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#OfrezcoMiCasa, catalanes dan cobijo a policías y guardias civiles: "Ya siento asco"
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CAMPAÑA SOLIDARIA EN REDES SOCIALES

#OfrezcoMiCasa, catalanes dan cobijo a policías y guardias civiles: "Ya siento asco"

Vecinos de distintas localidades se lanzan a ofrecer alojamiento "y lo que necesiten" a agentes de la Policía y la Guardia Civil. Son parte de la mayoría silenciosa y no pueden más

Foto: Imagen del acoso que la Guardia Civil sufrió la noche del lunes en Calella. (Twitter)
Imagen del acoso que la Guardia Civil sufrió la noche del lunes en Calella. (Twitter)

Son parte de la mayoría silenciosa que existe en Cataluña y que no ha levantado la voz en ningún momento. Los mismos que no fueron a votar el 1 de octubre por tratarse de un referéndum ilegal, aunque tienen clara la casilla que habrían marcado: no a la independencia. Algunos han tratado de evitar la huelga general, "paro de país", según algunos colectivos, y otros directamente no han ido a trabajar porque sus jefes echaron el cierre en la mañana de este martes. Pero habrían ido. No se sienten identificados con lo que ven la mayor parte del tiempo en la televisión y, sobre todo, no pueden aguantar ni un segundo más "la injusticia" que se están encontrando cada día desde hace semanas. La expulsión de agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional en localidades costeras ha sido la gota que ha colmado el vaso. "¿Hasta dónde vamos a llegar?", se preguntan al otro lado del teléfono.

La oleada de solidaridad ha llegado de la mano de las redes sociales. En Twitter, decenas de personas se han puesto a disposición de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para ofrecerles alojamiento en régimen de pensión completa. Las declaraciones de la alcaldesa de Pineda, Montserrat Candini, en las que pedía a los dueños de los hoteles que expulsaran a la policía española de sus dependencias, han terminado por causar estupor e indignación. En total, 200 guardias civiles fueron desterrados de sus hoteles en Calella y otros 200 policías de Pineda, aunque estos finalmente lograron quedarse en los establecimientos por orden directa del Ministerio del Interior.

Un hombre ofrece a guardias civiles pagarles el alojamiento

Y la respuesta de mucha gente no ha sido otra que tuits de menos de 140 caracteres con un mensaje muy claro: "Yo ofrezco mi casa". Es el caso de Migui, un sevillano afincado en La Roca del Vallés —a dos kilómetros escasos de Granollers— y casado con una catalana. Trabaja en un restaurante de la zona, aunque este martes han cerrado. Ha puesto a disposición de los agentes una habitación, duchas, comidas, un vehículo si necesitan para transportarse... "Lo que les haga falta", afirma. "No podía aguantar más. Antes sentía vergüenza, pero ya siento asco", reconoce. Migui asegura que el ambiente en su pueblo se ha vuelto casi irrespirable. "Te miran hasta mal". Hace días bajó con sus hijas al parque de al lado de su casa con una camiseta de España porque sentía que quería llevarla puesta y vio cómo un niño le dijo a su padre: "Mira, papá, un español". Le marcó.

Adrián es catalán, como su padre y como su abuelo. Trabajaba en banca, aunque se prejubiló recientemente y no soporta "las injusticias". Vive en Sabadell en una casa grande y le sobran tres habitaciones. "De verdad que las he puesto a [su] disposición y lo he hecho llegar por otras vías para que lo sepan". Siente frustración por pertenecer a esa mayoría silenciosa de la que últimamente nadie habla. "Habrá dos millones de independentistas, que son los de siempre, pero es que los no independentistas somos cuatro millones". Adrián siente lástima cuando piensa en todos los años que lleva advirtiendo que esto ocurriría. "Yo llevaba a mis hijos al colegio y es que volvían del colegio sin aprender castellano y con ideas de odio. Es lo que les inculcan".

Ahora no contiene la rabia que siente al ver los escraches que están haciendo a policías y guardias civiles. "Cumplen órdenes y son chavales y chavalas a quienes les han traído aquí. Es un disparate a lo que estamos llegando". El odio es lo que también resalta Pablo, un barcelonés de 25 años. "Yo llevo toda mi vida sufriendo violencia ideológica. Eso también es violencia".

Pablo reconoce que siente dolor ante tanto "engaño y manipulación". Recuerda rifirrafes puntuales a lo largo de su vida, pero nada como lo de ahora. También ha ofrecido alojamiento a agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad porque considera que lo mínimo que hay que ofrecerles es un lugar digno donde estar. "Salen de sus hogares, los mandan a Cataluña a protegernos a todos y lo menos que podemos hacer es mostrarles una muestra de gratitud". En realidad, él sabe que su ofrecimiento no llegará a utilizarse, pero cree que lo más importante es dar una muestra de apoyo ante tanta intransigencia. Él, como los demás, es partidario de defender la condición de españoles de todos los catalanes por encima de las ideologías. "Si no, no saldremos adelante".

Igual de contundente es la imagen de un hombre, que llegó llorando a lágrima viva a dependencias de la Guardia Civil en Lleida, ofreciendo pagarles el alojamiento en algún hotel ante la impotencia de no poder hacer nada más por ellos. Uno de los guardias intenta consolarle y finalmente le pide un abrazo mientras lo acompaña a la salida.

Son parte de la mayoría silenciosa que existe en Cataluña y que no ha levantado la voz en ningún momento. Los mismos que no fueron a votar el 1 de octubre por tratarse de un referéndum ilegal, aunque tienen clara la casilla que habrían marcado: no a la independencia. Algunos han tratado de evitar la huelga general, "paro de país", según algunos colectivos, y otros directamente no han ido a trabajar porque sus jefes echaron el cierre en la mañana de este martes. Pero habrían ido. No se sienten identificados con lo que ven la mayor parte del tiempo en la televisión y, sobre todo, no pueden aguantar ni un segundo más "la injusticia" que se están encontrando cada día desde hace semanas. La expulsión de agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional en localidades costeras ha sido la gota que ha colmado el vaso. "¿Hasta dónde vamos a llegar?", se preguntan al otro lado del teléfono.

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