Olvido, rabia y organización: ingredientes añejos del cóctel que incendió Lavapiés
Los disturbios ocasionados tras la muerte de Mame Mbaye en circunstancias pendientes de investigación, han sido una reacción improvisada, pero no espontánea
Mame Mbaye, el mantero fallecido este jueves en Lavapiés en circunstancias que todavía se están investigando, cumple con el prototipo de los manteros. No en vano, la gran mayoría de compañeros y compatriotas se ven reflejados en él, recalcando que lo que le sucedió le podría haber pasado a cualquiera de ellos. Primer ingrediente del cóctel que acabó generando la tensa situación que todavía se vive en el barrio desde el mismo momento de su fallecimiento. Primero fue una concentración improvisada en las inmediaciones del lugar de fallecimiento reclamando información sobre lo ocurrido, que derivó en disturbios y cargas policiales tras el levantamiento del cadáver. Se prolongaron durante varias horas hasta pasada la media noche. Después de ello, el viernes amaneció de luto, la ira fue dando paso al llanto, pero se reprodujeron manifestaciones espontáneas, cargas y nuevamente conatos de disturbios. Ya por la tarde, se celebró una multitudinaria manifestación, el funeral laico y reivindicativo que celebraron manteros y vecinos, con más ganas de pasar a la fase de duelo que de mantener la cólera incontenible.
El mantero fallecido llegó a España hace doce años, cuando apenas había cumplido 22, se dedicaba a la denominada venta ambulante y nunca consiguió los papeles. Condenado a la clandestinidad durante buena parte de su vida, al igual que la mayoría de sus compañeros, en los últimos tiempos había tratado de reivindicar sus derechos a través del Sindicato de Manteros y Lateros, así como hacer pedagogía sobre la tragedia las migraciones forzosas, participando en un proyecto del Museo Nacional de Arqueología. Concienciación, frustración acumulada y falta de salidas o respuestas institucionales añaden el segundo ingrediente al cóctel.
Los disturbios ocasionados tras su muerte han sido una reacción improvisada, pero no espontánea. Una de las frases más repetidas durante las últimas horas es que "sabíamos que iba a acabar pasando", como repiten a los medios miembros del colectivo de manteros o de la asociación de senegaleses. ¿Por qué en Lavapiés?
Al margen de los datos oficiales sobre el censo de población extranjera -25%-, varios puntos porcentuales por encima de la media del distrito centro, el barrio mantiene de lejos una seña de identidad multicultural, ganada por un carácter de acogida que viene de antaño, desde el primer éxodo rural de las gentes del campo que iban a buscar trabajo a la capital durante el franquismo y que, al igual que estas poblaciones, vivían en pisos patera, entonces en corralas. Quizá explique que existan colectivos de vecinos de apoyo mutuo, y durante las épocas más intensas de redadas a 'sinpapeles' se organizaron sistemas de alerta por mensajería móvil para avisarse entre sí y evitar detenciones que solían acabar con ellos en los Centros de Internamiento para Inmigrantes (CIE).
Nada suele ser espontáneo en sociología. La organización venía de atrás. Son varias las ocasiones en las que una turba ha frenado identificaciones policiales. En 2012 fue una de las más sonadas y mediáticas, al echar del barrio a la Policía. Hay ira, indignación, pero también organización, aunque no se haya canalizado sin violencia estos días. Tercer ingrediente.
Una organización que ha acabado consumándose, entre otras iniciativas, en el Sindicato de Manteros y Lateros. En Lavapiés se sienten acogidos, quizá bastante más que en otros barrios, y poco a poco han ido haciéndose con pequeños almacenes para guardar su mercancía o abrir restaurantes de cocina local, además de contar con este peculiar sindicato, el que hay vecinos les dan apoyo en materia jurídica o comunicativa. Lavapiés ha sido cuna también de centros sociales, muchos okupados, los primeros de España, y de movimientos alternativos. Existen conexiones.
En uno de estos centros sociales que todavía sobrevive a la gentrificación, situado en la plaza Nelson Mandela, a pocos metros del lugar de fallecimiento de Mbaye, se ha creado un centro de asistencia y refugio para posibles heridos en las manifestaciones mientras llegan las ambulancias. Están organizados y en conexión con movimientos sociales y organizaciones en defensa de los derechos humanos. Hasta han conceptualizado sus realidades —"racismo institucional" fue el más visto en sus pancartas— y creado redes de inmigrantes. En Barcelona también se han producido manifestaciones solidarias. Tercer ingrediente potenciado.
Desde estas redes, los manteros han protagonizado desde hace casi tres años protestas frente al Congreso de los Diputados y, sobre todo, frente al Ayuntamiento de Madrid. Han mantenido reuniones y han exigido frenar lo que consideran persecución policial. Han señalado a la policía, pero también a las instituciones. Que según señalan algunos de ellos —y obviando la versión oficial del Ayuntamiento, que niega que hubiese persecución alguna—, fuese la policía municipal la que haya perseguido a su compañero antes de morir por un infarto, no ha ayudado a apaciguar los ánimos. Más bien al contrario. Promesas incumplidas desde las instituciones y, supuestamente, siempre según su versión, intensificación de los controles policiales durante las últimas semanas. Cuarto ingrediente, como incluso han señalado desde un sector de Ahora Madrid.
Si a este cóctel, elaborado durante años y a base de falsas ilusiones, se le añaden la mecha de las biografías personales de cada uno y se enciende con las cargas policiales, tenemos un esbozo del dibujo sobre la explosión de estos días Lavapiés, pero que viene gestándose desde años atrás. Las lecturas genéricas alejan de la compresión de una realidad compleja, como aquellas que pretenden asociar Lavapiés con un gueto llevando el imaginario a las 'banlieues' parisinas. Un gueto, paradójicamente, que en tal caso será el de los de los turistas y los alojamientos ilegales de Airbnb, con una alta concentración en este céntrico barrio madrileño. Para entender lo general, en este caso, hay que partir de lo particular, la historia del barrio y de sus vecinos. Historias de vida, con mochilas cargadas de tragedia a sus espaldas y un futuro incierto.
Mame Mbaye, el mantero fallecido este jueves en Lavapiés en circunstancias que todavía se están investigando, cumple con el prototipo de los manteros. No en vano, la gran mayoría de compañeros y compatriotas se ven reflejados en él, recalcando que lo que le sucedió le podría haber pasado a cualquiera de ellos. Primer ingrediente del cóctel que acabó generando la tensa situación que todavía se vive en el barrio desde el mismo momento de su fallecimiento. Primero fue una concentración improvisada en las inmediaciones del lugar de fallecimiento reclamando información sobre lo ocurrido, que derivó en disturbios y cargas policiales tras el levantamiento del cadáver. Se prolongaron durante varias horas hasta pasada la media noche. Después de ello, el viernes amaneció de luto, la ira fue dando paso al llanto, pero se reprodujeron manifestaciones espontáneas, cargas y nuevamente conatos de disturbios. Ya por la tarde, se celebró una multitudinaria manifestación, el funeral laico y reivindicativo que celebraron manteros y vecinos, con más ganas de pasar a la fase de duelo que de mantener la cólera incontenible.