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El proceso independentista reabre las heridas en los partidos
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SE AGITAN la división y tensiones internas

El proceso independentista reabre las heridas en los partidos

En el PP, Soraya Sáenz de Santamaría asume la responsabilidad de la gestión del 1-O, y en el PSOE se reabren las heridas con barones regionales y dirigentes históricos

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, conversa con diputados de su grupo en el Congreso. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, conversa con diputados de su grupo en el Congreso. (EFE)

El proceso independentista en Cataluña está afectando como un terremoto a las relaciones entre los partidos y también agita la división y las tensiones internas en casi todos, aunque sea con diferente intensidad y visibilidad. En el PP, Soraya Sáenz de Santamaría asume la responsabilidad de la gestión del 1-O, y en el PSOE se reabren las heridas con barones regionales y dirigentes históricos.

Esta próxima semana, además, el asunto ocupará casi toda la actividad del pleno del Congreso, lo que servirá para mostrar la brecha entre los diferentes partidos y las grandes diferencias para abordar el conflicto en el bloque de los contrarios a la independencia.

En el PP, el pegamento que reduce cualquier división interna es la fe ciega en Mariano Rajoy, después de vivir diferentes episodios en los que, a pesar de las acusaciones de indolencia, termina por sacar adelante asuntos como el de la amenaza de rescate europeo en 2012 o la investidura en 2016. “No sé cómo, pero al final le termina saliendo bien siempre, y por eso hay que confiar”, asegura un dirigente del PP. Es sabido también que en el PP las críticas o dudas internas no son voces públicas, sino susurros, con la única excepción del incontrolable José María Aznar y su FAES.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante la declaración institucional celebrada tras el referéndum. (EFE)

Esa fe ciega no evita que estas semanas muchos miembros de la cúpula del PP sigan la crisis en la posición de quien espera el estallido, con las manos en los oídos, los hombros encogidos y los ojos cerrados. Y, además, tras el 1-O muchas miradas se han vuelto hacia la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

Admiten que el resultado de ese día no fue bueno y que se perdió lo que parecía ganado, por lo que el sector del PP que no simpatiza con la número dos del Gobierno apunta a ella como responsable de esa gestión. La próxima semana, la vicepresidenta tendrá que hacer frente en el Congreso a las críticas de la oposición y será la siguiente dentro del Ejecutivo en someterse a la reprobación. No obstante, esa acción de la oposición contra ella es, precisamente, lo que puede apagar las críticas en el interior del PP.

En el PSOE, las discrepancias vienen acumuladas de la fase de las primarias y la evidente distancia con los barones regionales y la vieja guardia, como segunda vuelta de aquel proceso interno. Entre los socialistas, además, no hay inconveniente en exteriorizar las tensiones internas y así está ocurriendo abiertamente estos días.

placeholder Rajoy y Sánchez, en La Moncloa. (EFE)
Rajoy y Sánchez, en La Moncloa. (EFE)

Esa tensión ha tenido, por el momento, solo algunos destellos en el grupo parlamentario del Congreso. Hubo algún conato cuando se rechazó la proposición no de ley de Ciudadanos de apoyo al Gobierno que quedó solo en el voto discrepante de la diputada Soraya Rodríguez. Y esta semana se ha reflejado en una agria discusión de Adriana Lastra, vicesecretaria del PSOE, con un diputado socialista que rechazó públicamente la reprobación de Sáenz de Santamaría, planteada por Sánchez. Miembros de la ejecutiva difieren de esa reprobación que, además, no fue consultada a la dirección del partido.

En el caso de Podemos, las discrepancias anteriores tienen que ver con su estructura territorial y con el interés de este partido por buscar permanentemente un lugar de protagonismo en cada asunto o suceso. La estructura plural en Cataluña y en el grupo de Catalunya Sí que es Pot del Parlament genera voces aparentemente distintas de Ada Colau, de Joan Coscubiela, de Albano Dante Fachin y de Xavier Domènech.

Pero ahora han llegado a unificar su discurso sobre cuatro puntos en teoría comunes: considerar que el referéndum no tenía garantías, que es necesaria una consulta pactada, que no se dan condiciones para una declaración unilateral de independencia y que en Cataluña ha habido una brutal represión.

De esa línea salió en julio Podem, su marca catalana, al promover un manifiesto de apoyo al referéndum del 1-O, luego rectificado, y hay alguna incertidumbre sobre la posición de algunos de sus diputados si se plantea la votación de la declaración de independencia.

Las dudas solo se refieren a movimientos tácticos que ponen en cuestión algunos diputados de Unidos Podemos en el Congreso, por entender que se busca un protagonismo difícil. Por ejemplo, el de la mesa de partidos del miércoles, de la que salió una propuesta de mediación y una llamada de Pablo Iglesias a Mariano Rajoy para comunicársela, con respuesta despectiva del presidente del Gobierno. Un gesto de buena voluntad, pero que, de momento y aparentemente, ha sido escasamente efectivo.

El proceso independentista en Cataluña está afectando como un terremoto a las relaciones entre los partidos y también agita la división y las tensiones internas en casi todos, aunque sea con diferente intensidad y visibilidad. En el PP, Soraya Sáenz de Santamaría asume la responsabilidad de la gestión del 1-O, y en el PSOE se reabren las heridas con barones regionales y dirigentes históricos.

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