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Su 'satánica señoría': "Aplico una ley aunque la vea injusta. Soy 'heavy', no un juez 'heavy"
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ENTREVISTA

Su 'satánica señoría': "Aplico una ley aunque la vea injusta. Soy 'heavy', no un juez 'heavy"

Andrés Carrillo es el magistrado de Murcia de estética 'heavy'. "Los jueces solo pueden ser jueces del pueblo al que sirven. Y la única manera es siendo como el pueblo"

Foto: Andrés Carrillo de las Heras, en la entrevista. (R. M.)
Andrés Carrillo de las Heras, en la entrevista. (R. M.)

Andrés Carrillo es 'heavy'. 'Heavy' de pelo largo, anillos de calaveras, tatuajes de Marillion y camiseta negra de Ozzy. 'Heavy' de darse golpes en los 'pogos' de los conciertos de grupos de Death Metal. Andrés Carrillo de las Heras, de 50 años, es además juez de lo Penal, magistrado titular del Juzgado 3 de Murcia. Pero él insiste en que no hay que mezclar las cosas. "Yo no soy un juez 'heavy', aunque sea de los más 'heavys' de mi entorno metalero, yo soy un juez de trinchera igual que el resto de mis compañeros, no tengo ninguna diferencia con ellos", explica en Murcia ante un vino blanco. Este es uno de los jueces más singulares de España, reconocido por la profesión y por los abogados que le han tratado y que, lejos del corporativismo, ataca con dureza el gobierno de los jueces, al que acusa de poder ser un instrumento en manos del poder político. Se nota que va sobrado de conocimiento y bagaje para destacar así.

PREGUNTA. ¿Cómo se hizo juez?
RESPUESTA. Yo me hice juez porque no pude ser otra cosa. Hubiera querido estudiar Filosofía pero mis padres no estaban muy conformes con aquella aspiración mía. Entonces se hablaba de las salidas de las carreras y de todo eso. Me fui a estudiar a EEUU con 16 años y a la vuelta me encontré que mis padres habían prerreservado Derecho y Económicas en ICADE, en Madrid. A mí ni me gustaban el Derecho ni, mucho menos, las Económicas pero por aquella lealtad que se merecían mis padres hice las pruebas, entré en esa universidad y empecé. No era lo mío. Aborrecía las Económicas por encima de todas las cosas, como casi todo lo dinerario. Tras el primer semestre decidí dejarme Económicas y volverme a Murcia y, como premio de consolación, seguir Derecho aquí y matricularme también en Filosofía, estudiar las dos cosas. Cuando iba a formalizar el cambio de matrícula, allá por el mes de mayo de 1985, un compañero se despidió de mí cuando iba camino de secretaría: "Que te vaya bien, Andrés. Ya nos había parecido que gente de provincias como tú no podría con esto". Y pensé para mí: "Un capullo". Entonces decidí quedarme y acabar aquello como el hijo de Cabo de Palos que soy. Por cojones, por el que era mi principal defecto, el exceso de amor propio. Había gente que a mí se me antojaba muy 'pija' allí, pero ese compañero no quiso ofenderme: él fue un lenguaraz y yo un imbécil.

P. ¿Y sacó buenas notas?
R. Matrícula de honor en casi todo. Quería ser el primero y demostrar lo que toda persona vale, sea de donde sea. Mi excesivo amor propio no pudo con aquello. Y cómo me arrepiento.

P. ¿Por? ¿No quería ser juez?
R. Cuando acabé, vi que lo mío no era ejercer la abogacía ni mucho menos lo relacionado con la economía. Seguía teniendo aspiraciones en la filosofía y decidí ser juez porque entendí que era lo que más me podía acercar a la realidad ontológica de las personas. Acerté y ahora amo mi profesión. Preparé la oposición durante tres años y seis meses y la saqué a la primera. No quise presentarme antes para probar como hacían algunos. No me gusta probar. Siempre quise ser juez de la jurisdicción penal, que es donde ves las grandezas y las miserias del hombre.

"Lo que dijo [Lesmes] de que a los jueces nos tienen que controlar con palo y zanahoria es una falta de respeto a burros y jueces"

P. Dice que el aspecto no importa pero entonces se cortó el pelo.
R. Mi preparador me dijo que si iba a la oposición con el pelo largo y con el tribunal que me había tocado podía ser lo último que hiciera porque el presidente del Tribunal era muy conservador. Con gran dolor me corté en pelo como el Doncel de Sigüenza y me lo engominé. Ese día comprendí lo que es la vejación. Incluso vino mi padre a Madrid a apoyarme en ese trance y guardamos las trenzas. Me jugaba mucho en aquello y no me quise arriesgar. Me puse dos botes de gomina en el examen para parecer "inofensivo". No lo he vuelto a llevar corto. Aunque de eso hace mucho tiempo. Hoy no importaría. Y tampoco sé qué habría pasado si hubiera ido con el pelo largo: se puede, obviamente, ser muy conservador y muy equitativo.

P. Pero a los jueces los asociamos con gente seria, formal, mayoritariamente conservadores, gente de clase media o media-alta.
R. Eso es mentira. Los jueces son como la gente, ni más ni menos. Hay que romper con esa imagen del juez adusto, inalcanzable. La imagen que tenemos del juez, influenciada por las películas americanas, es falsa. Los jueces solo pueden ser jueces del pueblo al que sirven. Y la única manera es siendo como el pueblo. No podemos ser gente con cara de ajo, que parezcan inmovilistas y que el que nos vea piense que le va a meter un rejón. Los jueces cada vez somos más como la gente. Eso sí, preparados, muy vocacionales y con muchas ganas de servicio público, algo no tan extraño en la función pública en España pese a su mala prensa. Por eso yo no soy un juez 'heavy', sino un juez de trinchera orgulloso de serlo y de ser de mi Murcia y de poner mi granito de arena y que intenta dejar algo más en el mundo. Quizá hace unos años chocaba más, pero los jueces ya pueden llevar el pelo largo y tatuajes. Los nuevos están ajenos a complejos. Conozco gente que ha ido al examen con un 'piercing' y con pintas 'raras'. Alguno lo que pasa es que no se levanta la camiseta y enseña el tatuaje de Marillion.

En ese momento, Andrés se levanta la camiseta negra de Ozzy Osbourne con la portada del Blizzard of Ozz que lleva puesta y enseña el tatuaje de Marillion en el pecho derecho y explica que tiene más: Ozzy Osboune, Dream Theatre... En las manos lleva cuatro llamativos anillos: una gárgola de la catedral de Sevilla, un pentagrama, las garras del lobo y el anillo de compromiso que es una sucesión de calaveras en miniatura. Cuenta que en su casa una bandera de Ozzy preside el salón. Aunque días después ante el juzgado la vestimenta es más convencional: traje y corbata morada pero los mismos anillos y el pelo largo.

P. ¿Y no le afecta para nada ser 'heavy' en el juzgado? Un abogado compartió en twitter su sorpresa al cruzarse con un juez lleno con anillos de calaveras.
R. Conmigo no se ha confundido nadie y nunca he tenido que demostrar nada. Lo que nunca he querido es ser un juez 'heavy', pero lo que no estoy dispuesto es a ser un 'heavy' juez, que es casi peor. Yo soy un servidor público en lo que se me ponga delante. Soy una persona exactamente igual que los demás. El aspecto es una tontería. Nadie se me ha confundido en el juzgado sobre quién soy. ¿Dónde está el derecho a la propia imagen? Hace unos años podía ser algo más rompedor, pero ahora los 'heavys' estamos pasados de moda. Un amigo profesor dice que está preocupado por la falta de 'heavys' en los institutos, que somos como los linces ibéricos. En Murcia traen grupos extraordinarios de 'heavy metal', incluso extremo, y vamos los mismos 150 de marras, de los cuales 100 ya tenemos una edad. En esos 'pogos' saben que soy juez pero nadie me empuja o golpea más o menos por eso.

P. ¿Cuál fue su primer destino?
R. Benidorm, un infierno en la Tierra. Recuerdo que cuando llegué había solo cinco o seis juzgados de primera instancia e instrucción. Tenía categoría de juez y no había pasado por la Escuela Judicial de Barcelona que me pudiera preparar para ese calvario del que, sin embargo, a 'puriticas' leches que me di, tanto aprendí. Imagine Benidorm en 1995 y llevando Benidorm, Altea, Finestrat y L'Alfàs del Pi, más de un millón de personas. Eran juzgados con muchos miles de pleitos y nadie te prepara para eso. Muchos compañeros estaban dos años y pedían el traslado.

El aspecto es una tontería. Nadie se me ha confundido en el juzgado sobre quién soy

P. ¿Pone música en el juzgado?
R. Siempre. Salvo en la sala de vistas, lógicamente. Sé poner sentencias sin música, pero no quiero. Una vez mi querida compañera del dos vino desesperada y tenía razón. No me había dado cuenta del volumen y algunas de mis músicas son tipo 'screamo', que pueden parecer gritos. No ha vuelto a ocurrir. Ahora tengo bafles mejores. No quiero hacer nada que me pueda privar de un pequeño placer. Ya sufro bastante al poner sentencias, porque no siempre la solución es justa, pero sí es la legal. Yo no estoy aquí para hacer justicia, como esa capacidad de los dioses. Cuando los jueces decidamos qué es justo y qué no es justo nos van a sobrar los curas y los legisladores. ¿Cómo no vamos a sufrir con lo que vemos? Hasta los médicos sufren.

P. ¿Es muy jodido ser juez? Mandar a alguien a la cárcel, decidir en casos dudosos... debe de ser muy angustioso.
R. Una profesión muy jodida es pescar magres, lo que hacía mi tío Isidoro en Cabo de Palos. Eso sí es jodidísimo. Tienes que salir al alba y volver a puerto a intentar venderlo por la décima parte de lo que luego lo ves en el restaurante. ¿La del juez es difícil? ¿Y la del médico? ¿Y la del estructurista? ¿Y la del encofrador que evita que se caiga una casa? Tengo una profesión difícil como la tiene cualquiera que quiera hacer bien su trabajo.

P. ¿Qué la hace más difícil?
R. Lo que la acompaña desde hace 25 años, que es la politización de la misma en sus altos estamentos, que pesa y mucho en la imagen que los demás tienen de nosotros como servicio público imparcial. Eso es lo que más me quebranta. La falta de medios materiales no me preocupa mucho, pues siendo tremenda ha mejorado en las últimas décadas. El político puede tener miedo a un Poder Judicial independiente y potente, porque algún día, si ha hecho algo malo lo puede levantar del sillón. Si Montesquieu mirara a España se removería en su tumba.

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P. ¿Es para tanto?
R. Los partidos mayoritarios nombran a los Vocales del Poder Judicial, incluso a los 12 que se han de escoger entre jueces y juezas. Hay algunos vocales que se dirían "mixtos", que se reparten entre partidos. El Greco [el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa ha criticado la lucha de España contra la corrupción] ha dicho la verdad sobre nosotros y por esa mísera cadena eso se transmite a todo, a que la gente pueda creer que soy un juez "rojo" por llevar melena, y eso es injusto y además es mentira. En mi trabajo soy apolítico por encima de todas las cosas. Nunca dejaré de aplicar una ley por injusta que me parezca, antes plantearía una cuestión al Tribunal Constitucional. No me gusta nada desahuciar a los que cometen una ocupación flagrante cuando se trata de un banco y con cinco churumbeles de por medio pero mando a la Policía Nacional o a la Guardia Civil y los desalojo a los pocos días en cuanto reconocen los hechos, cosa que suelen hacer porque ante la evidencia suele haber poco que defender. No me gusta cómo se describe ese delito, o me gustaría que estuviera modulado de otra forma, pero yo no puedo hacer caridad con dinero ajeno.

P. A veces los jueces buscan fórmulas para que la ley y la justicia coincidan.
R. A veces buscas la interpretación para que la injusticia no sea manifiesta, pero no puedo dejar de aplicar una ley aunque me parezca injusta. El día que los jueces pensemos lo que está bien y lo que está mal sobrarán los parlamentarios y esos no deben sobrar nunca. No sobramos los jueces ni los parlamentarios. El problema es que el poder político se come parte de nuestra tarta en el equilibrio de poderes y nunca se empacha. Ellos nombran a los Vocales del CGPJ y sabemos por los medios quiénes son antes de que los efectivamente los haya nombrado el Congreso y antes de que hayan elegido al presidente ya sabemos quién va a ser. Luego, en el Congreso y en CGPJ hacen una representación escénica. Y algunos presidentes han ejercido cargos de responsabilidad en ministerios con determinados partidos. Y estos vocales y estos presidentes nacen con el pecado original de haber sido puestos por el poder político y con los enjuagues y equilibrios de "poder" que hay allí dentro, porque lógicamente quien te ha puesto no te quita pero puede no contar contigo más adelante. Y pueden ser personas muy honradas o pueden no serlo, pero lo cierto es que eso no aguanta una recusación. Los jueces de trinchera, si tenemos semejantes "amistades peligrosas" con una de las partes, no damos lugar a la recusación porque nos abstenemos nosotros. Si yo que tengo que juzgar un impago de pensiones con una persona con la que me tomo a veces el café, me abstengo.

P. En una ciudad pequeña como Murcia todo el mundo se conoce. Se hará difícil entonces.
R. Yo soy de Cartagena y por eso me fui de allí, porque no podía ni bajar a Cala Flores porque la gente me venía con los pleitos y la gente conocía a mi padre [Isidoro Carrillo, ex Presidente de la Mancomunidad de Canales del Taibilla] y no quise que nadie se confundiera. A eso llegan mis principios familiares.

"Nunca habría tenido que ser elegido Presidente del Constitucional una persona que poco antes estaba pagando cuotas a un partido político"

P. Pero muchas veces es solo cuestión de imagen. Que le vean con alguien, por ejemplo, no tiene por qué afectar en la sentencia.

R. La imagen es importante en materia de imparcialidad y en los altos estamentos no es solo un problema de imagen. Esos vocales a los que han elegido los políticos eligen a los magistrados del Supremo, a los presidentes del TSJ y de las Audiencias Provinciales, eligen a todo alto cargo judicial relevante, con un criterio que según la Constitución es solo de mérito y capacidad. Y hay compañeros magníficos elegidos para esos puestos, y quiero pensar que son la inmensa mayoría, pero la cadena del "pecado original" se transmite injustamente a todos, y eso da pie a que las ideas preconcebidas de cualquiera sobre que ha entrado en un sistema judicial politizado nos afectan a todos (jueces y justiciables), y me quedo ahí porque si siguiera empezaría a tener miedo de esta entrevista.

P. El antiguo presidente del Constitucional estaba afiliado al PP y usted no podría. Ningún juez de base lo tiene permitido.
R. El Constitucional no es un órgano jurisdiccional aunque algunos de sus miembros sean jueces. Pero nunca habría tenido que ser elegido Presidente del Constitucional una persona que poco antes estaba pagando cuotas a un partido político. ¿Qué pasa cuando a Puigdemont se le llena la boca de tonterías cuando dice que el Estado español es totalitario y un Estado en el que no hay Justicia imparcial y de que es una suerte de dictadura del poder político oficial? Que lamentablemente en alguna de las cosas que dice, no es que haya que darle la razón, porque radicalmente no la tiene, pero la experiencia demuestra que tenemos dificultades para rebatirlo porque cuando él no se fía de venir a España ni de los jueces que le han de juzgar en España por ser aforado siempre podrá decir: "Ya lo dice el Consejo de Europa. Estamos en la cola en independencia del Poder Judicial. Los han elegido los políticos, los 'españolazos'. Ya estoy vendido si voy". Eso cuesta mucho al país, a los jueces y a los ciudadanos.

P. No es solo el Poder Judicial. La sala de apelaciones de la Audiencia Nacional, por ejemplo.
R. De la "amiga Concha" [como Cospedal llamó a Concepción Espejel, presidenta de la sala] no voy a hablar.

Hay compañeros que tienen miedo a que si se salen de la línea venga fulminantemente el Servicio de Inspección del CGPJ

P. Pocos jueces hablan tan claro.

R. Hay algo que nadie reconocerá y es que hay temor a decir la verdad con toda su crudeza. Hay compañeros que tienen no poco miedo a que si se salen de la línea venga mañana fulminantemente el Servicio de Inspección del Consejo General del Poder Judicial, al que muchos compañeros consideran que en ocasiones está dirigido, aunque sea indirectamente, por el poder político. Hemos tenido recientes ejemplos con jueces que han denunciado la politización existente y que han sufrido consecuencias disciplinarias, con expedientes semisecretos (algo que no es legal), aunque afortunadamente han sido archivados tras el escándalo entre jueces de base y asociaciones.

P. Aun así la Justicia no tiene mala imagen social y los jueces están bien valorados.
R. A eso han contribuido las asociaciones judiciales. El Presidente del Consejo [Carlos Lesmes] dijo que uno de los problemas de la politización eran las asociaciones judiciales. Solo por eso quedó absolutamente desautorizado para mí. Le tengo que respetar y le respeto porque es mi presidente, gubernativo que no jurisidiccional, pero ahí ha errado el tiro. Eso que dijo de que a los jueces nos tienen que controlar con palo y zanahoria, como a los burros, es una falta de respeto a los burros, a mí y a mis compañeros. Yo no necesito que me pongan una zanahoria delante de la boca ni que me den con un palo en el trasero para trabajar. Yo ya trabajo solito, porque es mi deber y mi orgullo. Y si la zanahoria me la pone en la boca un cargo político no me la voy a comer. Y como yo, la inmensa mayoría: ni 'heavys', ni 'poperos', ni que les guste la música clásica, ni 'rojos', ni 'fachas' (si es que estas dos últimas categorías realmente existen), ni ácratas, ni lo que quieras. Solo jueces. Todos iguales. Yo, como mis compañeros de 70 años aún en activo. Lo de hacer 'pogos' cuando vienen los grupos de 'death metal' es para las 10 de la noche. Al día siguiente te levantas a las siete, dejas a tus hijos y te vas al juzgado.

placeholder Andrés Carrillo, el viernes ante la Ciudad de la Justicia de Murcia. (R. M.)
Andrés Carrillo, el viernes ante la Ciudad de la Justicia de Murcia. (R. M.)

P. Usted pertenece a la Francisco de Vitoria.

R. Pertenecí a la Asociación Profesional de la Magistratura hasta que me di cuenta que lo de "profesional" en ocasiones era secundario a lo de "conservadora". No me fui a Jueces y Juezas para la Democracia por el mismo argumento aunque en sentido contrario. Y me fui a Francisco de Vitoria. Esta tiene 850 afiliados casi —y nula representación en el CGPJ, fíjese— y ahí hay rojos, azules, negros como yo, naranjas, morados y hasta multicolores. Pero eso es irrelevante en el ideario de un juez. Un juez no está para pensar cuál sería la ley deseable sino para aplicar la ley y punto. Su ideología personal da igual.

P. Critica de la politización pero muchos jueces se quejan de la falta de medios.
R. ¿Que tengo más trabajo del que puedo, 500 juicios al año, más de 900 ejecutorias y no doy abasto…? Eso no es lo peor. Aunque el día tuviera 50 horas tendría retrasos. Trabajo todas las tardes y noches, fines de semana, domingos y festivos, mi trabajo afecta a mi salud... pero hay y habrá retrasos. Además, yo me enrollo mucho en las resoluciones y llevo el retraso mínimo imprescindible, pero el Servicio de Inspección en cuanto no estás a la altura de los módulos de productividad que han creado, puede venir y emplumarte. En Cartagena llegué a preparar yo los acuses de recibo de citaciones por correo para que las cosas salieran a tiempo y me dejé la piel, pero el Servicio de Inspección no dijo nada bueno de los que allí trabajábamos. He visto informes poniendo pegas porque estaba mal encuadernado el libro de piezas de convicción. Y es que tenemos una ratio de jueces en España que escandaliza al Consejo de Europa por habitante y por pleito. Somos pocos, muy pocos, pero eso parece importarle poco al poder político.

Un juez no está para pensar cuál sería la ley deseable sino para aplicar la ley y punto. Su ideología da igual

P. ¿Y cómo lo maneja en el día a día?
R. En las sentencias soy especialmente meticuloso porque tengo la necesidad de que no quede un fleco por contestar. Una de las cosas más bonitas que tenemos en la Justicia española es la efectiva resolución de todos los pilares en litigio, algo que no existe en países que consideramos muy superiores. Y lo estamos perdiendo por el sistema productivista que han introducido (y así no hacen falta más jueces) el poder político y el mismo Consejo, porque ahora nos pagan algo más por puntos. Si no llegas a tales puntos no cobras las retribuciones variables, que son misérrimas, pero si no llegas además eres "sospechoso" para el Servicio de Inspección. Entonces te piden que hagas sentencias como churros aunque lo que corresponda sea una porra y no un churro. Pues yo si me toca hacer porras, hago porras. Y casi siempre toca. A mí me gusta decirle a alguien sí o no en todo lo que ha dicho y por qué sí o no. Y eso lleva un tiempo de escritura y de estudio, cada vez menor conforme pasas más años haciéndolo. Y eso tiene un decalaje entre que lo estudias y decides. Acabo de poner una sentencia que empezó siendo condenatoria, pasó a ser absolutoria y en versión cuarta es condenatoria y absolutoria a la vez, porque tienes que pensar y te la llevas a la cama y si eres honesto le tienes que dar vueltas.

P. Antes estaba en instrucción y tenía fama de tomar personalmente todas las declaraciones e implicarse mucho.
R. Tienes que mirar a la gente a los ojos. Cuando llega un impago de pensión de alimentos si lo haces bien en Instrucción y miras a la persona a la cara y le haces las preguntas correctas y lo investigas bien llegas a saber si tiene dinero y eso supone una conformidad en el Penal. Parecen casos pequeños pero especialmente en esos tienes que mirar a los ojos a la gente. La Instrucción es lo más bonito que hay pero no podía más.

Somos pocos jueces, muy pocos, pero eso parece importarle poco al poder político

P. ¿Siempre fue 'heavy'?
R. Ahora soy conocido por ser un metalero muy extremo, amante del 'black metal' y de los metales más obscuros pero mi música inicial no fue esa. Yo era más de rock sinfónico, lo que ahora llaman rock progresivo: Génesis, Pink Floyd, Supertramp, Yes, Jethro Tull… Esa música quedó extinta, creo que por su falta absoluta de comercialidad. En EEUU con 17 años conocí a Black Sabath y el Doom Metal, los que inventaron el 'heavy metal', y de ahí al resto. El 'heavy metal' es la música culta de nuestros tiempos. A esta música no se llega fácilmente porque el 'heavy metal' suele tener algo que decir. Si escuchas las letras del 'black metal' y del 'doom metal' hablan de temas serios, muy filosóficos: la misantropía, del mal en el hombre, del suicidio, del odio, del amor, de la desesperación, del satanismo entendido como paganismo, de la religión...

P. La funda de su móvil es de Ozzy y la camiseta también. ¿Es el más grande?
R. Tengo dos padres, mi padre y Ozzy Osbourne, pero el único que es dios es mi padre. Ozzy tiene dos discos que son genealogía del ser humano, son religión pura, y además ha tenido la capacidad de reconstituirse, sobre todo por su mujer Sharon. Los discos son 'Blizzard of Ozz' y 'Diary of a Madman', los que hizo con Randy Rhoads.

P. ¿La estética satánica es solo estética o algo más?
R. No conozco a ningún blackmetalero adorador de Satán, aunque conozco a varios que vendrían a ser llamados 'satanistas'. No es que sean esbirros del mal, sino simplemente, como yo mismo, ateos que buscan a dios o bien personas más cercanas a lo gnóstico que a esa equivocada y vulgar idea del 'quemaiglesias'. Si yo tuviera que creer en un dios sería en uno parecido al que la religión imperante hace ya muchos siglos llamó Lucifer. Porque me han contado, o quizá yo lo he inventado, que Lucifer fue el bueno de ese cuento, el que le dijo a un dios vengador el día que, pongamos, estaba aniquilando a los gomorritas —que nunca sabremos lo que hicieron, porque eso tenía que ser muy gordo— le dijo que se estaba pasando, que fuera misericordioso. Entonces Yahvé le dijo que no le cuestionara, Y Lucifer le contestó que eso de 'non serviam', no te serviré, y lo mandó a los infiernos. Yo creería en un dios capaz de cuestionarse a sí mismo y en defender a los más pequeños. Aunque mi madre, mi amada madre, es católica y no sé si le gustará leer esto, yo la quiero precisamente por eso. La religión bien entendida es un activo, nunca un pasivo.

P. También escribe poesía. ¿Le quedan ganas de escribir después de tantas sentencias?
R. Escribo poesía aunque no la edito con todo el cuidado que necesitaría. No tengo mucho tiempo ni para limar los poemas ni para hacer una selección preciosista. Eso hace que las composiciones estén poco pulidas y en su (mejor o peor) sinceridad. Ahora preparo una edición de prosa poética autobiográfica basada en la música y de los avernos de los que me ha sacado. Mi idea es dejar algo aquí: si se va a mi tumba con un libro mío o si prefiere, de puro asco que le dé, tirarlo al váter, ya todo habrá cobrado sentido.

Andrés Carrillo es 'heavy'. 'Heavy' de pelo largo, anillos de calaveras, tatuajes de Marillion y camiseta negra de Ozzy. 'Heavy' de darse golpes en los 'pogos' de los conciertos de grupos de Death Metal. Andrés Carrillo de las Heras, de 50 años, es además juez de lo Penal, magistrado titular del Juzgado 3 de Murcia. Pero él insiste en que no hay que mezclar las cosas. "Yo no soy un juez 'heavy', aunque sea de los más 'heavys' de mi entorno metalero, yo soy un juez de trinchera igual que el resto de mis compañeros, no tengo ninguna diferencia con ellos", explica en Murcia ante un vino blanco. Este es uno de los jueces más singulares de España, reconocido por la profesión y por los abogados que le han tratado y que, lejos del corporativismo, ataca con dureza el gobierno de los jueces, al que acusa de poder ser un instrumento en manos del poder político. Se nota que va sobrado de conocimiento y bagaje para destacar así.

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