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El español atrapado en Dubái: "Pedí ir al baño, pero la poli se reía; me lo hice encima"
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tiene prohibido salir del país hasta el juicio

El español atrapado en Dubái: "Pedí ir al baño, pero la poli se reía; me lo hice encima"

Jairo, de 20 años, trabaja como camarero en la ciudad; un día se fue de fiesta con amigos, tuvo un conflicto con un taxista y se despertó en comisaría ensangrentado; se enfrenta a pena de cárcel

Foto: Jairo, en Dubái. (EC)
Jairo, en Dubái. (EC)

Jairo Guaman Torres (Ecuador, 1997) llegó a Barcelona con apenas dos años. Es español —tiene doble nacionalidad— y le gusta decirlo. Sin embargo, le encanta ver mundo. El 31 de octubre de 2017, cuando contaba 19 años, viajó a Emiratos Árabes de turismo. Allí, según explica él mismo, hizo amigos. Estos le insistieron en que se quedara en Dubái, porque había trabajo de sobra. Él aceptó el reto, que además le serviría para ahorrar dinero con el fin de ir a la universidad. "Por ahora no tengo el título de bachillerato, por lo que no podía acceder a cualquier empleo, un amigo me facilitó uno de camarero", asegura el joven, que firmó el contrato en enero del presente año.

Mientras regularizaba su situación en el país, se mantuvo allí con un visado temporal, de dos meses. Sin embargo, cuando le quedaba apenas una semana para que las autoridades locales le hicieran oficialmente residente, todo se truncó. El 23 de marzo, su novia —a la que había conocido allí— le convenció para salir a un restaurante a comer por el cumpleaños de un amigo. El joven, recuerda, accedió a pesar de que estaba muy ocupado en su curro. "Fuimos a Casa de Tapas, un local español, y empezamos a beber sangría", confiesa el chico.

placeholder Jairo, en Dubái. (EC)
Jairo, en Dubái. (EC)

Un rato después, prosigue, subieron a la terraza y el joven pidió "algo especial" al camarero, que le trajo una bebida de alta graduación. La probó y le supo tan fuerte que la dejó, según asegura a El Confidencial. Preguntó al 'barman' qué llevaba el cóctel y este le indicó que absenta. "Entonces un amigo comenzó a vomitar y decidimos irnos, serían entre las cinco y las seis de la tarde", cuenta Jairo, quien añade que en ese momento él salió con la que días después sería su novia y ambos se metieron en un taxi. "Ahí ya estaba muy mareado y no sé lo que pasó", asegura.

La chica, sin embargo, sí recuerda que Jairo se puso agresivo con el taxista y empezó a discutir con él. "Había tenido mala experiencia con los taxistas anteriormente, porque no llevan GPS y te toman el pelo", reconoce hoy el joven, aún desde Dubái. En un momento dado, cuando circulaban por la autopista, el conductor paró el vehículo y se bajó. El chico le siguió mientras otros conductores reducían la velocidad al pasar por su lado y le pedían que se calmara. "Yo no me acuerdo de nada de eso, es lo que me ha contado mi novia", afirma.

"Ni tu Dios te va a salvar"

Según la chica, vino la policía y metió a su compañero en el coche patrulla. "Lo siguiente que recuerdo es que me desperté en la comisaría", asegura el joven, que no paraba de pedir a voz en grito que le quitaran las esposas porque le dolían. "Me las habían apretado mucho y me hacían heridas", cuenta Jairo. Sin embargo, según relata, los agentes no accedían a sus pretensiones. Al contrario, le pidieron que se quitara la ropa. "Yo no podía porque tenía las manos esposadas, pero ellos se rieron y me arrancaron la camisa y el cinturón a la fuerza; también una cadena de oro que llevaba con una cruz", agrega el ciudadano hispanoecuatoriano. "Ni tu Dios te va a salvar", asegura Jairo que le decían los policías tras arrancarle la cadena.

placeholder Jairo expone las heridas de sus muñecas tras estar esposado. (EC)
Jairo expone las heridas de sus muñecas tras estar esposado. (EC)

El joven explica que fue en ese momento cuando pidió ir al baño porque no podía aguantar más. "No me permitieron ir y me meé encima", detalla el chico, que fue entonces trasladado a "otra habitación" y que confiesa hoy que en aquellos momentos entró "en pánico". Le mostraron la otra dependencia y un policía le indicó que ahí tenía su cena, en referencia a un paquete que contenía comida. "Le pegué una patada, ellos me pegaron, y me levantaba y me volvían a pegar", refiere Jairo, que pasó tres días encerrado en los calabozos.

Antes de salir, le hicieron firmar unos documentos en árabe que segura que no sabe qué significaban. La policía le retuvo el pasaporte y le prohibió salir de Emiratos Árabes hasta que se celebrara el juicio. Fue entonces cuando el chico decidió acudir a la embajada de España en Dubái para mostrar a los diplomáticos de su país los golpes que había recibido. A los pocos días, como nadie le comunicaba nada sobre el procedimiento judicial —explica—, regresó a la Police Station Al Basha, donde había permanecido encerrado 72 horas.

Una condena y un juicio a la vista

Allí, sin embargo, los agentes apenas le dieron información. "Estaban enfadados y ni siquiera me atendieron", revela. Una semana después, acudió con un amigo que dominaba el idioma. Ahí sí que le dijeron que no estaba acusado de ningún delito grave, que sería alcoholismo y poco más, y que se saldaría con una multa de 1.000 euros, asegura Jairo. Mas tarde, sin embargo, el asunto se tornó algo más grave. "Me dijeron que había agredido a un policía y que había roto un coche patrulla", cuenta el chico, que asegura que él no cree haber hecho eso porque nunca antes se le había ocurrido pegar a un agente de la autoridad.

El pasado 26 de noviembre, Jairo recibió la sentencia del primero de los procedimientos que, según le acaba de trasladar la embajada, finalmente le abrieron como consecuencia del episodio que vivió tras el incidente del 23 de marzo anterior. En esta primera resolución, el juzgado le condena a un mes de prisión y a una multa de 4.000 dirham por agredir al policía. El otro caso —el conflicto con el taxista— se juzgará el próximo 4 de diciembre, aunque los medios de comunicación locales ya han dicho que será castigado con tres meses de cárcel y deportación por este asunto. Once días después de esa vista, Jairo cumplirá 21 años.

Jairo Guaman Torres (Ecuador, 1997) llegó a Barcelona con apenas dos años. Es español —tiene doble nacionalidad— y le gusta decirlo. Sin embargo, le encanta ver mundo. El 31 de octubre de 2017, cuando contaba 19 años, viajó a Emiratos Árabes de turismo. Allí, según explica él mismo, hizo amigos. Estos le insistieron en que se quedara en Dubái, porque había trabajo de sobra. Él aceptó el reto, que además le serviría para ahorrar dinero con el fin de ir a la universidad. "Por ahora no tengo el título de bachillerato, por lo que no podía acceder a cualquier empleo, un amigo me facilitó uno de camarero", asegura el joven, que firmó el contrato en enero del presente año.

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