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Más ancianos en la ciudad y menos jóvenes en el pueblo: así cambia España desde 2000
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Más ancianos en la ciudad y menos jóvenes en el pueblo: así cambia España desde 2000

La población española, cada vez más envejecida en las grandes ciudades y en los pueblos, no encuentra reemplazo en los jóvenes ni en los extranjeros

Foto: España envejece. (EFE)
España envejece. (EFE)

Un grupo de ancianos sentados al sol en la plaza es una escena corriente para cualquiera que haya atravesado un pueblo español. Pero es una imagen que, en los últimos 15 años, se ha hecho cada vez más común también en las grandes ciudades.

Foto: Un hombre pasea con una niña, en el Parque del Retiro de Madrid. (EFE)

Desde el año 2000, los pueblos se han vaciado mientras las ciudades crecían, empujadas por la constante llegada de población extranjera. Y el segmento de población por encima de los 65 años ha ido aumentando poco a poco no solo en las aldeas, sino también en los núcleos poblacionales más grandes.

Hoy, un quinto de la población de las grandes ciudades de España lo componen personas en edad de jubilación, tal y como se desprende del análisis de los datos del padrón municipal de los pueblos nacionales realizado por este periódico. Desde 2015, además, el crecimiento vegetativo es negativo. Hay más defunciones que nacimientos.

Es sabido que los jóvenes han dado la espalda a los pueblos. Pero el fenómeno se acentúa más cuando hablamos de mujeres. En los 1.244 pueblos que hay en España con menos de un centenar de habitantes, seis de cada diez habitantes son hombres. En estas pedanías, el porcentaje de mujeres ha disminuido en más de tres puntos durante el período analizado.

La presencia de la mujer solo aumenta en los municipios cuya población se mueve entre los 30.000 y los 500.000 habitantes. Es decir, la mayoría de capitales de provincia, como Vitoria o Logroño, o ciudades urbanas de los principales nudos industriales, como Badalona o Leganés.

También los jóvenes comienzan a ser un 'rara avis' en los pueblos. En el resto del territorio, la caída de la población viene determinada por su estancamiento. Desde el año 2000, su peso apenas ha aumentado con respecto al total de empadronados. En todo caso, ha disminuido ligeramente.

Muchos adultos en edades elevadas y poco reemplazo de población joven. El resultado de la ecuación demográfica comenzó a multiplicarse exponencialmente tras la crisis, que se llevó por delante a una porción de extranjeros que habían llegado al país años antes y maquillaba el envejecimiento de la población.

Carencia de extranjeros

Entre 2000 y 2010, cada lustro el porcentaje de extranjeros ha crecido en todos los rangos de municipios. Pero después de la crisis y hasta 2016, el saldo de inmigrantes ha virado a negativo ya sea en pueblos, pequeñas ciudades o grandes ciudades. A principios de este año, la población extranjera es un 0,61% inferior con respecto a enero de 2012, momento en el que se marcó el pico máximo en España.

Ese retroceso de la inmigración es más acusado en las ciudades grandes, por encima de los 100.000 habitantes. Los niveles de población nacida en el extranjero y empadronada en estos núcleos ha caído por debajo de los registros marcados en 2005. Es decir, en ciudades como Barcelona, Madrid o Valencia, la media de extranjeros se situaba en torno al 18% hace una década. Hoy está por debajo del 12%.

En riesgo de extinción

Las implicaciones demográficas no pasan desapercibidas a otros ámbitos. El envejecimiento de la población hace peligrar la hucha de las pensiones en el futuro. Por otro lado, en algunos municipios para elevar la productividad, reducir la edad media elevada e incluso salvar el pueblo, proponen llenar los pueblos con refugiados para frenar la despoblación.

Apenas queda savia nueva. Solo la población extranjera, a pesar de su descenso, ofrece un soplo de aire en algunos de los pueblos más golpeados por el éxodo rural. Acuden a hacerse cargo de los trabajos del sector primario que han quedado libres por la ausencia de población. En los municipios más pequeños, los extranjeros han aumentado entre 3 y 4 puntos con respecto a principios de siglo.

La situación de abandono ha llegado a tal punto que la Federación Española de municipios y provincias (FEMP) publicó este año un informe “Población y despoblación en España (2016)” en el que afirma que “la mitad de los municipios está en riesgo de extinción”. Se basa en que 2016 de los 8.124 municipios que integran España, 4.955 están por debajo del millar de habitantes. En 2000, eran 4.852.

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En el corto plazo, existe un riesgo real para un puñado de ayuntamientos, en especial los que se encuentran por debajo del centenar de habitantes.

El riesgo inmediato se encuentra en varias pedanías por debajo de los 100 habitantes. Se distribuyen en torno a Cuenca, Soria, Salamanca o Ávila y registran el mayor peso de población longeva en España.

En el municipio conquense de Arandilla del Arroyo, el 85% de sus habitantes está por encima de los 65 años. Villarroya, en La Rioja, es la localidad de España, junto a Jaramillo Quemado (Burgos) e Illán de Vacas (Toledo), con menos habitantes empadronados. Cuatro de sus cinco habitantes superan los 65 años.

placeholder Villarroya (La Rioja), uno de los municipios con menos población. (Google Maps)
Villarroya (La Rioja), uno de los municipios con menos población. (Google Maps)

Aunque en fiestas y en determinados períodos del verano la cifra crece, el número de empadronados y su edad elevada no son garantía para la pervivencia del municipio. Villarroya es el paradigma de hacia dónde se dirigen el resto de pueblos de pequeño tamaño. Envejecidos, sin jóvenes de reemplazo y con un constante flujo de abandono del campo por la ciudad.

Solo es el principio

El Instituto Nacional de Estadística (INE) proyecta que la población española será de 41,1 millones de habitantes en 2066. En cincuenta años, si nadie lo remedia, España tendrá 5,3 millones de habitantes menos. La transición demográfica hacia un país envejecido, sin bases de reemplazo y en continua pérdida de población ya ha comenzado.

Un grupo de ancianos sentados al sol en la plaza es una escena corriente para cualquiera que haya atravesado un pueblo español. Pero es una imagen que, en los últimos 15 años, se ha hecho cada vez más común también en las grandes ciudades.

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