Los audios de Púnica: “Nos van a tocar los huevos y va a parecer que somos corruptos"
Llamadas incorporadas al sumario prueban que Granados y el resto de cabecillas de Púnica recibieron un soplo de un agente de la UCO que les alertó de que estaban siendo investigados
Las intervenciones telefónicas del caso Púnica revelan que los principales implicados en la trama maniobraron para limitar el alcance de la operación tras recibir el soplo de un agente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que estaba participando en las investigaciones. El instructor de la causa, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, se ha apoyado en 14 intervenciones telefónicas para imputar un delito de revelación de secretos a los principales involucrados en el chivatazo. Se trata del exconsejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid Francisco Granados, principal beneficiado por la filtración; el guardia civil en excedencia José Luis Caro Vinagre, que actuó como intermediario, y el agente de la UCO José Manuel Rodríguez Talamino, presunto autor del soplo.
Nuevas conversaciones intervenidas, a las que ha tenido acceso El Confidencial, probarían que tras recibir la primera filtración sobre el caso Púnica durante la madrugada del 5 al 6 de septiembre de 2014, Granados pidió a Caro Vinagre que contactara de nuevo con el agente Talamino para intentar obtener nuevos datos sobre las investigaciones que estaba realizando la Guardia Civil.
La UCO detectó la fuga de información el primer día y no tardó en concluir que su autor era Talamino. Sin embargo, para asegurarse de que era él quien estaba facilitando los datos y tratar de despistarlo, los mandos de la Guardia Civil lo enviaron automáticamente a la provincia de Alicante para montar un dispositivo de vigilancia que en realidad era falso. Dos conversaciones telefónicas mantenidas por Granados y Caro Vinagre el 9 de septiembre permitieron a los jefes de la UCO confirmar sin ningún genero de duda que Talamino era quien les había comunicado que estaban siendo investigados.
A las 12.40, Granados llamó a Caro Vinagre para preguntarle si había podido contactar de nuevo con Talamino para obtener nuevos datos sobre Púnica. “Llamé a este pero tengo que concretar con él. A ver si hablo con él ahora, a mediodía”, respondió Caro Vinagre. Granados insistió: “¿Pero hablaste con él ayer o no?”. “Le llamé y me dijo, 'José, estoy currando, llámame mañana'. Así que le voy a llamar ahora después de comer”, le contó a su amigo.
De la siguiente llamada, a las 19:31 de ese mismo 9 de septiembre, se desprende que Caro Vinagre logró finalmente hablar con Talamino después de comer, pero no iba a poder quedar con él. El guardia civil en excedencia telefoneó al exdirigente del PP para comunicarle el resultado de su gestión. “Que está de viaje, el viernes ha quedado en llamarme cuando llegue”. “Vale, vale, vale”, contestó Granados. “A unas malas, si lo mejor, vienes tú conmigo, a ver por dónde va”, añadió Caro Vinagre. Los investigadores confirmaron en ese momento que el soplón era Talamino. No solo porque estaba de viaje, como el contacto de los cerebros de la trama, sino porque él tampoco iba a estar en Madrid hasta el viernes. Ya no había ninguna duda.
La siguiente intervención telefónica que demostraría la existencia de la filtración se produjo el 11 de septiembre, cinco días después del primer soplo. En esta otra llamada, el principal socio de Granados, el constructor David Marjaliza, llamó por teléfono a un colaborador, Antonio Serrano, para preguntarle qué podía hacer para justificar que su actividad como intermediario del gigante energético Cofely era perfectamente legal. En realidad, Marjaliza había sobornado a decenas de políticos para lograr que le adjudicaran contratos a Cofely, pero sabía que le estaban grabando. Granados ya le había avisado de que había una investigación de la UCO en marcha. Así que el constructor llamó a su testaferro de cabecera para hilar una argumentación exculpatoria absolutamente delirante.
La parte más interesante se concentra a partir del minuto cinco. “Si esta gente piensa, me escucha, y piensa tonterías que no son, no sé cómo resolver el tema ese. Aquí todo el mundo habla de cohechos y su puta madre, cuando lo único que estoy haciendo es una labor comercial”, aseguró Marjaliza. “Yo voy a la gente y le explico el tema, pero yo entiendo que el cohecho es cuando tú coges y le pagas a un tío para que lo haga. Yo no estoy pagando a nadie”, continuó. “A lo mejor, como tengo contactos con gente de política, se piensan que tengo algo más raro, yo qué sé (…) Aquí te coge un tío, te transcribe o te hace no sé qué, y que te escucha no sé qué, y te dice que aquí hay la mafia del mundo mundial”. Marjaliza se fue poniendo más nervioso conforme avanzaba la conversación. “Aquí llega un gilipollas, pone cuatro folios, se los da a un fiscal o a un juez, y me encaloman a mí por una gilipollez”.
Su interlocutor apenas le cortó, pero Marjaliza tampoco quería que hablara. “Ahora todo es cohecho, todo es cohecho, todo es cohecho”, siguió el socio de Granados. “Que si cohecho impropio, que si no impropio, que si no sé qué... Ya da miedo hasta regalarle un jamón a alguien, claro, porque ya... ¿si regalas un jamón es delito o no es delito? O un bolso, ¿es delito o no es delito? O un traje, ¿es delito o no es delito?”, se preguntó molesto Marjaliza. “A los pobres que cobramos dos comisiones de mierda para seguir funcionando, nos van a tocar los huevos y vamos a aparecer como corruptos”, terminó. La Guardia Civil le detuvo seis semanas después por el presunto amaño de contratos por valor de más de 160 millones de euros.
Granados y Caro Vinagre volvieron a hablar a las 10:33 del 12 de septiembre, el día que supuestamente regresaba a Madrid el agente Talamino. El exdirigente del PP le pidió al guardia civil en excedencia que hiciera una nueva gestión para tratar de conseguir más datos. “Oye, una cosa, que... habla con tu amigo a ver si... este fin de semana...”, pidió Granados al final de la conversación. “Mi amigo me dijo que venía hoy. El problema: que no sé si viene ahora o esta tarde o esta noche (…) Si quieres, lo que hago es que quedamos”, propuso Caro Vinagre. Pero Granados prefirió mantenerse en una segunda línea. “No, yo creo que mejor tú, ¿sabes?”.
A las 20:42, Caro Vinagre llamó de nuevo a Granados. Ya había conseguido hablar con Talamino: “Que me ha llamado este”. “Vale, vale”, contestó el político del PP, antes de preguntarle si había “algo nuevo respecto al otro día”. “Nada, mucho más no hay, pero tomamos un café mañana”, respondió Caro Vinagre. Pero Granados necesitaba saber más: “Sobre todo, si va la cosa conmigo, claro”. “Vamos a ver mañana lo que me cuenta”, zanjó su amigo.
La última llamada con interés para la investigación sobre el chivatazo se produjo al día siguiente, el 13 de septiembre, a la 1:18. Los protagonistas son de nuevo Granados y Caro Vinagre, pero gravita la sombra de una tercera persona. De la conversación se desprende que el guardia civil en excedencia estaba en la puerta de la casa de Granados y que iba acompañado de Talamino. “Me he traído al calvito, ¡eh!”, le anunció Caro Vinagre, usando el alias con el que se referían al agente de la UCO. En esa última cita, según los investigadores, Talamino proporcionó presuntamente a la trama todos los detalles de Púnica de los que disponía.
Las intervenciones telefónicas del caso Púnica revelan que los principales implicados en la trama maniobraron para limitar el alcance de la operación tras recibir el soplo de un agente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que estaba participando en las investigaciones. El instructor de la causa, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, se ha apoyado en 14 intervenciones telefónicas para imputar un delito de revelación de secretos a los principales involucrados en el chivatazo. Se trata del exconsejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid Francisco Granados, principal beneficiado por la filtración; el guardia civil en excedencia José Luis Caro Vinagre, que actuó como intermediario, y el agente de la UCO José Manuel Rodríguez Talamino, presunto autor del soplo.
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