con una navaja, apuntó a su mujer y a su hija y le juró que las haría daño si Lucas no accedía a lo que él pedía. Un elemento externo, sin embargo, irrumpió de repente.

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El 12 de noviembre, apenas una semana después de que la mujer y su hija llegaran, la Policía se personó en la vivienda. Dos agentes preguntaron por Lucas. Le buscaban por una de esas estafas que ya había dejado de hacer. El Lolo le ordenó entonces que se entregara, no sin antes prohibirle expresamente que le mencionara ante la Policía. Le recordó que su mujer y su hija se quedaban en la casa como prenda. El hombre bajó la cabeza y mostró sus muñecas a los agentes "por miedo" a las represalias del mafioso, según explicó la propia María, que relató también que Manuel Mohamed le envió un abogado a los calabozos y que Lucas lo rechazó al entender que el letrado también pretendía evitar que declarara contra el captor de su familia.

Tras declarar ante el juez, el investigado quedó en libertad y regresó al piso de Moratalaz, donde la situación se hacía más tensa por momentos. Al menos según contó la mujer, que dijo a la Policía que el Lolo no dejó de insultar y amenazar a su marido para que volviera a estafar a los vendedores de coches tras pasar por el juzgado. María, por su parte, se encontraba continuamente vigilada. Su raptor le controlaba el móvil e incluso le arrebataba a su hija durante toda una noche para demostrarle quién mandaba entre esas paredes. También eran frecuentes los golpes. Ella misma recibió un guantazo y una patada en el costado en un momento de ira del Lolo, que desde finales de noviembre comenzó a reclamar a Lucas una supuesta deuda de 5.000 euros.

Fue cuando su marido se marchó solo de la casa. Él y Manuel Mohamed salieron a la calle. El segundo regresó "a altas horas de la madrugada", según relató la víctima. El primero, sin embargo, no volvió aquella noche ni las siguientes. María escuchó al Lolo hablar por teléfono con alguien a quien le decía que Lucas le debía 5.000 euros, que había huido, pero que él tenía en casa a su mujer y a su hija y que no las soltaría hasta que no le diera el dinero.

¿Agresiones sexuales?

María aseguró a la Policía aque mantuvo dos veces relaciones con el dueño del inmueble porque el hombre le decía que estaba en su casa y que tenía que hacer lo que él ordenara. Según dijo ante la Policía, la amenazó a punta de pistola, le advirtió de que la prostituiría y de que les haría daño tanto a ella como a su hija si no colaboraba. Por eso, explicó la propia víctima, en esas dos ocasiones "no hubo violencia física". Ni la Fiscalía ni el Juzgado, de hecho, observaron agresión sexual alguna en los hechos relatados por María, pues ninguno de los dos organismos menciona este delito en ningún momento. El Juzgado en concreto imputa a el Lolo únicamente los delitos de usurpación de funciones públicas (por hacerse pasar por policía) y amenazas.

La mujer no tuvo noticias de su esposo hasta el 6 de diciembre, cuando este la llamó para preguntarle si Manuel la había dejado salir. Tras la respuesta negativa de ella, ambos se emplazaron a telefonearse cuando detectaran alguna oportunidad, extremo que tuvo lugar el citado 10 de diciembre. Ese día, siguió contando la mujer, ella pidió permiso a su captor para ir a comprar unas cosas a la tienda. El secuestrador llamó a un guardaespaldas para que la acompañara y dejó salir a ambos. Una vez fuera de la vivienda, la mujer llamó a su marido y este a su vez telefoneó al 091. Un coche patrulla se personó minutos más tarde en la casa de Moratalaz.

Los agentes —un hombre y una mujer— ya conocían al residente. Su ficha policial reflejaba que había sido detenido en una docena de ocasiones desde 2015 por detención ilegal, amenazas, coacciones, estafa, falsificación documental, usurpación de estado civil, quebrantamiento de condena, robo con violencia e intimidación, atentado contra la autoridad, falsificación de moneda, robo con fuerza, hurto y hasta tenencia de armas, munición y explosivos. Incluso pesaba un "control específico" sobre él decretado por el Juzgado de Violencia contra la Mujer por malos tratos en el ámbito doméstico.

Foto: Foto: EC.

Rodríguez Mniri, además, estaba en busca y captura por orden del Juzgado Penal 19 de Madrid, que se disponía a juzgarle por estafa, por decreto del Juzgado de Instrucción 6 de Madrid y por el 8 de Leganés, que trataban de localizarle también por fraude, el mismo motivo que investigaba el grupo de Policía Judicial de la comisaría de Moratalaz, que igualmente le imputa un delito de amenazas. Todo ello por ilícitos cometidos por el Lolo entre 2015 y la actualidad, un panorama de antecedentes que no aventuraba una intervención fácil para los agentes.

Nada más llegar, de hecho, los policías se percataron de que el inmueble estaba acorazado por rejas metálicas en las ventanas, una puerta blindada y cámaras de seguridad que incluso apuntaban a la vía pública. Habían sido alertados de que allí había una mujer y su hija encerradas y tenían que comprobarlo. Llamaron al timbre y por la ventana se asomó el dueño. Los agentes le advirtieron de que o entregaba a ambas víctimas o entrarían a la fuerza. En ese mismo instante, según cuentan los propios funcionarios en el atestado al que ha tenido acceso El Confidencial, apareció la madre de la niña con el guardaespaldas. Venían de la tienda.

Los agentes les interpelaron, pero en un primer momento ella negó que necesitara ayuda. Sin embargo, segundos después, una vez que el escolta se separó algunos metros, rectificó y le dijo a la funcionaria que se encontraba retenida, que tenía miedo, que su captor se llamaba Manuel, que el acompañante trabajaba a las órdenes de su secuestrador y que dentro estaba su hija pequeña, que por favor la sacasen como fuera. Es entonces cuando el policía le dijo al Lolo que sabía que tenía a una niña, que si no la dejaba salir estaría incurriendo en un delito muy grave, que empeoraría mucho las cosas para él.

El rescate

El agente era consciente de que Manuel tenía dentro armas de fuego, por lo que debía medir cada palabra que pronunciaba. Le insistió en que tenía que dejar salir a la pequeña para evitar una pena mayor y subrayó que, de lo contrario, no tendría más remedio que pedir refuerzos para entrar en el inmueble. Es entonces cuando Manuel asegura que va a llamar a su abogado. La mujer policía toma la palabra. Le pregunta si la niña está bien. El secuestrador responde que sí. La agente interpela en voz alta a la madre y le pregunta si quiere que salga, a lo que María responde afirmativamente. El Lolo grita que ahora está durmiendo, que va a buscarla y que la dejará salir. Pocos segundos después, aparece la niña.

Manuel llama al escolta y le entrega una bolsa negra con pertenencias de las dos víctimas. Un tercer vehículo policial vigila para evitar que Manuel abandone el domicilio. Es en ese momento cuando el propietario del inmueble ofrece a los agentes 12.000 euros a cambio de que estos le dejen huir. Incluso les enseña una caja con un fajo de billetes, como describen los propios agentes en el atestado. También le dice a la madre de la niña que sabe dónde está su marido y que en cualquier momento puede ordenar que le peguen un tiro.

Los agentes reciben entonces la orden de esperar a que lleguen los antidisturbios, que hacen acto de presencia minutos más tarde. Un numeroso grupo de policías rodea entonces el inmueble, en el que se había parapetado el delincuente. Al cabo de un rato, acceden a la casa, pero ya no había ni rastro de Manuel. Había escapado por un agujero del suelo. Los funcionarios de Policía Judicial registraron cada rincón de la vivienda. Encontraron una catana azul, otra marrón, un chaleco antibalas, un machete, dos pasamontañas, un palo de Hapkido, un cuchillo de 26 centímetros, unos grilletes, una pistola táser, las llaves de un Audi, un carné profesional de la Policía Nacional falsificado, otro chaleco con la incripción CNP, un contrato de compraventa de vehículo de segunda mano sin cumplimentar y otros útiles que hicieron pensar a los investigadores en que, además de sus estafas y los mencionados delitos, el hombre también se hacía pasar por miembro de las fuerzas de seguridad, como de hecho confirmó María, quien añadió que se vestía de policía para robar a los jóvenes.

El Lolo se defiende

Rodríguez Mniri, por su parte, declara a El Confidencial que él no llevó a cabo ningún secuestro, que María se alojó en su casa todo ese tiempo porque quiso. Su marido, asegura, se fue y la dejó tirada, lo motivó que se quedara en casa de El Lolo, quien vive habitualmente en la casa con su mujer y dos de sus hermanos. Explica que él tiene pruebas que demuestran que Lucas le debía dinero, que huyó y que se dejó atrás a su esposa. Argumenta que tiene grabaciones y audios que lo confirmarían y que ha elaborado una lista con decenas de testigos que corroborarían su versión, porque son personas que han tenido contacto con María las últimas semanas.

El investigado niega también que él violara en ningún momento a su huésped e invita a la Policía a analizar todas las muestras de ADN que considere convenientes. Asegura que la mujer sí tenía una pareja, que era una persona del barrio, y que ésta aparecía de vez en cuando por la vivienda. El Lolo admite que está investigado también por la comisión de las estafas narradas, pero asegura que ese tema no tiene nada que ver con el procedimiento judicial que se sigue contra él y contra otro amigo suyo por secuestro y violación.

María vivía con su hija de tres años en Murcia. Hacía tiempo que no compartía techo con su marido, pero la relación entre ambos no era mala. De hecho, Lucas le propuso un día irse de viaje los tres juntos a pasar unos días en casa de un amigo que él tenía en Madrid y la mujer aceptó. Primero se marchó él. Tres días más tarde, se trasladaron en autobús ella y su hija. Cuando ambas llegaron a la capital de España, su esposo las esperaba en la estación junto al mencionado colega, que se presentó a la mujer como Manuel el Lolo. Los cuatro fueron al 'parking' y se metieron en un coche. El anfitrión se puso al volante y condujo al grupo hasta el madrileño barrio de Moratalaz. Al llegar, todos se bajaron.

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