Es noticia
Culturistas, especialistas, violentos... Así eran los guardias civiles que linchaban a narcos
  1. España
cobraban 12.000 euros por dar un 'vuelco'

Culturistas, especialistas, violentos... Así eran los guardias civiles que linchaban a narcos

De repente, cinco hombres musculosos con tatuajes, escopetas y uniformes reglamentarios se bajaron de la furgoneta, se abalanzaron sobre los traficantes y los molieron a palos

Foto: Cogían prendas del uniforme para atracar a los delincuentes y darles violentas palizas. (EFE)
Cogían prendas del uniforme para atracar a los delincuentes y darles violentas palizas. (EFE)

Los cuatro guardias civiles detenidos el pasado 11 de septiembre en un hotel de las afueras de Málaga estaban obsesionados por el culturismo, habían estado destinados en unidades especiales del instituto armado y sabían ser extremadamente violentos. Formaban parte de una organización criminal dedicada a robar grandes cantidades de droga a pequeños narcotraficantes a los que propinaban brutales palizas. La banda estaba compuesta, además de por los agentes, por un vigilante de seguridad que cobraba 1.000 euros mensuales y por dos personas más.

El grupo de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de A Coruña y Logroño de la Policía Nacional dio con ellos de modo sorprendente. Los agentes seguían la pista de un histórico del narcotráfico a pequeña escala en la capital riojana, un marroquí que ya había sido detenido en otras ocasiones y que ahora estaba de nuevo bajo sospecha. En abril, los funcionarios detectaron que Brahim L. tenía contactos en Málaga que le suministraban hachís y que había montado una red de colaboradores que se encargaban de distribuir la mercancía por Logroño.

Durante la investigación, los agentes de la Udyco detectaron que el marroquí se puso en contacto con un actor al que no conocían, un gallego que quería comprar una importante cantidad de droga. Según reveló luego el propio Brahim, le aseguró que trabajaba con un grupo de narcos pero que les detuvo la Policía y ahora no tenía quien le suministrara material. El marroquí se comprometió a conseguirle género de primera calidad a cambio de la comisión como intermediario. Tras varias semanas de negociaciones, de probar muestras y de tratar de conseguir los más de 200 kilos que pretendía adquirir el gallego, por fin ambos concertaron una cita. Irían a Málaga a principios de septiembre a comprar la droga para trasladarla a Logroño y a Coruña, donde el nuevo dijo tener una red de distribución también.

Quedaron el sábado 10 de septiembre a media tarde en el centro comercial La Cañada de Marbella. El gallego llegó junto a otro tipo en una furgoneta alquilada con tres horas de retraso, cuando ya estaba oscureciendo. Brahim se montó con ellos en la parte delantera y los tres se trasladaron hasta un polígono industrial. Llegaron a una nave, que abrió sus puertas, entraron sin bajarse del vehículo y dentro les esperaban otros dos marroquíes junto a un coche negro. El intermediario se bajó de la furgoneta y se acercó a los suministradores, que mostraron la mercancía a los visitantes. Entonces, el gallego abrió la parte trasera de la furgoneta y entonces se produjo lo que ninguno de los tres magrebíes siquiera podía imaginar.

Cinco altos y musculados hombres vestidos con uniformes reglamentarios, gorras oficiales en sus cabezas y escopetas y pistolas en sus brazos bajaron de golpe al grito de "Guardia Civil". Los inesperados invitados se lanzaron sobre los tres marroquíes y les propinaron una somanta de palos que parecía no tener fin. Posteriormente, Brahim reconoció que se tiró al suelo y no opuso resistencia en cuanto escuchó que eran miembros de las fuerzas de seguridad quienes acababan de desembarcar. Y efectivamente la mayoría lo eran, aunque no estaban precisamente ejerciendo las funciones propias de la benemérita.

Los cuatro guardias civiles y el vigilante golpearon reiteradamente a los narcos en la cabeza, en las extremidades y en la espalda. Posaron las rodillas sobre sus columnas vertebrales mientras les ataban con bridas de pies y manos. Hicieron sangrar sus narices con puñetazos y patadas y les encañonaron con las armas de fuego que traían, algunas reales —con munición cargada— y otras simuladas. Les robaron las carteras y los teléfonos, cogieron la mercancía, la metieron en la furgoneta y pincharon las ruedas del vehículo en el que habían venido los proveedores.

Sin mirar atrás, se montaron de nuevo en la parte trasera del furgón, el gallego arrancó el motor y regresaron por donde habían venido. Los marroquíes se quedaron allí inmovilizados y sangrando. Ya se habían dado cuenta de que esos no eran guardias civiles honrados. Unos 45 minutos después, los magrebíes que habían traído la droga consiguieron desatarse gracias a un cúter que uno de ellos tenía en el vehículo. Tras soltarse, comenzaron a pegar a Brahim, según admitió luego él mismo. Le recriminaron que él era responsable de lo que había hecho esa gente y le hicieron prometer que les pagaría lo que costaba el cargamento o, de lo contrario, irían a buscarle.

Luego le soltaron y el marroquí se montó en su coche y salió pitando muerto de miedo —como confesó él mismo con posterioridad— hacia Logroño. Para entonces, los asaltantes se encontraban ya a 25 kilómetros de Málaga, en un hotel de carretera. Habían parado allí para pasar la mercancía de la furgoneta a otro coche también alquilado. Sin embargo, no lograron materializar la mudanza. Los agentes de la Udyco aparecieron de la nada y frustraron su huida. Les habían seguido desde Logroño. Detuvieron a los siete miembros del grupo y se incautaron de 69 kilos de hachís que, según calculan, estarían valorados en más de 400.000 euros.

Los policías, que en este caso sí estaban amparados por el Juzgado de Instrucción número 3 de Logroño, en el marco de la denominada operación Escipión, intervinieron escopetas, pistolas, armas blancas, prendas de la uniformidad oficial de la Guardia Civil (gorras, chalecos, camisetas), una defensa eléctrica, 'walkie talkies', pasamontañas, banderas de España, cinta americana, cuerdas y bridas, entre otro material destinado a dar el golpe narrado.

Uno de los guardias civiles, prejubilado después de que se le detectara una minusvalía psicológica, que cobra 1.500 euros mensuales, justificó en declaraciones ante la Policía que participó en el plan por su "falta de salud mental y su pésima situación económica". El mileurista vigilante, que es miembro de la Real Federación de Tiro Olímpico y trabajó como escolta en el País Vasco, admitió que el cabecilla de la trama le había prometido 12.000 euros una vez finalizada la operativa. El resto de arrestados se negaron a declarar ante los agentes. El abogado de algunos de los guardias civiles detenidos, Antonio Suárez Valdés, también ha declinado hacer declaraciones ante El Confidencial.

La paliza que los funcionarios dieron a los marroquíes "simulaba ser una intervención policial real, golpeaban de manera violenta, insistente, exagerada e innecesaria a las víctimas" cuando estas estaban ya en el suelo, explican los agentes de la Udyco en el atestado que remitieron al Juzgado. "Utilizaron efectos corporativos de la Guardia Civil para la comisión de hechos delictivos sumamente graves", añade el grupo antidroga de la Policía, que acusa a los detenidos de tráfico de drogas, pertenencia a organización criminal, tenencia ilícita de armas, detención ilegal, lesiones, robo con violencia e intimidación y usurpación de función pública.

A uno de los detenidos, además, la Policía le incrimina por venta de sustancias anabolizantes prohibidas. Era el dueño del gimnasio que frecuentaban algunos de los arrestados, el que les suministraba productos para potenciar sus músculos y quien incluso les entrenaba en técnicas culturistas. Los agentes investigan los vínculos de este miembro del grupo con el mercado negro de este tipo de artículos.

Los cuatro guardias civiles detenidos el pasado 11 de septiembre en un hotel de las afueras de Málaga estaban obsesionados por el culturismo, habían estado destinados en unidades especiales del instituto armado y sabían ser extremadamente violentos. Formaban parte de una organización criminal dedicada a robar grandes cantidades de droga a pequeños narcotraficantes a los que propinaban brutales palizas. La banda estaba compuesta, además de por los agentes, por un vigilante de seguridad que cobraba 1.000 euros mensuales y por dos personas más.

Guardia Civil Marbella