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Pedro Sánchez apuesta por el superdomingo electoral y siembra miedo en los barones
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Pedro Sánchez apuesta por el superdomingo electoral y siembra miedo en los barones

El presidente se inclina ahora por juntar hasta seis urnas para que todo el partido se la juegue. Los barones temen que los arrastre a una contienda nacional que beneficie a Cs

Foto: Page, Sánchez, Susana Díaz, Patxi López, Fernández Vara y Lambán, en marzo. (EFE)
Page, Sánchez, Susana Díaz, Patxi López, Fernández Vara y Lambán, en marzo. (EFE)

No será el espectáculo televisivo de 2016, no tendrá esa bolsa ni los derechos televisivos se venderán a medio mundo, como ocurrió con el comité federal de 2016, cuando la sangré regó Ferraz, pero Pedro Sánchez y los barones socialistas parecen están calentando para un nuevo combate. El núcleo duro de Ferraz considera ahora que, ante el deterioro acelerado de la legislatura, aguantar hasta otoño —el plan inicial— se hace demasiado cuesta arriba incluso para un superviviente como Sánchez. En su lugar, se inclina por convocar un superdomingo electoral en mayo. Que todo el partido se la juegue a la vez, aprovechar la confusión de siglas de Podemos y la poca implantación territorial de Ciudadanos e ignorar las protestas de los barones —no quieren contaminar sus campañas con Cataluña—, que para algo Sánchez ganó las primarias.

¿El superdomingo?

El sueño de gobernar con 84 diputados y con apoyos de Podemos, ERC, PNV y PDeCAT en pleno juicio del 'procés' se desvanece. La escena del martes entre Rufián y Borrell —independientemente de si hubo escupitajo o no, que parece que no— demuestra las dificultades de caminar en lo que la vieja guardia socialista llamó Frankenstein. Moncloa siempre optó por estirar el mandato lo posible, por tomar medidas simbólicas —Franco...— y sociales —salario mínimo...— para que el PSOE ganara las elecciones europeas y recuperase poder en las autonómicas y municipales.

Cada argumento a favor del superdomingo que beneficia a Sánchez perjudica a los barones

Que el PSOE gane unas elecciones en toda España puede parecer algo sencillo para el partido que más años de la democracia ha pasado en el poder. Pero su última victoria en votos fue en 2008, así que recuperar el cetro que le otorgan las encuestas (incluso las que no son del CIS) después de una década no es poca cosa. Ese era el escenario hasta hace nada: acumular poder el 26 de mayo, desgastar a los rivales -o dejar que se desgastaran ellos- y con un Gobierno con buena imagen acudir elecciones en otoño si no habían salido los Presupuestos o incluso en 2020 si las cuentas terminaban por recibir apoyos.

Pero la realidad es tozuda y se impone el adelanto electoral. Las exigencias de ERC han resultado demasiado altas para Moncloa —"habrán hecho un cálculo de costes y habrán visto que estos son superiores a los beneficios", confesó Joan Tardà en una extraña intervención en la que pareció ofrecer una rebaja—; la voladura del pacto para renovar la Justicia no augura nuevos acuerdos, y Hacienda no ha llamado a negociar ni a Compromís para conseguir sus votos para sacar los Presupuestos. Todo el Congreso da por hecho que habrá urnas más pronto que tarde.

placeholder La escena de Borrell y Rufián escenifica la precariedad de la legislatura. (EFE)
La escena de Borrell y Rufián escenifica la precariedad de la legislatura. (EFE)

Aunque solo Sánchez tiene el botón rojo para convocar, no hay demasiadas fechas para unas elecciones generales. Lo primero es esperar a las andaluzas y después la primera ventana sería alrededor de marzo. Pero el Gobierno teme no haber podido exhumar a Franco para entonces porque depende del calendario que marca la oposición. Como el Congreso toma unas largas vacaciones en Navidad, en realidad quedan solo unas semanas con pleno antes de marzo. El salario mínimo de 900 euros, otra de las señales marcadas en rojo, es más factible porque se puede aprobar sin pasar por el Congreso. Sánchez necesita llegar a las elecciones con unas medidas mínimas aprobadas y después de varios intentos fallidos disolver las Cortes sin un par de golpes de efecto sería un gatillazo.

La siguiente opción es el superdomingo. Juntar las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo con las generales. Es la opción favorita del secretario de Organización del PSOE, ministro de Fomento, José Luis Ábalos. En realidad, Ábalos, cada vez más el hombre fuerte del Gobierno, siempre quiso formar un Gobierno bonito e ir a elecciones pronto, sin apenas desgaste. Presentar las credenciales de cómo sería un Gobierno socialista y pedir el respaldo de las urnas. Pasada esa opción, la siguiente casilla es el superdomingo. Este lo deslizó hace unos días y aunque el comentario pareció inocente —"dijo que podía ser ese día como si le hubiesen preguntado por el 3 de octubre"— ha resultado ser un 'spoiler' de los planes de Moncloa.

Foto: Pedro Sánchez, visitando el mausoleo de Mohamed V a su llegada este lunes a Rabat, antes de su audiencia con el primer ministro y con el rey. (EFE)


Hay varios motivos que justifican que Sánchez ahora se incline por el 26 de mayo. Por un lado, movilizar todo el partido socialista, el que tiene mayor implantación territorial. Las municipales son menos propicias para Podemos y Ciudadanos. Los primeros, porque en casi cada territorio se presentan con una marca distinta y en la confusión de siglas podrían salir perdiendo.

Además, Podemos es un movimiento fundamentalmente urbano que ha armado 600 candidaturas para las municipales, un tercio menos que IU en 2015. Ese problema es aún mayor para los naranjas. Tienen muy poca implantación en muchos pueblos, donde no presentan ni candidaturas. Si el PSOE moviliza el voto rural para las municipales, considera que también arrastraría su voto nacional penalizando a los nuevos partidos.

Cs y Podemos tienen poca implantación en el mundo rural. Aunque el tirón de Rivera e Iglesias ayudaría en los territorios, penaliza en las generales

Hay quien teme que los barones y alcaldes se dejen la piel en una campaña en mayo y septiembre pille a la maquinaria agotada, con los ganadores ya en el poder, y sin demasiadas ganas de ir a otra guerra en nombre de Sánchez —hay viejas rencillas ahí, están amortiguadas por la llegada al poder pero no enterradas—. Juntar todo sería como hacer que todo el partido se la juegue a la vez y ganen o pierdan juntos. Todo o nada.

Aunque los barones han dado una tregua a Pedro Sánchez, contemplan aterrorizados esa posibilidad. Page, Lambán, Puig, Vara... y muchos alcaldes quieren competir contra rivales que son mucho menos conocidos que ellos. Al mezclarlas con unas generales, el debate se iría más hacia Cataluña, los (posibles) indultos... Las televisiones y tertulias no tendrían espacio para campañas a nivel inferior a las generales y se pierden los matices, los logros locales se opacan y los perfiles propios de los candidatos se difuminan.

En ese escenario, temen que, por ejemplo, Albert Rivera o Pablo Iglesias tiren del voto de candidatos poco conocidos. "Ciudadanos no tiene candidatos, es solo una papeleta. A ellos sí les interesa que todo sea una campaña Ciudadanos-PSOE-PP, sin matices regionales", comenta un dirigente territorial. Por el contrario, los defensores del superdomingo argumentan que Ciudadanos no tiene músculo para emprender una campaña tan amplia como sería esta. "Es poco democrático. La gente tiene que votar a su alcalde, no mezclarlo con otras cosas", resumen desde otra baronía. El tono de las críticas sube conforme internamente van recibiendo mensajes en ese sentido.

Es poco democrático. La gente tiene que votar a su alcalde o presidente de comunidad, no mezclarlo con otras cosas

Ese superdomingo supone un reto político sin precedentes para todos los partidos. Pero también organizativos. Se juntarían hasta seis urnas: Congreso, Senado, autonómicas, municipales, europeas y cabildos en las islas. Entraña una dificultad organizativa enorme, con riesgo de que el recuento se alargue al día siguiente, de que los votantes acaben sepultados en propaganda electoral y muchos de ellos, confusos ante tantas opciones.

Como en un espejo, todas las lecturas a favor de los socialistas en las generales van contra el partido en un nivel territorial inferior. Si cayera Podemos por la confusión de siglas, eso beneficiaría en el Congreso pero en muchos casos daría concejales a Ciudadanos en detrimento de los socios del PSOE en los ayuntamientos del cambio. Además, al votar a la vez se mediría el peso real de cada candidato y si Sánchez tiene más tirón o menos que los barones, algo no menor en clave interna.

Hasta que no se celebren generales es muy complicado que haya pactos en niveles de Administración inferiores

Hay un último argumento a favor del superdomingo. Hasta que no se celebren generales es muy complicado que haya pactos. Los partidos van a demorarlos todo lo posible para no retratarse. Si, por ejemplo, Ciudadanos pactase con el PSOE en algunas autonomías, eso lo desangraría por la derecha luego. De hecho, la parálisis sobrevuela los cálculos tras las andaluzas a la espera del siguiente 'round' electoral. Según esto, juntar todas las elecciones sería como poner el contador a cero en todos los niveles y dar manos libres para pactar de aquí a cuatro años. Además, como la sentencia del 'procés' se espera para después de las autonómicas, el debate de los indultos, una sombra para Sánchez, no estaría tan presente.

En esta precaria legislatura, el adelanto electoral es a la política nacional lo que los fichajes del Madrid a los agentes y periodistas deportivos en verano. No hablan de otra cosa y la realidad es cambiante. Pero conforme se va acercando el fin del mercado se aclara el panorama. Y casi siempre acaba sucediendo lo que planifica el que tiene el poder. En el Madrid, Florentino. En España, en cuanto al adelanto electoral, ese es Pedro Sánchez. Y en este caso el mercado no cierra antes del final de enero.

No será el espectáculo televisivo de 2016, no tendrá esa bolsa ni los derechos televisivos se venderán a medio mundo, como ocurrió con el comité federal de 2016, cuando la sangré regó Ferraz, pero Pedro Sánchez y los barones socialistas parecen están calentando para un nuevo combate. El núcleo duro de Ferraz considera ahora que, ante el deterioro acelerado de la legislatura, aguantar hasta otoño —el plan inicial— se hace demasiado cuesta arriba incluso para un superviviente como Sánchez. En su lugar, se inclina por convocar un superdomingo electoral en mayo. Que todo el partido se la juegue a la vez, aprovechar la confusión de siglas de Podemos y la poca implantación territorial de Ciudadanos e ignorar las protestas de los barones —no quieren contaminar sus campañas con Cataluña—, que para algo Sánchez ganó las primarias.

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