Gitanas feministas: “Las payas nos tratan como si fuéramos monos que hablan”
Las mujeres romanís levantan la voz por la igualdad y reivindican su lucha contra los estereotipos y las tradiciones impuestas por el patriarcado
María José y Carmen hablan con rabia. Con la que les brota de un feminismo que, dicen, les sale de las entrañas. Nunca se han sentido identificadas con Simone de Beauvoir ni con Amelia Valcárcel. Su lucha se fue gestando entre chabolas. Por eso no se sienten cómodas con el feminismo “payo” al que acusan de tratarles con paternalismo.
Cuestionan las tradiciones machistas de su comunidad, pero como un resultado del patriarcado que rige en toda la sociedad y no como algo propio de su idiosincrasia. Cuando se presentan como asociación -son cerca de una veintena-, reconocen que eso de “gitana feminista” le suena raro a mucha gente, como un oximorón, y es precisamente por eso que ahora, cuatro años después de dar sus primeros pasos, están llevando a cabo el I Congreso de Feminismo Romaní.
Son maestras, trabajadoras, mediadoras, vendedoras o bailaoras. Son heterosexuales, lesbianas y transexuales. Son de Madrid, Cartagena, Ponferrada o de Valladolid. Son evangelistas, católicas o agnósticas. Pero sobre todo, son gitanas. Y feministas.
Pregunta: ¿Cómo surge la asociación?
María José Jiménez: Al principio eramos sólo un grupo de gitanos que nos juntábamos para movimientos activistas, pero el caso de Leonarda Dibrani, la niña francesa gitana que fue deportada a Kosovo con su familia, donde no tenían nada ni sabían el idioma, nos hizo plantearnos organizarnos más en serio.
Nos juntamos un grupo de gitanas, cada una de una de una parte de España y nos pusimos a estudiar durante ocho meses cuáles habían sido las repercusiones de las políticas diseñadas por la izquierda en la población gitana. Los resultados fueron horribles: todas las políticas de la izquierda eran completamente racistas, condescendientes y nada diseñadas para impactar de manera positiva en lo que habían planteado. Estaban hechas desde un despacho sin conocer la realidad porque a nadie le interesan los gitanos.
Pensamos que no podíamos seguir dejando que pasase eso, había que cuestionar todas esas cosas y no teníamos nada que perder: no vivimos de subvenciones, llenamos la nevera con el trabajo que tenemos cada una de nosotras y que no tiene nada que ver con la asociación.
P.: Pero lo abordáis desde el feminismo…
M.J.: Sí, tuvimos una reflexión larga, de debates internos, documentarnos… sobre cuál era la línea a seguir para poder revertir el panorama y si piensas, no se te ocurre otra manera más significativa que el feminismo. Primero porque somos más de la mitad de la población y tenemos más fuerza a nivel numérico si somos capaces de convencer a esas mujeres que se consideran feministas pero no antirracistas. Es un hándicap horrible dentro del feminismo blanco, el europeo hegemónico, porque no considerarse antirracista te quita automáticamente la categoría de feminista.
Así que el feminismo es un instrumento que irrumpe en el panorama con otro discurso, que no sea el “las gitanas se están empoderando haciendo cursos de corte y confección o alfabetización”, porque no es real. Las gitanas no nos empoderamos con eso, vosotras [las mujeres payas] tampoco os habéis empoderado así, si no haciendo política de algo personal y eso es lo que vamos a hacer.
P.: ¿Creéis que partís con desventaja respecto al feminismo de las payas?
M. J.: Muchísimo, nosotras no hemos tenido ese proceso de producción académica ni discurso político. Mientras muchas mujeres payas estaban pensando en los despachos y haciendo reuniones feministas nosotras estábamos en chabolas, sin luz, trabajo, ni vivienda y eso pesa, no estamos hablando de hace cien, si no de 35 años. Yo he vivido en una chabola 12 años y eso pesa, aunque también pienso que suma, porque te da un feminismo de lucha y no de concepto.
Mientras muchas mujeres payas estaban pensando en los despachos nosotras estábamos en chabolas, sin luz, trabajo, ni vivienda y eso pesa
Otra desventaja es que somos objetivadas, no somos nombradas como mujeres sino como cuerpos gitanos que engloban una serie de estereotipos que no somos capaces de quitarnos nosotras mismas. Nosotras siempre hemos sido las nadie, nunca se nos ha cedido ningún espacio de poder. Partimos de una realidad distinta a la del resto de la sociedad, somos un pueblo muy excluido y no tenemos esa autoridad para sentar cátedra a la hora de hablar.
P.: En otra entrevista decías que los pequeños avances que ha conseguido el feminismo serían grandes pasos para las gitanas…
M. J.: Claro, cuando se legisla en políticas de género y empoderamiento de las mujeres en general hay mujeres que no nos beneficiamos de esos pequeños avances. Si echas un vistazo a todas las medidas que se han ido haciendo para las payas, ninguna ha repercutido en las mujeres gitanas. El sistema de cuotas no nos sirve para nada porque no llegamos a las listas políticas y si se nos pone es como objetos de decoración para ser guais y muy de izquierdas.
La legislación en conciliación, que es tan básica y normalizada por la sociedad en general, a nosotras no nos impacta de ninguna manera ¡si no podemos trabajar, si no nos contratan por ser gitanas! Nosotras no partimos de la clase trabajadora, si no de la empobrecida.
P.: Y dentro de la comunidad gitana, ¿qué queréis cambiar?
M. J.: Despertar las conciencias políticas. Es un pueblo muy cronificado en hacer aquello que nos mandan desde arriba. Estamos muy dormidos a la hora de cuestionar. Cualquier gitano de Villaverde o de Vallecas se pone a pensar y dice: ¿Qué voy a hacer yo contra Goliat?
Otra de las cuestiones es que se sumen más hombres a este movimiento. Necesitamos el feminismo de los hombres gitanos porque sin ellos no se va a avanzar, si no ven esa necesidad, no vamos a poder hacerlo.
También queremos que haya un discurso unánime de valoración de los cuerpos de las mujeres gitanas. Son las verdaderas protagonistas de la historia del pueblo gitano, las verdaderas encargadas de que siga existiendo y hay una deuda no reconocida con ellas.
P.: De hecho la cultura gitana tiene una parte muy matriarcal
M. J.: La cultura gitana es matriarcal. Lo ha sido siempre, pero ha sido influenciada y distorsionada por el capitalismo y el patriarcado. Nos hemos ido contaminando. Vivimos en una sociedad donde no se permite que nos organicemos de manera matriarcal, tampoco a vosotras.
P.: Pero hay ciertas tradiciones gitanas que son machistas y que no vienen de la cultura occidental, como el pañuelo
M. J.: Son cosas que en nuestra población se han ido conservando más que en la vuestra. La prueba del pañuelo viene de la reina Isabel, se cogía la sábana y miraban si era virgen. Viene de la Iglesia más recalcitrante y nos ha influenciado a toda la sociedad. Pero nosotros somos una comunidad hermética por obligación, hemos estado 600 años aguantando las embestidas de la población mayoritaria que ha querido exterminarnos, apartarnos, expulsarnos… Y esto es muy reciente todavía. Hasta 1974 había una ley de vagos, maleantes… y gitanos, que nunca se nombra. Con ella la Guardia Civil tenía carta blanca para hacer lo que quisiera y eso fue hace muy pocos años.
Todo eso ha repercutido que nos protejamos contra el payo, no de ti, pero sí de otras generaciones. Mi abuela veía a la Guardia Civil y se cagaba de miedo, se metía dentro de casa. Nos hemos hermetizado para defendernos y para no desaparecer ni dejar de ser gitanos. Y eso también ha tenido repercusiones negativas, como que hayamos conservado esas costumbres.
El pañuelo es una manera de control sobre los cuerpos de las mujeres
P.: ¿Y cuál es la opinión de Gitanas Feministas sobre esas tradiciones machistas?
M. J.: Gitanas feministas cuestiona todo esto, tanto al pañuelo, como el luto… No las decisiones personales de cada individuo, eso jamás, porque cada mujer debe decidir de manera libre si quiere sacarse el pañuelo o llevar luto toda la vida. Pero yo tengo una opinión como feminista y como gitana de que es que el pañuelo es una manera de control sobre los cuerpos de las mujeres.
P.: ¿Cómo ha afectado el machismo a vuestra vida?
Carmen Fernández: En mi caso he estado rodeada de feministas, si soy lo que soy es gracias a eso. El machismo está tanto en los payos como los gitanos, la única diferencia es el nivel de empoderamiento de las payas, que las gitanas no tenemos, por los recursos, la educación… Por ejemplo, en la violencia de género, que se lleva trabajando en payas desde hace 40 años, ha beneficiado a la población mayoritaria, pero no a la gitana. Sólo hay que ver las denuncias, ¡las gitanas no denuncian porque no nos protegen!, ¿para qué vamos a denunciar? ¿Para tener una pequeña ayuda económica? ¿Para irnos a una acogida donde nuestros hijos no pueden estar? ¡Es que los recursos no nos llegan! Esa es la diferencia pero no que el machismo de los gitanos sea más que el de los payos.
M. J.: No podemos confiar en un sistema que nos ha condenado continuamente, la perspectiva de criminalidad proyectada en el pueblo gitano es histórica: todos somos ladrones y criminales. Eso los medios de comunicación se han encargado de meterlo en cada poro de la piel.
Yo personalmente no he sufrido porque estoy en un entorno muy feminista, aunque claro que he visto casos de machismo en todas mis compañeras, payas y gitanas. Mi abuela era una feminista brutal. Sin saberlo, claro. Era una gitana muy respetada, de tradición, que daba charlas de empoderamiento en el culto.
P.: ¿Entonces es que hay una parte de estereotipo?
C: Todo. Que los gitanos somos machistas, que las gitanas somos machistas y nada más queremos estar en la casa… Se nota sólo en la forma de mirar. Y el machismo emana de un patriarcado payo que es el que domina y el que oprime, los gitanos no tienen ese poder a nivel general, lo han asumido y lo ponen en práctica.
P.: ¿Cuando os presentáis como gitanas feministas, no os dicen que es contradictorio?
C: Continuamente. Mira, una compañera presentó una tesis sobre feminismo gitano y se la rechazaron las académicas con el argumento de que no se podía ser gitana y feminista, que hiciera la tesis de otro feminismo. No tenemos ni derecho a nombrarnos feministas, a una producción propia, no somos dignas de una producción intelectual ni siquiera en un entorno académico.
Así que, ¿con qué feminismo sí colaboramos? Con las indígenas, negras, mapuches… Con ese feminismo de resistencia, de la tierra, del sentimiento. Y no el que nos diga “ah qué bien” y nos de una palmadita, si no “¿Qué necesitáis? Vamos con vosotras”.
Las feministas han luchado por las blancas, nunca nos han incluido y estamos en muchísima más desigualdad
P.: ¿Tan mala es la relación con las feministas payas?
C.: Pues solo con cómo nos miran… Siempre tenemos la sensación de que somos 'El planeta de los simios'; nos sentamos delante de cualquier feminista paya y es como que el mono habla. De repente el mono habla y se sorprenden.
Nos sentimos continuamente cuestionadas, “si los gitanos son todos machistas”, “si las primeras que tenéis que cambiar sois vosotras...”. ¿Por qué tienes que cuestionar mi feminismo? Igual hay que cuestionar el tuyo. Las feministas han luchado por las blancas, nunca nos han incluido y estamos en muchísima más desigualdad. No existe cohesión porque no nos dan espacios. Mira, en la asociación tenemos un grupo de flamenco y muchas veces en charlas feministas nos han dicho: ¿qué tal si venís y actuáis? Por nosotras perfecto, pero es que se queda ahí, no quieren nada más, no nos dejan dar nuestro discurso ni escucharnos.
En la manifestación antirracista del otro día, había de todo menos payos. Con la violencia machista, que están todas las payas a tope, no había ni una sola cuando mataron a una gitana hace poco. Y nosotras sí vamos a todas.
P.: De hecho he visto que os habéis manifestado sin sujetador contra la ley del aborto de Gallardón, acudís al Orgullo Gay… ¿Cómo lo llevan en vuestro entorno?
M. J.: Intentamos naturalizarlo porque es algo natural. Parece que hay un modelo de mujer y hombre que no puede sacar los pies del tiesto y eso no es normal. Hay que reivindicarlo.
C: De hecho con la lucha LGTBI pasa lo mismo, hay tantas campañas de normalizar o visibilizar pero nunca se hacen con gitanas, ni si quiera con una cara morena. La sociedad mayoritaria ha estado luchando por todo esto pero la repercusión no llega a nosotros porque no se nos tiene en cuenta.
P.: ¿Como se acepta en la comunidad gitana la homosexualidad?
C.: Mira, en un programa de televisión sobre personas transexuales salía un padre gitano que llevaba a su hijo vestido de mujer porque se sentía así, iba con ella a comprarle faldas. Ese es un ejemplo, pero claro que también hay situaciones de familia que les machacan y de nuevo están desprotegidos porque no hay ningún recurso que los atienda.
P.: ¿Pero crees que la aceptación de las personas gays cuesta más entre los gitanos?
C: Cuesta porque hay un desfase en la aceptación y en la lucha, igual que antes. Con la sociedad mayoritaria se ha normalizado pero con las gitanas no. En mi barrio hay un transexual gitano y todos lo aceptamos. Nosotros tenemos una cultura de querer a los nuestros y no se les va a rechazar, aunque haya casos, sobre todo entre mujeres lesbianas, pero como en todo.
P.: Otro problema que se asocia a la comunidad gitana…
C: Se asocia porque nos consideran un problema social. Cuando nacemos es una mochila que nos ponen y nos duele. Cuando nace un niño es una alegría pero si nace un gitano es un problema social porque en Europa nos llaman así. ¿Sabes lo duro que es eso? ¿Que te llamen así? ¿Qué “problema” soy yo?
P.: Me refería a los matrimonios tempranos y a que las niñas abandonen el colegio, ¿cómo se combate eso?
C: Se podría combatir de muchas maneras, lo llevamos diciendo toda la vida. Necesitamos equipos multidisciplinares, y más en los barrios donde hay guetos. Habrá profesores con buena voluntad pero les faltan recursos y motivación.
Aunque saques sobresalientes, cuando vas al instituto no puedes seguir porque el nivel es más alto que lo que has estado estudiando. Si es gratuita tiene que ser igual para todos. Lo único que se dice es que los gitanos no quieren, que sacan a las niñas, ¿pero para qué quieren que estén en el colegio? Si no aprueban, si no hacen nada, si cuando te dicen que con que aprueben 1º o 2º de la ESO es suficiente.
Los hombres gitanos, no son nadie. Incluso las mujeres payas tienen más poder que los hombres gitanos, negros, musulmanes…
P.: Al ver vuestra iniciativa pensaba que era algo más hacia dentro de la comunidad y hablando con vosotras siento que es más de puertas hacia fuera.
M. J.: Somos conscientes de que desde dentro hay que cuestionar muchas cosas, no somos hipócritas, nuestro pueblo no es perfecto y las mujeres gitanas lo sufrimos más que los hombres gitanos. Pero nuestras mayores dificultades son alcanzar las posiciones de poder, ¿y quién tiene esas posiciones de poder? Los payos. No los hombres gitanos, que no son nadie. Incluso las mujeres payas tienen poder que los hombres gitanos, negros, musulmanes…
Hay que abrir esas grietas en la sociedad mayoritaria. Pero por mucho que cambiemos los gitanos y hablemos del patriarcado, no se cambia cambiando a los gitanos, si no a la sociedad general.
P.: María José, fuiste candidata al Congreso por Podemos en las pasadas elecciones, ¿cómo ha sido la experiencia en la política?
M. J.: Mala. Porque las gitanas siempre hemos participado como monitos de feria en las listas electorales, es una instrumentación, una foto a tiempo, de una cara gitana en una lucha que se nombra de izquierdas. Pero realmente no les importa, no es una cuestión que forme parte de las agendas políticas ni de beneficios políticos porque somos una población pequeña en número y no significamos en los procesos electorales.
Yo entré conocedora de este juego. Sabía la exposición y el beneficio que era llevar la asociación a sitios donde no estaba. Nos utilizamos mutuamente, aunque era distinto: yo hacia política de una causa y ellos hacían ver que hacían política de una cosa símplemente para la foto. Podemos no es el espacio para hacer política para los gitanos ni las racializadas aunque lleven a una negra al Congreso.
P.: ¿Cómo descubristeis vosotras el feminismo?
C: En mi caso de mi padre y de mi madre. Mi padre siempre ha procurado que yo que tuviera todas las oportunidades, de hecho me fui fuera a estudiar, a Granada, y siempre me han dicho que nadie me domine, que tenga mi independencia… Y luego de mis amistades.
M. J.: En mi caso igual, cuando vives una situación de opresión constante, que no puedes ir al supermercado porque te sigue el guarda, que tu padre intenta alquilar una vivienda para dejar de vivir en una chabola y aunque tengas dinero para fianza y todo no te la alquilan… Porque los gitanos no queremos vivir en chabolas, ninguno. Queremos condiciones dignas. Ver eso desde muy pequeña te hace despertar el espíritu crítico desde la identidad de género, porque soy mujer y estamos dos o tres escalones por debajo de los hombres, y con las payas y payos a años luz.
Es un sentimiento de lucha desde la resistencia. Yo no conocía el concepto de feminismo de Simone de Beauvoir o Amelia Valcárcel. Eso me vino después. Cuando cojo el libro de feministas hegemónicas blancas la verdad es que me rio porque no tiene nada que ver con la realidad de mi abuela, ni mi prima, ni mi hermana. Y eso que yo no entro entre los estereotipos de gitanas, que tengo trabajo, estudios… Yo me identifico con mis hermanas mapuches, negras… que no han tenido tiempo a escribir porque han estado en la calle.
C: Es un feminismo que surge de las entrañas.
María José y Carmen hablan con rabia. Con la que les brota de un feminismo que, dicen, les sale de las entrañas. Nunca se han sentido identificadas con Simone de Beauvoir ni con Amelia Valcárcel. Su lucha se fue gestando entre chabolas. Por eso no se sienten cómodas con el feminismo “payo” al que acusan de tratarles con paternalismo.
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