Los frentes que hereda Zoido: 'ley mordaza', guerras policiales, retorno de yihadistas...
El nuevo ministro del Interior llega con la necesidad de rebajar la tensión que generó Fernández Díaz durante sus cinco años de mandato y garantizar la seguridad ciudadana y la lucha contra la corrupción
Juan Ignacio Zoido llega al Ministerio del Interior conociendo las competencias que asume. Entre 2000 y 2002, fue delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha. Abandonó el cargo para ejercer automáticamente la misma función en un territorio aún mayor, Andalucía, y permaneció en el puesto hasta que el PSOE echó al PP de la Moncloa en 2004. Años después, entre 2011 y 2015, como alcalde de Sevilla, fue el máximo responsable de la Policía Municipal de la capital hispalense. Este viernes por la tarde, en su discurso de toma de posesión, dijo que descubrió el trabajo de la Policía Nacional y la Guardia Civil cuando llegó a Canarias para recalar en su primer juzgado. Entonces tenía 25 años. Ahora tiene 59 y, por el camino, antes de saltar a la política en 1996, también fue decano de los Juzgados de Sevilla y magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Es decir, que conoce el trabajo policial y los límites legales en los que se mueve.
Algunos de ellos le va a tocar negociarlos con la oposición. Su predecesor,Jorge Fernández Díaz, sacó adelante en julio de 2015 la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana que estaba en vigor desde 1992. No era una prioridad de la población en plena crisis, pero el exdirigente del PP catalán convirtió la 'ley mordaza' en su gran apuesta política y la sacó adelante con todas las consecuencias. El contenido original de la norma fue rebajado durante la tramitación e Interior escuchó las recomendaciones de los órganos consultivos. Pero no consiguió el aval de la izquierda y ha terminado siendo una de las cesiones que ha puesto Mariano Rajoy sobre la mesa para convencer a Ciudadanos y presionar al PSOE para ser investido. Zoido tendrá que abrir ese melón y aplicar la cintura política que le faltaba a su antecesor.
El otro asunto clave de la legislatura va a ser la lucha contra el terrorismo islamista. Fernández Díaz deja el Ministerio sin que España haya sufrido un solo atentado durante su mandato, un récord que probablemente no tenga ningún otro histórico de la cartera. Pero la amenaza sigue vigente y en los últimos meses se han producido cambios en el tablero internacional que vaticinan un agravamiento de la situación.
El más relevante es el estallido del polvorín del Estado Islámico. Los yihadistas europeos ya no tienen forma de llegar hasta el escenario bélico y están recibiendo un bombardeo de mensajes para que atenten en sus propios países. Dáesh quiere extender el terror por Occidente, como ya ha hecho en Francia y Bélgica. Por ahora, España ha permanecido en un discreto segundo plano, pero los expertos de la lucha antiterrorista advierten de que el territorio nacional sigue en el punto de mira. Más aún por otro efecto indeseado de la guerra: el fenómeno de los combatientes retornados. Se estima que más de 200 yihadistas españoles habrían llegado a sumarse a las filas del Estado Islámico. En torno a un 25% ha muerto y otro 15% ha emprendido el camino de vuelta, según Interior. Pero, con el desmoronamiento del califato, la vía del regreso va a ser secundada por más radicales nacionales. Las fuerzas de seguridad llevan meses advirtiendo de su peligro, por su alto compromiso con la yihad y la experiencia en combate que han acumulado durante su estancia en Siria e Irak. Zoido no tiene recorrido en este campo, pero Fernández Díaz tampoco lo tenía cuando aterrizó en el Ministerio.
El mayor charco que pisó el expresidente del PP catalán fue el de la lucha contra la corrupción política. Tanto que ha resultado definitivo en su salida del Gobierno. A los ceses en el organigrama policial por los casos del ático de Ignacio González, la trama Gürtel y los papeles de Bárcenas, se sumó su obsesión por investigar a rivales políticos, con el independentismo catalán y Podemos liderando sus preferencias. La imagen de las fuerzas de seguridad ha sido la principal perjudicada por su gestión, sobre todo, la de la Policía Nacional. El colofón fue la llamada guerra de comisarios, que alcanzó su clímax con la filtración de las dos reuniones que el propio Fernández Díaz mantuvo en su despacho con el exdirector de la Oficina Antifraude de Cataluña Daniel de Alfonso para tratar de impulsar investigaciones contra CiU y ERC. El episodio, que estalló en la víspera de las generales del 26 de junio, aniquiló las pocas opciones que le quedaban a Fernández Díaz para seguir en el Consejo de Ministros.
Zoido va a encontrarse con Gürtel y los papeles de Bárcenas a falta de sentencia, pero siguen en fase de instrucción las operaciones Púnica y Taula, que afectan de lleno a los populares de Madrid y la Comunidad Valenciana, respectivamente. También siguen abiertos los casos Pujol, Acuamed y el 3% de Convergencia, entre otros. La lucha contra la corrupción parece haber entrado en una fase menos explosiva, pero el exalcalde de Sevilla también deberá pilotarla.
El otro gran reto es la seguridad ciudadana. Los años más duros de la crisis provocaron un crítico descenso en las plantillas de Policía Nacional y Guardia Civil. Como reveló este diario, el Ejecutivo prevé volver a convocar en 2017 oposiciones equivalentes al 100% de tasa de reposición de ambos cuerpos. Pero esas plazas no serán suficientes para regresar a los niveles de 2007 ni para combatir el envejecimiento medio de los funcionarios. Pese a todo, Fernández Díaz puede atribuirse del mérito de haber conseguido reducir la tasa de criminalidad de las 48,8 infracciones por cada 1.000 habitantes que se encontró en 2011 a las 43,7 con que cerró la legislatura, el índice más bajo en 12 años. Zoido va a encontrarse con un escenario distinto, de mayor actividad económica, y lo previsible es que la criminalidad repunte.
Zoido va a encontrarse con Gürtel y los papeles de Bárcenas a falta de sentencia, pero siguen en fase de instrucción las operaciones Púnica y Taula
Lo que también puede crecer es la conflictividad social. Fernández Díaz debutó con protestas de estudiantes, dos huelgas generales y protestas para rodear el Congreso. Nunca antes se habían celebrado tantas manifestaciones. La situación cambió a comienzos de 2014 con la irrupción de Podemos y la institucionalización de los sectores más contestatarios de la izquierda. Los índices de movilización cayeron automáticamente en picado. Sin embargo, la Coordinadora 25-S y otras plataformas próximas a la formación de los Círculos ya han anunciado su intención de volver a las calles. Por lo pronto, el pasado fin de semana sacaron a las principales arterias de Madrid a 10.000 personas para protestar por la abstención del PSOE y la consecuente investidura de Rajoy. Y trabajan en nuevas convocatorias. El escenario actual, con el PP en minoría y el PSOE en una lucha fratricida, es especialmente propicio para Podemos y su estrategia de ganar visibilidad tomando de nuevo los espacios públicos.
Zoido también deberá gestionar ese pulso. Asegura que llega “para dejarse la piel” por España y su sociedad, pero deberá darse prisa para pasar a los hechos porque la oposición ya ha hecho el rodaje en los 10 meses sin Gobierno. El Grupo Parlamentario Socialista ha pedido que comparezca en la Cámara Baja para que explique al detalle sus planes. Este viernes, en su primera comparecencia en público, no dijo nada relevante, pero consiguió provocar más carcajadas de las que se han escuchado en esa misma sala del Ministerio en casi cinco años. El estilo, al menos, parece otro.
Juan Ignacio Zoido llega al Ministerio del Interior conociendo las competencias que asume. Entre 2000 y 2002, fue delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha. Abandonó el cargo para ejercer automáticamente la misma función en un territorio aún mayor, Andalucía, y permaneció en el puesto hasta que el PSOE echó al PP de la Moncloa en 2004. Años después, entre 2011 y 2015, como alcalde de Sevilla, fue el máximo responsable de la Policía Municipal de la capital hispalense. Este viernes por la tarde, en su discurso de toma de posesión, dijo que descubrió el trabajo de la Policía Nacional y la Guardia Civil cuando llegó a Canarias para recalar en su primer juzgado. Entonces tenía 25 años. Ahora tiene 59 y, por el camino, antes de saltar a la política en 1996, también fue decano de los Juzgados de Sevilla y magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Es decir, que conoce el trabajo policial y los límites legales en los que se mueve.