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El PSOE cree que la moción apuntala a Rajoy y respalda la ausencia de Sánchez en el pleno
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LA RESACA DE UNA LARGA JORNADA EN EL CONGRESO

El PSOE cree que la moción apuntala a Rajoy y respalda la ausencia de Sánchez en el pleno

Los diputados socialistas coinciden en el análisis de que la intervención de Iglesias solo sirvió para reforzar al presidente, darle "oxígeno" en el momento más complicado de la legislatura

Foto: La bancada socialista, dirigida por el valenciano José Luis Ábalos, durante el debate de la moción de censura, este 13 de junio. (EFE)
La bancada socialista, dirigida por el valenciano José Luis Ábalos, durante el debate de la moción de censura, este 13 de junio. (EFE)

Una moción de censura sin emoción y con final ya escrito: el fracaso. Eran los mimbres con los que partía una jornada histórica —sí, histórica, porque esta es la tercera moción de censura que se debate en democracia, y la última data de hace exactamente 30 años— y que se fue cociendo a fuego lento, muy lento, durante horas y horas de debate. Desde las nueve de la mañana a las casi 21:30 de la noche, con apenas un receso de 70 minutos para una tardía comida. Un 13 de junio en el Congreso de 2017 que quedará marcado en rojo por el cara a cara entre Pablo Iglesias y Mariano Rajoy, con un líder de la oposición, Pedro Sánchez, ausente del hemiciclo y sin escaño en el que sentarse y un partido, el PSOE, de convidado de piedra, porque no interviene hasta este miércoles.

Pero la lectura que 'a priori' podía parecer negra para los socialistas, por el riesgo cierto de que el debate acusara la polarización entre los dos extremos, PP y Podemos, no fue interpretada así por ellos. El PSOE sintió que la moción sirvió para apuntalar a Rajoy en el cargo, para reforzarle internamente y de puertas para fuera —aunque ese alivio pueda ser un espejismo efímero—, como quedó convencido de que la falta de su restituido secretario general fue un acierto, vista la “broma pesada”, “el circo”, el “espectáculo” o "el 'bluff'" de las sucesivas intervenciones de Iglesias. ¿Y puede acabar anulando o debilitando al partido? Aquí la respuesta de los diputados ya no era tan homogénea, pero la sensación mayoritaria era que el efecto será inocuo al haber fracasado el secretario general de Podemos en su empeño de erigirse como “referente de la izquierda”, aunque sí había voces dentro del Grupo Socialista que reconocían el temor a verse “desdibujados” en medio del fragor del careo entre Iglesias y Rajoy.

Los parlamentarios no echaron en falta a su líder, porque no era una iniciativa del PSOE y porque tendrá su "lucimiento" el domingo, en el congreso

El PSOE llegó a la discusión de la censura al Gobierno con la decisión sobre el sentido del voto sembrada desde hace semanas y confirmada oficialmente el lunes: abstención. El presidente es “censurable”, pero tampoco Podemos ofrece ninguna “alternativa”. Esta era la tesis oficial. Así que por muchos abrazos y reconocimientos de errores que quisiera gesticular Iglesias —como así ocurrió—, eso no haría cambiar la senda adoptada por Sánchez. Porque no basta, ya que el dolor por el rechazo a facilitar la investidura del exdiputado madrileño hace algo más de un año aún pesa.

Foto: José Luis Ábalos, portavoz provisional del PSOE en el Congreso, con su homóloga de Podemos, Irene Montero, el pasado 29 de mayo. (EFE)

"Hechos" y no solo "buenas palabras"

La jornada arrancó a las nueve de la mañana con la subida a la tribuna de la portavoz de Unidos Podemos, Irene Montero. Dos horas y casi 10 minutos de 'speech' un tanto "inconexo" y "deslavazado" que dejaron asombrada a la bancada socialista por la extensión. Luego vino la sorpresa de la intervención de Rajoy, el cuerpo a cuerpo con la joven diputada, 29 años, el larguísimo discurso del candidato —casi tres horas que a muchos diputados les parecieron "insufribles" y "soporíferas", propias del "filibusterismo parlamentario"— y la traca final del duelo del presidente con Iglesias, que se prolongó hasta casi las cinco de la tarde, del tirón. Cerca del receso, el portavoz provisional socialista, José Luis Ábalos, ya tenía forjada su opinión sobre el discurrir del debate: aquello era una bomba de "oxígeno" para un PP que había llegado al pleno muy debilitado: "Parece que siempre Podemos está dispuesto a echarle un cable cuando más lo necesita".

O sea, venía a decir el parlamentario valenciano, lo mismo que ocurrió hace un año, con la investidura fallida. Y es que el PSOE no ha olvidado ese pecado original de la formación morada, y por eso le pide "hechos" y no solo "buenas palabras" en la tribuna. "Las circunstancias de hoy nos obligan a buscar el entendimiento. Ojalá nos pongamos de acuerdo para sacarlos [al PP] del Gobierno más temprano que tarde", había verbalizado Iglesias, tras reconocer los "errores" cometidos en el pasado. Ábalos agradeció el tono y recogió el guante, pero hasta ahí, sin comprometerse a nada más ni a comenzar a dialogar sobre una futura entente que se traduzca en una futura moción de censura que, esta vez sí, prospere.

El portavoz agradece la mano tendida de Iglesias, aunque recuerda que hacen falta "gestos". Su bancada considera que Rajoy le "vapuleó"

El sentir del Grupo Socialista se acomodaba a las palabras de su portavoz provisional. La sensación de que había sido Rajoy quien había ganado el debate era unánime. Distintos diputados, sanchistas, susanistas o patxistas, sin distinción, encontraban que el presidente había estado a ratos "brillante" y había sabido hacer relucir sus armas como parlamentario, regándolas de socarronería y mordacidad. En el fondo, advertían, al líder del PP le "encanta" medirse con Iglesias, porque entiende que es su "anticuerpo", la antítesis de lo que representa su partido, y le resulta fácil discutir con él, mientras que con el PSOE, y especialmente con Sánchez, la refriega es más dura y el tono, en ocasiones, más faltón. Y esa razón, el cierto divertimento que Rajoy halla en la confrontación con Iglesias, es lo que explicaba, a juicio de varios diputados socialistas, que él mismo hubiera decidido tomar la palabra en el pleno, contra pronóstico, elevando al tiempo el rango del debate y señalando a Iglesias como su rival. Es decir, que supo encontrar en la moción una "oportunidad" para sacar la cabeza en un momento de mayor fragilidad a causa del goteo de casos de corrupción que acorralan al PP.

El PSOE acusa a Podemos de provocar "frustración" y a Rajoy de "frivolizar"

"Mariano ha vapuleado a Pablo", "le ha triturado", "ha hilado una intervención de esas para enmarcar", "se le notaba suelto, cómodo". Eran los comentarios que se escuchaban en la bancada del PSOE. No con ánimo triunfalista, sino incluso deslizando una cierta impotencia, puesto que ese "reforzamiento" del PP "no es una buena noticia para los progresistas", confesaba un parlamentario con galones.

Enfrentamientos encendidos de Coalición Canaria y Nueva Canarias con Pablo Iglesias

La buena faena que los socialistas veían en Rajoy se correspondía con la decepción y el estupor con que los diputados acogieron la intervención de Iglesias. Primero, por una extensión que no acertaban a comprender, más allá del intento de ocupar el espacio mediático. Y segundo, por el contenido. El grupo dirigido interinamente por Ábalos encontraba incluso que había estado "más eficaz", aunque igualmente "excesiva", Montero, al martillear con la corrupción. Los diputados se quejaban del 'speech' "tedioso" del líder de la formación morada, de su tono de "soberbia" y de que se recrease en su papel de profesor, al pretender "dar a la Cámara una lección de Historia que no venía a cuento". Echaban en falta la explicación del programa —sí lo hubo, pero lo sintieron "disperso"—, que se centrara tanto en la corrupción y descuidara otros flancos débiles del Gobierno y que no intentara ni negociar ni tejer complicidades siquiera con quienes podían ser potenciales socios, como Coalición Canaria —con quien protagonizó un duro cara a cara—, Nueva Canarias, el PNV o el PDeCAT, que de hecho reprocharon al candidato la ausencia de diálogo.

Foto: Pablo Iglesias pasa por delante del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, para subir a la tribuna del Congreso durante la moción de censura. (Reuters)

"Un campo amplísimo" en el que crecer

¿Cómo sentará el lance parlamentario al PSOE? Dependerá, en primer lugar, del duelo que este miércoles mantengan Iglesias y Ábalos y de qué latigazos o caricias se dediquen ambos protagonistas. En ese sentido, la réplica será clave y medirá si la nueva dirección de Sánchez reemprende el acercamiento. Pero a partir de ahí se percibía una cierta división de opiniones. Los más, de todas las familias —no solo partidarios de Sánchez, sino también de Susana Díaz, que son aún mayoritarios en el grupo, y de Patxi López—, entendían que la moción no venía mal al PSOE, en la medida en que el jefe de la formación morada no había "logrado erigirse en referente de la izquierda", y porque el debate no había sido más que una "broma pesada" condenada al fracaso. "La intervención de Pablo contribuye a escorarle y nos deja un campo amplísimo que podemos aprovechar si lo hacemos bien", resumía un diputado andaluz.

Los más optimistas creían que la jornada reforzaba también al PSOE, al confirmarse como la "verdadera izquierda". Otros eran más escépticos

Los optimistas recordaban que, con la velocidad a la que corren las noticias, el impacto de la iniciativa morada, sellado con un portazo del Parlamento, caducará pronto, estará ya "amortizado". "Ni nos quita ni nos pone", manifestaban otros miembros de la Cámara. "Rajoy sale reforzado, pero el PSOE también, y sin despeinarse. Podemos ha aparecido como marrullero y sin consolidarse como alternativa de gobierno, y nosotros podemos confirmarnos como la verdadera izquierda. Podemos es espectáculo y el PP corrupción", indicaba una diputada muy próxima al líder. Justo la idea que Sánchez quiso galvanizar a través de su cuenta de Twitter.

"Esta moción es como un 'reset' en el sistema, recoloca a los actores y nuestro tiempo comienza a partir del lunes, cuando hayamos acabado nuestro congreso", opinaba otro diputado más próximo a Sánchez. Sí había parlamentarios, no obstante, que advertían del peligro de quedar "desdibujados", puesto que en la primera sesión se había visualizado el choque de PP y Podemos, en el que el PSOE había quedado diluido, así que el objetivo de Iglesias de forzar la "polarización" y de investirse como jefe de la oposición en ausencia de Sánchez habría estado conseguido.

Pablo Iglesias pide ayuda a la bancada socialista

Los pesimistas, pues, temían que el PSOE acabara hallándose "en tierra de nadie". "Puede que en la Cámara tengamos la sensación de que Podemos quedó mal, pero si preguntas en la calle te dirán que han visto unos tíos de Podemos que han dicho cuatro verdades a Rajoy, y que encima ha sacado a relucir nuestras contradicciones, y que él les ha respondido", expresaba con temor uno de los miembros más jóvenes del grupo. Además, para este grupo el "riesgo" evidente es que la patata caliente de una moción de censura liderada por Sánchez va a estar permanentemente sobre la mesa. Pero Ábalos ya dijo que de momento no hay números, y no los hay, porque Iglesias sigue siendo incompatible con "la muleta naranja" de Ciudadanos y el PSOE no quiere pactar con las fuerzas independentistas. Otros parlamentarios decían no tener claro el balance del día: "Por una parte nos centra, al separarnos de Podemos. Sin embargo, está muy cerca la campaña de primarias y lo que Pedro dijo de que había que trabajar 'codo con codo'".

Cara a cara de Pablo Iglesias y Mariano Rajoy en el debate de la moción de censura

En lo que no había discusión era sobre la ausencia del debate decidida por el secretario general. Nadie le echó en falta y el comentario generalizado era que no tenía ningún sentido que él estuviera presente en una sesión en la que no se discutía siquiera una iniciativa de su partido. "Es un regalo que no esté. Si hubiera ido, quedaría más en evidencia", "habría sido un error", apuntaban dirigentes de distintos sectores. "Mejor que no haya venido, que si no, cuando bajas al barro, al final te manchas", comentaban con ironía fuentes cercanas a Ábalos.


Los diputados, cercanos o lejanos, recordaban que Sánchez no necesitaba estar, puesto que el jueves volverá a estar en el foco el 39º Congreso Federal del PSOE y el domingo ocupará los titulares su discurso de cierre ante más de 4.000 simpatizantes. Así que él tendrá su "lucimiento", su "entronización" propia, sin necesidad de gastar un minuto de gloria en la Cámara Baja en una moción, confían, que pronto acumule polvo y no remueva el tablero en su contra.

El turno del PSOE llega este miércoles

La particularidad del debate de la moción de censura hace que el PSOE no intervenga hasta la segunda jornada, hasta este miércoles. El reglamento del Congreso prevé que tanto el diputado encargado de presentar la iniciativa como el candidato a la investidura suban a la tribuna sin límite de tiempo. Irene Montero y Pablo Iglesias consumieron ellos solos, en total, más de cinco horas. Además, Mariano Rajoy replicó a ambos. Hasta ocho intervenciones se sucedieron entre el presidente del Gobierno y el líder de Podemos. Después, la presidenta del Congreso fijó un receso de algo más de una hora y, a las seis de la tarde, el debate se retomó con los turnos de los grupos (30 minutos la primera intervención, 10 la segunda), de menor a mayor. 

La tarde solo dio para que tomaran la palabra los diputados del Mixto, PNV y ERC. Este miércoles el debate se reanuda con las intervenciones, por este orden, de Ciudadanos, Unidos Podemos, PSOE y PP, y después seguirá la votación. El presidente del Gobierno o cualquiera de sus ministros puede intervenir en cualquier momento. La moción de censura solo prospera si recaba 176 votos. Mayoría absoluta. No basta con mayoría simple, como ocurre con la segunda votación de investidura.

Por parte del PSOE intervendrá, por vez primera, su portavoz provisional, José Luis Ábalos. Anoche, tras el pleno, tenía prevista una reunión con la dirección para ultimar su discurso, en cuya redacción ha participado uno de los veteranos 'fontaneros' del PSOE, José Enrique Serrano, jefe de Gabinete de los presidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero y uno de los negociadores elegidos por Pedro Sánchez para hacer viable su investidura, el año pasado.

Una moción de censura sin emoción y con final ya escrito: el fracaso. Eran los mimbres con los que partía una jornada histórica —sí, histórica, porque esta es la tercera moción de censura que se debate en democracia, y la última data de hace exactamente 30 años— y que se fue cociendo a fuego lento, muy lento, durante horas y horas de debate. Desde las nueve de la mañana a las casi 21:30 de la noche, con apenas un receso de 70 minutos para una tardía comida. Un 13 de junio en el Congreso de 2017 que quedará marcado en rojo por el cara a cara entre Pablo Iglesias y Mariano Rajoy, con un líder de la oposición, Pedro Sánchez, ausente del hemiciclo y sin escaño en el que sentarse y un partido, el PSOE, de convidado de piedra, porque no interviene hasta este miércoles.

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