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El AVE llega a una pedanía de 26 habitantes (y no da trabajo a ninguno)
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OTERO DE SANABRIA ESTÁ CASI DESHABITADA

El AVE llega a una pedanía de 26 habitantes (y no da trabajo a ninguno)

La pedanía de Zamora acogerá una estación del AVE entre Madrid y Galicia. Los vecinos lamentan que aún no han notado ninguna mejoría en sus condiciones de vida

Foto: Una de las calles principales de Otero (J. Cerezo)
Una de las calles principales de Otero (J. Cerezo)

En Otero de Sanabria, Zamora, a 350 kilómetros de Madrid y casi 100 de Orense, no hay nadie esta mañana, ni siquiera los clásicos perros que ladran a los coches extraños. La mayor parte de las casas están abandonadas y, las pocas que parecen cuidadas, cantan a alojamiento rural para urbanitas. El único establecimiento es un estanco que abre intermitentemente, porque el negocio de quien lo regenta ahora pasa por repartir productos de primera necesidad con una furgoneta. Casi todos los demás inmuebles están en venta.

Los mejores capítulos de la historia de Otero, como los de tantos otros pueblecitos, empiezan a perderse en la memoria de sus vecinos. No hay bar, ni centro de salud, ni campos de fútbol para que jueguen los críos. De hecho no hay críos y casi nadie en la zona cree que todos los empadronados sigan viviendo allí. Hoy solo el zumbido de un motor, en la lejanía, interrumpe un silencio tan plomizo como el cielo. Es el tractor de Antonio Prada, alcalde pedáneo de la aldea. Conduce el vehículo sin despistar la mirada del frente cuando se cruza con nosotros, como si nos hubiéramos encontrado en el cruce de Shibuya y no en un pueblo deshabitado.

Más tarde Prada nos confirmará que está harto de periodistas. La pedanía, de solo 26 habitantes y dependiente del aledaño Palacios de Sanabria, pronto contará con el privilegio de tener una estación de la línea de AVE Madrid-Galicia. Es, sin duda, una de las localidades más pequeñas del mundo en acceder a la alta velocidad ferroviaria, lo que ha disparado el interés de la prensa. Será antes de 2018, según los cálculos de Fomento, que ha elegido Otero por razones técnicas: se trata de un espacio llano y despejado justo antes de los túneles que Adif está construyendo para sortear la orografía de Sanabria. Hay una versión extraoficial que relaciona la procedencia zamorana de la exministra de Fomento, siempre reivindicativa ante la falta de conexión de la zona, con la elección de la minúscula pedanía de Sanabria. Solo para el proyecto de la estación de Otero de Sanabria se destinarán 6,5 millones de euros.

Pero el debate sobre la llegada del AVE no está en Otero, sino en el bar El Cruce, centro neurálgico del ocio en Palacios de Sanabria, de 261 habitantes. Es un local de madera, de no más de 60 metros cuadrados, que reúne e iguala a alcaldes, transportistas y campesinos. Manejan dos versiones: la que se ofrece a los medios de comunicación, esperanzada e institucional, y la que se negocia puertas adentro, más ajustada a una realidad de abandono administrativo. "Aquí no producimos nada. Toda la industria se fue y, con ella, casi toda la gente del pueblo. Los que quedamos, los jóvenes, se nos puede contar con los dedos de las manos y nos dedicamos todos a la construcción", dice un vecino.

Portugueses que trabajan por menos

Los vecinos de la zona lamentan que no se haya contado con ellos para las obras de tunelaje del AVE. "Los cogen de Bragança, que cobran menos. Un portugués puede cobrar 700 euros por lo mismo que un español percibe 1.100. Como está tan cerca (47 kilómetros) ni siquiera duermen en la provincia, sino que se cogen el coche y regresan a sus casas", dice otro vecino enfundado en un forro polar naranja. A su lado, su hijo apoya la versión: "He trabajado diecisiete días en esta obra, nada más, y eso que mi hermano es contratista. Si te vas a cualquiera de las obras verás que solo se habla portugués, no han contado con la gente de la región". No comprenden, en resumidas cuentas, cómo una obra pública de esta envergadura está en manos de empresas privadas: "Se traen a sus propios trabajadores, con nosotros ni han contado".

De momento, aseguran, en Palacios y Otero no han notado nada. Hasta allí no llegan los obreros: se quedan en Requejo, a un puñado de kilómetros, donde se afanan ahora las tuneladoras y el grueso de los trabajadores en este momento. Nada que ver, recuerdan, con la construcción de la autovía nacional que pasa cerca del pueblo. Entonces sí, Fomento acudió a los lugareños para asfaltar y acondicionar el terreno. "No solo ganaron los trabajadores, sino todos los negocios. Mira ese bar (ahora vacío), había días que servían 300 menús", recuerdan.

Las cifras que manejan en el pueblo sostienen que el AVE podría dar servicio a más de 150.000 habitantes de la región, sumando a los habitantes de Bragança (35.000), el norte de Portugal y la comarca de Sanabria, que suma 1.500 habitantes. Es el argumentario común a la hora de defender el proyecto; después, pocos saben concretar de qué forma va a repercutir positivamente en sus vidas. "Ojalá revitalice toda la zona. Aquí hay mucha miseria, mucha pobreza, casi necesitamos que nos colonicen", dice un anciano que nació en Palacios, se fue a Madrid a trabajar y regresó hace cuatro años. "Sí, claro que se nota que la gente se ha ido. En el verano vienen muchos, pero durante el año aquí nos ves, somos cuatro gatos".

Los papeles aseguran que dentro de un par de años las calles sin vida de Otero de Sanabria se llenarán de turistas curiosos, si bien todavía no hay ningún inversor que haya empezado a perfilar un negocio. Corre el rumor de que dos empresas de alquiler de coches se han interesado por los terrenos cercanos a donde irá la estación, pero el acuerdo no llegó a fraguarse. En su actual estado, cuesta mucho imaginar cómo Avis, Relay o Burger King se harán un hueco en un terreno tan inhóspito. Los vecinos, por su parte, prometen que todo serán facilidades. En una de las puertas del pueblo alguien ha escrito "la vida da muchas vueltas", y precisamente eso están esperando en la comarca, a que el AVE les dé la vuelta a la vida.

En Otero de Sanabria, Zamora, a 350 kilómetros de Madrid y casi 100 de Orense, no hay nadie esta mañana, ni siquiera los clásicos perros que ladran a los coches extraños. La mayor parte de las casas están abandonadas y, las pocas que parecen cuidadas, cantan a alojamiento rural para urbanitas. El único establecimiento es un estanco que abre intermitentemente, porque el negocio de quien lo regenta ahora pasa por repartir productos de primera necesidad con una furgoneta. Casi todos los demás inmuebles están en venta.

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