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Una campaña entre la república que nunca existió, el exilio y el 155 reparador
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los mensajes de la campaña electoral del 21-D

Una campaña entre la república que nunca existió, el exilio y el 155 reparador

Los independentistas han evitado admitir si insistirán en la vía unilateral, Ciudadanos ha rentabilizado el españolismo y Domènech e Iceta se presentan como la solución

Foto: Carteles de campaña de la candidatura de Puigdemont. (Reuters)
Carteles de campaña de la candidatura de Puigdemont. (Reuters)

Ha sido la campaña más extraña de la democracia, para unas elecciones no convocadas por el Ejecutivo saliente, con candidatos presos y fugados y con el futuro de toda España en juego. Por eso, la mayoría de mensajes de las siete candidaturas con representación parlamentaria han apelado como nunca a la emoción de los electores, superando los habituales ejes ideológicos entre izquierda y derecha y llegando a las urnas con incertidumbre sobre el resultado y las alianzas posibles.

Los mensajes han sido simples y sin evolución a lo largo de la campaña, sin propuestas concretas y con los candidatos por encima de las marcas respectivas de sus partidos o candidaturas en la mayoría de los casos.

Independencia unilateral negada

"La vía unilateral no existe, es un invento del Estado", dijo Marta Rovira (ERC) en la Cadena Ser. En las elecciones que fueron convocadas desde La Moncloa precisamente porque hubo una declaración unilateral de independencia sus promotores no solo han evitado explicar si mantendrán ese objetivo, sino que, además, han llegado a negar que haya existido.

Tanto ERC como Junts per Catalunya han eludido en la campaña responder si la mantendrán después de las elecciones del 21 de diciembre. Condicionados por lo apretado del resultado, la necesidad de atraer el nacionalismo más moderado, el fracaso de la vía unilateral por la contundencia del Estado y, sobre todo, por la actuación judicial, los líderes independentistas han preferido el mensaje del diálogo. En el debate de todos en La Sexta, por ejemplo, Carles Mundó (ERC) no mencionó siquiera esa vía y ningún otro líder de este partido ha defendido mantenerla, incluyendo incluso insinuaciones sobre la falta de mayoría suficiente para la independencia.

Foto: Los candidatos a la presidencia de la Generalitat en el último debate antes del 21-D. (EFE)

No es ajeno que en el inicio de la campaña Carme Forcadell, expresidenta del Parlament, abriera un camino de renuncia a la ilegalidad para poder salir en libertad.

El mensaje se ha completado con el esfuerzo por minimizar los efectos de la declaración unilateral, por ejemplo, los datos económicos y la fuga de empresas que han atribuido al Gobierno central, con acusaciones de falta de democracia e influencia determinante en la acción de la Justicia.

Su problema ha sido, obviamente, la imposibilidad de su líder para participar en actos públicos por estar encarcelado y luego la debilidad que han mostrado en sus debates Marta Rovira y Carles Mondó. Su debilidad ha sido también la fortaleza que en ocasiones ha tenido el mensaje institucional de Puigdemont y su presentación en listas separadas, hasta terminar en una rivalidad que podría mantenerse en la negociación de la investidura.

Cárcel, exilio y 'president' legítimo

¿Qué provoca más empatía, un preso o un exiliado? Ese es el pulso que las dos candidaturas independentistas, que fueron juntas en 2015 han mantenido durante la campaña. La lista de Carles Puigdemont (Junts per Catalunya) ha explotado la sombra de su cabeza de candidatura como el Molt Honorable de la Generalitat legítimo y, por tanto, el que debe ser investido para restablecer la legalidad previa al 155, arrebatada por el Estado, siempre según su mensaje. "El nostre president" es su elocuente lema de campaña.

Su campaña ha sido por eso la más personalista, orillando a su partido y provocando profundo malestar entre sus cuadros. Y ese interés se ha manifestado en el intercambio velado de reproches con Oriol Junqueras y la decisión de ERC de cerrar la campaña electoral junto a la cárcel de Estremera para poner en el foco la situación del exvicepresidente de la Generalitat preso. Es decir, la apelación al voto mártir y heroico y, sobre todo, de sentimiento de víctimas frente a Rajoy.

La debilidad del mensaje independentista ha sido el de las abrumadoras cifras de las consecuencias negativas del proceso soberanista, las informaciones contundentes sobre pruebas del sumario contra ellos y la disputa entre las dos candidaturas. Por eso ha buscado poner la emoción por encima de la razón.

La solución de consenso

Ante la expectativa de empate infinito, el mensaje de Miquel Iceta (PSC) ha sido el de intentar presentarse como el único con posibilidad de ser la solución. Su fortaleza era el hecho de ser el único candidato que carecía de vetos del resto de listas y su debilidad era haber apoyado a Rajoy en la aplicación del 155 y en ello se ha aplicado.

El mensaje de "ni Junqueras, ni Arrimadas" era su idea fuerza, que incluía intentar captar catalanistas desenganchados del proceso soberanista.

Foto: Miquel Iceta y Miguel Ángel Revilla. (R.M.)
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Para reforzar esa fortaleza de transversalidad incorporó a nacionalistas moderados a su candidatura y ha lanzado el mensaje del diálogo y de la salida a través de un Govern transversal que fuerce una reforma constitucional. El plan debía completarse con la acción concertada del PSOE poniendo en marcha una comisión que acabaría en una reforma de la Carta Magna, pero PP y Ciudadanos se encargaron de enfriarla y retrasar su actividad hasta enero.

Su debilidad sobre el 155 la ha afrontado defendiendo su decisión como la única posible para salir de la situación de bloqueo. Y ha intentado combinarla con guiños como el anuncio de una petición de indulto que, en todo caso, solo puede producirse al final del largo proceso penal y por un futuro Gobierno cuyo signo se desconoce,

Referéndum pactado

Xavier Domènech (Catalunya en Comú-Podem) ha hecho bandera del referéndum pactado como salida al bucle. También ha hecho alarde de una doble condición: comodín de un Govern de izquierdas con ERC y PSC y posible elemento moderador para reconducir a los independentistas. Es decir, un mensaje de fin de bloques.

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Su debilidad es que ese mensaje podía quedar aprisionado por la polarización entre españolistas y catalanistas, de tal forma que su eje ideológico de partido de izquierdas quede sepultado en estas elecciones. Ese mensaje le sirvió para ser la candidatura más votada en Cataluña en las dos últimas elecciones generales, pero ahora queda desplazada por la especie de plebiscito al proceso soberanista. Desde el constitucionalismo se le ha identificado con los independentistas y una retorno al tripartito del que formó parte ICV y desde el soberanista se han lanzado sombras de desconfianza por su desmarque de la DUI y del referéndum del 1-0, para dejarles en tierra de nadie.

No le beneficia tampoco el hecho de que la vía unilateral haya superado ya la opción de referéndum pactado que, además, el 155 muestra como prácticamente imposible de aceptar por un Gobierno central y, sobre todo, por el Tribunal Constitucional.

Una de sus fortalezas, poco explotada en campaña, era la la de la imagen de Ada Colau, precisamente en Barcelona, donde se juega la mayoría de escaños.

Voto útil

Inés Arrimadas (Ciudadanos) vio en balcones de Cataluña la bandera de España y a ellos dirigió su mensaje, con la idea fuerza de ser la única que podía llegar a la presidencia de la Generalitat, frente al independentismo. Es decir, la definición exacta del voto útil buscado en el bloque constitucionalista, apartando al PP, que, además, cuenta con un candidato más áspero.

Foto: Ilustración de Inés Arrimadas. (Raúl Arias)

Para su imagen buscada de presidenciable frente al soberanismo le sirvió su papel en el primer debate en La Sexta contra Marta Rovira de ERC. Todo para agrupar el voto constitucionalista, incluso de votantes no identificados ideológicamente con el centro derecha.

Ha utilizado el tema sensible de la educación, el sistema de inmersión y el supuesto adoctrinamiento en los colegios. Un asunto que, no obstante, puede verse como una agresión exterior.

Respecto al 155, no hay ninguna duda de que fueron los que más insistieron en aplicarlo, pero han podido utilizar el burladero de hacer ver que quien realmente lo ha aplicado es el PP y, por tanto, es el que debe asumir la responsabilidad de los errores que haya podido haber. Arrimadas ha buscado asumir la cara amable que pueda tener la acción del Estado en Cataluña.

Golpe de Estado y 155

A Xavier García Albiol (PP) le ha tocado el papel más áspero y difícil de presentar de forma amable y así lo ha asumido. Es el partido que encabeza la aplicación del 155 y su discurso es necesariamente el de tachar de negro a sus adversarios, con acusaciones de golpismo y la sombra de estar detrás de los encarcelamientos. Su propio perfil político no le ayuda.

Las frases de Soraya Saénz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, sobre el descabezamiento del independentismo por parte de Rajoy han contribuido a esa confusión intencionada entre poderes que ha utilizado el independentismo para aumentar su victimismo, reforzado por episodios como el traslado a Aragón de obras de arte del museo de Lleida.

Albiol, además, ha incluido en su discurso negro la televisión autonómica y, sobre todo, la educación, con imposibilidad de elaborar un mensaje de propuestas.

La república catalana

La CUP era la candidatura más coral y con la marca por encima del cabeza de lista, por su propia lógica de rotación de líderes. Su mensaje, coherente con su trayectoria, se basa en "implementar la república" que solo ellos reconocen, el eje ideológico y la amenaza de hacer zozobrar el Parlament y la legislatura si no se mantiene el rumbo hacia la independencia unilateral. Partían del hecho de ser los reconocidos impulsores de la vía unilateral a la que condicionaron la investidura de Puigdemont y, al tiempo, no haber sido imputados siquiera en ninguno de los procesos penales.

Es decir, el posible victimismo de los presos y los exiliados les era ajeno.

Foto: Los candidatos de la CUP Carles Riera, Eulalia Reguant y Maria Rovira. (EFE)

Ha sido la campaña más extraña de la democracia, para unas elecciones no convocadas por el Ejecutivo saliente, con candidatos presos y fugados y con el futuro de toda España en juego. Por eso, la mayoría de mensajes de las siete candidaturas con representación parlamentaria han apelado como nunca a la emoción de los electores, superando los habituales ejes ideológicos entre izquierda y derecha y llegando a las urnas con incertidumbre sobre el resultado y las alianzas posibles.

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