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Feijóo se resigna a Galicia con su discurso más reivindicativo
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Feijóo se resigna a Galicia con su discurso más reivindicativo

El presidente de la Xunta desliza que optará a un cuarto mandato y recupera su perfil de látigo del Gobierno tras renunciar a dirigir el Partido Popular

Foto: El presidente del PP en Galicia, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)
El presidente del PP en Galicia, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)

El 20 de junio, apenas dos días después de descartarse para suceder a Rajoy, Feijóo deslizó una calculada frase en el Parlamento gallego, al afirmar que estará en su puesto hasta 2020 "como mínimo". El político que quería limitar a dos los mandatos de los presidentes, y que ya va por el tercero, abre la puerta al cuarto. Desviaba así rápidamente el debate sobre su sorprendente renuncia, que la oposición atribuye a episodios confusos de su pasado que podrían pasarle factura en Madrid. De paso, centraba el nuevo objetivo de su carrera política, que, por los motivos que sea, ya no estará fuera de Galicia. También recuperó su discurso más duro contra el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, muy similar al que le catapultó a la presidencia de la Xunta en tiempos de Zapatero.

Hay reivindicaciones históricas de Galicia, muchas de ellas relacionadas con el ámbito de las infraestructuras, que han vivido años de apaciguamiento durante la coincidencia de los ejecutivos de Feijóo y Rajoy. Pero una vez producido el relevo en la Moncloa, y sobre todo a partir de que se cerró el plazo de candidaturas para las primarias del PP, el aspirante fallido se lanzó a degüello a por ellas. "No vamos a admitir ni interferencias ni componendas para mantener en el poder a un presidente débil", advertía esta semana, en un intento de situar a Galicia en el plano de las autonomías perjudicadas por los acuerdos parlamentarios del PSOE. A Galicia "no le marcarán la agenda ni los nacionalistas vascos, ni los independentistas catalanes ni Podemos", ni permitirá que "se mueva una coma" de los compromisos adquiridos con la comunidad autónoma.

Es un lenguaje muy similar al que utilizó entre 2006, cuando sucedió a Manuel Fraga en el PP de Galicia, y diciembre de 2011, cuando Mariano Rajoy alcanzó la Moncloa, unos años en los que, tanto en la oposición como en el Gobierno gallego, al que accedió en abril de 2009, ejerció de látigo de Zapatero y sus ministros. El catálogo de reivindicaciones y presuntos agravios a Galicia es también sorprendentemente parecido. De alguna manera, Pedro Sánchez y la espantada de las primarias han devuelto a Galicia al Feijóo de hace una década.

Uno de esas demandas recurrentes es la alta velocidad. Durante su corto período en la oposición, cuando gobernaba la Xunta un bipartito de socialistas y nacionalistas, aquel Feijóo que se estrenaba al frente del PP gallego exigía con insistencia la llegada del AVE en 2012. En 2008 sostenía que si el entonces ministro de Economía Pedro Solbes no garantizaba las partidas necesarias, "se confirmaría su desprecio a Galicia". Un año después alcanzaba la presidencia de la Xunta; transcurridos nueve años, los últimos siete con un Gobierno del PP en Madrid, al AVE se le sigue esperando. Pero Feijóo se presentará en la reunión que mantendrá el día 17 en la Moncloa con Pedro Sánchez con una exigencia solemne sobre la alta velocidad. Hay una fecha "comprometida", aseguró días atrás, que es finales de 2019. "Esperamos que no tenga ni un mes de retraso", observó.

Ese tramo, Taboadela-Ourense, en el que no se ha movido una piedra vuelve a ser una importancia fundamental en las reivindicaciones de la Xunta

La afirmación se produce solo un año después de que Feijóo constatara con el exministro Íñigo de la Serna que hasta 2020 no comenzarían a circular trenes como solución provisional a la altura de Ourense, y que sería en 2024 cuando se remataría el tramo de entrada en esa ciudad. Y eso, a pesar de que el propio Rajoy había comprometido la fecha de 2018. Pero ese tramo, Taboadela-Ourense de 17 kilómetros, en el que no se ha movido una piedra, que en tiempos de Zapatero era considerado fundamental y pasó después a ser secundario y susceptible de una "solución provisional", vuelve ahora a cobrar una importancia fundamental en las reivindicaciones de la Xunta.

Para preparar la reunión con el presidente del Gobierno, Feijóo mantiene contactos con la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, con la que cerrará la agenda de asuntos que serán tratados con Sánchez. Pero ya ha anticipado algunos, y entre ellos está, además del AVE, el traspaso de la titularidad de la autopista A-9, un auténtico eje vertebrador de la comunidad autónoma. El de la autopista de Audasa es otro de los asuntos recurrentes de la política gallega; una reivindicación respaldada por el conjunto de las fuerzas políticas gallegas, que hasta en tres ocasiones impulsaron un proyecto legislativo dirigido al Congreso para regular su traspaso. El debate nunca se produjo, debido al bloqueo del Ministerio de Fomento.

placeholder La ministra de Administraciones Territoriales, Meritxell Batet. (EFE)
La ministra de Administraciones Territoriales, Meritxell Batet. (EFE)

Ahora la proposición de ley sí será debatida, y tiene como finalidad que la Xunta asuma las competencias sobre la AP-9 en manos del Estado, entre ellas la posibilidad de sancionar a la concesionaria por eventuales incumplimientos en la explotación de la autopista. La Administración central conservará a su cargo los deberes con repercusiones económicas y financieras derivadas de la concesión en vigor. Será una dura prueba para Pedro Sánchez y para los diputados gallegos del grupo socialista, y otra ocasión para que Feijóo vuelva a exhibir su perfil más reivindicativo.

Resuelto ya —o "resignado", en expresión de la oposición— a que su futuro político siga en Galicia, Feijóo desempolva también la lucha por la financiación autonómica, con la que en alguna ocasión amagó con enfrentarse a Mariano Rajoy. Nunca pasó de ahí, pero en esta ocasión parece decidido a hacerlo. De momento, la ha incluido en el inventario de asuntos que planteará a Sánchez, para conocer "exactamente el calendario" que maneja para abordar un asunto que considera nuclear para la cohesión territorial. El presidente gallego considera que la financiación debe inspirarse en criterios de "solidaridad y la equidad" y garantizar un reparto de los fondos relacionado con el coste efectivo de los servicios. O lo que es lo mismo, que se consideren los factores de dispersión y envejecimiento poblacional que penalizan a Galicia.

El presidente gallego cree que la financiación debe inspirarse en criterios de "solidaridad y equidad"

Otro de los asuntos que han rescatado al primer Feijóo, el que hizo fortuna con su implacable oposición a un Gobierno socialista, tiene que ver con la Cidade da Cultura, el enorme complejo ideado por Manuel Fraga y diseñado por Peter Eisenman en el monte Gaiás de Santiago, cuyo coste, aún sin terminar, se ha disparado a 300 millones de euros, el triple de lo presupuestado. Para concluir la obra, Feijóo anunció recientemente un nuevo edificio para el complejo con un gasto de 17 millones. Fue el 28 de mayo, cuando nadie esperaba un relevo exprés en la Moncloa. Ahora reclama la participación económica del Ministerio de Cultura, porque según explicó la pasada semana la cofinanciación se había avanzado con el Ejecutivo de Rajoy, aunque "no se había protocolizado". Nunca hubo noticia de tal acuerdo con Rajoy, pero Feijóo insistió: "Espero y deseo que los compromisos no protocolizados con el Gobierno anterior se puedan protocolizar".

Feijóo ha asegurado incluso que terminar la obra de la Cidade da Cultura es una de las razones que influyeron en su decisión de permanecer en Galicia. "No tengo ningún inconveniente en decir que esta era una de las cuestiones que me pesó para tomar mi decisión. Dejar acabado lo que encontramos inacabado", ha afirmado. En todo caso, es uno de los proyectos que, una vez que descartó el salto a la política nacional, volverán a mostrar al presidente de la Xunta en su versión más reivindicativa, aquella con la que alcanzó un Gobierno, el gallego, al que ahora ha recuperado en todo su apego.

El 20 de junio, apenas dos días después de descartarse para suceder a Rajoy, Feijóo deslizó una calculada frase en el Parlamento gallego, al afirmar que estará en su puesto hasta 2020 "como mínimo". El político que quería limitar a dos los mandatos de los presidentes, y que ya va por el tercero, abre la puerta al cuarto. Desviaba así rápidamente el debate sobre su sorprendente renuncia, que la oposición atribuye a episodios confusos de su pasado que podrían pasarle factura en Madrid. De paso, centraba el nuevo objetivo de su carrera política, que, por los motivos que sea, ya no estará fuera de Galicia. También recuperó su discurso más duro contra el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, muy similar al que le catapultó a la presidencia de la Xunta en tiempos de Zapatero.

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