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"¿Medalla? Que mi hijo diga que papá ha salvado a un señor es mi mejor premio"
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juntamos al motorista y al policía que le salvó

"¿Medalla? Que mi hijo diga que papá ha salvado a un señor es mi mejor premio"

El funcionario que salvó la vida al motorista víctima de un accidente explica que no pensó en el peligro que suponía lo que hacía, solo en que él era policía y que tenía que hacerlo.

Foto: El policía nacional Víctor Valentín visita a Elmer Pestaña en su casa donde se recupera. (Foto: Enrique Villarino)
El policía nacional Víctor Valentín visita a Elmer Pestaña en su casa donde se recupera. (Foto: Enrique Villarino)

"Un coche me tocó, la moto se fue para un lado y yo para el otro, rodé hasta el cuarto carril, luego me quise poner en pie, pero vi dos faros grandes sobre mí; no me dio tiempo más que a poner el cuerpo rígido". Elmer Pestaña recuerda así -ya desde la cama de su casa, aunque aún sin poder moverse- los que podían haber sido sus últimos segundos de vida de no ser por un policía que actuó como su ángel de la guarda.

Víctor Valentín, oficial destinado en la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, circulaba por el mismo kilómetro 5,9 de la A4, pero en sentido contrario. Al ver "volar" a un motorista 25 metros, frenó en seco casi instintivamente y paró su coche a la izquierda, junto a la mediana, con el peligro que conlleva la maniobra. "Una cosa es ver la autopista desde tu coche y otra bajarte en plena A4; cuando lo hice, escuché un ruido tremendo, sentía los motores de los coches, había también mucho humo, quizá de alguno de los vehículos implicados; además, todavía era de noche, hacía frío y llovía", rememora el funcionario.

El ambiente de película de Batman, desde luego, no invitaba a ser un héroe. Más bien a agarrar fuerte el volante y pensar en que tu no podías hacer nada. Pero esa 'seductora' y evasiva idea no iba con Valentín. "Ahora soy consciente del riesgo que asumí, pero soy policía y en ese momento no lo pensé, actué por inercia, porque tenía que hacerlo y punto", reconoce seis días después.

Los "trozos de otros vehículos" caían sobre el suyo, una señal más de que el accidente aún estaba vio y por lo tanto el riesgo persistía. Así y todo el policía aceptó el reto y cruzó la mediana. Fue entonces cuando se produjo la primera de las tres escenas que a Valentín se le han clavado a fuego en su mente: seis coches destrozados, gente en el suelo, sangre por todos sitios.

Pensé que estaba muerto, la imagen quedará para siempre en mi memoria

La segunda, recuerda, tuvo lugar cuando vio al hombre tumbado en el suelo. "Pensé que estaba muerto, la imagen quedará para siempre en mi memoria", asegura Valentín, quien acto seguido prefiere recordar el tercer momento que le marcó. "Cuando lo vi respirar", explica con alegría el funcionario, que describe ese instante como un segundo de "alivio".

Pero antes de esa tercera imagen, el corazón del policía se mantuvo en vilo. Cuando vio al motorista convulsionando, morado, a punto de tragarse su propia lengua, volvió a actuar con rapidez. Le levantó la parte de abajo del casco modular que llevaba el repartidor y le abrió las vías respiratorias con sus mojadas manos. El hombre reaccionó y Valentín lo puso "en posición de seguridad", para que no volviera a ahogarse.

Los pocos segundos de conciencia que tuvo en ese momento Elmer fueron suficientes para grabar en su cabeza el rostro de su valedor. De hecho, cuando Víctor fue a visitar al repartidor al hospital, éste se le quedó mirando antes de que ninguno mediara palabra. "Yo te conozco", le dijo el motorista. "Si -respondió el policía-, yo te ayudé a respirar".

El agente reflexiona casi una semana después de vivir aquellos intensos minutos. "La vida te puede cambiar en un segundo; en cualquier momento te puede pasar una desgracia", piensa en alto poco antes de ir a visitar por segunda vez a quien antes del 28 de octubre no conocía de nada y al que ahora llama amigo. Esta vez, Valentín va a casa de Elmer -la primera le visitó en el clínico San Carlos-. A ambos se les ilumina la cara cuando se encuentran.

El 28 de octubre a las 6.50 horas, tanto la vida del repartidor boliviano que se dirigía a su trabajo en Ciempozuelos como la del policía que se disponía a unirse a su turno dieron un vuelco. Elmer y Víctor son dos personas diferentes desde aquel día. "Mi hijo tiene tres años -recuerda el funcionario- y cuando saltó la noticia hizo un dibujo; era un garabato, pero él dijo que se había pintado a él mismo salvando a un señor; esa es la mejor medalla que me llevo de esto, que mi hijo sabe, aun siendo tan pequeño, que su padre no se ha jugado la vida por nada".

"Me di cuenta -añade- de que las cosas que hacemos tienen una repercusión en los demás". Y tanto que si la tienen. Que se lo digan al repartidor, que hoy solo sabe dar las gracias a su particular ángel de la guarda. "Me ha dado la vida por segunda vez, he vuelto a nacer", asegura el motorista, quien incluso ha hecho extensivo su gesto de gratitud a toda la Jefatura Superior de Policía de Madrid. El atropellado remitió una carta ayer al jefe del cuerpo en Madrid en la que reconoció la actuación heroica del oficial de la UPR.

Ahora soy consciente del riesgo que asumí, pero soy policía y en ese momento no lo pensé, actué por inercia, porque tenía que hacerlo y punto

Y no solo mostró su agradecimiento porque el funcionario le salvara la vida, sino por la actitud de entrega que demostró un policía de vocación que no miraba la nacionalidad de la persona a la que rescataba. "Me gratifica enormemente la labor que llevó a cabo no solo sobre mi persona, sino también sobre el resto de ciudadanos sin importar la nacionalidad ni el origen, mostrando en todo momento un valor humano y solidario", asegura el boliviano en la misiva.

La tarea de Valentín, de hecho, no terminó al salvar la vida del motorista. Un militar vestido de uniforme que también iba a trabajar y se vio implicado en el accidente y un agente de movilidad que, como el policía, circulaba por el carril contrario se pusieron a las órdenes del agente para que la gestión de la crisis fuera ordenada. Valentín, de hecho, habla hoy maravillas de ambos funcionarios, que se dedicaron a gestionar el tráfico y dar cuenta del número y gravedad del resto de heridos. "Es un mérito de todos", afirma.

La rapidez y la valentía del policía y su miniequipo improvisado evitaron que hoy tuviéramos que hablar de una tragedia aún mayor. Durante 30 minutos, fueron la autoridad de una crisis que gestionaron de modo ejemplar. Fueron necesarias tres ambulancias para atender a los heridos, que fueron trasladados tanto al mencionado hospital clínico San Carlos -donde llevaron a Elmer- como al hospital La Paz, donde trasladaron al resto de afectados.

"Un coche me tocó, la moto se fue para un lado y yo para el otro, rodé hasta el cuarto carril, luego me quise poner en pie, pero vi dos faros grandes sobre mí; no me dio tiempo más que a poner el cuerpo rígido". Elmer Pestaña recuerda así -ya desde la cama de su casa, aunque aún sin poder moverse- los que podían haber sido sus últimos segundos de vida de no ser por un policía que actuó como su ángel de la guarda.

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