Es noticia
La verdadera historia detrás del desahucio que hizo llorar al reportero de Telemadrid
  1. España
ESTÁN VIVIENDO EN UN HOSTAL

La verdadera historia detrás del desahucio que hizo llorar al reportero de Telemadrid

Noussair y Raquel han tenido que irse a un hostal con sus hijos después de que les echasen de la vivienda que ocupaban. Es la segunda casa de la que les desahucian

Foto: La familia desahuciada en el hostal donde viven. (M. Z.)
La familia desahuciada en el hostal donde viven. (M. Z.)

Mientras las cámaras de Telemadrid le grababan, Omar dormía profundamente, ajeno al reportero que se emocionaba al verle descansar. A sus tres meses ya ha vivido un desahucio, hace tan solo una semana. Desde entonces, se encuentra en una habitación de hostal junto con sus padres, Noussair y Raquel, y su hermano de cinco años, Karim. En menos de 15 metros cuadrados esperan a que el Ayuntamiento de Móstoles y la Comunidad de Madrid les den alguna solución y tener de nuevo un techo bajo el que guardar las pocas posesiones que pudieron llevarse consigo.

La historia de Omar, sin embargo, empieza mucho antes. Mientras sus padres recuerdan cómo se conocieron, él duerme de nuevo. “Yo acababa de llegar de Marruecos y me estaba quedando en casa de mi tía. El primer día, bajé con mi primo a la plaza y allí estaba Raquel. Desde entonces no nos hemos separado”, recuerda él. “Ni siquiera hablaba español, en nuestras primeras citas le señalaba por ejemplo, los ojos, y le decía cómo se pronunciaba y él me lo enseñaba en marroquí”, completa ella.

Cuando Raquel cumplió 16 años, se independizó de su madre y se fue a vivir con Noussair a casa de su hermana. Ese fue su primer hogar juntos y también su primera ocupación, porque la hermana de Raquel vivía en un piso vacío propiedad de Bankia. A los cinco años les echaron y con lo puesto se fueron a pedir ayuda a un amigo de Noussair. Esa misma noche empezaron a vivir en una casa de alquiler social a nombre de los padres del amigo. Y allí estuvieron los siguientes cuatro años. "Arreglamos la casa, tapamos agujeros, limpiamos paredes, compramos hasta un termo porque no había...”, cuenta Raquel. Pero un día, el Ivima llamó a su puerta: “Me pusieron una carta delante y me dijeron que si firmaba tendría un alquiler social y me podría quedar de manera legal. ¡Me hizo una ilusión!, recuerdo que hasta le di un abrazo al chico", recuerda Noussair. "Pero no sé leer, así que no sabía que realmente estaba firmando que aceptaba mi desahucio”. De eso hace ahora cinco meses, el tiempo que han tardado en completar los trámites para expulsarles.

A pesar de llevar once años en España, y tener dos hijos españoles, Noussair no ha conseguido todavía los papeles para regularizar su situación. Pesa sobre él una denuncia por engancharse a la luz del edificio que ocupaba hasta hace unos días. “Vino mi amigo a testificar que había sido él y no yo. La archivaron, pero dio igual, la mancha ha quedado ahí”, se lamenta. Sin papeles ni permiso de residencia, no puede optar a un trabajo legal, por lo que va tirando con lo que encuentra -”alguna obra, pintar, hacer mudanzas… lo que salga”-. A veces son unos días, con suerte, un mes. “Ha habido épocas que hemos vivido con 50 euros al mes, comiendo solo arroz blanco durante una semana. El único filete que había era para Karim”, cuenta.

La situación de Raquel no es mejor. A los 14 años ya había dejado los estudios, y solo ha trabajado como camarera y atendiendo un comedor escolar. Ha pedido la renta mínima de reinserción, pero se la han denegado por solicitarla antes de que pasasen los seis meses que debe estar sin trabajar. Ni si quiera tienen para pagar la habitación que ocupan, que está sufragando el Ayuntamiento de Móstoles.

Ha habido meses que hemos vivido con 50 euros, comiendo solo arroz blanco

En la habitación se acumulan la ropa, el cochecito y algunos juguetes. Sobre la mesilla descansa un 'collage' de fotografías de los pequeños, lo único que Noussair cogió el día del desahucio en el que todo el vecindario se volcó. “Los vecinos no querían que nos fuéramos, todo el edificio se movilizó, pero dio igual; la Policía arrastró a gente mayor, en silla de ruedas… de todo”, explica Raquel, que vivió el desalojo desde la calle, donde una vecina le bajaba a su hijo Omar para que pudiera amamantarle. Noussair se quedó en la casa con miembros de la Plataforma de Afectado de la Hipoteca. No sirvió de nada. “Vemos muchos desahucios, y los más duros son precisamente del Ivima, porque traen directamente a la Unidad de Intervención Policial. Con bancos o fondos normalmente puedes negociar, pero con ellos no hay manera”, relata José María Torralbo, miembro de la PAH.

placeholder Las llaves de su antigua casa con uno de los juguetes que se llevaron. (M. Z.)
Las llaves de su antigua casa con uno de los juguetes que se llevaron. (M. Z.)

Sus pertenencias más voluminosas están ahora en el tendedero del edificio en el que vivían. Sus exvecinos les han dejado guardar sus colchones y maletas allí. “Aunque se están mojando porque no es cubierto. Se ofrecieron a pagarnos un trastero, pero me negué porque ni siquiera sé dónde voy a estar en un mes”, cuenta Raquel. Curiosamente, una de las alegaciones para el desahucio por parte del Ivima es la mala convivencia con el bloque. “Es mentira, no tenemos ni una queja a la Policía, ni una denuncia... Los vecinos estaban encantados con nosotros, porque el chico que estaba antes daba fiestas hasta las cinco de la mañana y tiraba sus excrementos por el balcón porque no había ni agua”. Desde que salieron en televisión las imágenes del desahucio con todo el barrio volcado, más conocidos y gente anónima se han ofrecido a darles dinero. Solo han aceptado el ingreso de una persona anónima que les quiso dar 150 euros. “Pero yo quiero ser capaz de sacar a mi familia adelante”, cuenta Noussair. Según les echaron de la vivienda, irrumpieron directamente en las puertas del ayuntamiento -vecinos, familia y activistas- reclamando una solución inmediata. La única opción que les dieron fue el Hostal Pilar, en el barrio mostolense de Pradillo.

Los más duros son precisamente del Ivima [...]. Con bancos y fondos puedes negociar

Desde la Plataforma de Afectados con la Hipoteca, están acostumbrados a ver desahucios de familias con niños menores, a pesar de que existen protocolos para personas vulnerables que, aseguran, no se cumplen en muchos casos. “Es una contradicción que el Ivima, que precisamente se encarga de dar viviendas a las familias más vulnerables y en riesgo de exclusión, lo que está haciendo es expulsarlas. Su casa ahora está vacía, con una chapa en la puerta, y ellos en la calle. Es difícil de entender”, asegura José, de la PAH.

Según datos del Consejo General del Poder Judicial, en los primeros seis meses de este año se produjeron 33.059 desahucios en toda España, derivados de impago tanto de hipotecas como de alquiler. Una cifra similar a la del año pasado (33.914). Desde la PAH denuncian que a pesar de la recuperación económica, la subida de los alquileres y los fondos de inversión no están evitando que se alcancen, de nuevo, las cifras de la crisis económica.

De momento, las únicas alternativas que han ofrecido a esta familia de Móstoles es que Raquel se vaya con sus hijos a una residencia para mujeres maltratadas, a un alquiler rentable en Maqueda (Toledo), o a compartir una vivienda con otra familia en alquiler social. Parece que, por el momento, la última es su mejor opción. “Cuando pasamos por nuestra antigua casa, mi hijo Karim me pregunta por qué tiene una chapa, y por qué no vamos allí", se emociona Noussair. "Yo no sé qué contestarle, así que le digo que vamos a tener una casa mejor”.

Mientras las cámaras de Telemadrid le grababan, Omar dormía profundamente, ajeno al reportero que se emocionaba al verle descansar. A sus tres meses ya ha vivido un desahucio, hace tan solo una semana. Desde entonces, se encuentra en una habitación de hostal junto con sus padres, Noussair y Raquel, y su hermano de cinco años, Karim. En menos de 15 metros cuadrados esperan a que el Ayuntamiento de Móstoles y la Comunidad de Madrid les den alguna solución y tener de nuevo un techo bajo el que guardar las pocas posesiones que pudieron llevarse consigo.

Social
El redactor recomienda