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El imán de Ripoll entre rejas: "Calculador, serio... pero nunca hubo informe sobre él"
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habla un funcionario de la prisión

El imán de Ripoll entre rejas: "Calculador, serio... pero nunca hubo informe sobre él"

Este funcionario de la prisión Castellón I vigiló durante un año a Abdelbaki Es Satty, el cerebro de los atentados en Cataluña, reclutador y adoctrinador de la célula

Foto: La cárcel de Castellón donde el imán de Ripoll fue recluido.
La cárcel de Castellón donde el imán de Ripoll fue recluido.

“Cuando le vi en televisión me acordé de él, porque era un tipo que hablaba poco pero mandaba mucho… Tenía una personalidad oculta, era discreto. Con los funcionarios de prisiones guardaba siempre la compostura, pero sobre los suyos tenía unas dotes de mando impresionantes”. Este funcionario de la prisión Castellón I vigiló durante un año a Abdelbaki Es Satty, el cerebro de los atentados en Cataluña, reclutador y adoctrinador de la célula de Ripoll. El que luego fue imán de la mezquita Annour de la localidad gerundense cumplió ahí una condena de casi cuatro años por traficar con más de 100 kilos de hachís.

El retrato de aquellos que se encargaron de las rutinas penitenciarias de el Satty, como le conocían los trabajadores de Castellón I, describe a un tipo “serio, calculador y distante”, que se hizo con el mando del Módulo 3 en poco tiempo. “Era el cabo de limpieza”, es decir, quien dirigía y daba las órdenes al resto de internos para el fregado de las zonas comunes. “Todos le hacían caso, imagínate, siendo musulmán en un entorno de mayoría de españoles… para lograr ese puesto tienes que ser un líder”. “Desde luego tenía el don de la palabra, porque no necesitaba hablar mucho para que los demás trabajasen”.

"En sus encuentros con otros presos musulmanes no sabía muy bien lo que hacían, pero sabía que, si algún día montaba una, no te ibas a enterar nunca”

Su aspecto físico nunca se asemejó al de los internos más religiosos, que visten el caftán (traje largo hasta los pies), “ni llevaba barba”, asegura la fuente. “Tampoco era de los reclusos peligrosos, no hacía pesas…”. Entre los recuerdos más sólidos de este funcionario de prisiones, que trató personalmente y de manera diaria al marroquí de 40 años, era la seriedad: “Cuando trabajo suelo dar un trato relajado [a los presos], como si hiciera bromas. Y él era de los pocos que nunca se reía”. Su carácter distante y hermético le hacían imprevisible y difícil de conocer, “en sus encuentros con otros presos musulmanes no sabía muy bien lo que hacían, pero sabía que, si algún día montaba una, no te ibas a enterar en la vida”.

Nunca se le hizo un informe

En los años que Es Satty pasó en la institución penitenciaria de Castellón I no logró llamar la atención de los técnicos que persiguen conductas de radicalización, “nunca se realizó un informe sobre él”, sigue el trabajador. Por aquellos años, 2012 y 2013, todavía no se había introducido en las cárceles españolas el nuevo Programa Marco de Intervención en Radicalización Violenta con Internos Islamistas del Ministerio de Interior, solo se comenzaba a observar con mayor atención a los presos musulmanes y su grado de radicalización, “él no estaba dentro de los caracteres de vigilancia”, asegura, “lo único que siempre me llamó la atención fue su capacidad de palabra, a todos se los llevaba a su terreno”.

El imán de Ripoll siempre fue de los internos más practicantes del Módulo: comía comida 'halal' (de acuerdo a los preceptos islámicos) y rezaba diariamente en el interior de su celda (los rezos en reunión están prohibidos). La fuente reconoce que lideraba muchas de las charlas que hacían en el patio o en las salas autorizadas, “pero por las dotes de mando que tenía”, “más que las religiosas”, asegura. Aún así, el personal de la institución nunca pudo entender el contenido de esos encuentros, porque este centro no cuenta con el servicio de un traductor de árabe. “Y porque los reclusos musulmanes radicalizados presentan una conducta antagónica a la de ETA”, revela a El Confidencial Juan Luis Escudero, el responsable de la central sindical de funcionarios de prisiones en Cataluña. “Mientras que los de ETA tienen una actitud reivindicativa muy apreciable, los otros tratan de pasar inadvertidos y de captar a otros sin que los funcionarios se enteren”.

placeholder Vista del interior de la mezquita en la cual el imán Abdelbaki Es Satty guiaba las oraciones. (EFE)
Vista del interior de la mezquita en la cual el imán Abdelbaki Es Satty guiaba las oraciones. (EFE)

Su círculo siempre estuvo compuesto de reclusos musulmanes que admiraban la personalidad de Es Satty y se entregaban ante su capacidad de persuasión. "Grupos de siete u ocho personas", a quienes debió influir en su instrucción religiosa porque, como ha trascendido, el marroquí estuvo relacionado con los grupos franquicia de Al Qaeda, Ansar Al Islam y el Grupo Islámico Combatiente Marroquí, e incluso la Policía Nacional llegó a pinchar su teléfono, como desveló este viernes 'ABC', años antes de cumplir condena en Castellón I. Las fuerzas de seguridad lo saben: las cárceles son, desde hace años, los templos de la captación y asimilación del ideario yihadista. Muchos jóvenes musulmanes, en su mayoría marroquíes de entornos marginales, reciben la causa yihadista y la idea de cometer un atentado en los centros penitenciarios. Y la conciben como una vía de redención para restituir el honor de sus familias después de una trayectoria delictiva.

Cárceles, las guaridas del terrorismo yihadista

Un 6,7% de los detenidos en España por actividades relacionadas con el Estado Islámico sufrieron el proceso de radicalización en los centros penitenciarios, según un estudio del Real Instituto Elcano. Una población reclusa que va en aumento en España. A comienzos del mes de agosto, la cifra ofrecida por el Ministerio del Interior fue de 270 presos por delitos relacionados con el terrorismo yihadista. En este momento, superan al número de presos de ETA y, en solo dos años, desde que se aumentó a nivel 4 la alerta antiterrorista, se ha detenido a 186 personas relacionadas con este tipo de delito.

placeholder Mohamed Houli Chemlal. (EFE)
Mohamed Houli Chemlal. (EFE)

Los presidiarios musulmanes más jóvenes y de menos recursos son los más vulnerables, “antes en las celdas encontrabas pósters de Zidane, ahora son de ISIS o de Osama Bin Laden”, apunta Escudero. Por ello, se ha desarrollado este plan para prevenir la radicalización en las cárceles, que incluye el aislamiento de los investigados o condenados por delitos de terrorismo (como es el caso de Driss Oukabir y Mohamed Houli Chemlal) hasta que los técnicos consideran que pueden relacionarse con otros internos en las actividades o en las áreas comunes y compartir una celda.

Este programa está destinado a los FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) del grupo A, B o C: los condenados por pertenencia a un grupo terrorista, los reclutadores o los individuos radicalizados. Y pone a su disposición un equipo de juristas, criminólogos, educadores y psicólogos, pero son los condenados quienes deben apuntarse de manera voluntaria. Además, este plan exige recursos adicionales para observar y advertir conductas extrañas, “como quién es el líder espiritual o quién intenta influir en los demás”, "así como si ha cambiado su barba o vestimenta", asegura otro funcionario de prisiones de la cárcel de Zuera (Zaragoza), precisamente una de las pocas que cuenta con los servicios de un traductor de árabe, una prestación indispensable que no existe en la mayoría de los centros penitenciarios.


*El funcionario de prisiones que trató a Es Satty prefiere no revelar su identidad.

“Cuando le vi en televisión me acordé de él, porque era un tipo que hablaba poco pero mandaba mucho… Tenía una personalidad oculta, era discreto. Con los funcionarios de prisiones guardaba siempre la compostura, pero sobre los suyos tenía unas dotes de mando impresionantes”. Este funcionario de la prisión Castellón I vigiló durante un año a Abdelbaki Es Satty, el cerebro de los atentados en Cataluña, reclutador y adoctrinador de la célula de Ripoll. El que luego fue imán de la mezquita Annour de la localidad gerundense cumplió ahí una condena de casi cuatro años por traficar con más de 100 kilos de hachís.

El retrato de aquellos que se encargaron de las rutinas penitenciarias de el Satty, como le conocían los trabajadores de Castellón I, describe a un tipo “serio, calculador y distante”, que se hizo con el mando del Módulo 3 en poco tiempo. “Era el cabo de limpieza”, es decir, quien dirigía y daba las órdenes al resto de internos para el fregado de las zonas comunes. “Todos le hacían caso, imagínate, siendo musulmán en un entorno de mayoría de españoles… para lograr ese puesto tienes que ser un líder”. “Desde luego tenía el don de la palabra, porque no necesitaba hablar mucho para que los demás trabajasen”.

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