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Susana Díaz perdió el último tren
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Susana Díaz perdió el último tren

Su plan para llegar a Madrid ha fracasado. Nada hacía imaginar hace tres años que su llegada a Ferraz iba a convertirse en misión imposible

Foto: Susana Díaz, en un acto público. (EFE)
Susana Díaz, en un acto público. (EFE)

"Que si la Cruzcampo no gusta de Despeñaperros hacia arriba. Que si el socialismo de Los Morancos. Que si Khaleesi... Me han dicho de todo y quiero que me conozcáis de primera mano porque siempre me dicen que en las distancias cortas gano. Tengo fortaleza de carácter, pero nada más". Susana Díaz conversa informalmente con un grupo de periodistas en un hotel de Madrid en el ecuador de la campaña electoral. La presidenta de la Junta se queja de que le han hecho un traje que no se corresponde con la realidad. Es verdad que en las distancias cortas gana y que hay algo de prejuicio en algunos de los comentarios.

Ella niega ser experta en luchas del aparato socialista y asegura que jamás dio por muerto a Pedro Sánchez, a pesar de que tras las 17 dimisiones entregadas en Ferraz ella mismo descolgó el teléfono para comunicar a sus próximos que esto había acabado. Se equivocó. Siete meses después, Díaz, la mujer a la que no le gusta el riesgo, se enfrentó a su reto político más complicado. A sus 43 años, se plantea dejar su casa del Tardón, el barrio de su infancia donde vive a pocos metros de sus padres, con un objetivo: La Moncloa.

Nada hacía imaginar hace tres años, cuando Susana Díaz dejó pasar su tren tras la marcha de Alfredo Pérez Rubalcaba, que su llegada a Ferraz iba a convertirse en misión imposible. Nada de llegar bajo palio ni en un congreso de unidad con candidatura única. La dirigente socialista afrontó una campaña de barro, que dejó a las claras que ahora mismo conviven dentro del PSOE dos corrientes enfrentadas y que hay mucho trabajo por delante para reconciliar y unir al partido. El voto antisusanista de la militancia se impuso y ganó Pedro Sánchez.

La carrera de Díaz es de fondo, es larga, aunque ha esprintado en los últimos cinco años. A los 17 años se afilió al PSOE en su agrupación de Triana. Ya su padre, fontanero del Ayuntamiento de Sevilla, le advirtió de que no hiciera nada que la obligara a agachar la cabeza. Su madre es ama de casa y ella es la mayor de cuatro hermanas. Estudió la carrera de Derecho con becas, siempre recuerda que se lo debe a Felipe González, y tardó 10 años en licenciarse. José Rodríguez de la Borbolla, expresidente de la Junta de Andalucía, fue su profesor y la sorprendió liderando un motín de estudiantes. Ya entonces, explica, tenía madera de líder.

Con Griñán como presidente, siendo ella consejera de la Presidencia, comenzó una etapa en la que Díaz pulió su imagen pública

Pasó por el Ayuntamiento de Sevilla y las guerras fratricidas del PSOE sevillano la colocaron en el Congreso de los Diputados. Allí se pegó todo lo que pudo a Alfonso Guerra. Tanto, que la gente creía que era de verdad su sobrina. Ella dice que no es la mejor pero que es "lista de oídos". Su mentor político, José Antonio Griñán, quien la eligió para ser su sucesora, aseguraba que ella era una esponja por la facilidad con la que aprendía. Con él como presidente, siendo ella consejera de la Presidencia, comenzó una etapa en la que pulió su imagen pública, comenzó a estudiar inglés, a sentarse con gente relevante del mundo empresarial. "Susana no es del pueblo, es el pueblo", sostuvo Griñán cuando su pupila tomó posesión como presidenta de la Junta de Andalucía.

Poco después heredaría también el PSOE andaluz. Ella establece un paralelismo entre aquel momento y este. Insiste en que en Andalucía se puso al frente de un partido que había perdido por primera vez en esa comunidad, cargado con la losa de los ERE y que venía de un congreso regional terrorífico. En ese momento, ella era la secretaria de Organización, la número dos de un Griñán a quien nunca le gustó ni le interesó el aparato, la que hacía y deshacía.

En esa época, y desde la sala de máquinas del PSOE andaluz, Díaz ordena desestabilizar las direcciones de Almería y Cádiz de manera expeditiva, provocando la dimisión de la mitad más uno de las ejecutivas y, por tanto, la posterior creación de gestoras. Esto mismo lo patrocinó, pero sin éxito en un primer intento, con Pedro Sánchez. Ella asume el liderazgo de un PSOE quebrado, pero no partido, y se propone y logra cerrar las grietas. "De aquí salimos bien cosidos", proclama en el cierre del congreso regional. En realidad, la situación actual del partido no tiene parangón.

Díaz duerme poco y tiene una capacidad de trabajo inagotable. Hace ya años que aparcó la moto que utilizaba para moverse con rapidez por Sevilla y ahora no baja del coche oficial. Le gusta tener el control. Tiene dos móviles desde los que llama y wasapea continuamente. Cuando fue designada presidenta de la Junta, la acribillaron asegurando que era de la generación 'ni-ni' del PSOE, ni estudia, ni trabaja fuera del partido y de lo público. Ella tardó muy poco en superar esas etiquetas en un primer periodo como presidenta de Andalucía en el que muchos creen que hubo más 'marketing' que otra cosa, pero en el que es indudable que llamó la atención por su carisma y su capacidad de liderazgo.

Sánchez le ha doblado el pulso con un gran error de cálculo en las filas de Díaz y la ceguera de no asumir que había una fractura norte-sur

Su relación imposible con Pedro Sánchez comenzó apenas tres meses después de que fuera ella quien anunciara de madrugada en Ferraz la lista de la ejecutiva del secretario general a la prensa. Fue una foto llamativa que podría ilustrar esa frase que le atribuyen sobre Sánchez: "Este chico no vale, pero nos vale". Y ese chico le ha doblado el pulso con un gran error de cálculo en sus filas y la ceguera de no asumir que había una fractura norte-sur y ella no convence fuera de Andalucía.

Dijo José Luis Rodríguez Zapatero que ella lo tiene más difícil en Cataluña "por ser mujer y andaluza". Fue una afirmación que su propio equipo entiende equivocada, aunque sí que insisten en que ella es víctima de prejuicios. Su imagen está cargada de tópicos, pero no son inventados. Ella es seguidora del Real Betis, va al Rocío y forma parte de la hermandad de la Esperanza de Triana, donde su marido, José María Moriche, al que ella misma definió como "un tieso", es costalero. Durante mucho tiempo los suyos, son todos hombres en su equipo, pelearon para dejar atrás esa imagen. También le gustan los toros, sobre todo Morante de la Puebla, aunque no hay fotos de ella en una plaza. Ella lo mismo es amiga de María del Monte, la cantante de sevillanas, que de la soprano vasca Ainhoa Arteta, que la Semana Santa pasada le cantó el Ave María de Charles Gounod a La Macarena. Presume de ir a la compra semanalmente y reserva los domingos por la tarde, pase lo que pase, a su hijo José, que tiene solo dos años. Su plan para llegar a Madrid ha fracasado.

"Que si la Cruzcampo no gusta de Despeñaperros hacia arriba. Que si el socialismo de Los Morancos. Que si Khaleesi... Me han dicho de todo y quiero que me conozcáis de primera mano porque siempre me dicen que en las distancias cortas gano. Tengo fortaleza de carácter, pero nada más". Susana Díaz conversa informalmente con un grupo de periodistas en un hotel de Madrid en el ecuador de la campaña electoral. La presidenta de la Junta se queja de que le han hecho un traje que no se corresponde con la realidad. Es verdad que en las distancias cortas gana y que hay algo de prejuicio en algunos de los comentarios.

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