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La X que se llevó a Manoli: un caso sin pistas, más de 100 sospechosos y un juez que se va
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el caso más difícil de la uco de la guardia civil

La X que se llevó a Manoli: un caso sin pistas, más de 100 sospechosos y un juez que se va

Manuela Chavero se esfumó de su casa durante la madrugada del 5 de julio de 2016 y todas las líneas de investigación conducen a callejones sin salida, a pesar de la absoluta implicación del juez

Foto: Emilia Chavero (d), hermana de Manuela Chavero, durante una concentración en 2017. (EFE)
Emilia Chavero (d), hermana de Manuela Chavero, durante una concentración en 2017. (EFE)

Manuela Chavero, 44 años, complexión delgada, 1,60 de estatura, se evanesció en la madrugada del 4 al 5 de julio de 2016. Desapareció de su casa dejando tan pocas pistas que hasta las teorías más inverosímiles podrían ser ciertas. Cuando un familiar entró al día siguiente en el número 15 de la calle Cerezo, de Monesterio, un tranquilo pueblo de 4.000 habitantes ubicado al sur de la provincia de Badajoz, no solo no estaba Manoli, como la conocían sus allegados. Tampoco había ningún indicio de por qué había abandonado de forma repentina su vivienda, en mitad de la noche, dejando atrás su teléfono móvil, la televisión de la cocina funcionando y varias luces encendidas.

El caso va camino de convertirse en el más difícil de la historia reciente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Desde que se hizo cargo de las pesquisas, sus agentes han resuelto enigmas como el cuádruple asesinato de Pioz, el secuestro de Diana Quer y el crimen de Gabriel, entre otros, pero las diligencias sobre Manoli solo conducen por ahora a callejones sin salida.

placeholder Exterior de la vivienda de Chavero. (Google Maps)
Exterior de la vivienda de Chavero. (Google Maps)

El titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Zafra, Alfonso Gómez, asumió pronto la complejidad de la investigación y ha confiado en el instinto de los agentes para esclarecerla. Se ha reunido decenas de veces con ellos, casi semanalmente, y ha tramitado una avalancha de peticiones, incluso a horas intempestivas. También ha recibido siempre a los familiares de Manoli. Para tranquilizarlos y para tratar de poner en común posibles líneas de trabajo, según fuentes cercanas a los juzgados. El juez Gómez ha impulsado la causa siendo consciente de que el reto es titánico. Pero, de momento, las gestiones siempre han sido infructuosas.

La única certeza que maneja la UCO es que alguien se llevó a Manoli aquella noche de un lunes, engañándola o por la fuerza. La reconstrucción de sus pasos desveló que mantuvo su rutina hasta el último segundo. Quedó con una amiga por la tarde para tomar algo y luego se marchó a su casa en coche. No comentó nada extraño a su entorno. Incluso había hecho planes con su hermana para el día siguiente. Pero, sobre todo, Manoli tenía dos hijos de los que nunca habría querido distanciarse. Aquella madrugada estaban en Sevilla con su exmarido, del que se estaba separando. Los llamó cuando llegó a casa. Después, salió otra vez en coche y regresó nuevamente a la calle Cerezo. Ya nadie volvió a verla.

Las pistas son tan escasas que los investigadores tienen en su punto de mira a más de un centenar de sospechosos. La vivienda, una planta baja con un garaje en el sótano al que se accede desde el exterior del inmueble, apareció con la puerta principal cerrada. No hay signos de que intentaran forzarla, ni tampoco de que nadie escalara por la fachada para intentar colarse por una ventana. De hecho, no hay ningún vestigio que apunte a que alguien distinto de Manoli accediera a la casa durante aquella calurosa noche de verano.

placeholder Emilia Chavero (2i), hermana de Manuela Chavero, pronuncia unas palabras durante una concentración celebrada con motivo del primer aniversario de la desaparición de Manoli. (EFE)
Emilia Chavero (2i), hermana de Manuela Chavero, pronuncia unas palabras durante una concentración celebrada con motivo del primer aniversario de la desaparición de Manoli. (EFE)

El instante exacto de su desaparición tampoco ha podido fijarse. Su teléfono móvil reveló que esa madrugada intercambió mensajes con un joven del pueblo de 21 años con el que había mantenido alguna relación esporádica. Manoli envió —si no la suplantaron— un “jajaja” a la 1:55. Fue su último rastro de vida.

El mensaje apuntaría a que permaneció hasta entonces dentro de la casa, junto al teléfono. Pero cuánto tiempo transcurrió hasta su marcha es otra de las incógnitas que no han podido despejarse. Su casa se encuentra a las afueras del pueblo y aquel día había pocos vecinos durmiendo en las casas más próximas. Si pasó algo, lo más probable es que nadie lo escuchara. Ni siquiera se ha confirmado que el presunto secuestro se produjera en el número 15 de la calle Cerezo. Los contenedores en los que Manoli solía tirar la basura están a 100 metros. En su vivienda aparecieron algunos desperdicios, pero no suficientes para llenar una bolsa. Podría haber abandonado su casa para deshacerse de una.

Los mensajes del móvil y otros indicios convirtieron al joven de 21 años en el primer gran sospechoso. El juez llegó a tomarle declaración y autorizó a la UCO a inspeccionar de arriba abajo sus coches. Pero su participación ha quedado finalmente descartada. También se ha investigado a otras personas del entorno de la víctima. Se ha peinado la comarca decenas de veces, incluso debajo del agua. Uno de los puntos calientes es el pantano de Tentudía, a solo cuatro kilómetros de su casa. Buzos del Grupo de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil lo han revisado en al menos tres ocasiones, la última el pasado febrero.

placeholder Una de las batidas organizadas para encontrar alguna pista sobre Manoli. Efectivos rastrean un pantano. (EFE)
Una de las batidas organizadas para encontrar alguna pista sobre Manoli. Efectivos rastrean un pantano. (EFE)

En la investigación sobre Diana Quer, fueron clave las antenas de telefonía, que permitieron recrear el escenario del crimen, qué personas pudieron abandonarlo y hacia dónde se fueron. En Monesterio solo hay una antena que cubre a la vez el pueblo y otros núcleos urbanos. Cualquier movimiento dentro de ese amplísimo círculo sería indetectable. En las inmediaciones de la vivienda tampoco había cámaras. Se han revisado las de una gasolinera cercana, pero apuntaban al interior de sus instalaciones. Además, Manoli vivía en la periferia del pueblo, cerca del acceso a la autovía A-66, que conecta de norte a sur la mitad occidental de la Península. Un hipotético secuestrador que se cruzara accidentalmente con Manoli aquella noche solo habría necesitado una hora para llegar a Sevilla o Mérida.

Tras investigar a las personas de confianza que podrían haberla convencido para salir voluntariamente a la calle, la guardia civil se centra ahora en los hombres del pueblo que alguna vez manifestaron interés por ella, aunque fuera de pasada. Los agentes casi han reconstruido las vidas de sus 4.000 habitantes aquel 4 de julio y ya tienen una idea de quiénes estaban en la calle en las horas en que debieron de producirse los hechos. Cuando regresó a su casa en coche, Manoli pasó por la puerta de La Ponderosa, el principal bar de copas de Monesterio y uno de los pocos establecimientos que seguían abiertos hasta bien entrada la noche. La UCO ya sabe el nombre de hasta su último cliente.

El caso va a sufrir otro revés. Después de casi dos años de instrucción, un nuevo magistrado se hará cargo de la causa. El juez Gómez ya ha comunicado a los funcionarios de Zafra que está a la espera de su siguiente destino. La investigación no solo pierde a su principal impulsor, también se arriesga a experimentar un parón que podría ser definitivo. El sustituto heredará una sombra alargada. Un enigma tan complejo requiere a los mejores investigadores y a los mejores jueces, capaces de encontrar soluciones extraordinarias y aplicarlas.

Manuela Chavero, 44 años, complexión delgada, 1,60 de estatura, se evanesció en la madrugada del 4 al 5 de julio de 2016. Desapareció de su casa dejando tan pocas pistas que hasta las teorías más inverosímiles podrían ser ciertas. Cuando un familiar entró al día siguiente en el número 15 de la calle Cerezo, de Monesterio, un tranquilo pueblo de 4.000 habitantes ubicado al sur de la provincia de Badajoz, no solo no estaba Manoli, como la conocían sus allegados. Tampoco había ningún indicio de por qué había abandonado de forma repentina su vivienda, en mitad de la noche, dejando atrás su teléfono móvil, la televisión de la cocina funcionando y varias luces encendidas.

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