Las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia se unen para que no prescriban los delitos
Salir a la luz tras años de oscuridad es el objetivo de la Asociación de Víctimas de Abusos Sexuales de la Iglesia Católica (Avasic), que se presentará en diferentes ciudades durante las próximas semanas
Miedo, culpabilización de la víctima, vergüenza, bloqueo de recuerdos. La mayor parte de las víctimas de abusos sexuales por parte de curas pederastas cargan en silencio con su dolorosa experiencia, la ocultan durante años y pocos son los que, ya en la edad adulta, se atreven a dar el paso y denunciar. Hacerlo no deja de ser un calvario, tanto para las víctimas como para su entorno, que se ven obligados a reabrir la cicatriz. Difamados habitualmente por los agresores, que los tildan de mentirosos o interesados en busca de dinero, suelen toparse además con un cerrojo jurídico: la prescripción del delito de abusos sexuales en la infancia.
Salir a la luz tras años de oscuridad es el objetivo de la recién creada Asociación de Víctimas de Abusos Sexuales de la Iglesia Católica (Avasic). Durante las próximas semanas se presentará en diferentes capitales españolas como Madrid, Barcelona, Salamanca y Zaragoza. Mediante la cobertura psicológica, jurídica y económica, así como la defensa de los intereses de las víctimas, esta nueva organzacion pretende facilitar y acompañar en el difícil proceso para denunciar el mayor número posible de casos. En su horizonte se encuentra también el reto de promover un cambio legislativo para que el delito de abusos sexuales en la infancia no prescriba.
Entre sus impulsores se encuentra Javier Paz, que sufrió abusos entre los 10 y los 20 años por parte de un sacerdote de la parroquia de San Julián de Salamanca. Su experiencia fue larga y tediosa, la propia Iglesia de la que participaba le cerró las puertas y de Roma solo obtuvo el silencio por respuesta. El acusado confeso, Isidro López, fue finalmente prejubilado, aunque la víctima denuncia que le fue asignado un trabajo con niños en otra parroquia. La pauta habitual de la Iglesia ante este tipo de casos es el ocultamiento, evitar el escándalo y que las acusaciones no manchen el nombre de la institución. El socorro a las víctimas, como en el caso de Paz, catequista, no es lo usual, por lo que acudir a la justicia canónica en lugar de a la ordinaria ofrece incluso menos garantías.
El economista Carlos Sánchez Mato, actualmente concejal de Hacienda en el Ayuntamiento de Madrid, fue otra de las personas clave para abrir el camino a esta asociación. Miembro de la Iglesia de base y portavoz de Iglesia sin abusos, que lleva años luchando por los derechos de los menores ante los casos de abusos sexuales, Mato fue uno de los denunciantes del cura pederasta de Aluche, Rafael Sanz. Catequista en la parroquia donde se produjeron los abusos, Mato consiguió que Sanz fuese condenado a dos años de cárcel y el Arzobispado de Madrid tuvo que pagar 30.000 euros como responsable civil subsidiario. Las amenazas telefónicas fueron una constante para él, y la creación de Avasic camina precisamente en la línea de trabajar colectivamente para proteger a víctimas y denunciantes.
Con la legislación en contra, la sensación de impunidad por parte de los agresores, las trabas de la jerarquía eclesiástica y, en ocasiones, la pasividad de una parte de la comunidad cristiana, el camino para desanclar esta soterrada problemática está siendo mucho más largo en España que en otros países como Estados Unidos, Irlanda o Alemania. En estos países se han realizado denuncias colectivas y se ha llevado a la cárcel a varios sacerdotes. La creación de este grupo de presión quiere buscar justicia en España y, sobre todo, promover la prevención junto con la concienciación social.
Roma rompe el silencio
Su cometido es ambicioso, pero el encuentro entre las víctimas se topa con una multitud de barreras. Las secuelas y la amnesia son recurrentes, tanto como la culpabilización de las víctimas. Recuperar la autoestima y la confianza, además de vencer la culpa y la vergüenza, es el primer paso. Para ello, el efecto llamada y el respaldo de una asociación que nace para defender sus intereses y actuar como interlocutor válido ante organismos y personas ya suponen un punto de partida.
Las reiteradas denuncias del papa Francisco contra los abusos y su empeño personal en abrir investigaciones y sacarlas adelante, como en el caso de los abusos de Granada o del centro del Opus Dei en Leioa (Vizcaya), podrían tener también un efecto positivo en la organización de las víctimas. La impunidad clerical ha sido azotada por la jerarquía eclesiástica, derribando así el primer y principal muro para castigar estos delitos y evitar que se vuelvan a producir.
“Los crímenes, los pecados de abusos sexuales a menores, no pueden ser mantenidos en secreto durante más tiempo”, sentenció el Papa en su reciente visita a Estados Unidos. Roma ha roto el silencio. En España ya se están dando también los primeros pasos desde la sociedad civil. Poco a poco y autofinanciándose, Avasic va colocando las primeras piedras para un cambio social, educativo y también legislativo.
Miedo, culpabilización de la víctima, vergüenza, bloqueo de recuerdos. La mayor parte de las víctimas de abusos sexuales por parte de curas pederastas cargan en silencio con su dolorosa experiencia, la ocultan durante años y pocos son los que, ya en la edad adulta, se atreven a dar el paso y denunciar. Hacerlo no deja de ser un calvario, tanto para las víctimas como para su entorno, que se ven obligados a reabrir la cicatriz. Difamados habitualmente por los agresores, que los tildan de mentirosos o interesados en busca de dinero, suelen toparse además con un cerrojo jurídico: la prescripción del delito de abusos sexuales en la infancia.