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Becerra: "El PP no es liberal. Se llaman así porque tienen complejo de ser de derechas"
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Becerra: "El PP no es liberal. Se llaman así porque tienen complejo de ser de derechas"

La eurodiputada independiente Beatriz Becerra publica un nuevo libro ensalzando el globalismo y los valores europeos titulado 'Eres liberal y no lo sabes'

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"Yo adoro a rumanos y a negros, si están lejos de mi portal / quien no pueda pagar su casa, será que algo habrá hecho mal / algunos se sienten extraños, yo me siento español / amigos ámenme, soy liberal". Así cantaba Nacho Vegas en 2015 a la derecha, ironizando sobre el liberalismo de Aznar, Rajoy o Jiménez Losantos. Desde la izquierda española siempre se ha caricaturizado esta etiqueta, porque sus integrantes suelen ser liberales en lo económico, pero conservadores en lo social.

Beatriz Becerra, diputada independiente del grupo ALDE en el Parlamento Europeo (fue elegida por UPYD), ha escrito 'Eres liberal y no lo sabes', un manifiesto ante las elecciones europeas de 2019. Becerra, que se mueve mejor en el plano político que en el teórico, defiende un concepto pragmático del liberalismo, donde quepan los socialdemócratas "con los pies en el suelo" y los conservadores "moderados". En esta entrevista habla, entre otras cosas, de las posturas ideológicas del Partido Popular y Ciudadanos o del futuro de la Unión Europea ante el avance de la extrema derecha.

PREGUNTA. ¿Por qué escribir este libro ahora?

RESPUESTA. Estamos en un momento crucial. Quedan apenas ocho meses para las elecciones europeas. Me pareció que, desde mi punto de vista personal en el Parlamento Europeo, era importante señalar hacia dónde vamos. Quería dar algunas de las claves para afrontar la mayor amenaza que tienen ahora mismo los valores de la democracia liberal: el repunte de los nacionalpopulismos, que se están armando de manera práctica para las elecciones con el objetivo de tomar el poder.

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P. ¿El libro es un manifiesto globalista?

R. Sí, totalmente. Para mí, el liberalismo es eso. Nacho Torreblanca utilizó el otro día la denominación globalista. Lo puedes llamar globalismo, pero al fin y al cabo es 100% liberalismo.

P. Insiste en que el liberalismo debe huir de debates ideológicos y buscar soluciones pragmáticas. ¿Para qué sirve la ideología?

R. Hablar de ideología a estas alturas de la historia me parece poco práctico y vacío de contenido. Asimilarla a planteamientos políticos de hace un siglo o siglo y medio es raro. Es como si estuviéramos hablando de cuando la tierra se consideraba el centro del universo. En el siglo XXI, lo único que permanece y ha demostrado ser útil y aportar progreso ha sido el humanismo. Es decir, el liberalismo como forma de estar del ser humano en el universo.

Mencionar la ideología a estas alturas de la historia es como si estuviéramos hablando de cuando la tierra se consideraba el centro del universo


P. Es una teoría similar a la que expuso Francis Fukuyama en su fin de la historia. Sin embargo, en muchos países en Europa existen bloques grandes de votantes que han vuelto a ideologizarse. ¿Qué es lo que ha fallado en este discurso liberal?

R. Me parece que perdemos de vista que este fenómeno ocurre de forma permanente. Es normal que en determinadas situaciones de crisis económica o de grandes cambios sociales emerjan grupos con distintos intereses, con etiquetado ideológico. Ahora nos hemos puesto de acuerdo en llamarlos populistas, sean de izquierdas o de derechas. Eso ha ocurrido siempre. Nos creemos que lo que nos pasa a nosotros es la primera vez, pero no es cierto.

P. 'The Economist' escribió hace unos días un largo editorial muy autocrítico sobre la renovación del liberalismo. Decía que los liberales muchas veces han sido condescendientes con sus votantes.

R. Sí, lo leí. Es una crítica que la tenemos que hacer todos. Para afrontar un problema hay que entenderlo. Y para ello tienes que escuchar, no taparte los oídos. El ejemplo de la polémica de Bannon y el 'New Yorker' es muy ilustrativo: "No, no, no, que no hable, no hay que permitir que se pueda expresar". ¿Pero cómo que no? ¡La batalla hay que darla en campo abierto! Quienes promueven estas ideas tienen que ser desenmascarados. También necesitamos una prensa con libertad. Por eso, los derechos de mi libro van a Reporteros Sin Fronteras. Hay que tener acceso a una información veraz. Si tú como ciudadano desistes de pensar que hay una diferencia entre lo verdadero y lo falso, eres susceptible de votar cualquier cosa.

No todo es relativo. Es respetable el derecho a expresar tu opinión, pero tu opinión puede no serlo. Hay opiniones que son deleznables o ilegales


P. ¿Pero cómo recuperar a ese votante?

R. Tratándole con respeto. Y saber que muchas personas no tienen ni tiempo ni ganas de leer artículos muy sesudos o confrontar debates académicos. Se puede apelar a la emoción, pero la verdad se puede y se debe explicar de una manera clara y directa. Y cuando hablo de la verdad, hablo de los hechos. No todo es relativo ni todo es opinable. Es respetable el derecho a expresar tu opinión, pero tu opinión puede no serlo. Hay opiniones que son deleznables, rechazables y algunas directamente ilegales.

P. Otra de las autocríticas de ‘The Economist’ es que muchos liberales se han vuelto conservadores. En España se dice que los verdaderos liberales caben en un taxi. ¿Por qué en España muchos conservadores se llaman liberales?

R. Hay muchas personas del Partido Popular que han buscado diferenciarse llamándose liberales. ¿Por qué? Porque nunca se han sentido cómodos en la derecha. En general, nadie en la derecha española dice que es de derechas, como si fuera ilegítimo o inferior. Pero eso nace de un complejo que en España está basado en la superioridad moral de la izquierda. Se ha juntado esta superioridad moral con el complejo. Que se busquen eufemismos o denominaciones más aceptables no quiere decir que ellos en su día a día sean liberales. Quiero remarcar que la mayoría de los españoles nos definimos como liberales...

P. ¿El Partido Popular es un partido liberal?

R. Tal y como yo lo entiendo no. Como digo, muchos tienen complejo de ser de derechas. Esa búsqueda de diferenciación endogámica dentro del PP del liberalismo creo que no es aplicable.

Foto: El senador y expresidente del Govern balear José Ramón Bauzá. (EFE) Opinión


P. En su libro, solo habla una vez de Ciudadanos. ¿Cuál es su identificación con el partido?

R. Aunque soy independiente, comparto grupo político con Ciudadanos en el Parlamento Europeo. Es un partido que ha vivido distintas fases. El año pasado se redefinió y pasó de ser progresista socialdemócrata a tener un planteamiento liberal. Los menciono junto a Macron en mi libro porque él representa muy bien lo que significa ese centrismo insurgente y reformista que yo defiendo. Es una persona que viene del entorno socialista francés, pero tiene una formación ecléctica y sabe diagnosticar muy bien la realidad y volcarse en ella. ¿Cuánto está Ciudadanos alineado con ese enfoque? Está en ello. Pero me temo que las circunstancias nacionales han producido demasiadas sacudidas.

P. ¿Considera que han llevado a cabo un giro más conservador en los últimos meses?

R. A pesar de todos esos embates, Ciudadanos sigue viendo el centrismo insurgente de Macron en el horizonte. Otra cosa es que por las circunstancias políticas concretas en España exista una vocación generalizada de adscribirlo a la derecha. Hubo un momento en que Ciudadanos se convirtió en la amenaza de todos los partidos: contra el 'statu quo' del bipartidismo, contra la continuidad de Podemos, contra los nacionalistas, secesionistas, proetarras... Por eso, Ciudadanos ha tenido momentos de debilidad. Pero ha mantenido el tipo. Si se da cuenta de que su gran baza y donde tiene que esculpir de verdad su personalidad es en Europa, todo lo demás llegará solo. Por el contrario, si se atasca en las mezquindades y en cuál es el tema del día, no llegará a ser el partido de gobierno que está llamado a ser.

El patriotismo constitucional es lo contrario del nacionalismo. El nacionalismo es la exclusión, el ancho para mí, estrecho para los demás


P. ¿Piensa que la línea que separa el patriotismo constitucional que defiende el liberalismo es muy delgada frente al nacionalismo?

R. No, en absoluto. Muchas veces el problema surge por cuánto lo tangibilizas en símbolos, actuaciones o 'perfomances'. El patriotismo constitucional es lo contrario del nacionalismo. Plantea ese marco legal común como la garantía de la igualdad y de nuestros derechos. El nacionalismo es la diferencia, la exclusión, el ancho para mí, estrecho para los demás. El patriotismo constitucional se basa en la ciudadanía, no en el pueblo. El nacionalismo habla de un pueblo que no se sabe quién es.

P. Escribe en el libro que la Unión Europea vive un momento crucial.

R. El Brexit fue un puñetazo en la mesa, tanto en Europa como en el mundo. Es un punto de no retorno en algunas cosas. Sobre todo, yo lo que defiendo en este libro es que debemos tomarnos muy en serio que las cosas no pasan porque sí. Y que no puedes abandonarte al devenir de los acontecimientos. Tienes que actuar. Nuestros derechos no los podemos dar por sentados.

P. El otro día, Máriam Martínez Bascuñán escribió en 'El País' que, si bien se ha conseguido por fin politizar la Unión Europea, ha sido a un precio muy alto. ¿Cree que la Unión Europea no estaba politizada lo suficiente?

R. Lo leí. Estoy de acuerdo en que las próximas elecciones van a ser las primeras europeas de verdad. Sin embargo, apelar a la politización es algo que me extraña bastante. No estoy de acuerdo con el debate de politización vs. burocratización. ¿Hemos pasado de una entidad que se consideraba burocrática a una que es más política? No. Las percepciones respecto a la realidad son muy importantes, pero el Parlamento Europeo es el sustento político más importante de la Unión Europea.

P. ¿Cuál debe ser el objetivo a corto plazo?

R. El primero es desactivar en campo abierto a quienes quieren tomar la Unión Europea por asalto y destruirla desde dentro. El segundo, avanzar en el modelo político de la Unión Europea. Mientras haya una institución como el Consejo Europeo, mandatando al supuesto ejecutivo y colegislando con el supuesto legislativo y con capacidad de veto, no habrá modelo político pleno.

Foto: Refugiados sirios cruzando la frontera entre Grecia y Macedonia. (Reuters)


P. Cuenta en el libro que se debería restar poder a los estados en el Consejo Europeo. ¿No cree que eso los ciudadanos lo percibirían como una pérdida de soberanía nacional?

R. No, no. Eso no es restar soberanía nacional a los ciudadanos, es restar capacidad ejecutiva, de decisión y de incumplimiento a los jefes de Gobierno de turno. Ellos representan a su partido y prima el interés electoral. Por otro lado, si hay un acuerdo en temas cruciales como la migración, hay que cumplirlo. Y tú no puedes estar en un club en el que no cumples las normas. Y si cumplías unas normas para entrar y dejas de cumplirlas, como es el caso de Hungría, o vuelves a cumplirlas o no puedes seguir siendo miembro del club.

P. Está proponiendo...

P. Que el Consejo Europeo desaparezca. O que se limite a una función absolutamente colateral. La representación de los estados ya está en el Consejo de la Unión. Además, está bien definida en función de las áreas. Lo tienes perfectamente delimitado desde el punto de vista práctico, temático y operativo. El Consejo Europeo no solamente es incoherente, sino que no es práctico.

P. Macron habla de un frente común ante el auge de la extrema derecha de cara a las elecciones europeas de 2019. ¿Establecer dos bandos tan diferenciados no provocará que la polarización sea aún mayor?

R. Todo lo contrario. Hablamos de una alianza de votantes. Ninguno tenemos la ingenuidad de pensar que se pueda hacer una gran coalición de demócratas liberales. Lo que sí va a haber es un frente común de xenófobos, nacionalpopulistas y extremistas de todo signo. No tienen ningún pudor en unirse. Su movimiento está en marcha. Y el plano operativo también, con el calendario, los recursos y las aritméticas. España es la principal proveedora para ese frente nacionalpopulista que dirige Bannon. Por un lado, tenemos a Vox y por otro al nuevo PDeCAT con Puigdemont y los eurodiputados de su entorno que se presenten. España va a tener una doble vía de insuflar recursos y poder a un movimiento cuyo objetivo es destruir Europa.

Foto: El canciller de Austria, Sebastian Kurz, junto a su socio de gobierno, el ultraderechista Heinz-Christian Strache. (EFE)
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P. ¿No cree que a veces se sobredimensiona el poder de la extrema derecha en España de partidos como Vox?

R. Ya están teniendo una cierta relevancia. La verdadera demostración de fuerza va a ser en las elecciones europeas. Yo les vi la semana pasada en Estrasburgo. Ya habían estado en otras ocasiones con los miembros del partido de Le Pen, pero ahora han apoyado de manera expresa y abierta a Alternativa para Alemania. Por otro lado, están defendiendo sin rebozo las vulneraciones de Orbán del Estado de derecho.

P. ¿Se imagina la desintegración de la Unión Europea?

R. No me planteo que no exista la Unión Europea. En el caso de Europa, estoy convencida de que lo que se ha logrado no va a desaparecer. Podrá cambiar de miembros o de tamaño, pero desde fuera toda la comunidad internacional sabe qué es lo que encarna Europa y cuál es su ventaja competitiva: la democracia y la defensa de las libertades y los derechos humanos.

"Yo adoro a rumanos y a negros, si están lejos de mi portal / quien no pueda pagar su casa, será que algo habrá hecho mal / algunos se sienten extraños, yo me siento español / amigos ámenme, soy liberal". Así cantaba Nacho Vegas en 2015 a la derecha, ironizando sobre el liberalismo de Aznar, Rajoy o Jiménez Losantos. Desde la izquierda española siempre se ha caricaturizado esta etiqueta, porque sus integrantes suelen ser liberales en lo económico, pero conservadores en lo social.

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