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La 'ladrona del Trankimazin' que seducía y drogaba ancianos hasta que mató a uno
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La 'ladrona del Trankimazin' que seducía y drogaba ancianos hasta que mató a uno

Ha sido condenada a 30 años de cárcel por drogar y robar a siete hombres mayores en Salamanca. El último de ellos, un invidente de 94 años, murió por intoxicación

Foto: M. Rosario S. P., entrando al juzgado. (Salamanca 24 horas)
M. Rosario S. P., entrando al juzgado. (Salamanca 24 horas)

Que se tenga constancia, José Luis fue el primero. Pasadas las 10 de la noche del 28 de abril de 2014, a sus 69 años, decidió entrar a tomar una cerveza a un conocido pub del centro de Salamanca en el que no había estado nunca, el Birdland Jazz. Se despertó al día siguiente, mareado, en una cama del Hospital Clínico en la que permaneció postrado tres días. Las enfermeras le explicaron que se lo habían encontrado en el banco de un parque, en La Alamedilla, y que no habían podido identificarlo porque no llevaba cartera, ni llaves ni alianza.

Al regresar a casa se encontró varias cajas de leche tiradas en el suelo del pasillo y los armarios revueltos. Faltaban un abrigo, una cazadora y casi todas las joyas de su mujer, ingresada por entonces en una residencia de ancianos. Tampoco estaban sus relojes, dos monedas de plata, una pulsera de niña, un sello, dos huchas con 300 euros cada una, las escrituras del domicilio y las de una parcela rústica. En total, a este taxista jubilado le habían robado alrededor de 9.000 euros, según la valoración de los peritos.

Los engatusaba, les sacaba información y les metía en la bebida una buena dosis de Trankimazin

José Luis hace memoria en la puerta de su casa y de alguna manera se avergüenza de lo que ocurrió aquella noche. Mira al suelo y dice que no recuerda nada, pero luego se indigna y van apareciendo escenas que deja a medias. En la rueda de reconocimiento, delante de la policía, no dudó ni un segundo en identificar a la persona responsable de todo lo que le pasó aquella noche: Rosario S. P. La mujer fue sentenciada el mes pasado a 30 años de prisión, de los cuales solo podrá cumplir 13 años y dos meses por una limitación del Código Penal.

Rosario lleva en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) desde que fue detenida en febrero de 2015. Durante el juicio admitió todos los hechos relatados por la procuradora, reconoció haber intentado robar con el mismo método a siete hombres mayores a quienes conoció en las calles de Salamanca. “Los engatusaba, les sacaba información sobre sus vidas, se los llevaba a un bar y les metía en la bebida una buena dosis de Trankimazin [benzodiazepinas]. Cuando se quedaban inconscientes, les robaba lo que llevaban encima, incluidas las llaves. Luego, pasadas unas horas, entraba en sus casas y se llevaba el resto. Lo repitió varias veces, cada vez que necesitaba dinero”, explican fuentes cercanas al caso.

Foto: Ilustración: Raúl Arias
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El 21 de diciembre de 2014 Rosario tuvo un primer susto. Su cuarta víctima, Jorge, no le dijo toda la verdad sobre su vida. Lo drogó en un karaoke situado en la plaza del Campillo y le quitó las llaves de casa tras dejarlo dormido en la calle. Había escogido una presa más joven que las anteriores, un hombre que ocultó que vivía con su mujer y con una hija. Cuando entró en su domicilio, a las cuatro de la mañana, no esperaba que hubiese gente dentro y encendió el primer interruptor que encontró al alcance. “Noté algo raro porque se encendieron unas luces que nosotros nunca usamos. Y cuando salí a ver qué pasaba, me la encontré de frente. No me dio tiempo a verla mucho. Salió corriendo con mi bolso y la pillé en el ascensor. Soltó todo y salió corriendo. Yo no sabía qué había pasado y mi marido no había vuelto. Fue una situación muy confusa”, recuerda la mujer.

Aunque llevaba tiempo buscándose la vida por sus calles, Rosario no es de Salamanca, sino de Zamora. Ronda los 55 años y, según quienes la conocen, cuando se arregla parece mucho más joven. “Es bajita y tiene ya una edad, pero cuando se arregla es muy resultona, la verdad. Pone cuidado al vestir y no notas nada raro si hablas un rato con ella, parece una mujer normal, coqueta”. No tiene estudios y llevaba muchos años sin trabajar cuando fue detenida, pagando como podía el alquiler de su piso. Aunque el tribunal descartó el atenuante de la drogadicción tras consultar con los peritos, Rosario tiene un largo historial con las drogas "en periodos alternativos y más bien muy anteriores a las fechas" en las que cometió los crímenes. Los especialistas descartaron "alteración de sus capacidades volitivas y cognitivas".

Según explica la sentencia, Rosario arrastra una adicción a la cocaína y la heroína desde los 19 años y estuvo en un programa de mantenimiento de metadona hasta diciembre de 2005. El último control al que fue sometida, en noviembre de 2014, resultó negativo. Al parecer, también tomaba regularmente Trankimazin, pastillas que conseguía con receta médica y las mismas que habría utilizado para drogar a sus víctimas. Paradójicamente, la Seguridad Social costeó su método en todo momento. Se necesitan muchas pastillas para lograr una sobredosis de Trankimazin y es complicado que acabe siendo mortal.

Siete robos y un homicidio

Antes de ser detenida le dio tiempo a repetir con otros hombres. A Matías, por ejemplo, lo conoció en la calle y consiguió que la invitase a su casa, donde acabó dejándolo grogui en el sillón y quitándole varias pertenencias, entre ellas su móvil. A Jacinto lo drogó en el Karaoke Sinatra y le acabó robando varios objetos (incluida una piedra de cuarzo que fue encontrada en su domicilio) y efectivo por valor de casi 9.000 euros.

A Pedro lo drogó en el Bar Novelty, una de las cafeterías con más solera de la ciudad. Pasó cinco días en el hospital hasta recuperarse y acabó teniendo suerte: parte de lo que le robaron, entre otras cosas su alianza, pudo recuperarlo en una casa de empeños llamada El Escaparate, a la que Rosario acudió varias veces a vender sus botines. A Agustín, por el contrario, lo abordó en un pub frecuentado por hombres mayores que cerró hace un año, el Number One, donde lo durmió y le arrebató todo lo que llevaba encima. Se llevó las llaves de su casa pero nunca se decidió a entrar.

Ella nunca previó el riesgo y quedó muy afectada cuando supo que había matado al anciano

El último intento de robo, el que desencadenó su arresto, se produjo el 14 de febrero de 2015. Esta vez Rosario se acercó a Jesús Ramos González, un invidente de 94 años muy conocido en la ciudad. Según la policía, pasaron varias horas juntos y finalmente entraron en un concurrido McDonald´s, donde las cámaras de seguridad recogieron el momento en el que vertió la droga en el refresco de su víctima. Tras acompañarlo a casa, lo dejó en una silla de la cocina con la cabeza apoyada en el frigorífico y desvalijó lo poco de valor que encontró a su paso. La chica de la limpieza se encontró al día siguiente a Jesús respirando con mucha dificultad y avisó a la Policía Nacional. El anciano murió en el Hospital Clínico al día siguiente con el diagnóstico forense de "intoxicación".

Su muerte desencadenó una breve investigación que acabó en casa de Rosario, donde la mujer permanecía atrincherada desde que conoció la noticia. Muy asustada, se negó durante horas a abrir la puerta a los agentes y, cuando lo hizo, negó todos los hechos. Días después, asesorada por la abogada asignada en el turno de oficio, decidió admitir todos los hechos y centrar su defensa en evitar el cargo de asesinato. El tribunal la acabó condenando por homicidio imprudente (tres años de cárcel) y por siete robos con violencia (27 años en total). “Ella nunca previó el riesgo y quedó muy afectada cuando supo que había matado al anciano. Hoy sigue agitada aunque se ha serenado un poco en la cárcel”.

(NOTA: Los nombres de todas las víctimas han sido modificados para respetar su privacidad)

Que se tenga constancia, José Luis fue el primero. Pasadas las 10 de la noche del 28 de abril de 2014, a sus 69 años, decidió entrar a tomar una cerveza a un conocido pub del centro de Salamanca en el que no había estado nunca, el Birdland Jazz. Se despertó al día siguiente, mareado, en una cama del Hospital Clínico en la que permaneció postrado tres días. Las enfermeras le explicaron que se lo habían encontrado en el banco de un parque, en La Alamedilla, y que no habían podido identificarlo porque no llevaba cartera, ni llaves ni alianza.

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