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Resacón en Gijón. Viaje al fin de la noche de las despedidas de soltero
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la madre de todas las fiestas picantes

Resacón en Gijón. Viaje al fin de la noche de las despedidas de soltero

La ciudad asturiana, capital oficiosa de las despedidas para el norte de España, estudia regularlas. Un fenómeno social que polariza: entre el motor turístico y la quejas vecinales

Foto:  (despedidaengijon.com)
(despedidaengijon.com)

Estamos en un taxi en las verdes afueras de Gijón, en una exclusiva zona residencial, buscando un restaurante donde se celebran varias despedidas de soltero/a a la vez. No lo encontramos. Pasamos por delante de una casa gigantesca (dos plantas y terraza), donde parece haber barullo, y nos paramos. Antes de que nos dé tiempo a preguntar si es ahí, vemos una señal reveladora en el suelo: restos de boas de plumas. Definitivamente, es ahí.

A Natalia no le apetece salir por su pueblo disfrazada: “Paso de ir por León con peluca”. “Aquí no nos conoce nadie”, tercia su amiga Laura. Así que aquí están, celebrando una despedida de soltera en el campo asturiano, parte huyendo del 'qué dirán' leonés y parte porque Gijón tiene fama de tratar con mano ancha a la juventud fiestera. “A los de León nos gusta venir a Asturias de fiesta, pero no ahora, de toda la vida”, zanja Natalia.

Paso de ir por mi pueblo con peluca... A los de León nos gusta venir a Asturias de fiesta, pero no ahora, de toda la vida

Marcos, de 33 años, ha venido desde Barakaldo, “por salir de Bilbao”, y lleva todo el día sin parar: 'karting' y 'paintball' en Arriondas, sidras en Gijón y ahora está listo para la madre de todas las cenas picantes: estamos hablando de un festejo que reune unas 25 despedidas y en el que trabajan unas 30 personas

La entrada al convite recuerda a ‘Warriors’, película donde todas las tribus urbanas del Nueva York setentero se reunían en un parque luciendo sus mejores galas, salvo que aquí priman los colores pastel: hay pelucas y tutús por doquier, pero cada despedida va con su propio disfraz: gitanas, hawaianos, gatitas, presidiarios, 'dominatrix' y un largo etcétera de atuendos. El ambiente es un poco el de las fiestas del pueblo. Y ojo al dato: nadie lleva aquí una polla en la cabeza.

Eso sí, una ‘drag queen’ ameniza micro en mano la cena, que se vende como evento erótico-festivo, así que cuando la maestra de ceremonias suelta expresiones como “macro orgía” o “hemos venido aquí a chupar coños y pirulas”, el restaurante se viene literalmente abajo. Si estamos ante un experimento para estrechar (y calentar) las relaciones entre personas de diferentes comunidades autónomas, el evento en sin duda un éxito. Puede que algún día España se rompa, pero nadie podrá acusar a las despedidas de soltero/a de no haber favorecido la cohesión territorial

A favor y en contra

La conversión de Gijón en la capital oficiosa de las despedidas para el norte de España no está exenta de polémica. Con sus pros y sus contras. Por un lado, la temporada alta de despedidas (marzo/agosto) es ya una fuente económica relevante para el sector —agencias, hoteles, restaurantes, casas rurales, etc.—, en una ciudad obsesionada con escapar de la crisis industrial a golpe de turistas. Natalia, Laura y sus amigas leonesas, por ejemplo, han llegado a la macrocena tras pasar una relajante jornada de 'spa' en Gijón. Y es que las empresas asturianas de despedidas ofrecen todo tipo de servicios: uno puede bajar el Sella en piragua, hacer barranquismo y hasta visitar las iglesias del prerrománico asturiano en limusina. En otras palabras: dinerito fresco para la villa.

El debate está en la calle y en las instituciones: ¿se nos han ido de las manos las despedidas o vamos por la buena senda turística? El Ayuntamiento de Gijón, gobernado por Foro Asturias, está barajando si regular más las despedidas.

Más allá de tres tontos que la pueden liar por la noche, la mayoría de los que vienen son treintañeros que se portan bien

Habla un organizador de despedidas de Gijón con más de una década de experiencia en el sector: “El debate no es nuevo: lo llevo oyendo desde el primer día. Mira, más allá de tres tontos que la pueden liar por la noche, la mayoría de los que vienen son treintañeros que se portan bien. Generan más peleas las bodas que las despedidas, pero de largo, y a ningún político se le pasa por la cabeza decir que hay que regular las bodas en España”.

“¿Pero cómo lo van a regular? No es realista. ¿Qué van a hacer? ¿Prohibir viajar a la gente que quiere venir a Gijón a pasárselo bien? ¿Perseguir a la gente que va disfrazada por la calle?”.

¿Que los que vienen a la ciudad no son ‘petrorrusos’? Pues claro que no lo son, ¡que esto es Gijón, hombre!, y es lo que hay

“Las despedidas dejan dinero en la ciudad. ¿Qué los que vienen no son ‘petrorrusos’? Pues claro que no lo son, ¡que esto es Gijón, hombre, ye lo que hay!, que tampoco está la cosa como para ponernos finos”, cuenta el organizador, que prefiere no dar su nombre.

En el bando contrario encontramos a un variopinto grupo de personas —del anciano al que le molestan los ruidos en la calle al joven moderno al que le gustan otra clase de fiestas— y motivos: del estigma del 'turismo de baja calidad' a las críticas a Gijón como ciudad marca de la charanga turística (crítica que va más allá de las despedidas y señala a todo un modelo de turistificación). En Gijón, por ejemplo, hay bares donde las despedidas no son bienvenidas —pegatinas de aviso incluidas— porque “espantan” a los parroquianos habituales.

No hay más que darse una vuelta por la ciudad un sábado por la noche para comprobar cómo el 'boom' de las despedidas ha impactado sobre el imaginario urbano: con limusinas, bicibirras y grupos de jóvenes disfrazados a troche y moche. Aunque no hay cálculos oficiales, fuentes del sector señalan que un fin de semana fuerte puede llegar a haber 3.000 jóvenes y 300 despedidas en Gijón.

No vamos a hacer nada en contra de las despedidas, pero tampoco nada en contra de las ordenanzas

Hablamos con Jesús Martínez Salvador, concejal de Festejos, Turismo y Juventud, para conocer la posición del consistorio, que trata de mantener un complejo equilibrio. “Gijón es un destino habitual de las despedidas, y no tenemos nada en contra de que así sea, si se ajustan a las normas de convivencia cívica que rigen en la ciudad y regulan aspectos como beber en la calle, hacer ruido o tocar música sin pedir permiso. Es decir, las despedidas de soltero no nos molestan… siempre y cuando cumplan las normas. Te pongo un ejemplo: si una despedida pide permiso para que la acompañe una charanga por la calle, lo vamos a denegar. No vamos a hacer nada en contra de las despedidas, pero tampoco nada en contra de las ordenanzas”.

El ayuntamiento, por tanto, se pone de perfil. ¿Despedidas? Ni sí ni no. “Que un grupo de chicos o chicas vengan a Gijón a pasarlo bien nos parece espectacular. Es una oferta más dentro de los servicios de la ciudad; eso sí, no es el turismo que tratamos de fomentar, aunque sea bienvenido porque tiene impacto económico. Cuando el ayuntamiento hace promoción turística, no vendemos Gijón como ciudad de despedidas, sino como destino gastronómico o cultural”, aclara Martínez Salvador.

La tentación reguladora está ahí, aunque ejemplos recientes demuestran que el remedio —la ‘regulitis’— puede ser peor que la enfermedad.

Ciudades como Salamanca, Conil o Mojácar han elaborado ordenanzas específicas para sofocar las despedidas, que incluyen multas por beber en la calle o circular en paños menores, aunque el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León tumbó este abril la ordenanza antidespedidas de Salamanca, recurrida por el podemismo. El tribunal declaró nula la prohibición de ir “parcialmente desnudo” por la calle por la vaguedad subjetiva del concepto. También anuló la prohibición de usar disfraces que atenten contra la dignidad y los derechos fundamentales al estar regulado ya por el Código Penal. La ordenanza, por otro lado, había nacido muerta, con cero multas en su primer año de vigencia, lo que demuestra la dificultad de regular a golpe de ley un asunto costumbrista.

Oda a la fertilidad

No obstante, la discusión sobre si es buena idea o no regular las despedidas deja sin resolver el fondo cultural de la cuestión: ¿por qué nos gusta tanto disfrazarnos y liarla parda antes del matrimonio? ¿Es algún tipo de pulsión primitiva de la que es imposible escapar o una simple moda? Entre las costumbres ancestrales de la etnia de los kalash, en el norte de Pakistán, estaba la de celebrar un curioso rito de paso en el solsticio de invierno: las mujeres se visten de hombres y viceversa, todos beben alcohol sin control y proceden a decirse obscenidades a la cara (en efecto, suena a definición canónica de despedida de soltero/a española en el año 2017). Huelga decir que la procaz atmósfera creada por los kalash disparaba los niveles de fecundidad.

Fuentes del sector señalan que puede llegar a haber 3.000 jóvenes y 300 despedidas cada fin de semana en la ciudad

El cine ha convertido este tipo de rituales sexuales en épica costumbrista para nuestra era, con películas como ‘Resacón en Las Vegas’ y ‘La boda de mi mejor amiga’, dos de las comedias más icónicas del cine americano en la última década, cuya desternillante acumulación de situaciones absurdas ha avivado sin duda la imaginación de los organizadores de despedidas.

Más allá de Gijón, empresas como Crazy Despedidas organizan despedidas nacionales (Madrid, Barcelona, San Sebastián) e internacionales (Holanda, Francia, Europa del Este) con todo tipo de servicios extravagantes: conducción de tanques (no es broma), destrozo a martillazos de un coche (no un coche cualquiera por la calle, ojo, uno puesto por la organización) y ametrallamientos varios: “¿Cuántas veces has sentido el deseo de sostener un arma real en tus manos? Por una vez, siéntete como James Bond o Tony Montana. Te damos la oportunidad de liberar toda vuestra adrenalina durante la despedida de soltero, ya sea con el mítico AK47 o la fuerza bruta de una escopeta”, asegura su página web. Por no hablar de la actividad favorita de este reportero: el falso arresto. “¡Dale el susto de su vida a tu amigo en su propia despedida de soltero! Falso arresto del novio por actores disfrazados de policías con una sorpresita al final… ¡Una actividad que hará que te rías a carcajadas viendo la cara del novio!". Ahora pónganse ustedes en situación: está usted en Zagreb, de despedida, y de pronto se le abalanzan varios agentes armados. La juerga, ¿no?... ¿No?

Los foros en los que el personal rememora las despedidas están repletos de 'anecdotazas': “Gran despedida, a pesar de que no pudimos montar en los karts, la alternativa nos gustó: sesión de tiro con armas reales”, comenta JJ. Crazy sobre un viaje a Budapest organizado por Crazy Despedidas.

Gran despedida, a pesar de que no pudimos montar en los karts, la alternativa nos gustó: sesión de tiro con armas reales

En general, la gente asegura habérselo pasado muy bien, aunque también hay lugar para los momentos homéricos, como este testimonio de un murciano suelto por Granada, que reproducimos por su indudable interés antropológico:

“He pasado el finde de despedida de soltero en Granada. El sábado por la mañana saco 100 euros con mi tarjeta. Como soy tan listo, me voy del cajero y al poco me doy cuenta que no he cogido el dinero. Voy corriendo... Con gran alivio por mi parte, me dispongo a recogerlo cuando el 'joputa' del cajero se lo traga. Eso despertó en mí un instinto perroflautero antisistema quemabancos, pero me contuve. No habrá problema, pensé. Pues sí hay problema. Llamo a la sucursal, y me dicen que efectivamente les sobran 100 euros, pero que ya ha llamado alguien diciendo que le faltaban 100 euros... Alternativas: a) que a alguien le haya pasado lo mismo que a mi. No me lo creo, primero porque me cuesta creer que alguien sea tan gilipollas como yo de dejarse el dinero... Por lo que me inclino por un intento de timo, pasando a la opción b), alguno de la despedida de soltero (me faltó tiempo para contárselo a todos, fallo mío) pudo acercarse a ese cajero, sacar 100 euros y llamar esta mañana al banco diciendo que no los llegó a coger…”.

Fue un absoluto bochorno... con mi madre, su madre y la suegra sobando al ‘boy’ completamente enloquecidas

Hay quien recuerda las despedidas cual veterana traumatizada de Vietnam. Margarita, que vive en Gijón, describe su experiencia a este periódico: “Fue la despedida de una prima. Estaban invitadas sus amigas y toda la familia, incluidas mi madre, su madre y, atención, su suegra. Arrancamos con una cena en un restaurante, con tarta en forma de polla, cómo no. Las amigas de la novia le compraron una gran diadema con forma de polla, y al resto de invitadas nos obsequiaron con pequeños broches de ‘pollecitas’ para ponernos en las solapas. Después de la cena, hubo un espectáculo de ‘boys’ a puerta cerrada, solo para nosotras; fue un absoluto bochorno... con mi madre, su madre y la suegra sobando al ‘boy’ completamente enloquecidas… A ver, todas estábamos muy borrachas, todas, pero a ellas tres se les notaba más. Nunca más he vuelto a una despedida”.


Epílogo

Domingo, 16:25, tren Gijón-León-Valladolid-Madrid. Dos grupos de despedidas (y otro de una boda) regresan a sus pueblos tras darlo todo en la noche gijonesa. Despeinados, cansados y con la mirada de las mil yardas, pero contentos. Es hora de repasar todos los 'hits' del fin de semana: como buenos profesionales de los rituales festivos, los chavales matan el rato hablando de la inminente boda, en la que "acabar con la corbata en la cabeza" parece ser un objetivo irrenunciable.

Atentos al inconexo monólogo de uno de los pasajeros, que pasa por todos los estados de ánimo posibles en pocos minutos, en un vaivén clásico de la ‘resaquitis’. Melancolía: "El próximo día que salgamos nos disfrazamos también, pues ya ves tú qué problema". Delirio: "Mi hermana pare en octubre, pero tiene contracciones ya... creo". Ataques repentinos de responsabilidad: "El siguiente que haga despedida que avise antes, coño, que uno tiene más cosas que hacer". Consciencia repentina de su propio cuerpo: "No puedo hablar... Estoy un poco indispuesto… Jajaja"... Dicho lo cual, apoya la cabeza en la mesita de su asiento y se echa a dormir (con la tranquilidad del deber cumplido).


Moraleja: los hombres nacen, crecen, terminan a cuatro patas en una farra y mueren. Y las mujeres, también... O el loco ciclo (español) de la vida. A ver quién le pone el cascabel al gato…

PD: preguntamos al cantautor Nacho Vegas, gran conocedor (y disfrutador) de la noche gijonesa, sobre el 'boom' de las despedidas. Valga su respuesta como broche de oro al artículo: "Es cierto que Xixón se ha convertido en uno de los destinos preferidos por las hordas de despedidas de solteros y solteras. A la mayoría de la gente parece ofenderle mucho el jaleo que causan y, sospecho, su estética ramplona (camisetas cutres, diademas-pene...) y que inevitablemente recuerdan a la tristemente célebre 'manada'. Hace poco me topé con un grupo que llevaba camisetas que rezaban 'LA QUE NO FOLLE ESTORBA'. Habría dado algo por ver a una mujer acercarse a uno de ellos, soltarle un rodillazo en los cojones y decirle: 'Perdona, ¿estorbo?'. Sin embargo, el otro día un amigo, al que no le caen precisamente muy bien este tipo de celebraciones, me soltó algo que me dejó pensando. Dijo: 'Es prácticamente la única ocasión en la que ves por Xixón a gente en grupo pasándoselo pipa'. Así que, al margen de machotes merecedores de machetes, yo estoy a favor de que la gente se lo pase bien".

Estamos en un taxi en las verdes afueras de Gijón, en una exclusiva zona residencial, buscando un restaurante donde se celebran varias despedidas de soltero/a a la vez. No lo encontramos. Pasamos por delante de una casa gigantesca (dos plantas y terraza), donde parece haber barullo, y nos paramos. Antes de que nos dé tiempo a preguntar si es ahí, vemos una señal reveladora en el suelo: restos de boas de plumas. Definitivamente, es ahí.

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